Alessandra Neymar's Blog, page 7

May 13, 2015

Ya tenemos portada y título de la ¡CUARTA ENTREGA de #BCPR!

Ha llegado el momento, mafiosos…   Sé que notaréis un cambio muy drástico. Pero este es el resultado de un trabajo bien hecho y como os merecéis. Vicente Ferrer, editor general de VF Ediciones, crea así un enfoque que está más cerca de lo que todas queríamos. Sus propósitos, en conjunto a los míos (justo […]


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Published on May 13, 2015 11:13

April 24, 2015

El día después

Con total sinceridad y tras haber pasado casi veinticuatro horas, puede decir que el día de ayer fue uno de los más encantadores que he vivido a lo largo de mi vida. No solo porque la celebración de Sant Jordi sea una de mis favoritas, por su tradición y su historia de sobra romántica, sino […]


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Published on April 24, 2015 10:53

April 12, 2015

Firmas en Sant Jordi!

Empiezan la épocas de ferias del libro y muchos estáis impacientes por saber el día en que al fin podremos tener un momento cara a cara. Llevo días emocionada con la idea. Como bien sabéis aquellos que lleváis un tiempo siguiéndome, yo soy más del contacto directo, y al fin vamos a tener la oportunidad […]


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Published on April 12, 2015 05:48

March 25, 2015

Feria

Empieza la temporada de Ferias y firmas de libros en todo el país y aunque todavía estamos esperando confirmaciones para eventos en Madrid, Barcelona y probablemente alguna otra ciudad, al fin puedo adelantar que asistiré a la Feria del libro de Valencia que se celebra entre los meses de abril y mayo. ¡Qué ilusión! El […]


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Published on March 25, 2015 11:28

March 13, 2015

New Look

Desde hace una semanas venís preguntándome sobre la web y cuándo volvería a estar disponible. Bien pues, tras unas semanas de espera, ha llegado el momento. Ya se puede disfrutar de este espacio con un renovado aspecto. Se siguen ultimando detalles, pero eso ya es trabajo del día a día. Espero que os guste tanto […]


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Published on March 13, 2015 09:38

March 10, 2015

Escena extendida, Mírame y Dispara

Cristianno


Cuando me despedí de Sarah, me quedé en el coche. El silencio intensificó el ruido de mi respiración y me puso muy nervioso. Mientras estaba acompañado no le había prestado atención a mi fuero interno, pero, ahora…, ya no me quedaba alternativa. Mis pensamientos estaban ahí, golpeándome la cabeza una y otra vez como si fueran un maldito martillo. Me sentía ansioso, casi frenético. Y sabía exactamente por qué me encontraba así.


Kathia.


Siempre era por Kathia.


Esa maldita niña no me dejaba siquiera respirar a gusto.


Pero lo más extraño de todo es que comenzaba a gustarme pensar en ella. Al menos en mi cabeza ella no me odiaba… O sí, pero terminaba… ¿queriéndome?


Definitivamente, tenía un gran problema.


Miré el horizonte, y me decepcionó no encontrar Roma dibujada entre las miles de luces. Continuaba en Hong Kong, y así seguiría siendo, al menos, durante las próximas horas.


Roma… Roma era Kathia, y Kathia estaba a miles de kilómetros. Fui yo quien decidió largarse, alejarse lo máximo posible, pero, de pronto, tanta distancia me hizo daño.


Debía replantearme mis objetivos, porque de alguna manera Kathia se había convertido en uno de ellos y no tenía ni idea de cómo hacerle frente sino terminaba aceptando que algo ocurría entre nosotros.


Me froté la frente y arranqué el coche, pero enseguida lo apagué al reconocer al hombre que había frente a mí apoyado en un Audi A6 gris. Mi tío Fabio sonrió al verme.


—Natalie cogió su avión con destino a Marsella a las cuatro —me dijo cuándo me acerqué a él.


Solté una carcajada silenciosa. Habíamos reaccionado de la misma manera.


—Sarah ha salido a las cinco con destino a Atenas.


Estaba amaneciendo cuando llegamos al hotel.



Kathia


No me hacía falta cerrar los ojos para verle. Cristianno aparecía delante de mí a cada bocanada de aire que cogía. Era como soñar despierta. Imaginaba que venía a mí, que dejaba de mirarme como si fuera el mayor de sus problemas, y cogía mi mano. Acariciaba mis nudillos antes de subir por mi muñeca… Y después el codo, y el hombro hasta llegar a mi cuello. Imaginaba sus dedos templados y mi piel caliente y cómo imprimían un poco de fuerza para acercarme a él. Rozaba mis labios con los suyos y luego…


… Suspiraba y volvía a empezar. Como, si de algún modo, mi mente no se atreviera a imaginarle besándome. Un beso entre ambos no sería solo un beso. Mi cuerpo, todo mi ser, sabía que si nos besábamos, que si llegaba el momento de renunciar a nuestro ego, yo no sería una chica más en su vida y él lo sería todo para mí.


Decidí quedarme en casa de Daniela después de que ella y Alex me convencieran. Si volvía a casa tendría que dar explicaciones; así que llamé a Enrico y lo solucionó todo para que pudiera quedarme tranquila. Y creí que sería buena idea cuando me tumbé en la cama de la habitación de invitados bostezando y con los ojos pesados.  Había pasado una hora y seguía sin pegar ojo.


De repente, mi móvil comenzó a sonar. El sonido insistente se expandió por toda la habitación, sobresaltándome. Me levanté de súbito e intenté cogerlo, pero se me cayó. Las sábanas se me enrollaron a las piernas cuando quise salir de la cama para cogerlo. Terminé despatarrada en el suelo y con el corazón a mil por hora.


Enseguida descolgué, sin pararme a mirar el número.


—¿Quién? —Pregunté, acelerada.


Pero nadie contestó. Solo pude escuchar una respiración tan nerviosa como la mía.


—¿Quién es? —Volví a preguntar.


Silencio…


Tragué saliva, me levanté del suelo y regresé a la cama moviéndome con lentitud y prestando atención. Se supone que cuando se recibe una llamada así tiendes a ponerte nervioso o incluso sentir un poco de miedo, pero no era mi caso. Lo que sentía era curiosidad por saber si era… él. Algo de mí sabía que era Cristianno.


—Sé que estás ahí. Te oigo respirar…—susurré tumbándome en la cama.


—Lo sé… —murmuró una voz suave y melódica.


Cerré los ojos y me perdí en el ritmo frenético de mi corazón. Cristianno estaba al otro lado de la línea, respirando trémulo. Por un momento supe que él sentía lo mismo que yo. Que, estuviera dónde estuviera, yo, de algún modo, estaba presente en su pensamiento, como él en el mío.


Acomodé mi cabeza en la almohada sin soltar el teléfono y me arropé.


—Quédate conmigo…—musité, aun con los ojos cerrados—… Duerme conmigo, Cristianno.


Él suspiró y yo me quedé dormida, sabiendo que Cristianno estaba allí, conmigo.


Pude verle en mis sueños.


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Published on March 10, 2015 07:30

Tercer inédito 2013

Cristianno Cuando me despedí de Sarah, me quedé en el coche. El silencio intensificó el ruido de mi respiración y me puso muy nervioso. Mientras estaba acompañado no le había prestado atención a mi fuero interno, pero, ahora…, ya no me quedaba alternativa. Mis pensamientos estaban ahí, golpeándome la cabeza una y otra vez como […]


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Published on March 10, 2015 07:30

Extra, Mírame y Dispara

Kathia


Erika podía desgastarse la voz diciendo que no roncaba, pero lo hacía. Y mucho. Podía engañar a cualquiera, pero no a una persona que había estado compartiendo habitación con ella en el internado tanto tiempo. Hacía unos ruiditos suaves y constantes (como si se estuviera atragantando) que, cuando ya llevas unos quince minutos escuchándolos, te perforan el tímpano. Yo ya iba por la fase de perforación de cerebro y eso que aún no se había animado; en cuanto llegáramos al ecuador de la madrugada se vendría arriba y esos ruiditos se convertirían en puñetazos.


Tumbada en la cama que había justo enfrente de la de Erika, observaba el techo con los ojos bien despiertos. Siempre había rogado al cielo tener el sueño de Erika (profundo; ya podía caer una bomba a su lado que ni se enteraba), pero tenía que haber sido muy mala en otra vida, porque ni en esas circunstancias se me concedía.


Resoplé y tragué saliva. Que Erika no me dejara dormir por culpa de sus ronquidos no era nuevo y tampoco lo principal. Tuve un escalofrío al mencionar su nombre en mi mente. Él era el maldito causante de todo. No hacía ni una semana que había llegado a Roma y Cristianno Gabbana ya había logrado robarme hasta el sueño. Habría sido coherente si al menos me hubiera caído bien, pero es que hasta pensar en él me irritaba. Todo él, al completo, me molestaba. Por eso no comprendía porque mi cabeza me torturaba de esa forma.


De todos modos, ahí estaba otra vez su maldita mirada azul, tan impactante y excitante. Tenía la habilidad de paralizarme y de revolucionar todo mi cuerpo hasta el punto de experimentar sensaciones que nunca antes había sentido. Y su forma de caminar provocadora, sexual…


Una maldita locura.


Me restregué la cara con las manos y me levanté de la cama. Un minuto más pensando en Cristianno terminaría por desquiciarme. Y si me había quedado en casa  de Erika a dormir era para relajarme, en la mía había cierta tensión.


Me puse los vaqueros y el jersey y me calcé. Necesitaba salir a dar un paseo. Estaba demasiado acalorada y un poco de aire no me vendría nada mal.


Llegué al vestíbulo, cogí mi chaqueta y las llaves de Erika y salí del piso, cerrando con mucho cuidado la puerta.


Cuando pensé en que me diera un poco el aire no me refería a que se me helara la cara. Tirité y me abracé el torso encogiéndome de hombros. Hacía una noche muy fresca. El cielo estaba encapotado, con unas nubes hermosas y amenazantes, pero no olía a lluvia. Así que comencé a caminar con la idea de dar una vuelta a la manzana; diez minutos a lo mucho.


Pero esos diez minutos se convirtieron en veinte, y los veinte en treinta. Y terminé sorprendida por la luz anaranjada de la Fontana di Trevi. Por un instante pensé en que Cristianno vivía allí, que tenía que ser una broma de mi subconsciente haber terminado allí con la cantidad de calles que tenía Roma.


Sabía que Erika no vivía lejos, pero yo podría haber tomado otra dirección. Sin embargo, terminé allí. Y me olvidé de todo conforme avanzaba. La belleza de la fuente me capturó y quedé completamente fascinada. Solo me detuve cuando mis piernas se toparon con el bordillo. Observé detenidamente las esculturas y me pregunté qué sentirían viendo que todos desaparecíamos y ellas seguían ahí, perpetuas.


Alcé una mano e intenté acariciar la piedra.


—No la alcanzarás —me dijo alguien al oído.


Temblé, contuve el aliento y me di la vuelta bruscamente. Todo pasó muy deprisa: no esperaba tenerle tan cerca y me topé con su pecho. Perdí el equilibrio y me aferré a él sin saber que terminaría arrastrándole conmigo. El agua nos envolvió completamente. Descubrí su rostro dibujado entre miles de burbujas.



Cristianno


 Cuando salimos a la superficie, esperé un grito, seguido de un empujón e insultos, muchos insultos. De hecho, estaba más que preparado para el tercer enfrentamiento que tendríamos ese día. Pero nada de eso ocurrió.


Kathia sacó la cabeza del agua lentamente, muy lento. Y lo hizo mirándome de una forma que no supe descifrar. Solo sé que aquella mirada desarmó todos mis sentidos hasta el punto de hacerme tragar saliva.


Varias gotas se colaron por entre sus labios y las retiró con un movimiento suave con la punta de la lengua. Llegados a ese punto toda esa especie de coreografía improvisada me estaba sobrepasando, no aguantaría mucho más. Sabía que Kathia no lo estaba haciendo a propósito; ella estaba completamente bloqueada, sin saber que hacer o que decir.


Pero aquello no quitaba que me estuviera volviendo loco tenerla tan cerca, empapada y con aquella apariencia tan sensual y, al mismo tiempo, frágil. Dios, estaba increíble.


Sentí una necesidad urgente de lanzarme a por ella y navegar por su cuerpo con mi boca allí mismo, en la propia fuente.


¿Qué más daba? ¿Qué importaba todo lo demás?



Kathia


 ¿Qué se suponía que debía hacer? Apenas tenía aliento para respirar, ¿cómo iba a hablar con él?


Estaba preparada para que Cristianno me alterara, para que me provocara esa histeria frenética. Pero no para que me dejara sin que decir, para que su mirada me dominara de aquella forma. Casi podía sentirla acariciarme. Es más, incluso deseé que lo hiciera. Deseé que Cristianno se acercara a mí y me besara. Lo deseé con tanta fuerza que ni siquiera me di cuenta de que estaba acercándome a él.


<<No puedo creer lo que estoy haciendo>>, pensé, completamente atraída por su boca.


Por un instante me vi reflejada en sus pupilas azules. Después, cerró los ojos y apretó la mandíbula. Aquel simple gesto, de solo un segundo de vida, me detuvo. Hizo que me parara en seco y me cabreara mucho conmigo misma.


Se suponía que Cristianno Gabbana no se resistiría a un momento como aquel y, sin embargo, él era quien lo había evitado.


Se contenía, pero ¿por qué?



Cristianno


 Nunca había sentido tantas ansias de besar a alguien como en aquel momento. Pero me sentí vulnerable… expuesto a algo que no sentí capaz de enfrentar. Sí besaba a Kathia… si me dejaba llevar por ese extraño sentimiento que ella me producía, algo de mi cambiaría para siempre.


Ella se alejó y frunció el ceño levemente, confundida con lo que acaba de pasar. Quise explicárselo, pero ¿cómo? Si ni yo mismo sabía qué coño estaba ocurriéndome. Solo sabía que ella era la causante. Y que yo todavía me sentía demasiado acobardado por ello.


Joder, podía mandar a la mierda todo, como siempre. ¿Qué más daba quien fuera ella o lo que me hiciera sentir? La tenía allí, delante de mí y más que dispuesta. Entonces, ¿por qué coño no me acercaba a ella y la besaba? ¡Era exactamente lo que quería! ¡Me apetecía!


Pero Kathia me lanzaba muy lejos de allí, me propulsaba a otros mundos, y nadie me había producido esa sensación.


—Creo que… —Quiso decir, pero se detuvo a tragar saliva—. Lo mejor será… —Volvió a detenerse, esta vez porque yo acaba de dar un paso hacia ella—. Deberíamos salir del agua.


Cerró los ojos al sentirme a solo unos centímetros de su boca. Apoyé la frente en la suya y coloqué mis manos alrededor de su cintura, bajo el agua. Kathia estremeció y ese temblor me atravesó. Suspiré y… esperé…


—Tengo que irme —mascullé sin apenas moverme.


Esta vez fue ella quien se alejó y lo hizo empezando por retirarme las manos.


—Sí, y yo…—medió.


Quiso pasar por mi lado y aproveché para acariciarle la mano. Kathia paró en seco su marcha y miró la caricia. Después volvió a mirarme y salió de la fuente.


<<Sí, eres gilipollas, pero eso tú ya lo sabes, pequeño>>, se mofó mi fuero interno.


—¿Te marchas mojada? —Pregunté saltando fuera de la fuente.


—Sí —dijo rotundo mientras se estrujaba su larga melena.


Me costó mantener la concentración al ver que toda la ropa se le pegaba al cuerpo y le marcaba perfectamente cada rincón…


—¿Hasta la mansión Carusso? —Me obligué a decir.


—Estoy en casa de Erika esta noche —espetó—. No queda muy lejos.


Sabía muy bien donde vivía Erika: a un par de minutos desde allí. Pero era noche cerrada e iba mojada y…


—¿Quieres que te acerque…? —Ni siquiera me dejó terminar.


—¡No! —Exclamó—. Hasta… mañana. Dio media vuelta y comenzó a caminar.


—Claro… —dije— ¡Ten cuidado, Carusso, no vayas a resbalar! —bromeé.


Dándome la espalda, levantó una mano y me regaló un maravilloso dedo corazón.


—¡Que te den, Gabbana! —Me envió una sonrisa. Guardé mis manos en los bolsillos del pantalón.


No era un chico de corazonadas, pero cuando las tenía no solía equivocarme. Esa noche, observando a Kathia alejarse de mí, supe que algo pasaría entre nosotros, y nos cambiaría para siempre. Solo nos quedaba esperar a saber qué demonios iba a ocurrir.


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Published on March 10, 2015 07:25

Segundo inédito 2013

Kathia   Erika podía desgastarse la voz diciendo que no roncaba, pero lo hacía. Y mucho. Podía engañar a cualquiera, pero no a una persona que había estado compartiendo habitación con ella en el internado tanto tiempo. Hacía unos ruiditos suaves y constantes (como si se estuviera atragantando) que, cuando ya llevas unos quince minutos […]


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Published on March 10, 2015 07:25

Escena Eliminada, Mírame y Dispara

¡Hola, mafiosillas!


Seguramente, recordaréis este inédito porque lo lancé allá por Mayo de 2013. He pensado en hacer una recopilación y disponer de un espacio en mi web dedicado precisamente a este tipo de capítulos extra. Así que si os sentís nostálgicas o con una ligera ansiedad por estar con nuestros mafiosos ya sabéis donde podéis acudir.


¡Vamos con el primero!


Esta escena la reconoceréis, ya que está en el libro desde el punto de vista de Kathia. Ni siquiera pensé en  introducirla en la historia original. Simplemente la escribí una tarde de aburrimiento en que pensé en lo que podría haber hecho Cristianno después de salir del instituto y haber tenido el pique con Valentino y su “coche”. Así que lo plasmé en el papel para mi colección personal de escenas ¡Ahora la comparto con vosotr@s!



Cristianno


—Huye como una cobarde —dije risueño observando a Kathia alejarse a toda velocidad por las escaleras.


Y es que yo sabía que a veces podía ser de lo más asfixiante. Sobre todo si me empleaba a fondo, como era el caso. Había estado todo el día sentado a su lado, importunándole y susurrándole palabras comprometidas, prácticamente, al oído. De vez en cuando, aprovechaba y me acercaba aún más sabiendo que ella no tenía medio para esquivarme. Sí, el ataque perfecto. Había terminado con su paciencia los primeros quince minutos.


La cuestión era: ¿por qué lo hacía? Ni puta idea, pero me encantaba verme reflejado en sus ojos grises y tremendamente ofuscados.


Llegamos al aparcamiento cuando varias chicas de primero pasaron por nuestro lado. La primera se nos quedó mirando timorata; la segunda, directamente se puso en guardia. Algo que entendí en cuanto miré a mi primo: en posición de ataque y medio babeando.


—¡Dios mío, nena…! —Exclamó Mauro cuando la chica pasó por su lado—. Con ese escote no comería en tres días, morena.


Eric y yo soltamos una carcajada al imaginarnos la escena. Alex, en cambio, estaba más concentrado en Daniela, a unos metros tras de nosotros.


—¡Vete a la mierda, Mauro! —Gritó la morena aligerando el paso. Mauro sonrió y me guiñó un ojo antes de darme un empujón.


—La tengo en el bote —comentó, algo de lo que yo no estaba tan seguro.


—Ya me he dado cuenta —objeté irónico.


Eric continuaba riendo cuando Daniela intervino en la conversación.


—Como se entere Erika, vas listo —dijo cogiendo el casco que Alex le tendía.


Mauro frunció el ceño y miró alrededor. Era curioso, en otro momento Erika habría estado allí con nosotros, revoloteando al lado de Mauro. Pero no había rastro de ella.


—Chicos, os llamo luego —sonrió Alex mientras arrancaba su moto.


Giró la cabeza y observó a Daniela subirse tras él. A mí no me la daba: fue satisfacción lo que se cruzó por su cara en el instante en que Daniela le rodeaba la cintura.


Ciao! —exclamó saludando con la mano.


Me habría despedido de ellos como era debido si Kathia no hubiera aparecido en mi campo de visión caminando de aquella forma. A cada paso que daba la falda rebotaba en sus muslos con decisión, dándome suficientes pretextos como para excitarme. Sí, sin duda estaba muy…


Mauro me dio un manotazo en el pecho.


—¿Por qué demonios te cuesta tanto prestarme atención, tío?


—Te estaba escuchando… —me excusé.


—Sí, claro… —ironizó—. En fin, había pensado ir ahora y así tenemos la tarde libre.


—¿Ir adónde? —Pregunté.


—En estos momentos sé lo que siente mi madre cuando dice que la ignoro…—resopló Mauro.


—Que te den, Mauro —bromeé.


Era muy lógico que pasara de él cuando Kathia se estaba paseando por el jardín principal. Comenzaba a pensar que toda ella había sido creada para joderme de lo lindo. Porque una cosa estaba clara, por mucho que yo me hiciera el duro, Kathia tenía una influencia demasiado poderosa sobre mí; al menos, físicamente.


—En fin —continuó, como si nada—, Enrico nos envía a Eternia a recoger los albaranes. Tío Silvano y mi padre quieren cerrar las cuentas esta tarde.


De reojo, volví a mirar a Kathia, sin saber que ella ya lo estaba haciendo de antes.  Ralentizó su paso, como queriendo exhibirse, pero lo hizo con tal naturalidad que hasta me frustró. La observé de arriba abajo, molestó por lo que sus miradas me estaban causando. Resoplé y me quité la chaqueta de un tirón. Algo que a ella pareció gustarle.


La seguí hasta que descubrí a Valentino esperándola apoyado en su coche. Este sonrió cuando Kathia se acercó a él. La cogió de la cintura y la abrazó como si fuera de su propiedad. No debería haberme molestado, ¿o sí? El caso es que mis entrañas comenzaron a retorcerse cuando Kathia respondió al abrazo con algo muy parecido al deseo.


Contuve el aliento y me mordí el labio sintiendo una ola de rabia recorrer mi cuerpo. Fuese lo que fuese lo que me estaba ocurriendo, era desconocido y no me gustaba.


 —Pues, vámonos, Mauro —dije echando mano a la llave electrónica de mi coche. Lo abrí y miré a Eric—. Quedamos luego.


—Claro. Hasta luego, tíos.


Tomé asiento e introduje la llave en la ranura antes de arrancar con furia. Mauro alzó las manos, como fingiendo un atraco.


—Tranquilo, chico. ¿Y ese humor?


—Valentino.


—¡Fiesta! —Mauro aplaudió ilusionado con la idea de enfrentarse al menor de los Bianchi.


Aceleré derrapando y me dirigí a ellos rápidamente. No estaría mal tocarle las narices a aquel niñato. No me gustaba verlo en general, pero menos me había gustado que hiciera manitas… con Kathia.


Mauro me pasó su cigarro y yo le di una calada antes de detenerme justo al lado de la ventana de Kathia. La miré de la forma más intensa que pude y fingiendo que no me molestaba que estuviera sentada en ese coche. Una canción de Shakira sonaba del reproductor. Una música un poco moña para alguien que se cree tan macho, ¿no?


—¡Rabiosa! —Exclamé echando la cabeza hacia atrás y empezando a contonear los hombros. Podía resultar bromista, pero no era ese mi propósito, y supe que en Kathia había causado ciertas sensaciones.


Era el momento de pasar a la provocación.


—Dime, Kathia, ¿me morderías la boca? —pregunté acercándome y mirando fijamente su sensual boca.


—Tendrás que descubrirlo tú mismo. —Se acercó, rabiosa.


Solté una carcajada cuando mi primo aulló y levantó su puño con el pulgar hacia arriba.


Me incliné hacía delante para cotejar como iba la presión arterial de Valentino; estaba que se retorcía de la furia. En cuestión de segundos estallaría.


—Valentino, deberías acostumbrarte a saludar, ¿no crees? —Provoqué.


Él se echó para adelante y me lanzó una mirada iracunda. Continué mofándome mientras Kathia nos observaba, timorata. Era bien sabido lo mucho que los dos nos odiábamos, por eso ella estaba expectante.


—Lo que creo es que va siendo hora de que te acostumbres, Cristianno.


Apreté el acelerador retando a Valentino a una carrera. Él me imitó y mi primo comenzó a reírse emocionado. Kathia, en cambio, parecía muy asustada.


—Ni se te ocurra, Valentino —dijo acobardada y en voz baja, creyendo que yo no le escucharía.


—Haznos un favor a los dos y ¡cállate! —Gritó Valentino acelerando.


Dios sabe que abría saltado del coche y le abría arrancado la cabeza si no hubiera acelerado. Pero no me preocupó. Adelanté su coche subiéndome ligeramente a la acera y salí de la calle no muy orgulloso de haber ganado. Principalmente porque eso no cambiaba la situación: Kathia continuaba con Valentino en el coche y, para colmo, este seguramente estaba cabreado porque yo, una vez más, le había ganado. No debería importarme, pero me importaba.


Minutos más tarde y sin dejar de pensar en ella, aparqué en el reservado de la discoteca Eternia. Cuando entré, todo estaba iluminado y una musiquilla de Kanye West sonaba de fondo. Los chicos estaban terminando de fregar la pista principal y las bailarinas ensayaban sus coreografías a un lado.


—¿Qué me tienes preparado, Tony? —Exclamé cuando terminé de bajar las escaleras—. ¡Hola chicas! —Saludé conforme me acercaba a Tony.


Todas las chicas respondieron, excepto una. Francesca se detuvo, colocó su melena morena a un lado y se humedeció los labios presuntuosamente, observándome de arriba abajo. Ladeé la cabeza y sonreí con lentitud.


—Grandes números, Gabbana —dijo Tony, cogiendo mi mano y tirando de ella para darme un abrazo rápido.


Repitió el mismo gesto con Mauro.


—Hemos cerrado el fin de semana con unas cuentas increíbles. Los nuevos clientes son de lo más… digamos, derrochadores…


Sonreímos. Miré de reojo a Francesca. Iba vestida con unos vaqueros muy ceñidos y una camiseta de tirantes blanca que llevaba anudada a la cintura y dejaba al descubierto ese maravilloso ombligo. Estaba coqueteando, sabiendo que si continuaba por ahí, terminaría justo donde quería: en un reservado conmigo encima. Y no sería la primera vez.


—Es lo que tienen los rusos —intervino Mauro.


—Vayamos al despacho y os muestro —dijo Tony.


—Yo enseguida voy.


 Mauro y el jefe de la discoteca siguieron mi mirada.


 —No pierdes el tiempo —bromeó Tony dándome un empujón.


Ambos se fueron hacia el despacho y yo me encaminé al pasillo de los reservados sabiendo que Francesca me seguiría.


Abrí la puerta y entré sonriente al escuchar los pasos de la bailarina. Tomé asiento mientras ella cerraba la puerta y bajaba la intensidad de la luz. Su piel brillaba y los rizos de su pelo enmarcaban su rostro afilado y coqueto. Recorrí su cuerpo con la mirada mientras se acercaba a mí. Coló mis piernas entre las suyas y tomó asiento a horcajadas sobre mi regazo. Aquel gesto y la lentitud con la que lo hizo, simplemente, terminó de activar todos mis sensores.


Toqué sus rodillas y fui subiendo hasta presionar sus caderas contra las mías. Francesca gimió.


—¿A qué quieres jugar? —Jadeó mientras me acercaba a ella y besaba su cuello.


Al sentir su piel contra mis labios, mi mente me jugó una mala pasada. Kathia surgió en mi pensamiento y con ella, las ansias de verla…


Miré a la bailarina.


—Empezaré por quitarte la camiseta —murmuré mientras deshacía el nudo.


Ella levantó los brazos, sonriente. Tiré de la tela hacia arriba y la lancé a un lado. Después bajé las manos por su pecho, intensificando la caricia cuando llegué a mi objetivo. Francesca se aferró a mí cuello, de sobra excitada y emocionada ante la idea de lo que iba a suceder.


 —¿No hay reglas? —Provocó ella sobre mí boca.


—No las necesitas —suspiré antes de besarla.


Sus muslos se apretaron contra los míos cuando la cogí de la cintura y la tumbé en el sofá. Me alejé de su boca y fui bajando por su clavícula mientras mis dedos se deshacían del sujetador. Ella tiró de mi camiseta. Segundos después noté el calor de la piel de su pecho y su vaivén contra el mío.


Pero Kathia no me dejaba tranquilo. Su imagen insistía una y otra vez.


Definitivamente las cosas no iban por buen camino.


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Published on March 10, 2015 06:59