DIALOGANDO CON LAS NUBES III
Porque realmente, en esto de la literatura y en la vida misma en general, todo es un asunto de yoes diversos que intentamos sumergir en un único yo plano, aceptado socialmente, capaz de zambullirse en un yo colectivo sin temor. Pero yo me siento incapaz de integrarme en ese yo colectivo sin recelos. Porque yo no soy un yo. Soy una serie de yoes diversos (no paro de repetirme, lo sé) y solo podría intentar sumergirme en un yo colectivo si esos yoes acabaran siendo realmente reconocidos y aceptados como tales. El problema es que la diversidad, la diferencia, la propia y aún más la de los otros, siempre cuesta de aceptar. Y sin embargo, deberíamos esforzarnos en hacerlo contínuamente.

Hasta a mí me suena todo esto un poco embrollado cuando lo releo, pero en el fondo no lo es tanto. Después de todo, a donde quería ir a parar realmente, lo que quería decir es que si los lectores (entre los cuales yo también me incluyo) queremos conocer a un autor, solo tenemos que leer lo que escribe. Esa es la mejor manera de conocerlo. O al menos es una muy buena manera de conocerlo, mejor que en persona la más de las veces.
Pero claro, no todos los autores comparten las mismas ganas de darse a conocer. Unos se esfuerzan en camuflarse en una obra críptica, mientras otros se muestran totalmente tranSparentes. Y cuando el autor quiere intentar sacarle un rendimiento económico a su trabajo, que se supone que es lo normal, porque todos ansiamos obtener un rendimiento económico de nuestros trabajos, se ve obligado a hacer también de vendedor, al margen de autor y no todos lo autores se sienten capaces de hacer de vendedores. Es más, muchos carecen de toda aptitud para ello. Yo al menos no me veo capaz, por mucho que lo he intentado, practicando incluso con la recitación de poesías pero, la realidad es que no tengo aptitudes como vendedor.
A veces me siento muy identificado con los versos de Emily Dickinson que afirman que “la publicación es la subasta de la mente del hombre y que solo la pobreza justificaría una cosa tan vil…” Pensamiento radical tal vez. Escribir solo para uno mismo, sin preocupaciones económicas, ni materiales. De eso también habla Virginia Woolf en algunos de sus ensayos. Es lo ideal. Pero lo ideal no siempre es factible…
Y hablando de poesía. Precisamente tengo que prepararme para asistir al recital de esta noche. He quedado con mi amigo a las 19:15 y ya casi es la hora. ¡Que pereza me da pensar en cambiarme de ropa y acicalarme! Preocuparse por la imagen física que proyecto. Es como una maldición. Lo cierto es que nos pasamos la vida preocupándonos por la imagen física y la imagen intelectual que proyectamos. A nadie le gusta pasar por tonto, demente o descerebrado, es evidente. Que envidia me dan los que logran despreocuparse por completo de todo ¿lo logran realmente?
Yo me pondré lo primero que vea en el armario, lo que considere más cómodo y luego me arrepentiré al verme reflejado en cualquier cristal o en la mirada o el aspecto de otro.
Continuará…
© Maite Mateos


