Lolita, Vladimir Nabokov | Lunes de lecturas

[image error]Ciertas obras maestras resultan un arma de doble filo dependiendo de quién afirme que se cuentan entre sus favoritas. Por lo general (quizá un efecto secundario de haber estudiado literatura en la universidad) desconfío de los hombres que aseguran que El club de la luchaLa naranja mecánica son sus libros favoritos, a no ser que muestren indicios de comprender que estas obras se tratan de deconstrucciones y de que los hechos narrados en ellas no están ahí para ser glorificados. Están ahí porque están ahí. Porque ocurre. Porque la violencia es una parte más de nuestras vidas, e ignorarla soluciona muy poco.


Esta desconfianza no nace de un lugar de esnobismo, creo. Simplemente, ciertas obras que tratan de denunciar ciertos temas acaban romantizándose precisamente debido a aquello que intentaban combatir. Lolita, de Vladimir Nabokov, es una de ellas.


La glorificación alrededor de la obra maestra de Nabokov es tan profunda que Instagram ha eliminado el hashtag nymphet (la palabra con la que Humbert Humbert, el protagonista, describe a las niñas de entre 9 y 12 años hacia las que se siente sexualmente atraído). Nymphet es, además, una palabra utilizada por una comunidad bastante numerosa de adolescentes y mujeres jóvenes que se toman fotografías sugerentes con ropa y lencería inspiradas por las adaptaciones cinematográficas de Lolita. La variante nymphette, que Instagram todavía no ha vetado, nos devuelve más de cien mil fotografías de usuarias que ven a Dolores Haze como a un modelo a seguir y no como a una víctima.


He estudiado a Nabokov en la universidad y siempre he sabido que sus intenciones a la hora de escribir Lolita eran las de exponer la pedofilia, no las de defenderla. En varias entrevistas, de hecho, Nabokov califica directamente a Humbert Humbert de monstruo. Acerca del nombre repetitivo, el autor comenta que es a hateful name for a hateful person“. En una entrevista para el Paris Review añade: “Humbert Humbert is a vain and cruel wretch who manages to appear “touching””. 


A pesar de conocer la intención del autor, el romanticismo injusto alrededor de la novela me frenó a la hora de tomarla. Hasta ahora. Y me alegro muchísimo de haberlo hecho.


Lo primero a destacar de Lolita (o de cualquier obra de Nabokov) es el lirismo de la prosa. Nabokov tiene un estilo muy preciso y muy poético en el que abundan las metáforas, los monólogos internos, los simbolismos y las referencias culturales. Un estilo que, quizá, no sea para todos (a mí personalmente me fascina) pero que está muy justificado en el caso de Lolita. Humbert, el narrador, es un hombre de clase privilegiada que ha recibido unos estudios también privilegiados además de contar con una experiencia internacional que explica los diversos términos franceses esparcidos por la obra. Para más inri, su carácter snob, altanero y ególatra defiende también el uso de un estilo tan recargado e introspectivo.


Hablando de Humbert, una de las características más interesantes de su narración es el hecho de que esta no es fiable. En numerosos puntos a lo largo de la novela se implica que Humbert no nos está contando la verdad o que solo lo está haciendo a medias; esto es particularmente palpable cuando describe las circunstancias de la muerte de la señora Haze y, sobre cuando, cuando describe el comportamiento de Lolita hacia él.


La novela, a través de los ojos de Humbert, revela la realidad de la pedofilia tal cual es. Puede adivinarse la figura del autor con la fría indiferencia de un etnólogo. Lolita no es una novela moral ni tampoco una novela que coja de la mano a sus lectores y les trate de indicar qué conclusión sacar. Lolita describe una realidad terrible y aberrante, sí, pero todos los juicios son responsabilidad del lector. Esto es quizá lo que haga de este libro una obra maestra: Humbert Humbert es una personalidad repugnante, pero Nabokov no hace uso de clichés ni de elementos caricaturescos para que lo odiemos; lo hacemos, simplemente, debido a su comportamiento. Tampoco hay excusas hacia la pedofilia de Humbert (sí hay una explicación un tanto freudiana de por qué se siente atraído hacia las niñas, pero esta explicación nunca lo justifica) ni se trata de victimizar a Dolores Haze mediante recursos melodramáticos. Dolores Haze es una víctima debido a sus circunstancias no debido a su carácter. De hecho, Nabokov se cuida mucho de no presentarla dulce, inocente y sumisa; Dolores es inteligente, con una lengua muy mordaz, y trata a Humbert con condescencia adolescente en más de una ocasión.


La novela, asimismo, carece de ganadores. Humbert, Dolores, la señora Haze… todos son figuras trágicas que reciben finales violentos no como castigo sino, simplemente, como una especie de desenlace inevitable de sus circunstancias.


Lolita es, sin duda, una novela imperdible con un trasfondo psicológico innegable, un retrato fiel y sin pelos de la lengua de la pederastia narrado con una de las prosas más características y estilísticamente perfectas del siglo XX.

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Published on January 07, 2019 09:54
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