“No como eso”. El auge de la antipatía en la mesa

[image error]


Reunirse a comer hoy en día se ha convertido en toda una odisea. Hay quien no come carne, gluten, grasas, harinas, embutidos, azúcar, quien no bebe alcohol, quien no come determinados ingredientes, quien solo come carne blanca o alimentos orgánicos, quien es macrobiótico, vegano, flexivegetariano, ovolactovegetariano, ovovegetariano, garnachero estricto… en fin.


Las formas de comer (o las manías alimenticias) son tantas que organizar una comilona es tan complicado como entender la política nacional en época de elecciones. Yo mismo soy uno de esos quisquillosos que ya no somos pocos y que, por si fuera poco, mudamos de parecer caprichosamente. Una temporada alguien es vegano y luego flexivegano y luego macrobiótico y luego no come gluten ni lácteos. Lo complejo es que no se queda en una sola categoría sino que las combina y, entonces, en nuestro círculo cercano hay quien come carne blanca pero no lácteos ni harina, o es flexivegetariano pero no come huevo ni alcohol, o es garnachero y denosta de los vegetales orgánicos… vaya. Hay cuantas fórmulas como personas.


Lo más sencillo sería tratar de tener opciones varias en la mesa y que cada quien coma o no lo que le dé la gana. Pero ya no es tan sencillo y lo digo por experiencia propia. Además de que este fenómeno, he notado, afecta nuestras relaciones sociales. Me considero una persona abierta a toda manera de comer porque la mío sin carnes rojas (de preferencia ninguna), condimentos, sal, cebolla y ajo, harinas, grasas en exceso y otras excepciones, no es fácil de lidiar. Sin embargo, me he descubierto molesto porque al momento de invitar a comer, ofrecer comida o ir a un restaurante con alguien inevitablemente no come, no bebe o solo pide algo para acompañarte haciéndome sentir, debo decirlo, un cerdo.


¿Que no debería de importarme? Eso creía, pero es entonces que la convivencia se trunca. Es muy diferente el me vales al me adapto para estar contigo. Cada día soy más reacio a salir a comer acompañado, incluso por gente cercanísima. Ciertamente nadie está obligado a comer algo que no le gusta, pero hemos caído en el triunfo del rechazo y de la poca o nula empatía con los otros en la mesa. Desairamos la comida y nos quedamos de brazos cruzados incomodando a los demás aunque no lo querramos. Yo mismo lo hago aunque también soy capaz de comer algunos alimentos que no suelo consumir si es una invitación respetuosa y antenta en una casa ajena o por parte de algunos integrantes de mi familia.


Esta adaptabilidad es añeja. Yo no como carne roja desde hace más de 20 años, por ejemplo, y en ese entonces no estaba tan extendida esta “aceptación” de la diversidad alimenticia. Todos los días se me cuestionaba e increpaba mi forma de comer. Afortunadamente en casa encontré el apoyo, si no quizá seguiría comiendo carne roja o refresco aun cuando me caen muy mal. Y es que dejé de consumir estos dos alimentos, entre otros, cuando de adolescente se me diagnóstico colítis crónica. Mejoré muchísimo y por eso me aferré a esa dieta que en gran medida he mantenido. Pero para “sobrevivir” tuve que adaptarme a lo que había y comer de entre ello lo que podía. Le quitaba la carne a los guisos y me comía lo demás aunque quedara el sabor.


Que tampoco podemos obligar a nadie a comer algo que no le gusta. Es cierto. Que no debemos presionarlo. También. Pero solucionar la escrucijada depende de cada uno que ha de tratar de encontrar la manera de integrarse y no mirar desde el margen solo comiendo o bebiendo lo que le gusta. Además esta postura nos anula la sensual posibilidad de descubrir sabores nuevos que incluso podrían terminar fascinándonos.


Foto libre de derechos tomada de https://gratisography.com/

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 28, 2018 14:03
No comments have been added yet.


Omar G. Villegas's Blog

Omar G. Villegas
Omar G. Villegas isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Omar G. Villegas's blog with rss.