Chispotear


A la inteligencia se le reconoce, no se le define, cada intento por describir en qué consiste invita a colocarle un adjetivo, no hay consenso; recurrir a la definición del diccionario (Facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad) indica el origen del problema: “una idea determinada”; cualquiera puede decir que a una persona inteligente es aquella que tiene un cociente intelectual por arriba de la media, otros indican que es quien tiene muchos conocimientos, algunos prefieren distinguirlos por su capacidad de resolver una situación; sin importar cuáles sean los criterios que se elijan, a una persona inteligente se dice reconocerla por sus habilidades en la práctica.


A pesar de las dificultades para definir en qué consiste la inteligencia, es sencillo concederle al otro que lo es, atender lo que dice, seguir sus instrucciones o consejos, a veces bastan unos minutos de escucha para brindarle nuestra confianza, creerle.


También se puede parecer inteligente sin decir nada, dos muestras de esa inteligencia creadora puestas al servicio del aparente sin sentido: el Jabberwocky de Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, o el glíglico de Julio Cortázar en Rayuela, lenguajes inventados para significar a través de la interpretación.


El extremo de esos ejemplos es quien diciendo mucho, sin reflexión alguna, pasa por brillante, como Andrés Manuel López Obrador, a quien sus seguidores defienden como el mejor presidente de la historia, a quien le conceden ese título porque al ser honesto debe hablar con la verdad, al mismo a quienes sus seguidores le permiten declarar que habla por hablar, sin reflexión de por medio, así lo indicó en su conferencia matutina, cuando se le pidió que explicara por qué habla de un narcoestado: “Es todo un sistema político corrupto. Ahora se tiene que analizar. Ayer hablábamos, antier creo, que de manera espontánea… Porque no crean que yo vengo aquí ya con ideas analizadas, no, yo vengo aquí a hablarles de manera sincera, decirles lo que siento, lo que conozco, lo que es mi experiencia. Entonces, se me salió así lo del narco-Estado porque, en efecto, escritores, analistas, intelectuales que simpatizan con nuestro movimiento desde que empezaron estas políticas de querer resolver el problema de la inseguridad mediante el uso de la fuerza, se empezó a hablar de un narco-Estado”.


Al presidente se le chispoteó, incapaz de asumir su declaración, prefiere culpar a los otros, hablar de oídas, irse de boca, incluso confesar que no piensa lo que dice; no faltará quien lo defienda señalando que está haciendo uso de su inteligencia emocional, vale, habría que considerar entonces si eso es lo que se requiere cuando, desde la investidura presidencial, se permite al Chavo del 8, “informar” todas las mañanas desde el púlpito de la mañanera.


Sin adjetivos, me cuesta ligar la inteligencia a la espontaneidad, considero que la expresión de las ideas para ser efectiva, debe ser reflexionada, analizada, pensada, antes de soltar la lengua y encubrir el apresuramiento con un “yo creo” o un “se me salió”.


William James observó que la sabiduría consistía en aprender qué podemos pasar por alto, escribe Harold Bloom en ¿Dónde se encuentra la sabiduría? E indica que el príncipe Hamlet es el más inteligente de los personajes literarios, para la creación de Shakespeare “El genio, o demonio, de Hamlet consiste en hacerle consciente de todo al mismo tiempo. Hamlet piensa demasiado bien y la verdad lo mata. Seas quien seas, tu demonio se convertirá en tu némesis y hará que seas tu peor enemigo, incapaz de saber qué puedes pasar por alto”; en el párrafo final de ese libro, Bloom indica que “Leemos y reflexionamos porque tenemos hambre y sed de sabiduría. La verdad, según el poeta William Butler Yeats, no puede conocerse, pero puede encarnarse. De la sabiduría yo, personalmente, afirmo lo contrario: No podemos encarnarla, aunque podemos enseñar cómo conocer la sabiduría, la identifiquemos o no con la Verdad que podría hacernos libres”.


Coda. Para citar de nueva cuenta los Aforismos de Lichtenberg: “Un corazón con testículos. Un corazón con escroto”, porque “Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco”, quizá por eso sentenciaba: “Jamás hay que creerle a quien asegure algo con una mano en el corazón”.


@aldan

Bajo presión, mi columna en LJA.MX
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Published on August 13, 2020 00:12
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