Insondable
Recibí un manuscrito escrito por un hombre que vivió en la franja de Gaza durante la guerra del 2014.
Un libro impecablemente bien escrito. Una bala que se te deposita en el cerebro y no te mata. Quisiera poder explicarle mi parte de la historia. Sé que es inútil. La versión de los hechos no son los hechos y el dolor no es transferible. Solo puedo abrazar su pérdida y tratar de comprender.
Quizá la mejor forma que tengo de explicarme sea trayendo el final de un hermoso libro del egipcio Naguib Mahfuz, Las noches de las mil y una noches, no sin miedo a recibir en respuesta un reclamo de que la verdad está con él, solo con él, con ellos. Y lo entendería. Porque a veces también me pregunto si no será cierto, si mi necesidad de explicar nuestra parte de la historia no es el temor a aceptar que no hay interpretación alternativa posible, mirarme al espejo y odiarme.
Escribo este texto mientras mi hija está haciendo el servicio militar obligatorio.
Poco antes del alba los hombres se marcharon como de costumbre, per él se quedó y no cesó de llorar. Un hombre que pasaba por allí se acercó a él y le preguntó:
-¿Por qué lloras buen hombre?
-Eso no te importa – respondió Shahriyar molesto.
-Soy el jefe de la policía – repuso el otro escrutando su cara-y no he traspasado los límites de mi autoridad.
-Mis lágrimas no enturbian la paz.
-Deja que sea yo quien lo juzgue y contéstame-dijo Abdullah al-Aqil.
Shahriyar permaneció en silencio un rato. Luego, como ajeno a la situación, declaró:
-Todos los seres lloran de pena por la separación.
-¿No tienes morada?-le preguntó Abdullah con una misteriosa sonrisa.
-No.
-¿Quieres quedarte bajo la palmera?
-Quizá-respondió Shahriyar con indiferencia.
-Te contaré lo que dijo un hombre de experiencia:”Una prueba del recelo de la verdad es que no facilita a nadie un camino hacia ella ni priva a nadie de la esperanza de alcanzarla. Deja a la gente cabalgando por los desiertos de la perplejidad y ahogándose en los mares de la duda. Quien cree que la ha alcanzado es que se ha separado de ella, y quien cree que se ha separado de ella es que ha perdido su camino. No se puede llegar a ella sin huir de ella, y es ineludible.”
Tras decir esto, Abdullah al-Aqil se dirigió a la ciudad.


