La salud mental y la escritura | Lazy Day Rambles
[image error]
Hacía mucho tiempo que quería escribir una entrada como esta porque me parece importante quitarle poder al estigma. No me acababa de animar, sin embargo, porque no quiero parecer desagradecida. Ante todo no quiero parecer desagradecida. Publicar fue ver mi sueño más grande cumplido y seguir publicando, que me sigan leyendo, ver mis libros en las librerías, que me escriban para decirme que x novela les ha marcado, ver edits o fanarts de mis novelas… sigue siendo un sueño de proporciones hercúleas.
Sin embargo, creo que es justo decir también que dedicarse a la escritura profesionalmente tiene una carga importante sobre nuestra salud mental. Cada vez con más frecuencia, compañeros y yo hacemos hilos en Twitter explicando hasta qué punto nuestra carrera, a pesar de ser un sueño, ha contribuido a nuestra ansiedad y nuestra depresión.
La escritura es un oficio muy injusto. Es tener un trabajo de ocho horas y volver a casa para seguir trabajando en algo que antes solo te divertía pero que ahora también trae consigo una carga de responsabilidad. Es tener que sacrificar tus amistades, tus hobbies e incluso tu salud (física y mental) para hacerte cargo de cosas de las que no tenías que preocuparte antes de volverte profesional: llevar las redes sociales, hacer marketing y publi (porque cada vez se nos exige más a los autores, incluso cuando publicamos de manera tradicional), publicar contenido extra online para no “perder lectores” entre publicación y publicación…
Los oficios creativos son especialmente peligrosos para las personas que, como yo, tendemos al perfeccionismo y a la competitividad. Especialmente en una industria tan pequeña en la que los compañeros somos también amigos, los sentimientos de culpa son inevitables. ¿Por qué me siento mal conmigo misma por no conseguir x en lugar de solo alegrarme por mi amiga que sí lo ha conseguido? ¿Por qué ese afán de compararme por los demás me amarga la felicidad que siento cuando una amiga cumple sus metas?
Cada vez con más frecuencia he pensado que nunca llegaré a ser completamente feliz porque mi felicidad depende demasiado de validación externa y porque tiendo a igualar mi identidad con mis reconocimientos. Y en muchos sentidos la escritura es una carrera de fondo que no tiene meta. Lo que yo espero de mí misma no deja de cambiar y nunca estaré satisfecha porque siempre habrá alguien haciendo un poquito más, siempre habrá cosas que todavía no he conseguido. A lo largo de los años he pasado de pensar ¿Qué sentido tiene esto si no soy buena en lo que se me da mejor? (porque las reseñas que leía no superaban mis expectativas altísimas) a ¿Qué más da ser buena si a la gente le da igual? (porque, ahora que estoy satisfecha con mis reseñas, he cambiado el foco y quiero llegar a más gente).
Quiero dejar claro que mi percepción no se corresponde con la realidad. También quiero decir que no soy la única que piensa en su trabajo de manera catastrofista. Cada vez que nos reunimos un puñado de escritores todos compartimos los mismos sentimientos y nos sorprendemos de que los demás piensen igual. Porque nos convencemos de que nosotros somos los raros, los desagradecidos, los pesimistas. Porque nos convencemos de que todos los demás son buenos, excepto nosotros. De que todos los demás tienen éxito, excepto nosotros.
Y creo que las redes sociales, aunque siguen siendo una de mis partes favoritas de todo esto, tienen en gran parte la culpa. Muchas cosas dependen de nosotros, es cierto: nosotros elegimos leer reseñas, nosotros elegimos comparar nuestros seguidores con los de compañeros, nosotros elegimos muchas otras cosas. Pero también creo que cada vez se nos pide más y que cada vez se espera que compartamos más.
Es innegable que había dejado este blog en pausa durante unos meses, sabiendo perfectamente que volvería pero no cuándo. Esto fue en parte debido a mi salud mental y a la carga de trabajo que tenía y que debía priorizar, pero también porque estaba cansada. Estaba cansada de recibir odio cundo no publicaba una o dos semanas. Estaba cansada de que me exigieran entradas de consejos de escritura cuando yo publicaba otras. Estaba cansada de que me llegaran mensajes pidiéndome que escribiese sobre x tema, que reseñase x novela, que por qué no actualizaba el blog. Me tomé ese descanso porque el blog había nacido como un hobby y no quería capitalizarlo también; quería escribir cuando me sintiese preparada y cuando supiese que iba a aportarme algo, no porque la gente esperaba eso de mí. También quería centrarme en mis novelas, y muchas veces me hacía daño que la gente solo me pidiese que subiera consejos de escritura pero que cuando yo hablaba de mis propias novelas mi alcance en redes fuese menor. Empecé a pensar que la gente solo valoraba mi trabajo cuando les ayudaba a ellos, lo cual no es solo algo incorrecto sino también una manera muy peligrosa de pensar, y tomarme ese descanso fue una de las decisiones más responsables que he hecho sobre mi salud mental.
Creo que, para ser justa, las barreras de nuestras redes sociales no siempre son claras. Son profesionales pero también un poco personales, así que no deja de ser del todo natural que la gente se pregunte sobre esa segunda parte de nuestras vidas. Lo que sí que me parece injusto es que se nos sigan haciendo preguntas personales y que hasta se nos exija compartir cosas privadas cuando hemos dicho varias veces que no nos sentimos seguros haciéndolo. Creo que los escritores tenemos que ser un poco más claros sobre nuestras barreras, pero también creo que un sector de nuestra plataforma (que creo que es muy pequeño, pero que hace mucho ruido) debería ser más respetuoso.
La escritura y la salud mental siempre han tenido una relación muy estrecha. No es culpa de las redes, aunque las redes a veces magnifiquen las problemáticas que nos llevan a compararnos, a identificarnos con nuestro éxito, a valorarnos en base a ese éxito… también creo, sin embargo, que cuando se llega a ciertos extremos es hora de hablar sobre ello e iniciar una conversación. No está bien que haya autores que se hayan puesto el candado en sus redes sociales por lo que se les pedía y por cómo se analizaba todo lo que decían y lo que no decían. No está bien que a veces acabemos al borde de un ataque de ansiedad porque nos llegan anónimos comparándonos con otros autores, reprochándonos no haber hablado públicamente de x temas o analizando absolutamente todo lo que escribimos en las redes. No está bien que cada vez más autores hablemos de nuestros problemas de depresión y de ansiedad en relación a nuestro trabajo.
Los comentarios de odio son una parte aún más pequeña de nuestra plataforma, pero el daño que pretenden hacer es tan inmenso como su cobardía. A mí me han llegado mensajes que hielan la sangre, como uno que me acusaba de fingir que estoy recuperada y promover la anorexia por ponerme de perfil una foto en la que se me veían las clavículas (nadie tiene la obligación de hablar sobre su salud si no quiere o no se siente cómodo haciéndolo, y mandar odio sobre ello es de lo más vil que se me puede ocurrir). También directamente se han dicho mentiras sobre mí, como que me habían enviado mensajes que yo había decidido ignorar.
En definitiva, creo que no hay una solución fácil a esto. Por fortuna, mi plataforma en las redes sigue siendo masivamente positiva, pero creo que es importante hablar de esto. Creo que es importante recalcar que puedes estar muy agradecido por haber publicado, por tus lectores, por todos los gestos de amabilidad, por todas las reseñas, por todos los DMs, por todos los fanarts y un largo etcétera… y aún así poder ser vulnerable sobre tu salud mental.
Escribir y publicar esta entrada me da miedo, pero no soy una persona que se eche atrás ante el miedo. Estoy agradecida. Publicar ha sido y sigue siendo un sueño. Hay cargas extra de las que creo que deberíamos hablar más, eso es todo, pero no podría estar más feliz por mis lectores y por el apoyo recibido.