Dieron gracias al tiempo, al sol que les iluminaba,
a la primavera, que con su manto, su amor ocultaba.
Maldijeron septiembre y el otoño, las hojas que se secaban,
el manto, que de tanto esconderse, al final perdió su magia.
Maldijeron ser descubiertos y arrastrados a no verse,
y a las manos que alzaron muros, cárceles de meses.
Aquel día que acababa el año, acababan también sus vidas,
marchitadas por el dolor y sus recientes heridas;
abiertas por siempre, aunque pasaran cien años,
que un amor es eterno, aunque comience en verano.
Jamás cambió la suerte, y maldijeron su destino,
no cerraron sus puertas por si cambiaba su sino,
pero el tiempo, imparable en su avance, seguía su ritmo,
y los encontró en diferentes años y diferentes caminos.
A uno se lo llevó de pena, de los agujeros en su alma,
a ella de las arrugas que, una tras otra, inundaron su cara.
Published on December 31, 2016 03:49