Un poema de Tomas Tranströmer, Premio Nobel de Literatura 2011.
Diciembre. Suecia es un extenuado
barco en tierra. Contra el cielo de anochecer,
sus ásperos mástiles. Y el anochecer dura más
que el día – el camino que conduce hasta aquí es pedregoso:
recién a la hora de la cena llega la luz
y el coliseo del invierno se levanta,
iluminado desde nubes irreales.. Entonces sube
de pronto el humo blanco vertiginoso
de los pueblos. Infinitamente altas están las nubes.
En las raíces del árbol del cielo hurga el mar,
distraído, como escuchando algo.
(Invisible pasa un pájaro sobre la parte oscura, retraída del alma, despertando
a los durmientes con sus gritos. Así gira
el refractor, atrapa otra época
y ya es verano: muge la montaña, hinchada
de luz y el arroyo levanta el brillo del sol
con mano transparente… Todo desaparece luego
como cuando se corta la película en la oscuridad.)
Ahora quema la estrella de la tarde la nube.
Árboles, patios traseros y casas se amplían, crecen
en la avalancha silenciosa de la noche que cae.
Y bajo la estrella se revela más y más
el otro, el oculto paisaje que vive
vida de silueta en la chapa radiográfica de la noche.
Una sombra lleva su trineo entre las casas.
Ellas esperan.
A las 18.00 llega el viento
y galopa ruidoso en la calle del pueblo,
en la oscuridad, como una caballería.
¡Cómo la negra inquietud actúa y se desvanece!
En danza inmóvil están las casas presas,
en este zumbido que se parece al sueño.
Uno y otro golpe de viento vaga sobre la bahía, lejos
hacia el mar abierto que se arroja en la noche.
En el espacio flamean las estrellas desesperadas.
Se encienden y se apagan por nubes que van volando,
que sólo cuando anochece la luz elimina
su existencia, como las nubes del pasado
que cazan en las
Traducción del sueco de Roberto Mascaró.
—-
—
Gracias a Pere Sureda.
Filed under: Literatura Tagged: Toma Tranströmer
barco en tierra. Contra el cielo de anochecer,
sus ásperos mástiles. Y el anochecer dura más
que el día – el camino que conduce hasta aquí es pedregoso:
recién a la hora de la cena llega la luz
y el coliseo del invierno se levanta,
iluminado desde nubes irreales.. Entonces sube
de pronto el humo blanco vertiginoso
de los pueblos. Infinitamente altas están las nubes.
En las raíces del árbol del cielo hurga el mar,
distraído, como escuchando algo.
(Invisible pasa un pájaro sobre la parte oscura, retraída del alma, despertando
a los durmientes con sus gritos. Así gira
el refractor, atrapa otra época
y ya es verano: muge la montaña, hinchada
de luz y el arroyo levanta el brillo del sol
con mano transparente… Todo desaparece luego
como cuando se corta la película en la oscuridad.)
Ahora quema la estrella de la tarde la nube.
Árboles, patios traseros y casas se amplían, crecen
en la avalancha silenciosa de la noche que cae.
Y bajo la estrella se revela más y más
el otro, el oculto paisaje que vive
vida de silueta en la chapa radiográfica de la noche.
Una sombra lleva su trineo entre las casas.
Ellas esperan.
A las 18.00 llega el viento
y galopa ruidoso en la calle del pueblo,
en la oscuridad, como una caballería.
¡Cómo la negra inquietud actúa y se desvanece!
En danza inmóvil están las casas presas,
en este zumbido que se parece al sueño.
Uno y otro golpe de viento vaga sobre la bahía, lejos
hacia el mar abierto que se arroja en la noche.
En el espacio flamean las estrellas desesperadas.
Se encienden y se apagan por nubes que van volando,
que sólo cuando anochece la luz elimina
su existencia, como las nubes del pasado
que cazan en las
Traducción del sueco de Roberto Mascaró.
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Gracias a Pere Sureda.
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Published on October 09, 2011 03:04
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