Eugenio Prados's Blog, page 2

April 11, 2020

RELATOS DEL CONFINAMIENTO #5: RUFO

RELATOS DEL CONFINAMIENTO #5: RUFO
También puedes descargarlo en PDF aquí: https://docdro.id/3YlooaC
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Published on April 11, 2020 04:52

April 8, 2020

RELATOS DEL CONFINAMIENTO #4: EL NIÑO

También puedes descargarlo en PDF aquí: https://docdro.id/RXpR0eK


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Published on April 08, 2020 03:09

April 7, 2020

RELATOS DEL CONFINAMIENTO # 3: EL CHIVATO

Si te gusta, compártelo para que sea descubierto por más gente.También puedes descargarlo en PDF aquí: https://docdro.id/ve7PVi6
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Published on April 07, 2020 01:48

April 6, 2020

RELATOS DEL CONFINAMIENTO # 2: LA CITA

Cada día un nuevo relato.
Si te gusta, compártelo.
También puedes descargarlo en PDF aquí: https://docdro.id/uBLGnSE



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Published on April 06, 2020 03:13

April 5, 2020

RELATOS DEL CONFINAMIENTO

Ante la ampliación del estado de alarma en España a causa del Coronavirus, y para hacer más amena esta vida en pausa en la que vivimos, he decidido escribir cada día un relato que publicaré tanto en Facebook, como en Twitter y aquí. Si os gustan, no dudéis en compartirlo. Espero que os animen un poco en estos tiempos convulsos.

Fuerza y ánimos,
Eugenio


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Published on April 05, 2020 10:02

January 4, 2017

LA TIENDA SECRETA:ORÍGENES. PRIMER CAPÍTULO GRATIS

Os dejo con un aperitivo de la nueva entrega de LA TIENDA SECRETA, llamada ORÍGENES, para que todavía más gente os animéis a leerla. Echadle un ojo y disfrutadla con calma.CAPÍTULO 1Jean sabía que su hija sería especial porque había nacido entre antigüedades. Lámparas, espejos, estatuas, vasijas y cuadros fueron testigos de la llegada de aquel diminuto ser que con su primer llanto llenó la buhardilla de París donde estaban almacenados.
29 de Agosto de 1995.
La niña, envuelta en una manta, gemía mientras estiraba brazos y piernas, como si estuviera lista para enfrentarse al mundo.
Isabel, su madre, agotada por el esfuerzo, le besó la frente para calmarla. Había sido un parto tan repentino como doloroso, donde la falta de un teléfono en aquel lugar tan precario había hecho que tuviese que gritar para llamar la atención de los vecinos.
La única persona que acudió fue la señora Lautréamont. Con el pelo blanco recogido en un moño, las manos repletas de manchas y una verruga en la nariz que le daba el aspecto de una bruja, logró que todo saliera bien. Había sido una suerte que durante gran parte de su vida hubiera trabajado como comadrona. A pesar de haber ayudado a nacer a miles de niños, la señora Lautréamont confesó a Isabel que nunca había visto una niña que irradiara tanta fuerza.
Junto a las dos mujeres se encontraba también Jean, al cual no habían oído llegar a causa de los llantos. Escondido entre unos bustos romanos había presenciado el nacimiento de su hija, pero a pesar de ser el padre de la criatura no había intervenido.
Era curioso, Jean-Jacques Fauré, alias Jean «El Aventurero», Jean «El Intrépido», el más prometedor anticuario de París, que había vivido mil aventuras y se había enfrentado a mil peligros, tenía miedo de una cosa que no era más grande que su mano.
Inquieto, se movió entre las figuras de Julio César y Marco Aurelio, y el ruido que hizo lo delató.
El rostro de Isabel se alteró al verlo.
—Por fin el explorador hace su aparición —dijo con tono de reproche—. Aunque tarde, como siempre.
—He estado arreglando los últimos detalles del negocio con el señor de La Fontaine —se excusó Jean—. He venido tan pronto me han avisado.
Bajo la mirada acusadora de Isabel, a la que se le unió la de la señora Lautréamont, se acercó a su hija.
—¿Puedo verla? —preguntó abriendo las palmas de las manos.
El modo en que Isabel movió la cabeza a los lados lo estremeció.
—Lo siento, Jean, pero si quieres que esto siga adelante, van a tener que cambiar muchas cosas —los dedos de Jean quedaron suspendidos en el aire, atónitos—. Nuestra hija no se criará en esta pocilga. Nos mudaremos a una casa en mejores condiciones. Una que por lo menos tenga una cocina y un baño. No te lo dije en su momento, pero cuando me quedé embarazada escribí a mi padre y le conté nuestra situación. Él me respondió que no tenía inconveniente en ayudarnos a pagar un alquiler en otro sitio.
El recuerdo de su suegro, con su carácter prepotente y despótico, indignó a Jean.
—¿Mendigar a tu padre? ¿Esa es la solución? ¿Qué haremos entonces con el negocio? Tengo varias ventas a punto de cerrarse y no puedo dejar a los clientes tirados.
—Te dará un trabajo en su bufete. Así podrás olvidarte de estos trastos.
—¿Y salir de París? Ni lo sueñes.
—Jean, esto no es una propuesta. Es lo que ocurrirá si quieres seguir viéndome a mí y a tu hija. Estando contigo, he perdido mi juventud y la oportunidad de una buena carrera profesional. Porque te entregué mi corazón, olvidé mis sueños para que tú consiguieras los tuyos. Pero a nuestra pequeña no le sucederá lo mismo. Ella tendrá una vida normal, rodeada de niños de su edad y en España. Crecerá y estudiará Derecho, como hicimos mi padre y yo, y se labrará un futuro lejos de estas antigüedades que no sirven para nada. Ana se merece lo mejor, ¿no crees?
—¿Ana? —preguntó Jean sorprendido—. ¿Se llamará así?
—Sobre eso tampoco habrá discusión —sentenció Isabel—. Llevará el nombre de su difunta abuela.
Jean no la contradijo. No sentía rabia porque Isabel hubiera elegido el nombre o porque le pidiera aquellas cosas. Tampoco le turbaba la idea de abandonar París. Solo un deseo que superaba a todo lo demás lo guiaba en esos momentos: poder ver, oler y tocar a la persona de la que no se quería separar por nada del mundo. Le dijo a su mujer que no se opondría a nada.
Tumbada en la cama en la que había dado a luz, Isabel examinó a Jean durante varios segundos. Después tomó al bebé y se lo entregó a la señora Lautréamont. Los lamentos de la niña se hicieron más intensos.
La anciana se acercó a Jean, y junto a un nada disimulado gesto de desaprobación se la entregó. El padre se sorprendió ante lo poco que pesaba.
—Ana… Ana Fauré… —dijo como si ese nombre, unido a su apellido, formara un aure única y excepcional que envolvía a su hija.
Ana, como si la voz de su padre le hubiera llamado la atención por encima de las demás, dejó de llorar de inmediato.
Isabel y la señora Lautréamont se miraron pasmadas.
—Te daré lo mejor —le prometió Jean—. Te acompañaré en cada paso que des. Haré que estés orgulloso de mí —colocó los labios cerca del oído de Ana, en una frase que solo quería que ella escuchara—. Tú, mi niña, me harás mejor persona.Podéis comprar el libro en digital aquí (en papel próximamente):
relinks.me/B01MQWYM7I
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Published on January 04, 2017 02:53

December 19, 2016

LA TIENDA SECRETA: ORÍGENES YA A LA VENTA

Pues, sí queridos amigos, la sorpresa que os tenía preparada es que hay un nuevo libro de "La Tienda Secreta". Se llama Orígenes y es la historia de Jean-Jacques Fauré, el padre de Ana. Una novela corta para hacer más llevadera la espera de la tercera entrega, y creo que es perfecta para leer en estas fechas. Esta es la sinopsis:"Jean-Jacques Fauré va ser padre. Él, un buen anticuario pero con pocos recursos, quiere darle lo mejor a su hija. La falta de dinero hará que tengaque aceptar un trabajo normal, pero pronto se dará cuenta de que no es suficiente. Solo convirtiéndose en algo más que un experto en antigüedades podrá prosperar. Lo que le lleva a una tomar una arriesgada decisión: obtener el título de "Casa", la mayor distinción de su oficio... Sin imaginar que detrás de su buena intención se oculta el peor de los peligros."Una novela de fantasía y aventuras, pero con un fondo emotivo y que habla de todo lo que un padre está dispuesto a hacer por su hija.La podéis encontrarla en el siguiente enlace por tiempo limitado por solo 0,99€ o $0,99
relinks.me/B01MQWYM7ILeedla, contadme vuestra opinión y compartid esta noticia. Gracias :)  :)
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Published on December 19, 2016 01:29

June 12, 2016

BIBLIOTECA INICIAL DE EUGENIO PRADOS

Si quieres leer algunos de mis libros y no sabes por cuál empezar, te sugiero esta selección de 3 ebooks GRATIS. Tan solo tienes visitar el link de abajo. ¡Disfruta de la lectura!http://hyperurl.co/8t710s

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Published on June 12, 2016 02:06

May 23, 2016

CONCURSO SOBRE EL AMANECER

EL SUEÑO DE HUGOComenzó a llover y Víctor supo que su hermano pequeño, Hugo, lo había engañado. Tras insistirle aquella tarde para salir del pueblo y jugar un partido de fútbol en los alrededores de un bosque cercano, Hugo plantó el balón en el suelo, tomó carrerilla y lo chutó con tal fuerza que antes de que Víctor se diera cuenta el balón había desaparecido entre las copas de los árboles.—¡Lo siento! —dijo Hugo con una media sonrisa—. Voy a recogerlo.—¡Idiota! —exclamó Víctor—. No puedes entrar ahí solo. Espera, te acompaño.Los dos hermanos se adentraron en el bosque justo cuando unas nubes comenzaban a acumularse en el horizonte.Víctor, enfadado, observaba a Hugo caminar sin prestar demasiada atención a los lugares donde pudiera estar el balón, como si no le importara o estuviera allí por otra razón. Sus sospechas se confirmaron cuando Hugo sacó del bolsillo de su pantalón un cuaderno de color azul. El mismo del que no se había separado en todo el verano.—No puede ser... —resopló Víctor—. Es increíble que después de lo que los papás te dijeron, sigas con tu estúpida idea de ser explorador.Haciendo oídos sordos, Hugo abrió el cuaderno y recorrió con un dedo el mapa que él mismo había trazado con rotulador.—Esta vez lo encontraré, y os dejaré a todos con la boca abierta —afirmó—. Seré el descubridor del tesoro. —¿Cómo estás tan seguro de encontrarlo, Indiana Jones? —preguntó Víctor.Hugo se giró, y con toda la seriedad que un niño de siete años puede mostrar, respondió:—Porque lo he soñado.Fue entonces cuando las primeras gotas de lluvia cayeron y un relámpago los iluminó, seguido de un trueno que hizo vibrar el bosque. Víctor, con trece años y puesto de hermano mayor, se dijo que no sería cómplice de las locuras de Hugo. Se acercó a él para sacarlo de allí, cuando Hugo se apartó.—La lluvia también salía en mi sueño —dijo alzando los brazos hacia el cielo.Entonces echó a correr.—¡Hugo! —exclamó Víctor al verlo perderse entre unos matorrales—. ¡Ven aquí!Salió tras él con la lluvia cayendo todavía con más fuerza. Ramas de árboles se agitaban sobre su cabeza, y en el suelo se abrían canales por los que el agua corría con rapidez. No veía más que la mitad del cuerpo de Hugo, que avanzaba sin pensar en los peligros que podía encontrar.—¡Vale, tú ganas, te ayudaré a buscar ese tesoro! —gritó Víctor para conseguir que su hermano parara—. ¡Pero déjame ir a tu lado!Una buena colleja será lo que te daré cuando te pille, es lo que en realidad Víctor pensaba mientras lo seguía por un terreno en el que no hacía más que esquivar troncos y raíces. Iba a atraparlo. Así lo dictaba la lógica. Era mayor y sus piernas el doble de largas. Solo era cuestión de tiempo. Pero lo que ocurrió pocos pasos después jamás lo hubiera adivinado: Hugo desapareció de su vista.Asustado, Víctor avanzó y llegó hasta el borde de una pendiente que bajaba varios metros. En el fondo, cubierto por el barro y la maleza, vio a su hermano. Las lluvias habían convertido aquel tramo en un empinado tobogán que lo habían hecho caer. Víctor no tuvo más remedio que descender, donde también estuvo a punto de resbalar. Encontró a Hugo llorando desconsolado.—¿Estás bien? —preguntó examinándolo—. ¿Te has roto algo?Con unas lágrimas que se mezclaban con la lluvia, Hugo le enseñó a Víctor su cuaderno. El mapa en el que había dibujado el lugar del tesoro se había borrado hasta no ser más que una mancha de tinta.—No existe... —sollozó Hugo—. Mi sueño era mentira... Tenías razón... ¡Soy un idiota!—Los sueños a veces nos juegan malas pasadas —dijo Víctor, mirando a su alrededor. La tormenta había llegado a su punto culminante y había transformado la pendiente en un torrente de agua imposible de ascender. No tenían más remedio que esperar. Pero tampoco podía dejar que Hugo cogiera una pulmonía por culpa de la lluvia. Decidió investigar los alrededores. Caminó hacia unas rocas situadas al lado contrario de la pendiente y apartó unos arbustos. Para su sorpresa, allí encontró una abertura que podía servirles de refugio. Llevó a Hugo al interior, y entonces se dio cuenta de que aquel sitio no solo era un entrante en la tierra, sino una cueva en la que cabían los dos. Se acomodaron, y bajo el ruido de los truenos Víctor abrazó a su hermano hasta que sus lágrimas desaparecieron y se quedó dormido. Luego lo hizo Víctor. Y ambos pasaron la noche dentro de la cueva.Al amanecer, unos gritos despertaron al hermano mayor. Unas voces inconfundibles.—¡Mamá, papá! —gritó Víctor—. ¡Estamos aquí!Hugo también abrió los ojos y escuchó unos pasos que bajaban la pendiente y avanzaban hacia ellos. Vio a sus padres aparecer a la entrada de la cueva: ambos vestidos con chubasqueros, botas de agua y linternas. Los habían estado buscando desde el día anterior. Hugo agachó la cabeza arrepentido y esperó la obligada reprimenda, pero la frase que pronunció su madre no fue la que esperaba.—¿Qué sitio es éste? —preguntó.Con su linterna el padre iluminó la cueva y tanto Víctor como Hugo quedaron mudos ante lo que vieron. En la roca que les había servido de cobijo había dibujadas formas de animales y personas. Ciervos. Hombres con lanzas. Bisontes. ¡Hasta un mamut!Víctor miró incrédulo a su hermano.—Son... —tartamudeó—. Son...—Pinturas rupestres —dijo Hugo—. Éste el tesoro que buscaba. El que he visto mil veces en mis libros. Y tú lo has encontrado, Víctor. Eres un verdadero explorador.Su hermano mayor no supo que responder. Sus padres tampoco. Solo Hugo tenía claro el sentimiento que lo invadía y que prometió que nunca iba a olvidar.
            Que siempre hay que seguir el camino de los sueños.

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Published on May 23, 2016 01:44

April 25, 2016

Concurso #MolinosQuijote

Mis brazos están astillados y no funcionan. La torre circular que es mi cuerpo, se hundió hace años, y en mi interior no entran más que las aves. Mi piel, cal blanqueada, se ha desprendido y ahora tiene el tono de los campos de trigo que me rodean. Soy piedra y olvido. Soy el último molino. Y el ruido de las excavadoras, los picos y las palas que oigo a lo lejos indica que ha llegado mi final... Donde solo un rebaño de ovejas impide que lleguen hasta mí.
¿Ovejas? Mis cansados sentidos a veces me juegan malas pasadas. No son ovejas lo que tengo delante sino personas. Hay una veintena, colocados en fila formando una frontera que detiene a mis enemigos. Gritan que no permitirán que desaparezca. Que están en contra de que esta tierra y lo que queda de mí sean transformados en un campo de golf. ¿Quiénes son estas gentes que me defienden? ¿Qué aspecto tienen?
Los hay de todas formas: unos son altos y espigados; otros bajos y rechonchos. Algunos llevan barbas y bigotes largos, y otros van mal afeitados. Un par se suben en un tractor y amenazan con arrancarlo y embestir a las excavadoras. Otros toman pedazos de mis aspas rotas y los agitan en el aire como si llevaran lanzas. Hay mozos de campo y una labradora bellísima. Hay hasta un cura y un barbero.
Los observo y su apariencia y actitud me recuerdan a los de otra persona. A un hidalgo que, en un tiempo lejano pero imposible de olvidar, me atacó creyendo que era otra cosa. Un loco que quedó maltrecho al golpearme, pero al que nunca quise hacer daño. Todo lo contrario: su ímpetu, su honor, la fidelidad a sus ideas y su lucha contra la injusticia me cautivaron; al igual que lo han hecho estas personas.
No tengo duda de que si aquel caballero hoy siguiera con vida, estaría junto a ellos.
Mas, ¿qué ocurre? ¡Los rivales se retiran! Las palas y los picos caen al suelo. Las excavadoras apagan sus motores. Se ha conseguido la victoria. Mis protectores la celebran dando saltos de alegría y abrazándose. Luego se calman y hablan entre ellos, diciéndose que aún no hay nada ganado. Mañana tendrán que volver, y al día siguiente también. Así durante largo tiempo. Pero no me preocupo. Confío en ellos. Sé que estoy en buenas manos. 
Porque estoy rodeado de Quijotes.
Y yo, el viejo molino, el último gigante, puedo volver a descansar.
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Published on April 25, 2016 02:47