09/ 04: NIGHTHAWK

Ufff… piña al estómago con muchísimo envión. Esto te deja mal, de verdad. ¿De qué estamos hablando? De un spin-off muy jodido de Supreme Power, la maravillosa reformulación del Squadron Supreme pensada por J.M. Straczynski para la línea MAX de Marvel. El Batman de ese comic (que está lleno de resonancias con el Universo DC, pero con el tono realista y sombrío de Watchmen) pronto obtuvo la chapa suficiente para tener su propia miniserie, y acá está: esto es un verdadero Batman para adultos, un Batman sin chamuyo, sin boludeces y sin un milímetro de piedad.
El guionista elegido (supongo que por Straczynski) fue Daniel Way, un tipo de trayectoria (hasta acá) bastante escasa, pero que a partir de este trabajo fue convocado para un montón de proyectos más, de perfil mucho más alto. Lo de Way es grim & gritty clásico, pero condimentado con una generosa dosis de puteadas. El uso de la palabra "fuck" y sus derivados no llega a ser festivo, no llega a constituirse (como en tantos comics de Garth Ennis) como un chiste en sí mismo, pero sin duda es uno de los elementos que le dan su sabor tan particular a Nighthawk. La onda del guión es que acá pase todo lo que no puede pasar en un comic de Batman: el enmascarado tortura y mata, y aún así es un pan de dios comparado con lo que hace el villano, que –mirá vos qué casualidad- adopta un simpático disfraz de payaso.
A esto sumémosle que este Batman es negro (y le tiene una bronca feroz pero justificada a los blancos) y ya está, estamos listos para sumergirnos en el océano de sangre que Way teje a lo largo de seis intensos episodios (que también podrían haber sido cuatro). Whiteface (apodo que la cana y los medios le dan al payaso asesino) llega a extremos que el Joker no se atrevería siquiera a soñar. Y el caos que genera en Chicago se va de control de un modo mucho más heavy (y más real) que lo que suele suceder en Gotham cada vez que algún desquiciado/ disfrazado sale a matar gente. El resto, transita por los carriles de la típica historieta de Batman: un criminal, una serie de muertes, una investigación, pistas que chocan contra una red de corrupción con banca que viene muy de arriba, un héroe al margen de la ley que se atreve a romper esa red, una verdad que llega por medio de la violencia y la intimidación, y las piezas que faltan para armar el rompecabezas y acorralar al asesino antes de que haga más daño.
Pero repito: dentro de ese esquema clásico, Way impacta con la crudeza de las torturas, las escenas de los drogadictos metiéndose de todo, el suicidio de… alguien, la muerte de… alguien a manos del villano, esa escena tremenda de la madre muerta y el bebito flotando en un inodoro lleno de sangre, el gore escabroso de la pelea final entre el justiciero nocturno y el payaso criminal, todas cosas que en un comic de Batman no veríamos jamás y que acá, además de estremecernos y de decir "Pará, hijo de puta! No podés!", sirven para hacer avanzar la trama hacia su lógico desenlace.
Para dibujar esta historia tan llena de excesos y descontrol, el elegido fue un dibujante que representa todo lo contrario, un tipo que es sinónimo de mesura y control: el británico Steve Dillon, vilipendiado por algunos colegas ("el Viejo Breccia lo mandaría a estudiar composición de viñetas", dice Horacio Altuna con quien almorcé hace un rato, mientras Cacho Mandrafina acotaba "esto es malísimo"), pero bancado a muerte por los editores, la mayoría de los guionistas que laburan para EEUU y una gran masa del pueblo comiquero. Yo no lo banco "a muerte", pero me gusta, me acostumbré a su estilo sobrio, me hice amigo de la línea de Dillon, de esos personajes apenitas cabezones, esos tipos recios a los que casi siempre les falta algún diente, esas minas que parecen sufrir mucho más de lo que gozan… No sé, son muchos años de leer a Dillon y el hombre es un bicho de costumbres. Pero a mí me gusta, sobre todo cuando no dibuja superhéroes, porque su estilo tiende al estatismo, no al dinamismo que uno asocia a la machaca entre chabones superpoderosos. Acá lo pusieron en un comic que supuestamente es de superhéroes, pero la verdad es que no desentona casi nada, porque hay pocas escenas donde vemos a Nighthawk haciendo de superhéroe, y porque su estilo parco y creíble contribuye mucho a la ambientación de la historia, al tono realista y peligroso que Way eligió para la obra. Como siempre, la narrativa de Dillon es diáfana, su laburo en los fondos encomiable y además conserva intacto su principal talento (por el cual creo yo que lo aman los editores), que es el de hacer llevaderas las extensas secuencias de cabecitas que hablan, que son un clásico en los comics de Ennis y que acá también abundan bastante.
Si te da el estómago para meterte en la piel (y en la psiquis) de un justiciero urbano pesutti de verdad, al que no le calienta maltratar un poco más de la cuenta a los villanos, esto te va a encantar. Hay que bancar altas dosis de violencia, sangre y momentos realmente desgarradores, pero la verdad es que garpa muchísimo. Y además, aunque sea una vez en la vida, leer un Batman realista no viene nada mal.
Published on April 09, 2011 11:53
No comments have been added yet.
Andrés Accorsi's Blog
- Andrés Accorsi's profile
- 12 followers
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author
(yet),
but they
do have a blog,
so here are some recent posts imported from
their feed.
