Eugenio Prados's Blog, page 4
November 6, 2014
C��mo leer mis novelas GRATIS con KINDLE UNLIMITED
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Y aqui os dejo un dato, o truco, importante:La mayor��a de mis libros est��n inscritos en Kindle Unlimited, y gracias al per��odo de prueba de la plataforma POD��IS LEERLOS GRATIS.
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PER��ODO DE PRUEBA KINDLE UNLIMITED
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PER��ODO DE PRUEBA KINDLE UNLIMITED
Published on November 06, 2014 00:31
September 15, 2014
La tienda secreta. YA A LA VENTA.
Os presento mi nueva novela. Se llama "LA TIENDA SECRETA". Es de aventuras y misterio, directa, muy entretenida (espero), y si os gustan sus personajes, en el futuro quiz�� haya nuevas entregas. Vosotros teneis la ��ltima palabra. Disfrutadla.
SINOPSIS:
Ana Faure, con diecinueve a��os, descubre que su padre, que la abandon�� siendo una ni��a, aparece asesinado en un peque��o pueblo de Francia. Su trabajo, relacionado con las antig��edades, siempre fue un misterio para ella y decide investigar sobre sus ��ltimos d��as. Al parecer, todo est�� relacionado con un objeto que ��l buscaba desde hac��a meses y en donde Ana cree que est�� la clave que permita descubrir al responsable del crimen.
Una viaje que la llevar�� por Europa y que har�� que cambie la visi��n que ten��a de su padre, de su pasado y de ella misma.
***Si quereis saber m��s, he abierto una web con im��genes que me han servido de inspiraci��n para escribirla. Son solo pistas que no desvelan nada de la trama, solo un aperitivo de lo que pod��is encontrar.
novelasecreta.tumblr.com
Y aqu�� os dejo el primer cap��tulo:
CAP��TULO 1
Cuando a Ana le dijeron que Jean-Jacques Faure hab��a muerto, tard�� unos segundos en comprender que hablaban de su padre. Hac��a m��s de quince a��os ���desde que ella cumpli�� los cuatro��� que solo hab��a escuchado las s��labas que formaban su nombre dentro de su cabeza. Jean ��El Aventurero��. Jean ��El Intr��pido��. Jean ��El Misterioso��. Pero con el paso de los a��os, y tras su desaparici��n, tambi��n se convirti�� en Jean ��El Abandona Hogares�� y en Jean ��El Mal Padre��. Pero pese a todo, Ana nunca hab��a perdido la esperanza de volver a verlo. Solo unos minutos antes de conocer la noticia, se encontraba en la puerta del departamento de Derecho Procesal y Mercantil de la Universidad de Alicante, lista para un nuevo suspenso que adornar��a su desastroso expediente. Desde el primer d��a que pis�� la facultad, supo que aquella carrera no era para ella. La eligi�� igual que un n��ufrago se aferra a un tabl��n de madera en medio de la tempestad. Hab��a escuchado que Derecho era la carrera de las vocaciones perdidas, un lugar en el que, por puro aborrecimiento de leyes y jurisprudencia, la mente acababa revel��ndose y mostraba su verdadera vocaci��n. Pero Ana llevaba ya dos a��os all��, hab��a cumplido los diecinueve, y no hab��a encontrado nada.���Ana Faure ���dijo una voz. Ella no la escuch��. Con los auriculares puestos, caminaba nerviosa de un lugar a otro, mientras intentaba recordar lo que hab��a estudiado la noche anterior. En sus o��dos resonaba el programa radiof��nico de misterio que hab��a descargado esa ma��ana en su reproductor de m��sica, y del que hasta ahora no hab��a podido disfrutar, porque hab��a pasado las tres ��ltimas noches encerrada en su cuarto estudiando un infierno de definiciones y conceptos incomprensibles.���Esta noche abordaremos un tema de lo m��s apasionante: los sue��os ���dijo la voz del presentador. Ana no cre��a en las visiones premonitorias, ni en lo extra��o, ni en lo sobrenatural; pero le pareci�� curioso escuchar ese programa justo cuando la noche anterior tuvo un sue��o de lo m��s extra��o.En ��l, Ana estaba rodeada por una oscuridad impenetrable. Caminaba por ella, cuando de pronto escuch�� un sonido a sus espaldas, como si algo se aproximara a toda velocidad. Percibiendo el peligro, comenz�� a correr presa del p��nico en una huida a ninguna parte, en la que se sinti�� diminuta rodeada por aquella negrura. El sonido se torn�� entonces m��s fuerte y concreto, y Ana se dio cuenta de que lo que o��a era el graznido de un p��jaro. Uno enorme.Como en toda buena pesadilla, tras una larga carrera, cay�� al suelo, y sinti�� c��mo el ave se abalanzaba sobre ella. En ese momento distingui�� su forma. El cuerpo del p��jaro no era negro como el de un cuervo, sino que brillaba, igual que si se hubiera tragado un pu��ado de brasas que hac��an arder su est��mago y sus ojos. De su pico sal��a un denso humo que apestaba a azufre y a carne quemada, como si en la naturaleza del ave estuviera el hacerse da��o con aquel fuego... y ahora tambi��n quisiera que ella lo sintiera. ��Un F��nix? se pregunt�� Ana, justo cuando el pico del p��jaro fue directo hacia ella. Se despert�� con el coraz��n acelerado y las manos cubri��ndose los ojos.�����Ana Faure!���repiti�� de nuevo la voz, sin ��xito.El calor en el pasillo en que esperaba su turno era insoportable. Ana no hac��a m��s que rascarse las piernas y maldecir por no haberse puesto un pantal��n corto, en lugar de aquellos vaqueros que se le pegaban a la piel. Llevaba las gafas en equilibrio sobre la frente, porque odiaba c��mo le quedaban y porque quer��a disimular sus dioptr��as. Ten��a el pelo muy negro y recogido en una coleta. Sus ojos eran grises. Un lunar sobre su ceja derecha. Varios pendientes en su oreja izquierda. Y llevaba una mochila, uno de los escasos recuerdos que ten��a de su padre, colgada sobre el hombro. Un examen oral en pleno mes de Junio. En Alicante. A poco m��s de diez d��as de las Hogueras de San Juan. ��Pod��a existir una tortura m��s refinada? Se lament�� tener apagado su tel��fono m��vil, pero no quer��a que su madre la llamara pregunt��ndole si ya hab��a hecho el examen y qu�� tal le hab��a salido. Pero sobre todo lamentaba no poder hablar un rato con Erika, su amiga de la infancia, y desahogarse de todas aquellas preocupaciones que le rondaban.Volvieron a pronunciar su nombre y varias cabezas de estudiantes se giraron hacia ella. Not�� c��mo una mano tocaba su brazo, y el sobresalto hizo que se le cayeran los auriculares y las gafas al suelo. Se agach�� para recogerlas.���Eres Ana , ��verdad? ���le dijo quien la hab��a tocado, tambi��n arrodillado���. Creo que te est��n llamando.Ana quiso ver qui��n le hablaba, pero sin las gafas solo distingui�� la silueta de un chico alto y moreno, con un acento extra��o.���Gracias... ���dijo ella, y corri�� a toda prisa hacia el despacho. No le sonaba de nada aquel chico. Ten��a pinta de estudiantes de Erasmus, y tal vez hoy har��a el mismo examen que ella, pero no entend��a c��mo la hab��a conocido, ni por qu�� sab��a su nombre. Antes de entrar, se puso las gafas y fue a mirar hacia donde ��l estaba, pero una frase le impidi�� echar el vistazo.���Hemos estado a punto de calificarla como no presentada. ��Es que no nos escuchaba?Ana observ�� a los profesores que formaban el tribunal que la iba a examinar. Estaba compuesto por tres profesores. Dos hombres y una mujer. El que le hab��a hablado, ten��a las manos cruzadas sobre la mesa y llevaba puesta una gruesa gabardina, a pesar del calor. A su derecha, otro hombre con aspecto de b��ho la miraba fijamente. A la izquierda, una mujer sin expresi��n parec��a analizarla, como si con solo mirarla supiera exactamente la nota que iba a sacar en el examen, decimales incluidos. ���Lo siento ���dijo Ana sent��ndose frente a los profesores y dejando la mochila sobre la mesa. Lo mejor era acabar con aquello cuanto antes.Los docentes, sin embargo, decidieron tom��rselo con m��s calma y se mantuvieron en silencio casi un minuto, hasta que el de la gabardina, en el tono m��s mon��tono posible, pronunci�� las dos preguntas que iban a componer la prueba.���Lecci��n 18: Sociedades de capital: Participaciones sociales y acciones. Lecci��n 20: Modificaciones estructurales. Disoluci��n parcial, disoluci��n, liquidaci��n y extinci��n de sociedades. Ana sab��a que ten��a diez minutos para retirarse hasta otra mesa y hacer un peque��o esquema de lo que iba a explicar, pero no sab��a qu�� responder. Pens�� en hacer lo que ya hab��a hecho muchas veces: levantarse e irse, a��adir una nueva derrota y esperar que la vez siguiente corriera mejor suerte. Cosa que no iba a ocurrir. Abri�� la boca para decir con toda la rabia e impotencia que llevaba dentro que no ten��a ni idea de lo que le hab��an preguntado, cuando escuch�� una voz decir su nombre.�����Ana Faure? ���dijo alguien y no supo si hab��a sido uno de los profesores u otra persona. Estaba muy solicitada aquella ma��ana���. ��Ana Faure, por favor?Ana se gir�� y vio a uno de los conserjes de la facultad movi��ndose entre los alumnos, mientras repet��a su nombre. Se le notaba alterado porque nadie le hac��a caso, y al no encontrarla, meti�� la cabeza en el despacho. Sudaba. Manchas h��medas surcaban sus sobacos y los pliegues de su ropa, por donde sobresal��a una gran barriga. Unos ojos peque��os, camuflados por unas gruesas gafas, miraron hacia los tres profesores.�����Est�� Ana Faure aqu��?���Soy yo ���dijo Ana.El conserje suspir�� de alivio.�����Oh! ��Gracias a Dios! ��Llevo m��s de una hora busc��ndote! Tienes que venir conmigo. ��R��pido, vamos!�����Ahora?El profesor de la gabardina mir�� con desprecio al conserje. Los otros profesores lo imitaron.�����No se ha dado cuenta de que estamos en mitad de un examen?El conserje infl�� su barriga como un globo y retuvo el aire. La antipat��a era mutua.Ante la falta de respuesta, el profesor agit�� una mano, igual que si mandara retirarse a un criado.���Espere unos minutos en el pasillo, ��quiere? Cuando terminemos le avisaremos. ���Mir�� de reojo a Ana y su folio en blanco���. De todas maneras, ya est��bamos terminando.El conserje se ajust�� las gafas y sus ojos se agrandaron���Tiene que ser ahora. Llevo mucho retraso. Tengo ��rdenes y debo cumplirlas. Ya tendr�� tiempo la chica de hacer el examen otro d��a.�������rdenes? Pero ��de d��nde se ha escapado usted, Joaqu��n, del ej��rcito? ���El profesor rio por la nariz���. Y ��se puede saber de qu�� general ha recibido esas ��rdenes, si puede saberse?Joaqu��n coloc�� los brazos en jarras, logrando que su figura se tornara m��s oronda de lo que ya era. Mantuvo sus labios cerrados durante varios segundos, degustando la respuesta, hasta que ya no pudo resistir m��s.���La rectora ���dijo con satisfacci��n.���La... rect... ���quiso repetir el profesor, fracasando en el intento.Ante la imprevista pausa en el examen, varios alumnos asomaron sus cabezas entre las magras carnes del conserje. Todos miraban a Ana.Inc��moda, y a la vez feliz porque aquella visita hab��a llegado justo en el momento adecuado, aprovech�� la oportunidad, se levant�� de la silla y tom�� su mochila. Los tres profesores la miraron igual que al conserje. Un gesto despectivo con el que le dec��an: ��Si sigues as��, nunca llegar��s a ser como nosotros.��Ana no pod��a estar m��s de acuerdo con ellos.Fue hacia Joaqu��n, y entre los murmullos del resto de alumnos, lo sigui�� hasta salir de la facultad. Cruzaron el Club Social II, y cerca de la biblioteca, Joaqu��n y Ana entraron en el edificio donde se encontraba el rectorado.�����Se��ora Vargas? ���dijo el conserje tras dar dos golpecitos en la puerta del despacho���. Ana Faure est�� aqu��.�����Qui��n? ���pregunt�� una voz desde el interior.���Ana Faur... La chica que me mand�� buscar.Ni Ana ni el conserje oyeron nada.���Ah, s�� ���escucharon finalmente���... Que pase...El conserje abri�� la puerta, y posando una mano en el hombro de Ana, le dio un peque��o empuj��n para hacerla pasar.���Gracias, Joaqu��n ���dijo la rectora, sin levantar la vista de unos papeles que ten��a sobre el escritorio���. Ahora d��jenos a solas, por favor.El conserje suspir��. Nadie apreciaba su trabajo.���S��, se��ora...Ana se situ�� frente a la rectora sorprendida por la velocidad con la que lat��a su coraz��n, m��s r��pido que durante el examen del que se hab��a librado. La mujer, mientras tanto, segu��a buscando algo entre un mont��n de folios y carpetas. Movi�� un dedo en el aire y se��al�� una silla. Su voz era cavernosa, de fumadora empedernida.���Si��ntate ��ngeles... Digo... Ana...Ana obedeci�� y aprovech�� para observar mejor a la rectora. Nunca la hab��a visto. Ni siquiera sab��a que era una mujer. ��Victoria Vargas��, ley�� en una placa colocada sobre el escritorio. Entrada en los cincuenta, ten��a una cara angulosa y delgada, que le record�� a la de su madre. Rubia de bote. Ataviada con un traje caro que dejaba sus hombros al aire y una falda corta, por la cual sobresal��an dos finas piernas tostadas a conciencia bajo el sol o los rayos UVA. Ojos atrevesados por patas de gallo y una sonrisa con la que puntuaba cada frase que pronunciaba, viniera a cuento o no.Victoria Vargas dio finalmente con lo que buscaba: un post-it donde hab��a apuntado unas l��neas, entre las que Ana intuy�� su nombre. Al fin se decidi�� a mirarla.���Ana, cari��o ���le dijo���, ��por qu�� tienes el m��vil desenchufado?�����C��mo?���Llevamos intentando localizarte toda la ma��ana. Joaqu��n no ha hecho otra cosa que ir de aqu�� para all��, preguntando a cada profesor y a cada alumno por ti, pero nadie conoc��a a una tal Ana... ���Hizo una pausa���. ��C��mo ser��a la forma correcta de pronunciarlo? ��Fo-gu��?Desde ni��a, Ana estaba tan acostumbrada a que pronunciaran tan mal su apellido, que en el fondo casi prefer��a que la gente lo dijera tal y como sonaba en castellano ���Fa-u-r��, con acento en la ��ltima s��laba���, que d��rselas de experto en franc��s, y acabar con un horrible Faugu��, Foir�� o similares.���M��s o menos ���dijo a modo de cumplido.La rectora sonri��.���Isabel, tu madre, me ha dicho que te ha llamado una docena de veces y que no le has contestado.���S��, es posible. Ver��, ten��a un examen y...���Y al no localizarte ha llamado a la universidad ���le interrumpi�� la rectora���. Varias veces���Pero ��de qu�� se trata? ��Ha ocurrido algo?La rectora lade�� su mano derecha a un lado y a otro. M��s o menos. Y la sonrisa con la que acompa���� el gesto, dej�� todav��a m��s preocupada a Ana. Luego Victoria Vargas mir�� por ��ltima vez el post-it, y con sus u��as pintadas de rojo brillante, lo apart�� a un lado. Carraspe�� un par de veces, y con su mal acento franc��s dijo:���Jean-Jacques Faure.Ana qued�� paralizada al escuchar ese nombre.�����Lo he pronunciado bien? ���dijo la rectora con otra sonrisilla.��� ��Qu�� le pasa a esa persona? ��Est�� bien? ���dijo Ana con un hilo de voz���. La rectora contest�� de la forma m��s as��ptica. Mec��nica. Administrativa.���Siento comunicarte que ha fallecido. ���Y otro atisbo de sonrisa surgi�� en su cara, deteni��ndolo en el momento exacto, antes de que se volviera grotesco���. Por eso nos ha llamado tu madre.���Mi padre... ��ha muerto?���Eso es ���dijo la rectora, como si Ana le hubiera preguntado si hac��a calor���. Pero por el tono de voz de tu madre, me ha dado la impresi��n de que no era alguien que viviera con vosotras. Habl�� de ��l como de un desconocido. Aunque se la notaba alterada.���Mi madre siempre lo ha odiado ���dijo Ana para hacer callar a la rectora y asimilar lo que acababa de escuchar.���No me extra��a que lo odie... si os abandon�� cuando eras una cr��a.�����Le ha contado eso mi madre?La sonrisa permanec��a siempre anclada en los labios de Victoria Vargas, como si en cualquier momento fueran a hacerle una foto.���Por lo poco que me ha dicho, parece que era un pieza de cuidado. Su trabajo hac��a que estuviera siempre fuera de casa. Hasta que un d��a se fue y ya no volvi��. ��En qu�� trabajaba, exactamente?���Ten��a una tienda de antig��edades ���respondi�� Ana de forma autom��tica. Esa era la respuesta que hab��a inventado siendo muy ni��a cuando quer��a explicarse las continuas ausencias de su padre. Pap�� estaba muy ocupado con la tienda y no pod��a atenderla.���Exmaridos ���La rectora puso los ojos en blanco���... S�� muy bien c��mo son los de su clase.Despu��s call��, como si se hubiera dado cuenta de que aquella informaci��n no era necesaria.�����ngeles..., querida... Perd��n..., Ana. Tienes que saber que estamos aqu�� para lo que necesites. En esta universidad no solo formamos a los hombres y mujeres del ma��ana, sino que tambi��n nos preocupamos por las necesidades presentes de sus alumnos; los protegemos y cuidamos.Escuchar aquello fue el colmo para Ana.�����Nunca borra esa est��pida sonrisa de la cara?La rectora la oy��, pero fingi�� no haberlo hecho.�����C��mo dices, cari��o?���Que por lo menos podr��a guardar esa mueca de estar encantada de conocerse para cuando me haya ido. Entonces podr�� soltar un suspiro por haberse quitado el marr��n de encima. Porque eso es lo que soy ��verdad? Qu�� mala suerte el haber tenido que contarle a una alumna que su padre ha muerto. ��Como si le importara algo!Victoria Vargas se pas�� el dedo me��ique por la comisura de los labios y se quit�� un exceso de carm��n.���Querida, despu��s de hablar un rato con tu madre, solo me ha quedado clara una cosa: tu padre es, era y ser�� alguien por el que no vale la pena verter una l��grima.La rabia inund�� a Ana. Pens�� que era el momento perfecto para insultar a aquella mujer que, sin ning��n miramiento, hab��a decidido juzgarla a ella, y peor a��n, a su padre. Quer��a agredirla, armar un esc��ndalo y que la expulsaran de la universidad. No pod��a imaginar un regalo mejor.Dio un paso al frente, cuando alguien llam�� a la puerta. Era Joaqu��n.Ana no lo mir��. Solo ten��a ojos para la rectora; quer��a absorber toda la falsedad que hab��a en ella. La rectora le devolvi�� la mirada. La visita del conserje era justo lo que esperaba. Significaba que iba a confirmarle algo que antes hab��an hablado. Ser��a su peque��a victoria sobre esa mocosa con ��nfulas, esa alumna mala e insignificante. Dej�� que Joaqu��n hablara.���La madre de la chica est�� aqu��.La sonrisa de la rectora se abri�� en todo su esplendor. Con unas piernas iguales a las patas de un flamenco, se levant�� y volvi�� a hacer uso de su archivo de frases hechas.���Reitero de nuevo mis condolencias, cari��o. Nos tienes aqu�� para lo que necesites.Ana se mordi�� con fuerza el labio cuando Victoria Vargas le coloc�� la mano sobre el brazo y le dio varias palmaditas de despedida.Un segundo despu��s estaba fuera del despacho.Joaqu��n la acompa���� hasta el pasillo y con solo una mirada pareci�� decirle: ��S�� c��mo te sientes. Yo la tengo que aguantar todos los d��as��. Ana le correspondi�� con una sonrisa de agradecimiento.Al final del corredor, una figura se recortaba contra el sol fulgurante que entraba a trav��s de un ventanal. Estaba quieta, con el bolso en una mano y en la otra un pa��uelo de tela. Quiso Ana comprobar el estado de ��nimo de aquella persona, pero siempre le hab��a sido dif��cil descifrarlo.���Mam��... ���dijo con ganas de apartar la frialdad que siempre las envolv��a a las dos, lanzarse hacia ella, abrazarla y llorar.Pero la mujer no se movi��. Esper�� a que Ana detuviera su impulso y luego trag�� saliva.���Vamos ���dijo���. Tengo el coche mal aparcado. Y girando sobre sus tacones se dirigi�� hacia la salida.Ana qued�� con los brazos extendidos en el aire en un abrazo inacabado. El ambiente caliente y pegajoso se meti�� por cada poro de su piel. Buscando alg��n resquicio de amabilidad, se volvi�� esperando encontrar de nuevo la figura de Joaqu��n al final del pasillo. Pero ya no estaba all��.Entonces, ante el corredor vac��o, sinti�� algo que en realidad no hab��a dejado de acompa��arla durante toda la ma��ana: la sensaci��n de que la vigilaban. Como si incluso antes de que supiera de la muerte de su padre, todas las miradas se hubieran puesto sobre ella.Y como si el velo que hab��a rodeado la vida de Jean-Jacques Faure durante todo este tiempo comenzara a resquebrajarse. ��Podr��a saber ahora c��mo hab��a sido su vida? ��En qu�� consist��a realmente su trabajo? ��Los motivos de su desaparici��n? ��Por qu�� un d��a, de la noche a la ma��ana, la abandon��? Ana quer��a saber todo aquello, pero no fue consciente en ese momento de que el ��ltimo aliento de Jean-Jacques Faure sirvi�� para que una nueva vida comenzara para ella.
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SINOPSIS:
Ana Faure, con diecinueve a��os, descubre que su padre, que la abandon�� siendo una ni��a, aparece asesinado en un peque��o pueblo de Francia. Su trabajo, relacionado con las antig��edades, siempre fue un misterio para ella y decide investigar sobre sus ��ltimos d��as. Al parecer, todo est�� relacionado con un objeto que ��l buscaba desde hac��a meses y en donde Ana cree que est�� la clave que permita descubrir al responsable del crimen.
Una viaje que la llevar�� por Europa y que har�� que cambie la visi��n que ten��a de su padre, de su pasado y de ella misma.
***Si quereis saber m��s, he abierto una web con im��genes que me han servido de inspiraci��n para escribirla. Son solo pistas que no desvelan nada de la trama, solo un aperitivo de lo que pod��is encontrar.
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Y aqu�� os dejo el primer cap��tulo:
CAP��TULO 1
Cuando a Ana le dijeron que Jean-Jacques Faure hab��a muerto, tard�� unos segundos en comprender que hablaban de su padre. Hac��a m��s de quince a��os ���desde que ella cumpli�� los cuatro��� que solo hab��a escuchado las s��labas que formaban su nombre dentro de su cabeza. Jean ��El Aventurero��. Jean ��El Intr��pido��. Jean ��El Misterioso��. Pero con el paso de los a��os, y tras su desaparici��n, tambi��n se convirti�� en Jean ��El Abandona Hogares�� y en Jean ��El Mal Padre��. Pero pese a todo, Ana nunca hab��a perdido la esperanza de volver a verlo. Solo unos minutos antes de conocer la noticia, se encontraba en la puerta del departamento de Derecho Procesal y Mercantil de la Universidad de Alicante, lista para un nuevo suspenso que adornar��a su desastroso expediente. Desde el primer d��a que pis�� la facultad, supo que aquella carrera no era para ella. La eligi�� igual que un n��ufrago se aferra a un tabl��n de madera en medio de la tempestad. Hab��a escuchado que Derecho era la carrera de las vocaciones perdidas, un lugar en el que, por puro aborrecimiento de leyes y jurisprudencia, la mente acababa revel��ndose y mostraba su verdadera vocaci��n. Pero Ana llevaba ya dos a��os all��, hab��a cumplido los diecinueve, y no hab��a encontrado nada.���Ana Faure ���dijo una voz. Ella no la escuch��. Con los auriculares puestos, caminaba nerviosa de un lugar a otro, mientras intentaba recordar lo que hab��a estudiado la noche anterior. En sus o��dos resonaba el programa radiof��nico de misterio que hab��a descargado esa ma��ana en su reproductor de m��sica, y del que hasta ahora no hab��a podido disfrutar, porque hab��a pasado las tres ��ltimas noches encerrada en su cuarto estudiando un infierno de definiciones y conceptos incomprensibles.���Esta noche abordaremos un tema de lo m��s apasionante: los sue��os ���dijo la voz del presentador. Ana no cre��a en las visiones premonitorias, ni en lo extra��o, ni en lo sobrenatural; pero le pareci�� curioso escuchar ese programa justo cuando la noche anterior tuvo un sue��o de lo m��s extra��o.En ��l, Ana estaba rodeada por una oscuridad impenetrable. Caminaba por ella, cuando de pronto escuch�� un sonido a sus espaldas, como si algo se aproximara a toda velocidad. Percibiendo el peligro, comenz�� a correr presa del p��nico en una huida a ninguna parte, en la que se sinti�� diminuta rodeada por aquella negrura. El sonido se torn�� entonces m��s fuerte y concreto, y Ana se dio cuenta de que lo que o��a era el graznido de un p��jaro. Uno enorme.Como en toda buena pesadilla, tras una larga carrera, cay�� al suelo, y sinti�� c��mo el ave se abalanzaba sobre ella. En ese momento distingui�� su forma. El cuerpo del p��jaro no era negro como el de un cuervo, sino que brillaba, igual que si se hubiera tragado un pu��ado de brasas que hac��an arder su est��mago y sus ojos. De su pico sal��a un denso humo que apestaba a azufre y a carne quemada, como si en la naturaleza del ave estuviera el hacerse da��o con aquel fuego... y ahora tambi��n quisiera que ella lo sintiera. ��Un F��nix? se pregunt�� Ana, justo cuando el pico del p��jaro fue directo hacia ella. Se despert�� con el coraz��n acelerado y las manos cubri��ndose los ojos.�����Ana Faure!���repiti�� de nuevo la voz, sin ��xito.El calor en el pasillo en que esperaba su turno era insoportable. Ana no hac��a m��s que rascarse las piernas y maldecir por no haberse puesto un pantal��n corto, en lugar de aquellos vaqueros que se le pegaban a la piel. Llevaba las gafas en equilibrio sobre la frente, porque odiaba c��mo le quedaban y porque quer��a disimular sus dioptr��as. Ten��a el pelo muy negro y recogido en una coleta. Sus ojos eran grises. Un lunar sobre su ceja derecha. Varios pendientes en su oreja izquierda. Y llevaba una mochila, uno de los escasos recuerdos que ten��a de su padre, colgada sobre el hombro. Un examen oral en pleno mes de Junio. En Alicante. A poco m��s de diez d��as de las Hogueras de San Juan. ��Pod��a existir una tortura m��s refinada? Se lament�� tener apagado su tel��fono m��vil, pero no quer��a que su madre la llamara pregunt��ndole si ya hab��a hecho el examen y qu�� tal le hab��a salido. Pero sobre todo lamentaba no poder hablar un rato con Erika, su amiga de la infancia, y desahogarse de todas aquellas preocupaciones que le rondaban.Volvieron a pronunciar su nombre y varias cabezas de estudiantes se giraron hacia ella. Not�� c��mo una mano tocaba su brazo, y el sobresalto hizo que se le cayeran los auriculares y las gafas al suelo. Se agach�� para recogerlas.���Eres Ana , ��verdad? ���le dijo quien la hab��a tocado, tambi��n arrodillado���. Creo que te est��n llamando.Ana quiso ver qui��n le hablaba, pero sin las gafas solo distingui�� la silueta de un chico alto y moreno, con un acento extra��o.���Gracias... ���dijo ella, y corri�� a toda prisa hacia el despacho. No le sonaba de nada aquel chico. Ten��a pinta de estudiantes de Erasmus, y tal vez hoy har��a el mismo examen que ella, pero no entend��a c��mo la hab��a conocido, ni por qu�� sab��a su nombre. Antes de entrar, se puso las gafas y fue a mirar hacia donde ��l estaba, pero una frase le impidi�� echar el vistazo.���Hemos estado a punto de calificarla como no presentada. ��Es que no nos escuchaba?Ana observ�� a los profesores que formaban el tribunal que la iba a examinar. Estaba compuesto por tres profesores. Dos hombres y una mujer. El que le hab��a hablado, ten��a las manos cruzadas sobre la mesa y llevaba puesta una gruesa gabardina, a pesar del calor. A su derecha, otro hombre con aspecto de b��ho la miraba fijamente. A la izquierda, una mujer sin expresi��n parec��a analizarla, como si con solo mirarla supiera exactamente la nota que iba a sacar en el examen, decimales incluidos. ���Lo siento ���dijo Ana sent��ndose frente a los profesores y dejando la mochila sobre la mesa. Lo mejor era acabar con aquello cuanto antes.Los docentes, sin embargo, decidieron tom��rselo con m��s calma y se mantuvieron en silencio casi un minuto, hasta que el de la gabardina, en el tono m��s mon��tono posible, pronunci�� las dos preguntas que iban a componer la prueba.���Lecci��n 18: Sociedades de capital: Participaciones sociales y acciones. Lecci��n 20: Modificaciones estructurales. Disoluci��n parcial, disoluci��n, liquidaci��n y extinci��n de sociedades. Ana sab��a que ten��a diez minutos para retirarse hasta otra mesa y hacer un peque��o esquema de lo que iba a explicar, pero no sab��a qu�� responder. Pens�� en hacer lo que ya hab��a hecho muchas veces: levantarse e irse, a��adir una nueva derrota y esperar que la vez siguiente corriera mejor suerte. Cosa que no iba a ocurrir. Abri�� la boca para decir con toda la rabia e impotencia que llevaba dentro que no ten��a ni idea de lo que le hab��an preguntado, cuando escuch�� una voz decir su nombre.�����Ana Faure? ���dijo alguien y no supo si hab��a sido uno de los profesores u otra persona. Estaba muy solicitada aquella ma��ana���. ��Ana Faure, por favor?Ana se gir�� y vio a uno de los conserjes de la facultad movi��ndose entre los alumnos, mientras repet��a su nombre. Se le notaba alterado porque nadie le hac��a caso, y al no encontrarla, meti�� la cabeza en el despacho. Sudaba. Manchas h��medas surcaban sus sobacos y los pliegues de su ropa, por donde sobresal��a una gran barriga. Unos ojos peque��os, camuflados por unas gruesas gafas, miraron hacia los tres profesores.�����Est�� Ana Faure aqu��?���Soy yo ���dijo Ana.El conserje suspir�� de alivio.�����Oh! ��Gracias a Dios! ��Llevo m��s de una hora busc��ndote! Tienes que venir conmigo. ��R��pido, vamos!�����Ahora?El profesor de la gabardina mir�� con desprecio al conserje. Los otros profesores lo imitaron.�����No se ha dado cuenta de que estamos en mitad de un examen?El conserje infl�� su barriga como un globo y retuvo el aire. La antipat��a era mutua.Ante la falta de respuesta, el profesor agit�� una mano, igual que si mandara retirarse a un criado.���Espere unos minutos en el pasillo, ��quiere? Cuando terminemos le avisaremos. ���Mir�� de reojo a Ana y su folio en blanco���. De todas maneras, ya est��bamos terminando.El conserje se ajust�� las gafas y sus ojos se agrandaron���Tiene que ser ahora. Llevo mucho retraso. Tengo ��rdenes y debo cumplirlas. Ya tendr�� tiempo la chica de hacer el examen otro d��a.�������rdenes? Pero ��de d��nde se ha escapado usted, Joaqu��n, del ej��rcito? ���El profesor rio por la nariz���. Y ��se puede saber de qu�� general ha recibido esas ��rdenes, si puede saberse?Joaqu��n coloc�� los brazos en jarras, logrando que su figura se tornara m��s oronda de lo que ya era. Mantuvo sus labios cerrados durante varios segundos, degustando la respuesta, hasta que ya no pudo resistir m��s.���La rectora ���dijo con satisfacci��n.���La... rect... ���quiso repetir el profesor, fracasando en el intento.Ante la imprevista pausa en el examen, varios alumnos asomaron sus cabezas entre las magras carnes del conserje. Todos miraban a Ana.Inc��moda, y a la vez feliz porque aquella visita hab��a llegado justo en el momento adecuado, aprovech�� la oportunidad, se levant�� de la silla y tom�� su mochila. Los tres profesores la miraron igual que al conserje. Un gesto despectivo con el que le dec��an: ��Si sigues as��, nunca llegar��s a ser como nosotros.��Ana no pod��a estar m��s de acuerdo con ellos.Fue hacia Joaqu��n, y entre los murmullos del resto de alumnos, lo sigui�� hasta salir de la facultad. Cruzaron el Club Social II, y cerca de la biblioteca, Joaqu��n y Ana entraron en el edificio donde se encontraba el rectorado.�����Se��ora Vargas? ���dijo el conserje tras dar dos golpecitos en la puerta del despacho���. Ana Faure est�� aqu��.�����Qui��n? ���pregunt�� una voz desde el interior.���Ana Faur... La chica que me mand�� buscar.Ni Ana ni el conserje oyeron nada.���Ah, s�� ���escucharon finalmente���... Que pase...El conserje abri�� la puerta, y posando una mano en el hombro de Ana, le dio un peque��o empuj��n para hacerla pasar.���Gracias, Joaqu��n ���dijo la rectora, sin levantar la vista de unos papeles que ten��a sobre el escritorio���. Ahora d��jenos a solas, por favor.El conserje suspir��. Nadie apreciaba su trabajo.���S��, se��ora...Ana se situ�� frente a la rectora sorprendida por la velocidad con la que lat��a su coraz��n, m��s r��pido que durante el examen del que se hab��a librado. La mujer, mientras tanto, segu��a buscando algo entre un mont��n de folios y carpetas. Movi�� un dedo en el aire y se��al�� una silla. Su voz era cavernosa, de fumadora empedernida.���Si��ntate ��ngeles... Digo... Ana...Ana obedeci�� y aprovech�� para observar mejor a la rectora. Nunca la hab��a visto. Ni siquiera sab��a que era una mujer. ��Victoria Vargas��, ley�� en una placa colocada sobre el escritorio. Entrada en los cincuenta, ten��a una cara angulosa y delgada, que le record�� a la de su madre. Rubia de bote. Ataviada con un traje caro que dejaba sus hombros al aire y una falda corta, por la cual sobresal��an dos finas piernas tostadas a conciencia bajo el sol o los rayos UVA. Ojos atrevesados por patas de gallo y una sonrisa con la que puntuaba cada frase que pronunciaba, viniera a cuento o no.Victoria Vargas dio finalmente con lo que buscaba: un post-it donde hab��a apuntado unas l��neas, entre las que Ana intuy�� su nombre. Al fin se decidi�� a mirarla.���Ana, cari��o ���le dijo���, ��por qu�� tienes el m��vil desenchufado?�����C��mo?���Llevamos intentando localizarte toda la ma��ana. Joaqu��n no ha hecho otra cosa que ir de aqu�� para all��, preguntando a cada profesor y a cada alumno por ti, pero nadie conoc��a a una tal Ana... ���Hizo una pausa���. ��C��mo ser��a la forma correcta de pronunciarlo? ��Fo-gu��?Desde ni��a, Ana estaba tan acostumbrada a que pronunciaran tan mal su apellido, que en el fondo casi prefer��a que la gente lo dijera tal y como sonaba en castellano ���Fa-u-r��, con acento en la ��ltima s��laba���, que d��rselas de experto en franc��s, y acabar con un horrible Faugu��, Foir�� o similares.���M��s o menos ���dijo a modo de cumplido.La rectora sonri��.���Isabel, tu madre, me ha dicho que te ha llamado una docena de veces y que no le has contestado.���S��, es posible. Ver��, ten��a un examen y...���Y al no localizarte ha llamado a la universidad ���le interrumpi�� la rectora���. Varias veces���Pero ��de qu�� se trata? ��Ha ocurrido algo?La rectora lade�� su mano derecha a un lado y a otro. M��s o menos. Y la sonrisa con la que acompa���� el gesto, dej�� todav��a m��s preocupada a Ana. Luego Victoria Vargas mir�� por ��ltima vez el post-it, y con sus u��as pintadas de rojo brillante, lo apart�� a un lado. Carraspe�� un par de veces, y con su mal acento franc��s dijo:���Jean-Jacques Faure.Ana qued�� paralizada al escuchar ese nombre.�����Lo he pronunciado bien? ���dijo la rectora con otra sonrisilla.��� ��Qu�� le pasa a esa persona? ��Est�� bien? ���dijo Ana con un hilo de voz���. La rectora contest�� de la forma m��s as��ptica. Mec��nica. Administrativa.���Siento comunicarte que ha fallecido. ���Y otro atisbo de sonrisa surgi�� en su cara, deteni��ndolo en el momento exacto, antes de que se volviera grotesco���. Por eso nos ha llamado tu madre.���Mi padre... ��ha muerto?���Eso es ���dijo la rectora, como si Ana le hubiera preguntado si hac��a calor���. Pero por el tono de voz de tu madre, me ha dado la impresi��n de que no era alguien que viviera con vosotras. Habl�� de ��l como de un desconocido. Aunque se la notaba alterada.���Mi madre siempre lo ha odiado ���dijo Ana para hacer callar a la rectora y asimilar lo que acababa de escuchar.���No me extra��a que lo odie... si os abandon�� cuando eras una cr��a.�����Le ha contado eso mi madre?La sonrisa permanec��a siempre anclada en los labios de Victoria Vargas, como si en cualquier momento fueran a hacerle una foto.���Por lo poco que me ha dicho, parece que era un pieza de cuidado. Su trabajo hac��a que estuviera siempre fuera de casa. Hasta que un d��a se fue y ya no volvi��. ��En qu�� trabajaba, exactamente?���Ten��a una tienda de antig��edades ���respondi�� Ana de forma autom��tica. Esa era la respuesta que hab��a inventado siendo muy ni��a cuando quer��a explicarse las continuas ausencias de su padre. Pap�� estaba muy ocupado con la tienda y no pod��a atenderla.���Exmaridos ���La rectora puso los ojos en blanco���... S�� muy bien c��mo son los de su clase.Despu��s call��, como si se hubiera dado cuenta de que aquella informaci��n no era necesaria.�����ngeles..., querida... Perd��n..., Ana. Tienes que saber que estamos aqu�� para lo que necesites. En esta universidad no solo formamos a los hombres y mujeres del ma��ana, sino que tambi��n nos preocupamos por las necesidades presentes de sus alumnos; los protegemos y cuidamos.Escuchar aquello fue el colmo para Ana.�����Nunca borra esa est��pida sonrisa de la cara?La rectora la oy��, pero fingi�� no haberlo hecho.�����C��mo dices, cari��o?���Que por lo menos podr��a guardar esa mueca de estar encantada de conocerse para cuando me haya ido. Entonces podr�� soltar un suspiro por haberse quitado el marr��n de encima. Porque eso es lo que soy ��verdad? Qu�� mala suerte el haber tenido que contarle a una alumna que su padre ha muerto. ��Como si le importara algo!Victoria Vargas se pas�� el dedo me��ique por la comisura de los labios y se quit�� un exceso de carm��n.���Querida, despu��s de hablar un rato con tu madre, solo me ha quedado clara una cosa: tu padre es, era y ser�� alguien por el que no vale la pena verter una l��grima.La rabia inund�� a Ana. Pens�� que era el momento perfecto para insultar a aquella mujer que, sin ning��n miramiento, hab��a decidido juzgarla a ella, y peor a��n, a su padre. Quer��a agredirla, armar un esc��ndalo y que la expulsaran de la universidad. No pod��a imaginar un regalo mejor.Dio un paso al frente, cuando alguien llam�� a la puerta. Era Joaqu��n.Ana no lo mir��. Solo ten��a ojos para la rectora; quer��a absorber toda la falsedad que hab��a en ella. La rectora le devolvi�� la mirada. La visita del conserje era justo lo que esperaba. Significaba que iba a confirmarle algo que antes hab��an hablado. Ser��a su peque��a victoria sobre esa mocosa con ��nfulas, esa alumna mala e insignificante. Dej�� que Joaqu��n hablara.���La madre de la chica est�� aqu��.La sonrisa de la rectora se abri�� en todo su esplendor. Con unas piernas iguales a las patas de un flamenco, se levant�� y volvi�� a hacer uso de su archivo de frases hechas.���Reitero de nuevo mis condolencias, cari��o. Nos tienes aqu�� para lo que necesites.Ana se mordi�� con fuerza el labio cuando Victoria Vargas le coloc�� la mano sobre el brazo y le dio varias palmaditas de despedida.Un segundo despu��s estaba fuera del despacho.Joaqu��n la acompa���� hasta el pasillo y con solo una mirada pareci�� decirle: ��S�� c��mo te sientes. Yo la tengo que aguantar todos los d��as��. Ana le correspondi�� con una sonrisa de agradecimiento.Al final del corredor, una figura se recortaba contra el sol fulgurante que entraba a trav��s de un ventanal. Estaba quieta, con el bolso en una mano y en la otra un pa��uelo de tela. Quiso Ana comprobar el estado de ��nimo de aquella persona, pero siempre le hab��a sido dif��cil descifrarlo.���Mam��... ���dijo con ganas de apartar la frialdad que siempre las envolv��a a las dos, lanzarse hacia ella, abrazarla y llorar.Pero la mujer no se movi��. Esper�� a que Ana detuviera su impulso y luego trag�� saliva.���Vamos ���dijo���. Tengo el coche mal aparcado. Y girando sobre sus tacones se dirigi�� hacia la salida.Ana qued�� con los brazos extendidos en el aire en un abrazo inacabado. El ambiente caliente y pegajoso se meti�� por cada poro de su piel. Buscando alg��n resquicio de amabilidad, se volvi�� esperando encontrar de nuevo la figura de Joaqu��n al final del pasillo. Pero ya no estaba all��.Entonces, ante el corredor vac��o, sinti�� algo que en realidad no hab��a dejado de acompa��arla durante toda la ma��ana: la sensaci��n de que la vigilaban. Como si incluso antes de que supiera de la muerte de su padre, todas las miradas se hubieran puesto sobre ella.Y como si el velo que hab��a rodeado la vida de Jean-Jacques Faure durante todo este tiempo comenzara a resquebrajarse. ��Podr��a saber ahora c��mo hab��a sido su vida? ��En qu�� consist��a realmente su trabajo? ��Los motivos de su desaparici��n? ��Por qu�� un d��a, de la noche a la ma��ana, la abandon��? Ana quer��a saber todo aquello, pero no fue consciente en ese momento de que el ��ltimo aliento de Jean-Jacques Faure sirvi�� para que una nueva vida comenzara para ella.
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Published on September 15, 2014 02:49
July 15, 2014
Novela Secreta
Published on July 15, 2014 12:00
June 18, 2014
5 Historias Imprescindibles de "Historias" de RNE
A veces la muerte sirve para olvidar a alguien, y otras para descubrir que esa persona no se ir�� del todo, y rondar�� siempre a tu alrededor, como una agradable compa����a. Est�� claro que la del escritor Juan Jos�� Plans, creador del programa radiof��nico "Historias", y fallecido hace casi cuatro meses, es de las del segundo tipo. El n��mero de personas que por su desaparici��n ha descubierto sul programa de dramatizaciones que dirigi�� en RNE entre de 1997 a 2003, aumenta cada d��a. Recuerdo escucharlas en su forma ideal: tumbado en la cama, con las luces apagadas, las s��banas subidas hasta las orejas, la radio cerca, y luchando contra el sue��o hasta que comenzaba. M��s de 300 programas que en esos a��os viajaban en cintas de cassette grabadas de la forma m��s precaria, y cuyos relatos (mutilados, cortados o mezclados unos con otros) pasaban de mano en mano hasta desgastarse por el uso. Ahora est��n en decenas de podcasts y en Youtube, se los puede examinar, enumerar, compilar, y hasta recomendar, como hago yo ahora. Una lista ultra personal con cinco de mis programas favoritos, todos escuchados en su momento, y que por una u otra raz��n, cada vez que los recuerdo me recorre un escalofr��o... Por hab��rmelo pasado de miedo... con miedo.
***
5. El Hombre de la Arena, de E.T.A Hoffmann
Una de las cumbres en cuanto a adaptaci��n, con un relato sencillo en apariencia, pero que al ser trasladarlo a una dramatizaci��n demostraba su complejidad: tres protagonistas relatando la historia a trav��s de las cartas que se env��an unos a otros, cada uno con su punto de vista, poniendo en duda o contradiciendo lo que dice el otro, largos mon��logos donde se desgranan recuerdos y pensamientos; y como remate, un peque��o entreacto donde es la voz del propio autor quien cuenta la historia y mira a sus personajes desde el papel. Una locura.
Tambi��n disfrutar��s: La Casa Vac��a , tambi��n de Hoffmann.
4. Los Embrujadores y lo Embrujado, de Edward Bulwer-Lytton
Un relato de terror que en realidad es un ensayo sobre lo extra��o, lo incomprensible, lo que por mucho que analicemos no tiene respuesta. Comienza como una historia sobrenatural al uso, una mansi��n conocida por estar encantada, y unos investigadores que dedicen descubrir su secreto, explicando de forma cient��fica lo que ocurre. Lo bello de esta narraci��n es que esas explicaciones, vistas con ojos de ahora, est��n pasadas de moda, anticuadas, apolilladas... Es decir, un placer para el o��do para el buen conocedor del terror.
Tambi��n disfrutar��s: La versi��n editada del mismo relato que ha publicado la editorial Impedimenta bajo el t��tulo: La Casa y el Cerebro.
3. La Ca��da de la Casa Usher, de Edgar Allan Poe
Si cualquier relato de Poe ya tiene una sonoridad y una capacidad para evocar atm��sferas e im��genes que se te meten en la cabeza y ya no hay quien las saque, con efectos de sonido y actores en estado de gracia ya es para no pegar ojo en una buena temporada. Esa grieta que recorre la mansi��n Usher y que poco a poco se va agrandando... ��Ay!
Tambi��n disfrutar��s: Todo el ciclo Poe que le dedic�� el programa, incluyendo cosas como La verdad Sobre el Caso Valdemar , Ligeia , El Pozo y el P��ndulo , El Gato Negro , Narraci��n de Arthur Gordon Pym...
2. ��Qu�� era aquello?, de Fritz-James O��Brien
Uno de los relatos m��s angustiantes que jam��s he le��do: una presencia invisible que te ataca en medio de la noche, que se coloca encima tuya y te va asfixiando poco a poco, sin que puedas hacer nada, y donde no tienes fuerzas ni para gritar. Una historia que ya conoc��a, pero que aqu�� llevan hasta sus ��ltimas consecuencias, donde aprovechando la invisibilidad de la radio, la presencia no solo vive en la narraci��n... sino que salta fuera de ella, y ataca a los propios conductores del programa. Todo muy metaling����stico, y sobre todo divertid��simo.
Tambi��n disfrutar��s: El Horla.
1. Viaje al Centro de la Tierra, de Julio Verne
Adem��s de relatos cortos, "Historias" tambi��n se atrev��a con ficciones de mayor longitud sin despeinarse. M��s dif��ciles de seguir semana a semana, ahora pueden escucharse en maratonianas sesiones y comprobar el mastod��ntico trabajo que ten��an detr��s, siendo esta adaptaci��n de Julio Verne mi favorita. Escuchada de un tir��n en unas vacaciones de verano de hace m��s diez a��os y embriagado por la forma en la que capturaba el esp��ritu de la novela, con aquellos cortes entre cap��tulos adornados con la banda sonora de "Regreso al Futuro", y aquel sentido de la maravilla tan desaparecido hoy en d��a, donde esos suced��neos llamados audiolibros, con sus as��pticas voces robotizadas, te cuentan con el mismo tono cualquier historia. Como si en el fono les diera un poco igual o estuvieran cansados. Robots cansados. Qu�� desastre.
Tambi��n disfrutar��s: Otras adaptaciones largas como El Hombre Invisible , Carmilla , La Madriguera del Gusano Blanco o El Juego de los Ni��os , basado en la novela escrita por el propio Juan Jos�� Plans.
1943-2014
Published on June 18, 2014 04:21
December 31, 2013
MIS LECTURAS DE 2013
A modo de recopilación de los tweets que escribí hace poco, aquí están los libros con los que me topado este año y que por una u otra razón me han dejado mejor sabor de boca. Si los veis, no los dejeis escapar:
"Habladles de Batallas, Reyes y Elefantes" de Mathias Enard. Cortísima, pero poética y fascinante. Para releer.
"El Misterio de la Casa Aranda" de Jerónimo Tristante. Un detective del siglo XIX. Efectiva y muy entretenida.
"1980" y "1983" de David Peace. Tan angustiosas y agotadoras como las anteriores. Para dejarte (buen) mal cuerpo.
"La Cara del Hombre de Saturno" del cada vez menos desconocido Harry Stephen Keeler. Por si buscas una rareza.
"Morir" de Arthur Schnitzler. Un análisis profundo y retorcido de las relaciones de pareja. Intenso.
"Los Huerfanitos" de Santiago Lorenzo. Desternillante, tierna y ácida a la vez, y escrita que es una maravilla.
"HHHH" de Laurent Binet. Un apasionante ensayo-novela-autobiografía donde lo objetivo y lo subjetivo se hacen uno.
"El Asesino Dentro de Mi" de Jim Thompson. Un agujero negro. Si te gusta, tendrás que leer todas las del autor.
"Milán Calibre 9" de Giorgio Scerbanenco. Relatos originales y directos. Con tramas negras y humor aún más negro.
"Sopa de Miso" de Ryu Murakami. Extraña, violenta y repugnante, pero a la vez bella. Un terremoto que pondrá patas arriba tu cabeza.
"El Quijote" de Miguel de Cervantes. Mucho más accesible de lo que pensaba. Capítulos breves y diálogos increíbles. Para perderle el miedo.
"El Pintor de Batallas" de Arturo Pérez Reverte. Breve y seca, cada frase contiene un mundo. Un exorcismo de viejos demonios.
"Una mujer endemoniada" de Jim Thompson. Tan buena como las más conocidas del autor. Tragicómica y extrema, te hará reir y estremecerte.
"El extranjero" de Albert Camus. Con la precisión de un biturí muestra nuestro vacío interior. El sentido sin sentido de la vida.
"Autómata" de Adolfo García Ortega. Un océano de historias donde saltando de un siglo a otro, el narrador fabula sobre la vida y sus giros. Poco conocida pero fascinante.
¡Muchas y felices lecturas para este 2014!
"Habladles de Batallas, Reyes y Elefantes" de Mathias Enard. Cortísima, pero poética y fascinante. Para releer.
"El Misterio de la Casa Aranda" de Jerónimo Tristante. Un detective del siglo XIX. Efectiva y muy entretenida.
"1980" y "1983" de David Peace. Tan angustiosas y agotadoras como las anteriores. Para dejarte (buen) mal cuerpo.
"La Cara del Hombre de Saturno" del cada vez menos desconocido Harry Stephen Keeler. Por si buscas una rareza.
"Morir" de Arthur Schnitzler. Un análisis profundo y retorcido de las relaciones de pareja. Intenso.
"Los Huerfanitos" de Santiago Lorenzo. Desternillante, tierna y ácida a la vez, y escrita que es una maravilla.
"HHHH" de Laurent Binet. Un apasionante ensayo-novela-autobiografía donde lo objetivo y lo subjetivo se hacen uno.
"El Asesino Dentro de Mi" de Jim Thompson. Un agujero negro. Si te gusta, tendrás que leer todas las del autor.
"Milán Calibre 9" de Giorgio Scerbanenco. Relatos originales y directos. Con tramas negras y humor aún más negro.
"Sopa de Miso" de Ryu Murakami. Extraña, violenta y repugnante, pero a la vez bella. Un terremoto que pondrá patas arriba tu cabeza.
"El Quijote" de Miguel de Cervantes. Mucho más accesible de lo que pensaba. Capítulos breves y diálogos increíbles. Para perderle el miedo.
"El Pintor de Batallas" de Arturo Pérez Reverte. Breve y seca, cada frase contiene un mundo. Un exorcismo de viejos demonios.
"Una mujer endemoniada" de Jim Thompson. Tan buena como las más conocidas del autor. Tragicómica y extrema, te hará reir y estremecerte.
"El extranjero" de Albert Camus. Con la precisión de un biturí muestra nuestro vacío interior. El sentido sin sentido de la vida.
"Autómata" de Adolfo García Ortega. Un océano de historias donde saltando de un siglo a otro, el narrador fabula sobre la vida y sus giros. Poco conocida pero fascinante.
¡Muchas y felices lecturas para este 2014!
Published on December 31, 2013 03:17
December 2, 2013
El c��mic que Arturo P��rez-Reverte guioniz�� para "El V��bora" (1986)
"Y Arturo P��rez-Reverte es uno de ellos. Y conserva una, como un tesoro, un ejemplar de 'El V��bora' (aquella fenecida revista comiquera s��lo para adultos que costaba 225 pesetas IVA incluido), un 'Especial Crimen', fechado en el 86, en el que, entre algunos grandes del c��mic patrio como Mediavilla, Mart��, Willem, Magnus o Pons, aparec��a un tal P��rez como guionista de una historia ilustrada por Antonio Medina cuyo t��tulo era 'Alias 'Ruinas''. Ese P��rez result�� ser Arturo P��rez-Reverte y os puedo asegurar que su historia, que ocupaba 15 p��ginas de rotundas vi��etas, era de lo mejor del n��mero."
Esta es una entrada diferente. Escrita al vuelo despu��s de leer un art��culo publicado hoy por Marga Nelken en El Mundo, a prop��sito de la ��ltima novela de P��rez-Reverte, "El Francotirador Paciente", y que de pasada nombra una historia escrita por el autor hace casi 30 a��os para la revista "El V��bora". He mirado un poco por la red, y como no he visto ning��n lugar donde pueda leerse de forma individual, me lanzo a colgarla aqu��. Espero que ni Arturo ni los antiguos responsables de la revista tengan inconveniente en que sea le��da, ya que creo que es toda una curiosidad (de los tiempos en que Perez-Reverte presentaba "La Ley de la Calle" en la radio) y, adem��s, la historia merece la pena. Ah�� va.
Published on December 02, 2013 08:03
El cómic que Arturo Pérez-Reverte guionizó para "El Víbora" (1986)
"Y Arturo Pérez-Reverte es uno de ellos. Y conserva una, como un tesoro, un ejemplar de 'El Víbora' (aquella fenecida revista comiquera sólo para adultos que costaba 225 pesetas IVA incluido), un 'Especial Crimen', fechado en el 86, en el que, entre algunos grandes del cómic patrio como Mediavilla, Martí, Willem, Magnus o Pons, aparecía un tal Pérez como guionista de una historia ilustrada por Antonio Medina cuyo título era 'Alias 'Ruinas''. Ese Pérez resultó ser Arturo Pérez-Reverte y os puedo asegurar que su historia, que ocupaba 15 páginas de rotundas viñetas, era de lo mejor del número."
Esta es una entrada diferente. Escrita al vuelo después de leer un artículo publicado hoy por Marga Nelken en El Mundo, a propósito de la última novela de Pérez-Reverte, "El Francotirador Paciente", y que de pasada nombra una historia escrita por el autor hace casi 30 años para la revista "El Víbora". He mirado un poco por la red, y como no he visto ningún lugar donde pueda leerse de forma individual, me lanzo a colgarla aquí. Espero que ni Arturo ni los antiguos responsables de la revista tengan inconveniente en que sea leída, ya que creo que es toda una curiosidad (de los tiempos en que Perez-Reverte presentaba "La Ley de la Calle" en la radio) y, además, la historia merece la pena. Ahí va.
Published on December 02, 2013 08:03
November 11, 2013
LOS CR��MENES MUDOS. LOS PERSONAJES
Lo ideal cuando describes a un personaje es lograr hacer que el lector crea que ese ser del que le est��s hablando ha existido relamente o que, llegado el caso, podr��a existir. Dar un pu��ado de detalles concretos y otros un poco m��s sutiles y que su imaginaci��n los reconstruya, creando una variedad infinita de rostros seg��n quien lo lea, aunque todos partan de las mismas frases.
A veces el autor toma modelos de la vida real y a��ade su f��sico al personaje de ficci��n. Puede estar basado en alguien cercano o en un completo desconocido. En un actor o en alg��n famoso, copiando sus rasgos y mut��ndolos para la ocasi��n. Pero en otras ocasiones, como ocurri�� mientras escrib��a "Los Cr��menes Mudos", los personajes no es que se basaran en alguien en concreto, es que los encontr�� tal y como los hab��a imaginado.
Fue mientras preparaba el argumento cuando me top�� con esta galer��a de fotos . Una recopilaci��n de criminales australianos de los a��os 20, nada menos. Qued�� asombrado. Esas caras, esas poses eran justo las que buscaba para mis personajes, para mis protagonistas, Philip y Donald. Buce�� por todas las im��genes y era justo el tipo de gente que podr��a vivir en Starkhell, el distrito donde se desarrolla la trama. Y entre todos, hubo dos ante los que no pude hacer otra cosa sino exclamar: "��Son ellos!". No lo dud�� un instante. Escrib�� la novela bas��ndome en esas fotograf��as. Un regalo que se me present�� en el momento justo, y que ahora comparto con vosotros. Junto a las im��genes he incluido la descripci��n de cada uno de ellos, tal y como aparece en la novela. A los muchos que ya la han le��do, una pregunta: ��Os los imagin��bais as�� cuando la le��steis por primera vez? Y a los que no lo han hecho: ��Os apetece leerla ahora?
A veces el autor toma modelos de la vida real y a��ade su f��sico al personaje de ficci��n. Puede estar basado en alguien cercano o en un completo desconocido. En un actor o en alg��n famoso, copiando sus rasgos y mut��ndolos para la ocasi��n. Pero en otras ocasiones, como ocurri�� mientras escrib��a "Los Cr��menes Mudos", los personajes no es que se basaran en alguien en concreto, es que los encontr�� tal y como los hab��a imaginado.
Fue mientras preparaba el argumento cuando me top�� con esta galer��a de fotos . Una recopilaci��n de criminales australianos de los a��os 20, nada menos. Qued�� asombrado. Esas caras, esas poses eran justo las que buscaba para mis personajes, para mis protagonistas, Philip y Donald. Buce�� por todas las im��genes y era justo el tipo de gente que podr��a vivir en Starkhell, el distrito donde se desarrolla la trama. Y entre todos, hubo dos ante los que no pude hacer otra cosa sino exclamar: "��Son ellos!". No lo dud�� un instante. Escrib�� la novela bas��ndome en esas fotograf��as. Un regalo que se me present�� en el momento justo, y que ahora comparto con vosotros. Junto a las im��genes he incluido la descripci��n de cada uno de ellos, tal y como aparece en la novela. A los muchos que ya la han le��do, una pregunta: ��Os los imagin��bais as�� cuando la le��steis por primera vez? Y a los que no lo han hecho: ��Os apetece leerla ahora?
"Philip era el que llevaba la voz cantante. No superaba los treinta a��os. De mirada penetrante pero tranquila, transmit��a una extra��a serenidad gracias a la sonrisa, apenas una l��nea entre la nariz y la barbilla, con la que terminaba cada frase. La cara era redonda pero de mand��bula marcada; la frente despejada y el pelo engominado hacia atr��s le daban un aspecto anticuado. Vest��a un traje gris perla, camisa blanca y una corbata marr��n oscuro. Y era muy bajo. Philip no sobrepasaba el metro sesenta de altura y comparado con Donald daba la apariencia de un enano. Pero la baja estatura no disminu��a su personalidad, sino que la acentuaba: los ojos escrutadores, la forma en que las palabras sal��an de su boca, cada gesto que realizaba se amoldaba como un guante al peque��o cuerpo. Transmit��a una sensaci��n de tensa calma. De una amenaza latente bajo una sonrisa encantadora."
"Donald era el reverso de Philip. Era alto, musculoso, excesivo. De casi dos metros de altura. Daba pavor sentir su mirada. Tambi��n rondaba la treintena pero aparentaba algunos m��s. De cara alargada, mechones ondulados le ca��an a lo largo de la frente. Ten��a las orejas grandes. La nariz era dura como una roca, llena de marcas, como si se la hubiera roto varias veces o una navaja la hubiera abierto en canal y la herida no hubiera cicatrizado bien. Los ojos eran de color miel y bailaban entre una mirada clara, casi tierna, y una turbia e inaccesible. Vest��a un traje como el de su compa��ero pero de color gris m��s oscuro, sin corbata. Se manten��a casi siempre en un segundo plano. Al contrario que Philip, su presencia era m��s determinante que sus palabras."LOS CR��MENES MUDOS EN AMAZON
Published on November 11, 2013 12:14
LOS CRÍMENES MUDOS. LOS PERSONAJES
Lo ideal cuando describes a un personaje es lograr hacer que el lector crea que ese ser del que le estás hablando ha existido relamente o que, llegado el caso, podría existir. Dar un puñado de detalles concretos y otros un poco más sutiles y que su imaginación los reconstruya, creando una variedad infinita de rostros según quien lo lea, aunque todos partan de las mismas frases.
A veces el autor toma modelos de la vida real y añade su físico al personaje de ficción. Puede estar basado en alguien cercano o en un completo desconocido. En un actor o en algún famoso, copiando sus rasgos y mutándolos para la ocasión. Pero en otras ocasiones, como ocurrió mientras escribía "Los Crímenes Mudos", los personajes no es que se basaran en alguien en concreto, es que los encontré tal y como los había imaginado.
Fue mientras preparaba el argumento cuando me topé con esta galería de fotos . Una recopilación de criminales australianos de los años 20, nada menos. Quedé asombrado. Esas caras, esas poses eran justo las que buscaba para mis personajes, para mis protagonistas, Philip y Donald. Buceé por todas las imágenes y era justo el tipo de gente que podría vivir en Starkhell, el distrito donde se desarrolla la trama. Y entre todos, hubo dos ante los que no pude hacer otra cosa sino exclamar: "¡Son ellos!". No lo dudé un instante. Escribí la novela basándome en esas fotografías. Un regalo que se me presentó en el momento justo, y que ahora comparto con vosotros. Junto a las imágenes he incluido la descripción de cada uno de ellos, tal y como aparece en la novela. A los muchos que ya la han leído, una pregunta: ¿Os los imaginábais así cuando la leísteis por primera vez? Y a los que no lo han hecho: ¿Os apetece leerla ahora?
A veces el autor toma modelos de la vida real y añade su físico al personaje de ficción. Puede estar basado en alguien cercano o en un completo desconocido. En un actor o en algún famoso, copiando sus rasgos y mutándolos para la ocasión. Pero en otras ocasiones, como ocurrió mientras escribía "Los Crímenes Mudos", los personajes no es que se basaran en alguien en concreto, es que los encontré tal y como los había imaginado.
Fue mientras preparaba el argumento cuando me topé con esta galería de fotos . Una recopilación de criminales australianos de los años 20, nada menos. Quedé asombrado. Esas caras, esas poses eran justo las que buscaba para mis personajes, para mis protagonistas, Philip y Donald. Buceé por todas las imágenes y era justo el tipo de gente que podría vivir en Starkhell, el distrito donde se desarrolla la trama. Y entre todos, hubo dos ante los que no pude hacer otra cosa sino exclamar: "¡Son ellos!". No lo dudé un instante. Escribí la novela basándome en esas fotografías. Un regalo que se me presentó en el momento justo, y que ahora comparto con vosotros. Junto a las imágenes he incluido la descripción de cada uno de ellos, tal y como aparece en la novela. A los muchos que ya la han leído, una pregunta: ¿Os los imaginábais así cuando la leísteis por primera vez? Y a los que no lo han hecho: ¿Os apetece leerla ahora?
"Philip era el que llevaba la voz cantante. No superaba los treinta años. De mirada penetrante pero tranquila, transmitía una extraña serenidad gracias a la sonrisa, apenas una línea entre la nariz y la barbilla, con la que terminaba cada frase. La cara era redonda pero de mandíbula marcada; la frente despejada y el pelo engominado hacia atrás le daban un aspecto anticuado. Vestía un traje gris perla, camisa blanca y una corbata marrón oscuro. Y era muy bajo. Philip no sobrepasaba el metro sesenta de altura y comparado con Donald daba la apariencia de un enano. Pero la baja estatura no disminuía su personalidad, sino que la acentuaba: los ojos escrutadores, la forma en que las palabras salían de su boca, cada gesto que realizaba se amoldaba como un guante al pequeño cuerpo. Transmitía una sensación de tensa calma. De una amenaza latente bajo una sonrisa encantadora."
"Donald era el reverso de Philip. Era alto, musculoso, excesivo. De casi dos metros de altura. Daba pavor sentir su mirada. También rondaba la treintena pero aparentaba algunos más. De cara alargada, mechones ondulados le caían a lo largo de la frente. Tenía las orejas grandes. La nariz era dura como una roca, llena de marcas, como si se la hubiera roto varias veces o una navaja la hubiera abierto en canal y la herida no hubiera cicatrizado bien. Los ojos eran de color miel y bailaban entre una mirada clara, casi tierna, y una turbia e inaccesible. Vestía un traje como el de su compañero pero de color gris más oscuro, sin corbata. Se mantenía casi siempre en un segundo plano. Al contrario que Philip, su presencia era más determinante que sus palabras."LOS CRÍMENES MUDOS EN AMAZON
Published on November 11, 2013 12:14
October 28, 2013
Regalo de Halloween
Desde hoy, y hasta el próximo jueves 31 de Octubre, todos los que me envíen un correo electrónico a la dirección eugenprados arroba gmail.com recibirá una copia de mi relato "La Tumba del Niño". Un pequeño regalo de Halloween. Abierto queda el plazo, y ojalá paseis un rato inquietante con él.
Published on October 28, 2013 06:40


