Los niños (no) están bien | Lazy Day Rambles

Los niños no están bien. Quizá no lo han estado nunca, no realmente, pero por primera vez es algo tan doloroso y violento que no podemos mirar hacia otro lado.


Por primera vez en mi carrera como escritora (y llevo publicando desde 2014) me encuentro con un panorama en el que prácticamente el 100% de mis compañeros tienen la autoestima por los suelos y se pelean con la ansiedad y con los sentimientos de “no ser suficientes” o “quedarse atrás”. También, por primera vez, veo a los autores noveles queriendo publicar como con un ansia insaciable, con mucha más desesperación que antes, hasta el punto de que me preocupa que puedan firmar contratos injustos o que estén angustiándose por las ventas y por el significado tan huidizo del éxito incluso antes de tener su novela en las librerías.


¿En qué momento hemos dejado que las cosas vayan tan mal? Estoy convencida de que el COVID no es la respuesta. La crisis del COVID ha revelado que, en muchos sentidos, la industria no se sostiene o no funciona de la mejor manera. El COVID fue solo la gota que colmó el vaso, la incertidumbre en una industria en la que las dudas y el miedo nunca desaparecen del todo, tanto para los autores como para los profesionales de la edición.


Empecé 2020 pensando que sería mi año. En primavera publicaría La chica de hielouna novela muy personal en la que había trabajado muchísimo y para la que creé una campaña de marketing digital que me tenía muy ilusionada. Hoy solo sé que la editorial, Planeta, ha decidido moverla a 2021 para evitar una rentré editorial para el segundo semestre de 2020 muy competitiva y, de nuevo, muy incierta. Sé que se publicará el año que viene, pero no sé cuando, y ese signo de interrogación ineludible en mi futuro está repercutiendo muy negativamente en mi salud mental. Quizá habría sido más sencillo si, debido a la situación actual, la noticia no hubiese sido de ultimísima hora (un mes antes de la fecha de publicación original). O si no la hubiese movido ya tanto en redes. O si no me hubiesen llegado mensajes de lectores diciéndome que sería la primera novela que comprarían cuando reabriesen las librerías.


El miedo a decepcionar. El miedo a que se olviden de ti o a caer en la irrelevancia. El miedo de sentir que estás perdiendo la carrera. El miedo a que no vuelvan a pasarte cosas buenas. Todos estos miedos, unidos a los miedos más primales que los autores siempre escondemos en alguna parte de nuestras cabezas: el miedo a no ser lo suficientemente buenos; el miedo a no escribir jamás algo que Signifique Algo (aunque hayas recibido mil mensajes de lectores diciéndote lo contrario sobre lo que ya has escrito); el miedo de que tu carrera se interrumpa.


Pero no es cierto que las carreras literarias sean lineales. Eso es algo que sé aunque no interiorice. Estás a un solo libro de distancia de alcanzar el éxito, sea cual sea tu definición de éxito. Incluso agujeros tan profundos y tan oscuros como en el que nos encontramos actualmente son incapaces de detener el arte. Ningún fracaso, sea cual sea tu definición de fracaso, tiene el poder de matar tu carrera. Tu carrera no es un ser vivo que pueda ser tocado por la muerte; es algo que cuidas y haces crecer, día a día, aunque haya temporadas en las que parezca que se vuelve pequeñito.


Pero hay algo que falla en el sistema, y ojalá pudiese tener más soluciones. Hay algo que falla en el sistema que no podemos atribuir únicamente al COVID y al cierre de las librerías y a la congelación de los calendarios editoriales. Hay algo que falla en el sistema y estoy hablando como autora y como profesional de la edición.


No deberíamos sentirnos así tantas veces, durante tanto tiempo. No debería haber tanta tristeza, tanto miedo. No deberíamos sentir que nos quedamos atrás cuando estamos en la veintena o en la treintena. No deberíamos tener la autoestima tan minada.


Estoy cansada de las veces que nos quedamos despiertas hasta la madrugada, mis amigas y yo, hablando por WhatsApp porque una de nosotras se siente mal con respecto a su arte. Estoy cansada del daño tan profundo que puede hacer la industria a veces. Estoy cansada de leer en mi TL a tantos noveles que ya se sienten fracasados porque tienen X años y aún no han publicado o porque han mandado su manuscrito a X editoriales y han recibido X rechazos o porque han subido su novela a Lektu y solo han recibido X lecturas.


Odio esa palabra. Fracaso. Creo que nadie debería utilizarla jamás, porque su significado es huidizo. ¿Qué significa el fracaso? Todos perdemos a veces. A todos nos hace jugarretas la vida. El fracaso debería de dejar de ser visto como un punto y final en la vida de uno. Es un punto y coma, como mucho. No es una pausa tan larga y terrible para que nos dé a todos tanto miedo.


Estoy cansada de que parezca que el arte y el sufrimiento tengan que ir de la mano siempre. Estoy cansada de tanto dolor y estoy cansada de tantas desilusiones y estoy cansada de tanta ansiedad y estoy cansada de lo cansados que estamos todos siempre.


Publicar y tener la maravillosa plataforma de lectores que tengo hoy son dos de las mejores cosas que me han pasado en la vida, dos de los mayores sueños que se han hecho realidad, y aún así cada vez con más frecuencia, cuando escribo, intento pensar que estamos solas en el mundo las dos, mi novela y yo. Que no han existido las otras novelas, ni las que vendrán. Que no existen las editoriales ni los lectores ni las redes sociales. Que no existen las expectativas ni los planes ni los grandes sueños ambiciosos. Solo mi novela y yo; solo un número infinito de hojas en blanco que llenar con mis palabras. Yo sola con mis personajes y con mis ideas, con ese mundo que solo existe dentro de mí hasta que decido volcarlo sobre el papel.


He estado pensando mucho sobre el talento estos días. Echo de menos los diecisiete, con sus infinitas posibilidades. Echo de menos la universidad, escribir de manera experimental y estar segura de mi talento y del nicho para el que escribo. ¿Es esto más consciencia sobre uno mismo o ansiedad? No podría decirlo. Pero sí he estado pensando sobre el talento y sobre cómo tantos escritores tenemos tantos problemas reconciliándonos con él y sobre, de nuevo, lo mal que estamos todos últimamente.


Solo me gustaría que pudiésemos crear y punto. Crear y disfrutar. Crear y explorar y creernos esa verdad ineludible: el mundo necesita nuestras historias. El mundo se sostiene sobre un cúmulo de voces. Contar historias es una de las experiencias colectivas más antiguas, más arraigadas al ser humano.


Volvamos a eso. Volvamos a creer en los imposibles, sin miedo.


Pero intentar dedicarse al arte es una movida.

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Published on May 24, 2020 06:06
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