Ah, la serena vida del escritor. Te sientas en una silla, le das una calada a tu cigarrillo con boquilla mentolado, tecleas un rato, bebes un sorbito de absenta, pierdes media hora en decidir dónde va una coma, tecleas un rato más… Al poco publicas un libro y los royalties ruedan despendolados a tu cuenta de banco.
Y si te apetece, pues apareces en alguna firma de libros y hablas, con un lenguaje engolado y con un ego más inflado que un pavo real, del don especial que tienes para escribir.
P...
Published on February 02, 2019 23:00