Laberinto


Hace mucho que no escribo poesía. Fue un hábito casi compulsivo durante mi adolescencia que fui abandonando poco a poco a medida que llegaba a la edad adulta. A lo largo de los años volvía esporádicamente al viejo vicio y escribía uno o dos poemas.  Hace ya mucho del último. Los que consideré lo bastante meritorios para sobrevivir se agruparon en Laberintos y tigres, el único poemario que he publicado hasta la fecha y, seguramente, el único que publicaré.


Hace poco, repasando papeles viejos, me encontré con un par de cosas que no recordaba. Un par de experimentos, en realidad: cuando escribo poesía basculo entre dos extremos, verso libre puro y duro, sin metro ni rima de ningún tipo (aunque procuro prestar atención al ritmo interno del verso) o, directamente, sonetos, catorce versos de arte mayor con una rima muy clara y precisa. Lo que encontré en mi disco duro estos días no era nada de eso. Se trataba de un par de poemas uno de ellos escrito en tercetos encadenados (fórmula que Miguel Hernández usó magistralmente en la Elegía a Ramón Sijé) y el otro en cuartetos encadenados.


Me han parecido dos experimentos un tanto curiosos y el resultado final, especialmente del poema en cuartetos, lo bastante satisfactorio para compartirlo con vosotros. Helo aquí:



Traicionado por miradas que no han sido,

me descuelgo por el borde de tu sueño

y cosecho cuentos, ambición y empeño

que se apilan en enjambres sin sentido.


Confundido entre treguas que desdeño,

busco pistas en fronteras no trazadas

y especulo con mentiras enlazadas

en el filo de tu boca. No soy dueño


del recóndito estupor de mis miradas

y mi cuerpo se declara en rebeldía

contra aquella perturbada algarabía

que en mis noches atraviesan sus espadas.


Imposible de aceptar tu lejanía

si es el rastro de mi piel quien se refleja

en tus ojos que entrelazan la madeja

que tu cuerpo a mi deseo lleva y guía.


Escondidos para siempre en la perpleja

indiferencia de tu voz a mis afanes

hay destellos de curiosos talismanes

en tu cuerpo. Tu mirada irá pareja


al bullicio alborotado de alacranes

que en mi cuerpo clavarán sus aguijones

y en mi sangre afilarán sus espolones

cuando el norte de tu cuerpo aturda imanes


como aturde hoy mi rumbo e intenciones.

Extraviado entre tus gestos, confundido,

derrotado por tu cuerpo, y presentido,

soy esclavo de remotas sensaciones


y en tu pálida tormenta voy perdido.

Cada gesto indescifrable en tu semblante

es la pieza que, en un puzzle extravagante,

a un misterio que no existe da sentido;


mas tus ojos acuchillan el instante

y, veloces como besos sin destino,

marcan un espacio repentino

que me lleva hasta tu boca. No es bastante,


no mientras el resto del camino

con palabras encarames barricadas

y me tejas placenteras alambradas

que me envuelven en tu denso remolino.


Pese a todo son mis manos arrastradas

a tu cuerpo diminuto y evasivo

y, aceptando mi carácter de furtivo,

a tu boca yo encadeno mis miradas.

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Published on May 05, 2017 08:17
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Escrito en el agua

Rodolfo Martínez
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