
Hace tres meses viajé a Palma de Mallorca para asistir a una sesión del juicio Nóos. Mi visita estaba justificada por el compromiso de escribir una crónica que nunca cumplí. Y no porque no encontrara el asunto de interés, al contrario: tras escuchar toda una mañana al examigo de Urdangarin, el apodado Pepote, pensé que los mimbres de aquel juicio eran oro puro como para desperdiciarlos en un artículo. EL ARTÍCULO SIGUE AQUÍ ->>
Published on June 17, 2016 16:19