ARRANCÓ EL VERANO

De nuevo, lo más asombroso es lo poco que pasa. Las páginas y páginas en las que Pérez se dedica a desarrollar personajes simplemente a través de diálogos, o de escenas en las que suceden cosas casi cotidianas, en las que no está en juego la vida de nadie. Acá la gente vive vidas normales (incluso cuando son amazonas), cuenta historias, conversa, reza, rosquea, indaga en sus sentimientos… muy raro para un comic de superhéroes, pero muy lindo. La muerte de Mindy Mayer se explica en un unitario exquisito, con giros impredecibles y un mensaje muy potente. Después vienen varios números muy tranqui, y de a poco, a través del personaje de Hermes, Pérez se propone explorar a fondo la brecha entre dioses y humanos. Pero evidentemente alguien “de arriba” le debe haber parado el carro y el último episodio del libro es, básicamente, un combate a todo o nada con dos villanos y un monstruo vinculados a la mitología griega.
El dibujo, lamentablemente, derrapa mal. Los episodios en los que Bob McLeod entinta a Pérez casi zafan, pero ya para el final, el dibujo parece ser obra de un clon muy choto del ídolo. Por suerte en el libro viene el Annual 1, donde dibujan breves secuencias bestias de la talla de Arthur Adams, John Bolton y José Luis García López, como para que la faz gráfica no se hunda tan rápido ni tan profundo. Si existiera el Vol.5, ahí sí, estaríamos hablando de un dibujo que se precipita a una fosa séptica de la mano (o los muñones, no sé) del abominable Chris Marrinan, responsable de que miles y miles de personas hayan dejado de comprar esta serie. Tengo muchísimo más para decir sobre la etapa de Pérez en Wonder Woman, pero bueno, hasta acá llegamos, por ahora.

El motivo central para amar a HellTrekkers es, claramente, el dibujo. Las primeras cinco páginas son una cátedra del prócer español José Ortiz. Y todo el resto lo dibuja el maestro Horacio Lalia, en un nivel impresionante. No sólo porque después de años de dibujar terror salta de taquito a la ciencia-ficción post-holocausto, sino por la fuerza que le pone a cada trazo y la onda que despliega en la puesta en página, muy osada para lo que se veía en esa época en las antologías argentinas. Este es un Lalia distinto, más jugado al impacto que a los climas, y es realmente alucinante. Lástima que al achicar las páginas para encajarlas en el formato de 15.5 x 22 cm, el dibujo se luce menos y la tipografía se vuelve casi microscópica. Además, como la caja de la 2000 A.D. es mucho más cuadrada, quedan guardas blancas MUY prominentes arriba y abajo de cada plancha del maestro Lalia. Más allá de estos detalles, HellTrekkers nos da la posibilidad de cubrir un poco ese bache de seis o siete años en los que Lalia prácticamente dejó de publicar en Argentina, con un trabajo en el que el co-creador de Nekrodamus dejó el alma. Y además siempre está bueno que se publique en Sudamérica material de la 2000 A.D., que acá se conoce muy poco.
Tengo leído un libro más, pero estas dos reseñas quedaron un toque largas. Me lo guardo, y prometo para el domingo otro post con dos o tres reseñas, ya en la recta final rumbo a 2017.
Published on December 23, 2016 16:20
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