Contra el multitasking
Escribo este post con 14 pestañas abiertas en mi navegador y no sé cuántas ventanas en el Finder. Es una verdadera monserga. Me refiero a esta loca idea moderna llamada “multitasking”. ¿Se supone que somos simios más evolucionados por el hecho de poder realizar muchas actividades simultáneamente? No lo creo. Quienes trabajen en una oficina sabrán que es extremadamente complicado concentrarse en una sola tarea, sobre todo aquellas que requieren un poco de concentración, como escribir un correo o un memo (o algo tan simple como… leer), pues todo el tiempo padecemos interrupciones. Suena el teléfono. Algún compañero de trabajo llega a decirte algo. Ping ping, el Gtalk. Ping ping el Tuita. Ping ping el Facebook chat. Ping ping el celular. Es nefasto atravesar un día laboral, encontrarse a las 5.30 de la tarde y darse cuenta que los pendientes siguen ahí, o han sido recortados en un patético… 7%. Ahora, el New York Times publica los terribles resultados de un estudio sobre los efectos del multitasking en el cerebro humano y particularmente en un tipo de memoria llamada “de trabajo”: en resumen, we’re doomed. Al parecer (falta ver ese estudio), si nuestra memoria de trabajo, la que empleamos para realizar tareas inmediatas, resulta afectada por esta ola de interrupciones que nuestra amada era gadgetera ha traido, es probable que la memoria a largo plazo –la que tiene que ver con el aprendizaje– también sufra daños mayores. No digo que el multitasking, si es que tal cosa existe (un comentador en el post del NYT dice “there is no such thing as multitasking. If you could multitask you would be able to drive and text at the same time. One should prioritize the tasks at hand and complete them sequentially”) debe ser útil, por ejemplo, para que una madre cargue a su crío, lo meta en el auto y le dé 5 pesos al viene-viene del estacionamiento del súper. Okey, pude haber pensado en un mejor ejemplo, pero las ideas y la memoria no me dan. Lo he dicho en el podcast y mis amigos cercanos lo saben: mi memoria se ha ido lentamente al carajo. He olvidado letras de canciones, eventos, anécdotas, por no decir fechas importantes. Dependo de Facebook para saber los cumpleaños de la gente. Y lejos han quedado los años en los que me memorizaba el teléfono de la chica amada, o de algún amigo, o de la oficina o la casa de un familiar. En tu celular buscas un nombre y marcas un número. No: marcas un nombre. Los números son para máquinas, ¿cierto? Qué bueno que ya no tienes que aprenderte el número de nadie… Bueno, ahora me parece que hemos sido bastante estúpidos y que memorizar pequeños datos y números era bastante sano para nuestro cerebro. Qué tal las notificaciones: Twitter, Facebook y Gmail hacen de mi teléfono una puta maraca que no deja de sonar en todo el día. Porque se supone que eso es lo moderno. El simio moderno hace cosas modernas, como tener push notifications en su móvil. Eso qué. La concentración es una lindura, en serio: puedes acabar tareas, puedes crear algo. Puedes escribir un cuento. Barnizar una mesa. Escuchar lo que te está diciendo tu mamá. Acabar ese reporte que era para el lunes. Podar las plantas. Lavar la tapicería del sillón. Sentarte a dibujar con tu hijo. Acabar ese nivel de Reach. Arreglar el tiradero en tu escritorio. Acariciar un perro. Montar a caballo. Respirar debajo del agua. Además de que absolutamente todo en esta vida moderna nos susurra al oído que debemos ser modernos, lo cual significa ser multitasking (que también puede traducirse como: tumblerear la última foto bien acá + retuitear el último tuit bien acá + torrentear el último capítulo de la serie bien acá + rapidsharear el último disco bien acá –no necesariamente escuchar o apreciar la música, pero sí bajarla– + pendejear a tu amigo por Gtalk con un nuevo gag bien acá), estar en todo y en el momento. No nos culpo: francamente es una chinga estar un rato solo contigo. Es bien aburrido. O es bien patético. Es mejor entretenerse, bricando como un mico de rama en rama, de tema en tema. Y no critico pasar de tema en tema, en verdad: solo creo que no acabar con el primer tema antes de pasar al segundo tema nos hace daño. Es peor cuando en una oficina se confunde la productividad con hacer muchas cosas, un chingo de cosas, en equis periodo de tiempo. Las haces bien chafa, pero haces muchas. O sea que en una de esas te pagan más. Porque dedicarse a una sola cosa es como del siglo XX. Antes bastaba con ser carpintero o plomero. Ahora es mejor ser plomero + carpintero + community manager.
Tareas: concentrarse más. Matar las notificaciones en el teléfono. Acabar con algo y entonces empezar lo siguiente. Sí.
Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on April 14, 2011.

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