El cómo de todo. Parte IV

Una vez hice el proyecto final de Ilustración, se podría pensar que eso ya estaba, que era el fin de aquello. Pero no, todavía había más.


Cuando fui con mi “book” a buscar trabajo, aunque ya tenía uno, pero quería ampliar horizontes, en una editorial me dijeron: “¿Vas a publicar el libro?”. En esos momentos, la respuesta era “No”, yo sólo iba a allí para ver si podía ser ilustradora de sus obras, pero cuando me fui, pensé “¿Publicar el libro?” … Bueno, la semillita se había plantado.


En realidad, antes de eso, antes de hacer el proyecto final, incluso de pensarlo, ya había empezado la segunda parte de aquella historia.


[image error]LA LIBRETA había aumentado de tamaño y, con ella, el volumen de lo que vendría después.


Pasó un tiempo y me olvidé de su existencia, pero siempre andaba por ahí revoloteando, en mi cabeza y en mi escritorio, así es que la retomé bastante más tarde… ¡casi diez años después!, en el siglo siguiente… en el milenio siguiente, que suena bastante perturbador.


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En ese punto, la cosa no está clara, sé que escribí bastante y sé que en el año 2017 la retomé en alguna parte con el claro interés de acabarla sí o sí. Escribía en cualquier lado, cualquier sitio era bueno para tener un momento creativo que debía plasmar sin poder remediarlo. Tenía muchas hojitas o libretitas o trozos de papel aquí y allá con partes que luego debía unir con coherencia. Escribía en el trabajo mientras esperaba que se guardara un archivo, escribía en el pueblo mientras mi familia veía la tele, escribía de viaje o tomando el sol en la playa…


Las libretas aumentaban inversamente proporcionales al tamaño de mi letra, ellas crecían y la caligrafía disminuía, por tanto, cada vez había más historia acumulada en las hojas de los cuadernos.


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Mi marido me decía que lo tenía abandonado y, en parte, tenía razón, pero cuando me daba, me daba y nada podía detener aquel fragmento de la historia que peleaba por salir y ser escrita.


Acabé la segunda parte en febrero del 2018 y la pasé a ordenador, retoqué cosas y la releí varias veces, cada vez había algo que cambiar, algo que mejorar, algo que no cuadraba o que no tenía sentido. Eso suponía que la primera parte, “Ciudad del Norte”, también tenía cosas que no encajaban con la precuela.


Entonces, releí la primera parte y “¡Oh! Sorpresa”, una obra con la otra se llevaba casi veinte años… ¿Qué suponía esto? Que, evidentemente, ni la mente, ni la experiencia, ni la forma de escribir son las mismas. Empecé con 19 años y acabé con 37 casi 38, ahí había algo que debía de ser modificado. La historia estaba, la esencia, los personajes, los paisajes y todo aquel mundo; faltaba pulirlo y encajarlo con los sucesos de después, había que explicar alguna cosa que te llevara a entender los hechos posteriores.


No quería cambiarla demasiado, ni ampliarla demasiado, ya que, como primera obra, debía ser corta y atraer a los lectores sin asustarlos con cientos de páginas. Después, si les quedaba buen sabor de boca, tal vez quisieran más y allí estaba la segunda parte, donde el “más” era “mucho más”.


El cómo de todo

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Published on May 24, 2019 12:23
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