La playera de la suerte

Quizá solo tenía 9 años, pero entendía a la perfección que para el día del partido necesitaba un talismán, un boost extra con el que yo no contaba y que además me podía salvar de una lesión o una decisión incorrecta en el campo de juego. Con el paso de los años he visto cómo crece esta idea de que tenemos por “default” todo lo que necesitamos, y aunque me parece una idea genial porque refuerza el pensamiento de bondad básica (nacemos completos, abiertos y generosos, etc), al mismo tiempo todas las culturas de todos los tiempos siempre han tenido en su catálogo tótems de poder como un anillo o una pulsera o una piedra que proveen a su poseedor con una fuerza extra que le permite triunfar en su viaje. Cuando yo tenía 9 años simplemente sabía que mi playera de Mickey Mouse (disfrazado de vaquero, en alusión a mi equipo de toda la vida) era ese accesorio con el que yo tenía que salir al campo de juego; de lo contrario, las consecuencias serían funestas. Con el tiempo fui creciendo y el poder de la playera de Mickey Mouse se trasladó a los “tacos de la suerte” —no me refiero a unos al pastor, sino a calzado deportivo – , luego a las “muñequeras de la suerte” y finalmente a las “guantes de la suerte”. Dejé de jugar futbol y un día me di cuenta, insospechadamente, que tenía una “laptop de la suerte”: era una iBook, y en ella escribí mi primera novela publicada. Ahora sospecho que el poder de la playera de Mickey Mouse se ha ido moviendo a lo largo de mi vida, instalándose en diferentes accesorios (¿mis anteojos, la funda del teléfono, un reloj de muñeca?) y supongo que me ha seguido dando fuerza en decisiones personales, en momentos laborales y negocios cruciales, en nuevos proyectos literarios. ¿Dónde vive ese poder ahora? ¿Cómo me impulsará en el futuro? No lo sé, pero me encanta pensar que ahí está, latente, esperando a que llegue a reclamarlo.

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