Chao Jefe
Una de las cosas que ha ido cambiando con el paso del tiempo en las fronteras del deporte profesional, al menos en la parte alta de la pirámide, es la porción de la torta que se llevan los “trabajadores”. Digamos, los que compiten o los que piensan el juego. Ya superamos, hace rato, la barrera de los buenos contratos para avanzar al estadio de los contratos sustanciosos y los premios millonarios. En entera justicia, porque cada cual merece tener acceso a buena parte de lo que genera producto de su talento o de su esfuerzo.
Pero ese nuevo orden de cosas no tiene que ver sólo con el dinero. También cambiaron los roles. Y, sobre todo, las posibilidades y los derechos. Incluso los legales. Miremos, sin ir más lejos, lo que está pasando con “nuestro” Sampaoli en el Sevilla. Para muchos es un escándalo que el casildense quiera “dejar botado” al club español antes de terminar su contrato tras haber recibido una oferta muy atractiva. La más atractiva de todas, para ser justos: la selección de su país. Que, entre paréntesis, no sabe la chichita con la que se está curando. No porque don Sampa sea “fregado” y cambiante en términos monetarios, sino por el nivel de exigencias: con todo respeto, más allá de dotes motivacionales (apenas el desde), los técnicos de la Albiceleste de los últimos años no trabajan ni el 50% de lo que trabaja el pequeño genio de Casilda. Los va a obligar a todos -incluyo en esto a los jugadores- a revisar más videos que nunca, a entrenar con más carga y exigencia que lo que jamás vieron, a correr más (volar si se puede) y a pre resolver los partidos en sus más mínimos detalles, dejándole poco espacio a la sobrevalorada improvisación permanente. Es pocas palabras, si llega, Sampaoli le va a cambiar la cultura de trabajo a la selección argentina. Y eso nunca es fácil ni es poco. Vale plata, volviendo al punto inicial.
En esos marcos, no deja de sorprender que los mismos que no dicen nada cuando un “patrón” (club o federación) corta el contrato de un técnico antes de que este termine, como se ha venido haciendo por décadas, sí levanten la voz cuando el que lo hace es el trabajador. “Ya sabemos que le quedaban varios meses a su proceso de trabajo, pero aquí hay una cláusula de salida, ya no nos gusta lo que hace, así que lo vamos a despedir”. Ese discurso, hace mucho rato, es parte de las normas aceptadas y vigentes del mercado. El punto es que, si funciona para un lado, también debe funcionar para el otro. Y ahora, por fin, está ocurriendo. Como los antiguos “profes”, hoy “directores técnicos”, ganan muchísimo más que antes y por ende tienen patrimonios, digamos, consolidados, pueden decir en cualquier momento lo mismo que antes decían sólo sus jefes: “Ok, hay un contrato vigente, pero no estoy conforme, tengo ofertas fenomenales, objetivos mayores …y por ende, pagando la misma cláusula de salida que tienen ustedes, me voy”. ¿Que no es ético profesionalmente? Debatible. Si la variable rendimiento puede ser usada para lo muy malo, también puede ser usada para lo muy bueno. “Me voy porque me ha ido demasiado bien y me quieren de un lado mejor”. ¿Por qué no? Otrosí: ¿Hay un tema ético con hacer ofertas desde otras instituciones en pleno período de contrato? Capaz, pero también lo resolvió hace rato el mercado: ya es costumbre. Desde que partió uno, hace ya mucho tiempo, más que desandar el camino, la gran mayoría ha decidido mantener la práctica.
Puesta así las cosas: ¿podría alguien decirle algo a Sampaoli si, pagando de su bolsillo o del bolsillo del nuevo empleador la cláusula de salida, parte a mitad de año a Argentina? Nadie. Los que inventaron el sistema tienen que aceptar que la figura, ética, profesional y legal, existe hace mucho rato: si te puedo echar antes, te puedes ir antes. Fin.
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