POAW capítulo 20 - Parte 1

Hola a todos! ¿Ansiosos por leer? Bueno, yo estoy ansiosa porque lo hagan también.
Falta decir que me siento muy apenada por la espera, pero agradecida con quienes logran entenderme y siguen aquí, leyéndome a pesar de las circunstancias.
Sin nada más que decir, los dejo con el capítulo:



Capítulo 20Ni por todos los venados del mundo



Fue una noche muy larga, me la pasé con la cabeza mareada, fuertes dolores de espalda y calambres en mis piernas. Los sueños donde Rosie se reía como hiena no pararon hasta que me desperté temprano y me puse lo primero que encontré en mi maleta.
Anoche, antes que la batería de mi teléfono colapsara, recibí una llamada de mamá. Por supuesto no la tomé porque ya podía imaginar que Adam contactó con ella y que ahora estaba de su lado. Me molestaba que nadie pudiera entender la necesidad que tenía de estar sola por al menos unos días; y principalmente me molestaba la actitud de Adam.
Nuestra luna de miel debería quedar registrada en la historia de la humanidad como la peor. Ya me imaginaba el encabezado que usarían para nosotros: esposo escapa con "mejor amiga" y deja a su esposa plantada por asistir al parto (y responsabilizarse del bebé nacido de dicho parto) de la mujer que arruinó la que debería ser una semana soñada.
Era la peor luna de miel de todos los tiempos, después de haber tenido una inolvidable boda.
No entendía qué mierda sucedía con Adam; pero que el chico era bipolar, era bipolar.
Ahora me encontraba a una hora de ser llevada por Diego a la estación de buses más cercana. Esperaba a orillas de la cama en la habitación, deseando que el sol se apresurara en salir y contando los minutos para escapar de la pesadilla y tomar una decisión.
De forma desprevenida, acaricié mi estómago y empecé a trazar patrones circulares por mi ombligo ya salido.
—Perdonen el padre que les di, hermosas. Pero hoy me encargaré de remediar la situación y darle una lección que no olvide —hablé bajito, solo para mis bebés.
Adam, jodido imbécil Walker, se sobrepasó y no había nada que hiciera que pudiera remediarlo. Ni aunque me prometiera bajarme las estrellas o la luna o el sol; ni siquiera por todos los venados parecidos a Bambi que habitaban el mundo. Adam tendría que suplicar, llorar y arrastrarse de aquí a China para obtener una mirada de mi parte.
Pasada media hora escuché algo de actividad en la cocina y en la puerta de entrada de la casa. Oí voces y presté atención a los sonidos de pasos veloces subiendo la escalera. Sin pensarlo, la puerta de la habitación fue abierta abruptamente y un muy agitado Diego se detuvo en el umbral, con sus ojos asustados recorriendo con la vista toda la habitación antes de detenerse en mí.
—¡Aquí estás! Qué bueno que estés bien —gritó, acercándose.
—¿Qué sucedió contigo? Parece como si hubieras corrido una maratón.
—Es que no te imaginas lo que pasó. Necesitamos irnos pronto, Anna.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Es tu chico, me siguió desde el hospital cuando Mia y yo nos fuimos de la habitación de Rosie. El tipo está loco, histérico y enfadado como el infierno.
Me puse de pie con lentitud.
—¿Cómo que te ha seguido? No entiendo...
—Si ve mi auto estacionado afuera de la casa, va a saber que estás aquí, escondiéndote de él.
—No me importa, podemos irnos a la estación de buses sin ningún problema —comencé a ponerme en pie.
—No entiendes, está cerca. Anoche me partió el labio porque no le quise decir dónde estabas.
Al instante mis ojos fueron directo a sus labios y noté por primera vez, desde que entró, el pequeño corte y el inicio de una inflamación justo en lado derecho de su boca.
—Y el tipo hubiera seguido —murmuró él—, pero los de seguridad del hospital lo sacaron antes que me matara a golpes. Cuando fui a casa de Mia, él nos estaba siguiendo en su vehículo. No sé qué carajos pasó entre ustedes dos anoche pero eso lo hizo detonar como una bomba.
Tragué saliva con fuerza. Mis rodillas se doblaron y volví a sentarme con pesadez sobre la cama.
—Tal vez finalmente me hizo caso y leyó cada mensaje ofensivo que su psicópata "amiga" me envió.
—Sea lo que sea, está loco. Es mejor si te llevo ahora a donde tengas que ir... pero rápido porque él está cerca.
—De acuerdo, lo que menos quiero hacer es encontrármelo. Ayúdame con la maleta, por favor.
Él se apresuró a cargar mis cosas, su respiración seguía agitada y su frente llena de sudor.
—Rápido, rápido, rápido —habló, parecía en verdad asustado—. Ese loco, perdona el insulto, dijo que me tatuaría la entrepierna si no cooperaba y le daba tu ubicación. Y créeme, yo estoy adornando las palabras porque no usó nada bonito para amenazarme.
—Lo siento mucho… —murmuré mientras bajaba cuidadosamente las escaleras—. Adam puede llegar a ser muy niño a veces.
—Pues ayer se pasó de la cuenta. No solo amenazó mis partes privadas, también juró que si me veía cerca de ti iba a exterminar por completo esas partes previamente mencionadas.
—Ahora estás exagerando. Adam no tiene ese poder.
—Créeme, lo tiene. Solo basta con tener conexiones y ¡Bam! Tatúas la entrepierna de alguien.
Al llegar al primer nivel, la Sra. Ross nos esperaba en la cocina, sorprendida de vernos tan apresurados.
—¿No van a desayunar? —preguntó, nos señaló con la espátula con la que daba vuelta a los panqueques que olían de manera tan deliciosa.
Diego fue el que respondió:
—Nos vamos abuela. A Anna se le puede hacer tarde.
—Oh… —ella dejó la espátula y se limpió las manos en su delantal—. ¿Tan pronto?
—No entiendes —sonrió él—. Mi entrepierna está en juego... tenemos que irnos ahora.
—Jovencito, tu madre no te crió para que hablaras de entrepiernas frente a las chicas.
—Solo por hoy hago una excepción. Llevamos prisa.
Asentí con la cabeza, todavía extrañándome que Diego le tuviera miedo a las amenazas sin sentido de Adam.
—Me siento muy agradecida por el recibimiento —hablé, apenada por no ayudar lo suficiente y por no llegar a profundizar lazos con la familia de Diego—. Usted y su esposo han sido muy amables.
—No te preocupes, linda. Quiero que sepas que eres bien recibida en esta casa y que puedes volver cuando quieras.
—Gracias, por todo.
Ella me abrazó y besó mi mejilla.
Se separó y se dio media vuelta, pidiéndome que le diera un segundo para rebuscar algo en los cajones del mueble de cocina.
—Este es mi número de teléfono —sacó un papel y escribió los datos con letra clara—. Llama siempre que quieras u ocupes volver a refugiarte aquí.
Tomé el pedazo de papel y me despedí de ella con último abrazo (y un trozo de panqueque que logré tomar).
Después de eso Diego no tardó en tomarme del codo y apresurarse a llevarme a la salida.
Me ayudó a subir a la parte trasera del vehículo y se aseguró de ponerme el cinturón de seguridad para luego posicionarse en su propio asiento. Arrancó al instante, girando a la derecha en una esquina, viendo en todas direcciones antes de soltar un suspiro de alivio.
—Bueno, no lo veo en ningún lugar —dijo él pasados unos cinco minutos—. Puedo respirar libremente.
Nos dirigimos sin ningún inconveniente por el camino, hablando un poco sobre Rosie y su extraña actitud cuando Diego y Mia la fueron a visitar, y escuchando una suave melodía de fondo... hasta que Diego se desvió por otra calle, una que no iba a dar a la estación de buses y que en su lugar nos acercaba un poco más a la carretera con vista al mar. Me preocupé momentáneamente.
No era tan tonta como para fiarme por completo en la palabra de un extraño, porque Diego era técnicamente uno; y el día anterior, antes que mi teléfono muriera sin batería, me había encargado de buscar las posibles rutas para acercarnos a la estación. Pero en ningún lado aparecía la que Diego estaba tomando.
De hecho, íbamos en la dirección opuesta. Comencé a sentirme nerviosa, recordando lo que pasó hace ya tanto tiempo cuando me fié de otro extraño que recién conocía y se hizo pasar por el hijo de mi antigua jefa. Las cosas no terminaron muy bien y pensé que ese día iba a ser violada. Sólo esperaba que ese hecho no se fuera a repetir como la vez pasada.
Busqué la mirada de Diego a través del espejo retrovisor, pero él parecía querer evitar encontrarse con mis ojos.
—¿No vamos a la estación de autobuses? —pregunté con la garganta seca.
—Sí, estoy tomando un atajo.
Sonó nervioso.
—¿Y por qué vamos por el otro camino?
—Porque... Lo que pasa es que... —dejó de hablar y se adentró en un bonito lugar frente al mar, rodeado de pequeñas casas y con bastante vegetación.
—Lo siento, Anna. Por favor no me odies pero...
Lo entendí todo cuando segundos después se detuvo frente a una casa en particular. Mis ojos se dirigieron de inmediato a la persona que se encontraba afuera, esperando a que yo bajara del auto.
—Te dije que no me odiaras —murmuró Diego en voz baja—. Perdona que te haya traído directo a la trampa pero era necesario. Lo entenderás después.
Lo miré sin poder creerlo.
—¿Cómo pudiste hacerme esto?
La puerta de mi lado fue abierta y una mano me tomó del brazo, sacándome del vehículo con cuidado de no hacerme tropezar. Ni siquiera pude verlo a los ojos, estaba furiosa por toda la situación y todavía no podía creer lo que había hecho Diego.
El susodicho también salió del auto, luciendo apenado conmigo, llevándose sus manos a los bolsillos delanteros de los pantalones y pareciendo verdaderamente arrepentido.
—Lo siento —susurró.
—Eres un traidor —lo acusé mientras enfrentaba lo que pasaría a continuación.




*****


—¿No te parece una belleza? —preguntó Rosie mientras era dada de alta y cargaba al bebé.
Asentí vagamente con la cabeza, tratando de continuar leyendo los mensajes que Anna me había enviado.
¿Qué mierda era esa? Todavía seguía afectado por ir al hotel para querer hablar con ella sobre el por qué dejé que se marchara… ¡Pero ella no estaba ahí! Y para colmo, faltaban varias de sus cosas.
Me sentía un tonto. En primer lugar porque nunca debí dejarla ir, y en segundo por ocultarle cosas… cosas que no debí hacer estando casado con ella.
—¿Estás bien? Luces distraído —comentó Rosie.
Negué con la cabeza, despegándome un momento del teléfono y tratando de controlar le temblor de mis manos que se sacudían por la ira.
—Dime, ¿quién putas te dio el derecho de hablarle a Anna de la manera en que le hablaste?
Ella palideció al instante.
Abrió y cerró la boca demasiadas veces antes de tragar saliva y contestar:
—Sabía que ella te pondría en mi contra —agachó la cabeza y depositó al bebé en la cuna; todavía seguíamos en la habitación del hospital y ya no podía soportar el olor a antiséptico en todo el lugar.
—Anna me mandó los mensajes que le escribiste y verifiqué que fuera tu número de teléfono. Incluso me contó todo lo que le dijiste usando MI móvil… que hablando de eso, no tenías derecho a tocar.
—Lamento mucho que te enteraras de esta forma; pero lo hice por tu bien.
—¿Lo hiciste por mi bien? ¿Quieres explicarme eso?
—Adam… ¡se los envié para hacer que despertara de una vez por todas! No quiero que ambos estén enojados por mi culpa.
—Claro, y esto precisamente es la manera correcta de apagar un fuego —comenté con sarcasmo—. Lo que hiciste estuvo fuera de lugar, yo no te pedí que te entrometieras entre Anna y yo.
—Por favor baja la voz y no me hables así de feo —dijo ella al borde de las lágrimas—. Ya te dije que lo hice para que ella sintiera celos y quisiera luchar por ti. ¿Por qué siempre eres tú el que pide perdón y no ella?
—Porque por lo general lo hago mierda todo, justo como ahora —frustrado, me agarré con ambas manos el cabello y tiré con fuerza para al menos saber si esto era alguna clase de pesadilla y yo seguía dormido junto a Anna, peleando por ver a las tortugas y preocupándonos únicamente de quién se comía el postre primero. Pero como mi nombre era sinónimo de problemas, tenía que arruinarlo todo con Anna, como siempre hacía.
En estos momentos deseaba arrancarme la piel y sufrir de manera dolorosa.
—Adam, bebé —Rosie enrolló su brazo con el mío—. Perdóname por inmiscuirme en donde no me llamaron. Lo siento pero pensaba que estaba haciendo lo correcto. Si quieres hablo con Anna y le pido disculpas por la forma grosera en que le hablé.
Me separé al instante de su agarre y tiré de mi cabello con más fuerza. Tomé asiento en una de las sillas cerca de la cuna del bebé y apoyé mis codos en mis rodillas, encendiendo mi teléfono y buscando entre los mensajes.
—¿Pensaste que hacías lo correcto cuando le dijiste, y cito textualmente: Ocurrirá que Adam me estará haciendo el amor de manera lenta y sensual, mientras logra conseguir la custodia del hijo que esperas. Lo siguiente que pasará es que ese niño me estará diciendo mamá en cuanto aprenda a hablar?
Si antes ella se encontraba blanca, ahora estaba hecho un blanco cadáver.
—¡Dios mío! —chilló, llevándose una mano a su pecho y tomando asiento en la cama—. Pero… pero yo te juro que yo no le escribí eso. Sí, admito que se me fue un poco la mano mientras la amenazaba para que hiciera algo y te buscara, pero nunca le diría una cosa tan fea. Sabes que te quiero mucho pero te miro como un hermano… más precisamente como parte de mi familia, como si nunca hubiera muerto Emilia y siguiera a tu lado.
—¿Ahora me miras con afecto fraternal? —grité.
—Si te refieres al beso que te di… que nos dimos, de verdad lo necesitaba. Aunque no lo creas me siento sola. Viste perfectamente cómo Key entró en la habitación y miró al bebé por apenas unos segundos para luego marcharse. Me siento como la mierda y sólo necesitaba algo de afecto y cariño. Por eso te besé, no pienses mal.
—Y si tú no le enviaste los mensajes a Anna, ¿quién fue?
—No lo sé. Te juro por lo más sagrado… por mi bebé, que yo no le envié ese mensaje a Anna. Ya te expliqué que quería motivarla a que entre ustedes arreglaran las cosas. De seguro ella me odia y está inventando todo. Y la verdad es comprensible debido a todo lo que le dije pero…
—Pero nada —la ira hervía en mí como un volcán. Necesitaba golpear algo antes de apresurarme en cualquier cosa.
Me puse de pie y, cuando lo hice, precisamente entraron Mia y el chico que se quedó con Anna en el elevador.
No lo pensé demasiado, olvidando que hace unos segundos pretendía ser prudente, y me lancé en dirección al chico de ojos azules, sosteniéndolo por el cuello de la camisa.
—Tú, tú sabes dónde está Anna. Dímelo ahora o te rompo la mandíbula —lo amenacé.
Mia comenzó a gritar con esa voz chillona tan característica de ella.
—Yo no sé dónde está ella —respondió el chico—. Será mejor que me sueltes porque no tengo información de nada.
Retorcí más la camisa.
—Ella no estaba en nuestra habitación anoche. Dime dónde está, ahora.
Él apretó sus labios con fuerza, evitando mi mirada.
Claro, tenía que saber dónde se encontraba Anna.
En un abrir y cerrar de ojos lo solté, luego le di impulso a mi puño y tenía la intensión de golpearlo en la mandíbula pero se agachó antes de poder darle de lleno, aunque su labio no salió ileso.
Volví a tomarlo de la camisa y acerqué su rostro al mío.
—Dime dónde está mi esposa o me aseguro de arrancarte los testículos y dárselos de comer a mi hámster. Habla ahora, de una puta vez…
—Las amenazas no llevan a ninguna parte —dijo Rosie a mi lado. Ella y Mia trataban de separarnos pero ninguna tenía la fuerza suficiente. Fue consciente del llanto de un bebé en el fondo.
—Bien, tal vez deba amenazar más fuerte —dije—. Dame la ubicación de Anna. Sé que no está en casa porque ya hablé con su madre… y no está, claramente, en la habitación del hotel. Dime dónde y tal vez no considere tatuarte las bolas con mi nombre en ellas.
Tragó saliva, ahora luciendo nervioso.
—¡Voy a llamar a seguridad! —gritó Mia—. Aléjate de él, Adam.
—Quiero saber dónde está Anna. Me estoy cansando de preguntar.
—¿De verdad vas a tatuar mis bolas con tu nombre? —habló el chico—. ¿No sería un poco raro… o extremo? Lo digo porque no tenemos esa confianza aún como para hacernos tatuajes combinados porque, si tú tatúas tu nombre, tatúo yo el mío en tus bolas, ¿cierto?
La broma parecía graciosa pero no me reí. En su lugar lo sostuve contra la pared, enfocándome esta vez en su estómago y dándole un duro golpe.
—No estoy como para bromas. Habla rápido.
—Cielos, me pones nervioso.
Se quedó en silencio por unos momentos y, por primera vez noté los gritos de Mia y de Rosie.
—¡Adam Walker, suéltalo! —gritaba Mia. Ni siquiera me molesté en responderle y me concentré en el chico, resultándome familiar.
—Quiero que sepas que yo cumplo mis promesas —dije, empleando un tono mortal acompañado de un empujón contra la pared—. No bromeo cuando digo que soy capaz de cortarte los testículos usando únicamente mi mano… y lo hago todo por ella. Así que trata de no provocarme porque en cualquier momento estallo.
—Te creo… de verdad lo hago. Das miedo —me contestó—. Y quiero mi entrepierna a salvo, la necesito por si no te has dado cuenta. Ella y yo llevamos juntos 22 años y hemos pasado por muchas cosas. Por no hablar que si me cortas mis… partes privadas, tendré que vivir con prótesis y no podré orinar como persona normal.
—Hablas mucho y nada es sobre lo que me interesa.
—¡De acuerdo! Te llevaré con Anna, pero vas a esperar hasta mañana, y te diré dónde encontrarnos. Rosie me puede dar tu teléfono para avisarte.
—Me temo que las cosas no funcionan así. —Iba a lanzarle otro golpe pero alguien vino desde atrás y me apartó del chico, evitando que lo golpeara. Hasta mucho después noté a los de seguridad, quienes me escoltaron hasta mi auto.
Pero no me iba a quedar así, iba a esperar a que el hijo de puta saliera y lo iba a seguir.
Tenía que arreglar las cosas con Anna. Tenía que explicarle todo, la culpa que sentía, la carga con Rosie… no podía perderla. No la quería lejos de mí.




*****


Estaba furiosa. No podía parar de fulminar a Diego con la mirada y a Adam, a su lado, por traerme hasta aquí.
—Antes que culpes al muchacho, yo le pedí que te trajera —habló la futura víctima de violación por unicornios, Adam.
—No quiero hablar contigo, ya tuve suficiente de esto. ¿Dónde está ese unicornio violador cuando más se le necesita?
Adam se acercó lentamente a mí, pero retrocedí de inmediato.
—No puede ser que apenas y pasemos por un momento difícil en nuestro matrimonio y ya quieras darte por vencida —dijo él.
—Yo no soy quien se está dando por vencido, eres tú. ¿Por qué estoy aquí?
—Para hablar conmigo, para dejarme disculparme por mi actitud en estos días.
—¿Vas a disculparte por besar a esa sanguijuela? ¿O disculparte por dejarme todo.el.tiempo.sola? ¿O por la estupidez de preguntarme si tú eres el padre del bebé que estoy esperando? ¿O simplemente disculparte por ponerme en segundo lugar? Ya tus palabras no me hacen nada... sé que te disculpas de labios para afuera, no hay sinceridad en lo que dices.
Respiré hondo y me di la vuelta, en dirección al auto estacionado a pocos metros de donde estábamos.
Adam llegó primero y me alcanzó.
—Oh, ahora sí vas a buscarme —comenté de forma seca—. ¡No te me acerques!
—Tranquila nena... esto se te puede salir de las manos. Respira hondo y haz tiempo para perdonarme porque sé que me perdonarás al igual que yo te perdonaré muchas cosas en el futuro.
Lo fulminé de inmediato con la mirada.
—¿De verdad crees que te voy a perdonar así de rápido? ¿Yo? ¡Ni por todos los venados del mundo!
Su sonrisa se ensanchó, sus ojos verdes jamás se habían visto tan divertidos como ahora, y lo peor de todo era que se miraba demasiado atractivo y mi resistencia comenzaba a flaquear.
¡Pero no! Me iba a encargar de darle un poco de su propia medicina.
—¿A dónde dejaste a tu querida amiga? ¿Leíste las cosas espantosas que me escribió?
Convoqué mentalmente a mil unicornios salvajes y a anguilas de mar para que le dieran una lección al estúpido de Adam, pero nadie acudió a mi llamado.
—Tranquila, nena. ¿Por qué no entramos primero a la casa? Come algo, te pones de mal humor cuando no desayunas.
—¡No te atrevas a hablar de mí! Yo soy la que está embarazada y sufriendo, tú eres el que se anda besando con cualquier perro de la calle. ¡Ojala te violaran mil renos y mil unicornios!
—No olvides a los enanos —susurró Diego, quien veía todo a una distancia segura, lejos de la zona de guerra.
—¡Ojala que todo animal con un cuerno te viole! —terminé de gritar, por alguna razón los gritos se volvieron llanto silencioso—. Te odio, me haces miserable y luego me haces sentir peor cuando sucumbo a la tentación de perdonarte. ¿Por qué no puedes solo alejarte de mí y dejarme en paz?
Me quedé en silencio, esperando a que protestara, pero en su lugar se quedó igual de callado que yo.
Cuando alce la vista, me miraba con… dolor.
Bien, que sufra, se lo merecía.
—¿Acaso soy tan insoportable? ¿Quieres que me aleje de ti?
—Prometiste que me darías mi espacio y que incluso tú mismo buscarías un lugar al que yo pudiera acudir en caso de necesitar estar distanciados. Pero sigues causándome daño, torturándome y haciendo que me enferme, ya no quiero eso.
—¿Ya no quieres nada conmigo? —preguntó. La manera en que lo hizo fue simplemente desgarradora.
—No quiero nada contigo, Adam. Al menos no por ahora.
—Bien, si quieres tu espacio entonces no hay nada que pueda hacer más que dártelo.
Y con eso se dio la vuelta, caminando en dirección a la casa y cerrando la puerta con un duro golpe.
Justo cuando creí que de nuevo las lágrimas volverían y la depresión seguiría, la puerta de la casa volvió a abrirse y Adam salió disparado hacia mí.
En un arrebato, y sin darme tiempo siquiera a pensar, me tomó de las caderas y juntó sus labios con los míos, besándome con dureza.
—Te daré tu espacio —murmuró, molesto—. Pero vienes conmigo a casa porque no te pienso dejar sola una vez más.
—Esto es una locura.
—Nena, desde el principio ambos sabíamos que esto iba a ser así.
—Pues los dos estamos locos.
—Siempre y cuando sea el loco más atractivo del manicomio, no tengo problema en estarlo.
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Published on April 07, 2015 22:25
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Lia Belikov
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