TRES DE JUEVES

Salió el Vol.17 de Bakuman y obviamente me lo bajé ni bien lo levanté de la batea de la comiquería donde suelo comprarlo. El tomo tiene el peor principio posible: un enemigo al que los Muto Ahirogi ya derrotaron vuelve recargado, con un plan mejor y más maligno para aplastar a nuestro jóvenes mangakas favoritos. –No, no me hinchés las bolas… ¿con qué necesidad?... –Pero bancá, porque a partir de la consigna más chota imaginable, Tsugumi Ohba y Takeshi Obata desarrollan un arco argumental BRILLANTE, lleno de momentos impactantes, momentos emocionantes, giros impredecibles… Cuando una serie es perfecta, se puede dar estos lujos: arrancar con una jugada obvia, remanida… y darla vuelta en el aire para convertirla en una historia excelente. El villano cobra chapa, los Muto Ashirogi la rompen, el nunca bien ponderado Akira Hattori demuestra una vez más lo clara que la tiene, por fin el guión de Ohba explota un poco más el legado del tío mangaka de Mashiro, y la historia de amor (quizás lo único medio pedorro de los primeros tomos de la serie) sigue allá lejos, en octavo o noveno plano.
Bakuman, el manga de amor al manga, el shonen para acabar con todos los shonen, sigue allá arriba, con guiones y dibujos insuperables y, como siempre, una buena traducción por parte de Nathalia Ferrera que hace sumamente disfrutables los abundantes diálogos que caracterizan a esta serie. No te puedo explicar cómo la voy a extrañar cuando se termine ni la bronca que me da que los tomos salgan tan espaciados.

La idea no está mal. Es bizarra, pero con bastante potencial. La realización, en cambio, me resultó bastante precaria. Los guiones tienen poca fuerza, les falta timing… Ninguno me terminó de convencer. Y entre los dibujantes hay algunos rescatables. Emanuel Molina hace un trabajo bastante aceptable, con cierta influencia de Salvador Sanz. Rodolfo Paz muestra un muy buen manejo del claroscuro y buen criterio para la narrativa. Lo de Malena Villafañe y Arcade es raro, desparejo, con momentos realmente grossos y puntos muy bajos en una misma historieta. Y también con varios problemas en la narrativa y en la aplicación de los grises, me pareció interesante el dibujo de Brenda Cruz Villacorta, muy influenciado por Matsuri Hino. Ojalá los chicos y chicas de La Marca de Caín sigan generando nuevas y mejores historietas allá en Tucumán, una ciudad con bastante tradición comiquera.

Esta vez sí, Pratt logra hacer lo que más sabe: nutrirse de un conflicto bélico real para crear una historia 100% verosímil, humana, donde lo que importa son los personajes. Y la verdad que a Un Fortín en Dancalia le sobran los personajes cautivantes. Además, la trama en sí es muy ganchera, los diálogos están afiladísimos, la grilla de 12 viñetas iguales (que Pratt conserva en la gran mayoría de las páginas) resulta un elemento formidable para la narrativa controlada a nivel molecular, y el trazo del Tano, aún coloreado por los franceses, remite como pocas veces a la estética de Milton Caniff y Roy Crane, que tan bien encaja con los relatos de la Segunda Guerra Mundial. Así, sí.
Prometo volver pronto con nuevas reseñas y aprovecho para invitar a los amigos cordobeses a la tercera edición de Docta Comics, donde voy a estar entre el jueves 8 y el sábado 10 de este mes. ¡La seguimos en cualquier momento!
Published on June 01, 2017 20:18
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