Qué encantadora es la gente común y corriente

En una de sus novelas, la escritora británica Nancy Mitford describe a una mujer de cierta edad, una aristócrata que pasa la mayor parte del tiempo en su habitación descansando de un agotamiento crónico. A través de ese personaje, cuyo nombre olvidé en beneficio del poder del mensaje que encarna, Mitford nos brinda una especie de seminario sobre los mecanismos del poder en una sociedad rígidamente estratificada, como lo era la inglesa anterior a las grandes guerras del siglo XX.


En una gran habitación, sobre una cama que bien podría haber sido un trono, rodeada de retratos de antepasados, tapices, ácaros y de potes de crema vacíos, la aristócrata elabora una lista de invitados a una gran recepción. Abrirá los salones, anuncia, pero necesitará ayuda, pequeñas minucias que inmediatamente se propone encargarles a algunos vecinos de menor rango social. Se trata de familias que no tienen ningún vínculo laboral con ella, no son sus empleados, tampoco le deben favores y bien podrían ignorarla si vivieran en otra cultura, pero habitan en la campiña inglesa previa a la irrupción de los Beatles y la revista Hello! La mujer sencillamente comenta que son personas a las que hará muy felices con tan sólo pedirles sus servicios. Ella sabe que les hace un favor tomándolos en cuenta: no les regala nada más ni nada menos que el solo gesto de pensar en ellos. Naturalmente, el desarrollo de los hechos le da la razón.


Los relatos de Nancy Mitford -quien nació formando parte de una familia tan ilustre como excéntrica- tienen el encanto de describir, con aparente ingenuidad frívola, vínculos y relaciones complejas de explicar de otro modo. El genio de Mitford se desliza con gracia por una superficie que inevitablemente refleja las imágenes de las profundidades abisales de un orden centenario. Un mundo lleno de símbolos y convenciones arbitrarias, que en ocasiones son un simple adorno, un accesorio y, por momentos, lo significan todo, lo llenan todo, lo anuncian todo. El secreto está en saber leer las reglas de ese mundo, entender las dinámicas físicas desatadas y conocer el lugar que se ocupa en ese orden. Eso es lo que explica que existan ejercicios de abajismo exitosos, como el de un joven médico burgués de Rosario, que termina como ícono mundial del revolucionario, patrono de los explotados y estruendosos fracasos de artificio abajista como el comercial en que Pepsi trató de hacer pasar por contestataria a una figura célebre por los lujos de un clan mediático -las Kardashian- que ha vivido gracias a la explotación intensiva de su vida íntima. La diferencia entre la épica del Che Guevara y el comercial de Kendall Jenner es la distancia que hay entre la identidad enarbolada con ideas y voluntad y la pose vacía de convicción.


Una comparación similar puede establecerse entre la visita que un magnate hace a la casa de un estudiante de Estación Central y la cita entre el ministro de Hacienda y el presidente ejecutivo de Codelco en una sanguchería del centro. Por un lado, Andrónico Luksic cumplía el sueño de una familia común y corriente de ser tomada en cuenta por un hombre poderoso. No hay regalos ni reclamos. Una cumbre entre una persona que figura en la revista Forbes y los usuarios habituales de la tarjeta bip! La fantasía perfecta de integración social en una sociedad que ha hecho de la desigualdad parte de su floclore. Luksic llegó sin más testigos que los anfitriones que hicieron público el encuentro subiendo una foto a sus redes sociales. Por otro lado, una autoridad citaba a la prensa a una actividad que simulaba sencillez por la locación en que se llevaría a cabo. La finalidad evidente era una foto y la secuencia para el noticiero de dos autoridades -Rodrigo Valdés y Nelson Pizarro- comiendo un sándwich en el Paseo Huérfanos. El millonario comía sopaipillas y carne mechada con su amigo de Twitter; el ministro se sentaba a la mesa con un par, alguien de su círculo profesional, haciendo de la normalidad un acontecimiento público sin prestar atención a que estaba usando a la gente alrededor como una escenografía muda sin derecho a sentarse junto a ellos en medio del hastío de la opinión pública sobre el sistema de pensiones. Nadie pensó que tal vez el atrezo podría rebelarse a participar en la puesta en escena, salirse de madre y sacar la voz. Fue justamente lo que ocurrió. La cita concluyó como una nota de prensa sobre la violencia que se vive en el país, la misma idea que repite el candidato de la oposición que quiere volver a La Moneda. El mensaje de normalidad planificado acabó en uno de alarma y preocupación: la gente común y corriente está tan crispada -repetían una y otra vez-, que el deber de las autoridades es hacer un llamado a la calma, sumándose así al discurso de sus adversarios políticos.


Un gobierno que prometía reformas que nos harían vivir mejor termina su mandato alertando sobre el ambiente de violencia latente, durante la misma semana en que uno de los hombres más ricos de Chile aparece en la portada de un diario compartiendo mesa con un estudiante desconocido de una comuna de Santiago poniente. ¿Cuál de las dos imágenes se acerca más a la realidad? Tal vez las dos a la vez. La diferencia la marca quien logró su cometido y quien no. Quién sería un personaje en una novela de Nancy Mitford y quién, definitivamente, no sabría cómo usar el encanto que provoca el poder en su propio beneficio.

Esta semana ha quedado claro que alguien nunca supo leer los signos de los tiempos, ni la física de los anhelos de los comunes y corrientes.


La entrada Qué encantadora es la gente común y corriente aparece primero en La Tercera.

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on April 09, 2017 02:18
No comments have been added yet.


Óscar Contardo's Blog

Óscar Contardo
Óscar Contardo isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Óscar Contardo's blog with rss.