Paul Pen's Blog, page 2
February 8, 2017
My new book is on its way
My third novel is on its way. I suddenly realised it last night when I saw it added to the Amazon site, with its very own page. I’ve worked on this novel since 2015, lived with its characters for nearly two years now, but it was yesterday when, in a sense, it first proved its existence to the world. It’s nothing more than a landing page—there’s not even a cover or a blurb on it yet—but it does reveal the title. Yesterday, only editor, translator and I knew about it. Today it’s official and public: DESERT FLOWERS is my upcoming new novel. Hard as rock and sand, tender as a cactus bloom. Mysterious as an animal skull reflecting the desert moonlight.
I can’t wait for my readers to meet the family that lives in that desert. In a house full of love and secrets. As you approach, you may hear laughter and screams. Anyone who enjoyed or suffered with what happened in the basement of The Light of the Fireflies—and every time I read the thousands of reviews on Amazon and Goodreads I rejoice at how many of you did—should be prepared to be shocked and moved again. But in a completely different way. No fireflies, darkness or confined spaces this time. Instead, the vast landscape of an immense desert strangely filled with all kinds of flowers.
I’ll be sharing more information on the novel as the AmazonCrossing release date approaches, but I felt the need today to introduce the book in a respectable and formal way. Readers, this is Desert Flowers. Desert Flowers, these are your future readers.
Mi próxima novela está llegando
Cada vez falta menos para que se publique mi tercera novela. Si estamos en febrero, que lo estamos, quedan apenas unos meses para que Plaza y Janés la lleve a las librerías. Llevo trabajando en esta historia desde 2015, he convivido con sus personajes durante casi dos años, pero lo que contienen sus páginas es aún un misterio para el resto del mundo. Lo que sí puedo adelantar por fin es su título: LA CASA ENTRE LOS CACTUS.
Tengo unas ganas increíbles de presentar a la familia que vive en esa casa. Un hogar lleno de amor y secretos. En sus alrededores pueden escucharse risas, pero también gritos. Quienes disfrutasteis sufriendo con lo que ocurría en el sótano de El brillo de las luciérnagas —y cada vez que leo las miles de reseñas en Amazon o Goodreads me alegro infinito de que fuerais tantos— os garantizo que volveréis a sobrecogeros y emocionaros con La casa entre los cactus. Pero de un modo diferente. Esta vez no hay luciérnagas, oscuridad ni espacios claustrofóbicos, sino un inmenso paisaje desértico en el que transcurre una historia tan dura como la roca y la arena. Tan tierna como la flor de un cactus. Tan estremecedora como la calavera de un animal reflejando la luz plateada de la luna.
Compartiré más información sobre el libro en las próximas semanas y a medida que se acerque el día de publicación, pero ya iba siendo hora de hacer una presentación formal. Lectores, esta es La casa entre los cactus. La casa entre los cactus, estos son tus futuros lectores.
February 29, 2016
‘The Light of the Fireflies’ is out now. Read the first chapter
THE LIGHT OF THE FIREFLIES is available NOW at Amazon sites. Set for an official release date of April 1st, the book has been included in the Kindle First selection of March, making it available one month earlier for Amazon members at the price of 1.99$ or Free for Prime members. Get it while the deal lasts at: http://amzn.com/B016A31ZWC
Click on the cover to read the first chapter:
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THE LIGHT OF THE FIREFLIES – PAUL PEN
A haunting and hopeful tale of discovering light in even the darkest of places.
For his whole life, the boy has lived underground, in a basement with his parents, grandmother, sister, and brother. Before he was born, his family was disfigured by a fire. His sister wears a white mask to cover her burns.
He spends his hours with his cactus, reading his book on insects, or touching the one ray of sunlight that filters in through a crack in the ceiling. Ever since his sister had a baby, everyone’s been acting very strangely. The boy begins to wonder why they never say who the father is, about what happened before his own birth, about why they’re shut away.
A few days ago, some fireflies arrived in the basement. His grandma said, There’s no creature more amazing than one that can make its own light. That light makes the boy want to escape, to know the outside world. Problem is, all the doors are locked. And he doesn’t know how to get out.…
September 3, 2015
September 2, 2015
‘Trece Historias’, mi nueva colección de relatos
‘TRECE HISTORIAS’ supone mi primera colección de relatos, trece cuentos en los que he podido escribir sobre muchos de mis temas favoritos: los viajes en el tiempo, la venganza, la obsesión, los experimentos anatómicos, la soledad, los freak shows… Finales inesperados, emociones intensas y personajes únicos, conforman esta colección.
Pero ‘TRECE HISTORIAS’ no es sólo una colección de relatos, sino una serie literaria digital. Los relatos irán apareciendo semanalmente, cada jueves, a lo largo de trece semanas, hasta conformar una primera temporada que se alargará durante tres meses llenos de misterio, terror, drama y suspense. De esta forma, cada relato se entiende como un nuevo episodio, independiente, muy en la línea de míticos programas televisivos como ‘Alfred Hitchcock presenta’, ‘Historias de la cripta’ o ‘The Twilight Zone’ (‘En los límites de la realidad’).
Con el fin de convertir la colección en algo más que una experiencia literaria, la publicación de cada relato irá acompañada por la aparición de un vídeo de presentación en el que yo mismo presentaré el relato, avanzando parte de su contenido, tal y como hacían Alfred Hitchcock, Rod Serling o el Guardián de la Cripta al inicio de sus respectivos programas. Estos vídeos se publicarán semanalmente en mi canal de YouTube e incluirán, además de la presentación del relato, la lectura de un fragmento.
Todos los relatos estarán disponibles en Amazon para su lectura en formato digital en dispositivos Kindle, o a través de la aplicación Kindle en cualquier otro dispositivo: iPhone, iPad, dispositivos Android o Windows. Cualquier lector, cualquiera, puede acceder sin problema a los relatos.
November 20, 2014
Encuentro con alumnos de una escuela de adultos
El pasado 18 de noviembre tuve un increíble encuentro con un centenar de alumnos de la Escuela Municipal de Adultos de Alcalá de Henares. Como escritor resulta muy conmovedor que, en un teatro lleno, un hombre de 47 años te diga que el tuyo es el primer libro que ha leído en su vida, o que una mujer se emocione hasta las lágrimas contándote lo feliz que le hace leer y estudiar a su edad, aprovechado ahora oportunidades que no tuvo en su infancia. Gratificante es también oír a una lectora contar cómo al terminar ‘El brillo de las luciérnagas’ sintió la necesidad de asomarse a la ventana y mirar las estrellas.
Muchas gracias a todos los que estuvisteis conmigo y, especialmente, a los que hicisteis posible el encuentro en el Corral de Comedias de la ciudad.
May 20, 2014
Canción de amor al libro de bolsillo
En la primera biografía que escribí para enviar a RBA, la editorial que publicó El aviso, se me ocurrió incluir una frase que acabó llamando la atención más de lo que yo mismo pensaba: que no me consideraría escritor hasta que no viera la edición de bolsillo de uno de mis libros vendiéndose en un aeropuerto.
Y puedo asegurar que no era ningún reclamo, ni broma, ni gracieta. Era la pura realidad. Quizá sea más lógico aspirar a que tu libro sea publicado en el formato más grande posible, con las tapas más duras que existan y superando el kilo y medio de peso, pero a mí lo que me hacía ilusión de verdad era imaginarme en el estante giratorio del puesto de prensa de un aeropuerto. Quería ver mi historia publicada en las que han sido siempre mis ediciones favoritas: las de bolsillo. Tapas blandas, páginas pequeñas, letras diminutas, portadas impactantes. Y ese olor a papel y tinta que sólo se consigue con la inferior calidad de los materiales. Pero también un olor que tengo asociado a las novelas que más he disfrutado y que siempre me recuerda al verano.
Lo normal es tirar de ediciones de bolsillo cuando se viaja. Ya sea a Dénia o a Nueva York. Puede ser a Torremolinos, comprando un libro después de desayunar, de camino a la playa, con la toalla sobre los hombros y parando en el quiosco que ha sacado a la acera el estante giratorio de los libros, que ya ni gira ni nada. Así me hice yo, entre otros muchos, con Corazón tan blanco de Javier Marías y Darkly Dreaming Dexter (la novela en que se basó la serie). Heart-Shaped box de Joe Hill también me lo encontré, en su idioma original, en alguna esquina de Mallorca o Gandía. Y aquí siguen conmigo:
Lo mismo ocurre con los viajes que incluyen mucho tiempo de avión, porque no hay nada mejor para sobrellevar diez horas cruzando el Atlántico, o tres horas sobrevolando Europa, que enfrascarse en las páginas de una historia que te haga olvidar lo incómodo que estás en el asiento, las ganas que tienes de que sirvan la comida, o lo lentísimo que avanza sobre el mapa el avioncito ese que va marcando en las pantallas el transcurso del trayecto. Y está claro que el libro que uno ha de llevarse a un avión tiene que ser en edición de bolsillo. A poder ser, comprado en el puesto de prensa más cercano a la puerta de embarque cinco minutos antes de la salida del vuelo. Maltratado ya de entrada por el montón de manos de viajeros que le han echado un ojo en la tienda para, al final, no llevárselo, y maltratado aún más tras meterlo a presión en el equipaje de mano.
Lo mejor de todo es que acabamos leyendo esos libros de bolsillo en dos de los escenarios más idílicos que se me ocurren para disfrutar de una buena historia: en la playa, a la sombra, en un caluroso día de julio; o en un avión, mientras todo el mundo duerme, a oscuras bajo el cono de luz luminosa que emite la lamparita individual en el techo.
Y si hay algo que define a un buen libro de bolsillo es el estado en el que termina su corta vida. Como son ediciones que cuestan poco y nos acompañan en la dura batalla contra la arena, el agua, la sal, las puertas de embarque y las salas de espera, tendemos a descuidarlos, y al final de su lectura acaban tan maltratados como la mochila de un viajero. Y eso precisamente lo que los hace grandes. Experimentados. Vividos. Acabarán en la estantería magullados, con el lomo agrietado. Probablemente les falte incluso un jirón de cartón que imposibilite leer el título al completo. Sólo unas muletas y un parche en el ojo podrían empeorar su aspecto. A su lado lucirán impolutas otras obras en ediciones normales, incluso de lujo. Ediciones leídas en otoño o invierno, al calor de una taza de café y en un sofá en el que libro y lector estuvieron siempre a salvo de los elementos. Pero si alguien me diera la oportunidad de entrevistar a alguno de esos dos libros, al sucio de bolsillo que ha recorrido miles de kilómetros o a la excelente edición de tapa dura que no ha salido del salón, tengo muy claro a cuál elegiría. He aquí dos novelas que me encantan, pero sólo una de ellas, con su pequeño tamaño y manejabilidad, pudo acompañarme en un gran viaje:
Y por eso ahora que se edita en bolsillo mi segunda novela, El brillo de las luciérnagas, espero que al final del verano haya muchos ejemplares en maletas en el trastero, al fondo de bolsos de piscina, en los bolsillos laterales de mochilas que se vayan de InterRail y sobre el mostrador de recepción de hoteles de playa. También espero que quede algún ejemplar abandonado en el estante giratorio de algún puesto de prensa en el paseo marítimo de algún pueblo costero. Espero que el sol amarillee las páginas de ese libro durante todo el verano y que el aire cálido acartone sus cubiertas. Que llegue la fecha de cierre de temporada y el dueño de la tienda almacene el estante al fondo del local, para que mi libro sobreviva a un duro invierno haciendo frente a las telarañas y la humedad. Para que el próximo verano, o dentro de otros siete, ese libro vuelva a salir a la calle en su estante giratorio convertido en uno de los tipos de libro más fascinantes que existen: los de edición de bolsillo, maltratados por el tiempo, con olor a viejo, y que ofrecen entretenimiento durante un período de tiempo tan importante en cualquier vida como son las vacaciones.
‘El brillo de las luciérnagas’ ya disponible en edición de bolsillo (DeBols!llo) por 9,95€. Y en una nueva edición digital por 6,99€.
October 17, 2013
Mi primer relato
Hoy, RHM Flash, el sello de Random House que publica relatos en formato digital, publica un par de historias de terror que estaba deseando que vieran la luz. Se titulan OTEL (sin hache) y La sangre del muerto. Este último tiene la particularidad de ser el primer relato serio que escribí en mi vida. Antes había escrito algunas historietas de brujas y niños que se transforman en animales, tan inspiradas en Roald Dahl que rozaban el plagio descarado, y ejercicios de redacción en clase de Lengua que enfrentaban a Góngora y Quevedo en batallas telequinéticas deudoras de Carrie. Pero superada aquella fase imitadora, La sangre del muerto supuso mi primer intento de escribir algo adulto, o lo que yo entendía por adulto en aquel entonces: a mis trece o catorce años, adultos me parecían los chicos de dieciséis que protagonizan la historia. Aún recuerdo perfectamente la noche de verano en que abrí un cuaderno sin usar del colegio y me dispuse, bolígrafo en mano, a perseguir mi carrera de escritor. Afortunadamente, esta reliquia se ha ido conservando hasta hoy, de trastero en trastero, guardada en la caja de los álbumes de cromos. Así de bien luce:
¿De dónde obtuve la inspiración para la primera gran hazaña que supone escribir un relato entero? De la tele, cómo no. Siempre he sido muy seguidor de las series de televisión que consistían en pequeños relatos de misterio con grandes giros finales, como Alfred Hitchcock presenta…, Cuentos asombrosos, o Historias de la Cripta. La que más veía por aquel entonces era esta última, que emitía Telecinco por las noches. Su cabecera sigue siendo una de mis favoritas: el sonido inicial de la verja al abrirse, los susurros que se oyen al bajar la escalera y la risa histérica del guardián de la cripta al final, me transportan aún hoy, de forma mágica, a aquellos veranos de mediados de los noventa. Y eso vale casi tanto como tener una máquina del tiempo.
Esas historias me parecían el no va más de la narrativa. En apenas veinte minutos lograban transportarte a algún escenario lúgubre en el que un personaje sufría lo indecible para, en la mayoría de los casos, alcanzar un final aún más tétrico. Entre mis claros favoritos está el episodio que protagoniza Kyle MacLachlan (el Agente Cooper en Twin Peaks), sobre la accidentada huida de un fugitivo a través del desierto de Arizona, esposado al cadáver del policía que pretendía atraparle y seguido de cerca por un buitre hambriento. También el capítulo en el que un cadáver (interpretado por el actor al que siempre conoceremos como ‘el malo de Ghost’) resulta estar consciente durante todo su proceso de refrigeración y autopsia, extracción de cerebro incluida.
Así que cuando yo escribía La sangre del muerto en realidad lo que pretendía escribir era mi propio capítulo de Historias de la cripta. Todo el relato parte de una duda real que me surgió por aquel entonces, la típica duda de un chico de trece años: ¿sangran los muertos? La lógica me llevaba a pensar que no, algo de la coagulación o algo, pero… ¿y si me equivocaba? Hoy en día Google me hubiera ofrecido la respuesta en diez segundos, pero corrían los tiempos en que mi única fuente de sabiduría era la Larousse de diez tomos, más dos suplementos, que teníamos en el salón de casa y, ni buscando por ‘muerto’, ni buscando por ‘sangre’, hallé la respuesta, así que el interrogante me pareció suficientemente sólido para sostener sobre él todo el relato.
Tan sólo tuve que trasladar el interrogante a los cuatro adolescentes que protagonizan el cuento. Aburridos una noche de verano, estos muchachos deciden experimentar y descubrir por sí mismos si los muertos sangran o no. Para ello, sólo tienen que acercarse a la casa del pueblo que hace las veces de funeraria… Cualquiera que haya visto Historias de la cripta sabe que esos planes nunca acaban bien, pero ahí es precisamente donde la cosa se pone interesante.
El relato original ocupaba una docena de páginas escritas a mano. En algún momento de la década de los noventa acometí aquella tarea primitiva de “pasar a ordenador” el texto, y así permaneció durante años en algún rincón olvidado de mis sucesivas computadoras. Con el paso del tiempo, y aunque la idea del relato seguía gustándome y le tenía el cariño lógico que se le tiene a lo primero que uno escribe, me di cuenta de que el estilo era infantil e impublicable. Por eso hace poco, después incluso de haber editado El aviso, decidí revisarlo.
Por mi mente rondaba también desde hacía tiempo la idea de escribir algún relato en el que los hechos se narraran en primera persona pero desde varios puntos de vista. Cinco o seis personajes encajando diferentes momentos de una historia de tal manera que el lector la fuera armando en su cabeza siguiendo el muy subjetivo discurso de cada uno. Cuando releí La sangre del muerto ( y tras avergonzarme con algunos pasajes), me di cuenta de que disponía de cuatro personajes que vivían una experiencia traumática de muy diferentes formas, y que eso suponía un material perfecto para llevar a cabo el experimento narrativo. Ya que me pongo, y para demostrar mi compromiso con este blog, voy a desnudarme un poquito incluyendo uno de esos vergonzosos pasajes que escribí en el cuaderno del colegio:
Queda claro que hacía calor, ¿no?
Total, que la corrección del relato consistió en transformar la narración omnisciente y lineal en una desestructurada pero ordenada sucesión de discursos en primera persona. El relato queda así construido a partir de las transcripciones de las declaraciones que los cuatro muchachos hacen en comisaría tras el incidente. El reto de escribir las diferentes voces se hacía todavía más interesante al tener que ceñirme a diálogo puro para contar el escalofriante suceso.
También aproveché la reescritura para incluir un homenaje al propio Historias de la cripta que tanto tuvo que ver en el nacimiento de la historia. Ahora, todo el debate sobre si los muertos sangran o no surge en el cuento a raíz de un capítulo de la serie que uno de los protagonistas cuenta haber visto, en el que un pintor utiliza sangre de cadáveres para pintar cuadros que vende por millonadas. Fue la mejor forma que se me ocurrió de incluir un sincero agradecimiento a una de las mejores series que ha existido nunca.
Si te han entrado ganas de leer La sangre del muerto, está disponible en todas las plataformas de venta de libros digitales, junto con OTEL, por 1.49€: lo tienes en Amazon, iBooks, Casa del Libro, Google Play… De momento, aquí tienes un adelanto:
LA SANGRE DEL MUERTO
Por Paul Pen
[De los testimonios obtenidos en el interrogatorio individual a los cuatro sospechosos: Alicia Arsenal, Raúl Prieto, Nelda Maldonado y Marcos Sonora. Archivados en formato digital de audio]
Alicia Arsenal (archivo: AA.wav / TC: 06’32” – 07’43”)
No sé en qué momento nos dimos cuenta. Cuando le cortó con la navaja, supongo. Pero yo ni siquiera estaba mirando. Me había dado la vuelta. Nunca creí que fuéramos a hacerlo de verdad. Cuando oí gritar a Nelda, supe que algo iba mal. Pero no me imaginé el qué. Y lo que hemos sabido esta mañana… Dios mío, pobre Nelda. ¿Saben cómo se encuentra? ¿La están interrogando ahora también? Echarlo a suertes no sirvió de nada. Ya les he contado eso. Necesitaría comer algo. No he probado bocado desde anoche. ¿Empezar otra vez? ¿Desde el principio? Por favor, estoy cansada. ¿Podré irme a casa después? Perdón. Ya se lo he dicho: la idea fue de Raúl. Sí, es mi novio. Una pelea de chicos. A Raúl le gusta tener la razón. Empezó hace tiempo, no sé…, antes de que acabara el curso, en junio.
Raúl Prieto (archivo: RP.wav / TC: 04’20” – 06’38”)
En junio. A finales. La discusión empezó en el vestuario. Creo que fue el día antes de la final. Nos llevamos la liga. Nuestro instituto no había ganado nunca. Y yo fui el máximo goleador. Claro que me parece importante. ¿Para el caso? No, claro, para eso no. Yo estaba en la ducha. Fuera escuché a alguien hablando del capítulo de una de esas series de terror. Sí, era David. El Manson. ¿Cómo? David es el Manson. Le llamamos así. Porque es muy raro. Tiene mi edad y creo que no se ha follado todavía a ninguna. Pero qué bien juega, el tío. Muchos de mis goles fueron asistencias suyas. Ya, ya, todavía no me hago a la idea. Un chaval raro. Le gusta mucho el cine de terror y escucha al tío ese que hizo que los de aquel instituto americano mataran a sus compañeros. El que tiene nombre de mujer. Hace poco vi con Ali la peli que hicieron sobre el tema y nada, un rollo. ¿Ali y yo? Es mi novia. No es que me vaya a casar con ella ni nada de eso, pero… Vale. Pues el Manson empezó a hablar en el vestuario sobre un capítulo de esa serie de terror, que la están repitiendo en la tele, ahora no recuerdo en qué canal. Es antigua, como de principios de los noventa. De antes de que yo naciera, seguro. El Manson hablaba de una historia sobre un pintor que utilizaba sangre para sus cuadros. Se supone que la sacaba de cadáveres que desenterraba del cementerio. Les cortaba el cuello, llenaba un cubo con la sangre y se lo llevaba a casa para pintar. Luego los vendía por un montón de pasta. y no recuerdo cómo dijo que acababa. El caso es que salí de la ducha flipado de escuchar todas esas tonterías. El Manson ya me estaba cabreando. Ya sé que no debería hablar así de él, pero es lo que pienso. Y yo siempre digo lo que pienso. Así me ha educado mi padre. ¿Que no tengo corazón? Puede ser; Ali me lo dice todo el tiempo. Pero ahí está, comiendo de mi mano. ¿Desde anoche? Puede ser, dijo que no había podido cenar. Que estaba nerviosa. A lo que iba: mi padre es médico, así que de esas cosas entiendo bastante. Puede que saque malas notas en biología y todo el mundo piense que sólo sirvo para jugar al fútbol, pero algún día se tragarán sus palabras, porque… Vale. Pues sigo. Salí de la ducha para cerrarle la boca al Manson porque lo que estaba escuchando era una gilipollez. Mi padre es médico, y sé perfectamente que los muertos no sangran.
Marcos Sonora (archivo: MS.wav / TC: 02’15” – 04’22”)
El padre de Raúl es médico, y él piensa que eso se hereda. Siempre que en una conversación sale un tema de medicina, el tío se cree que tiene la razón. Y en realidad no sabe una mierda.
October 9, 2013
¿Debemos registrar todo lo que escribimos?
Antes de que mi primera novela llegara a las manos adecuadas, dediqué casi un año a enviarla a todas las editoriales posibles. También la envié al Premio Minotauro de aquel año, sin suerte alguna. Y recuerdo que cuando le contaba a alguien que estaba mandando alegremente el manuscrito a todas partes, la primera pregunta que me hacían era: “la habrás registrado, ¿no?”
Todos conocemos anécdotas como la del creador de futbolín y parece estar bastante instalada en el imaginario colectivo la figura siniestra de una persona malvada apropiándose del trabajo de otra que no puede demostrar su autoría porque nunca registró el original. Yo pasé por el trance de imaginarme plagiado antes incluso de terminar el manuscrito de El aviso, del cual llevaba una copia de seguridad en un reproductor de mp3 con el que iba al gimnasio. Una tarde, entre pesas y carreras en la cinta, lo olvidé en algún rincón. Y no lo volví a ver más. Como todo autor que está escribiendo su ópera prima, sentía que era, básicamente, la mejor novela de la historia y que iba a cambiar con ella el transcurso de la narrativa moderna.
Para mí, lo que contenía aquel mp3 era poco más o menos que un futuro de gloria, riquezas y reconocimiento. De repente, imaginaba mi valiosa historia en manos de algún levantador de pesas que se haría rico con mis ideas mientras mi vida se desintegraría como un barquito de papel en las corrientes de un alcantarillado. Hasta el día en que moriría de hambre en una acera viendo en los televisores de algún escaparate cómo ese ex compañero de gimnasio recibía el premio Nobel de Literatura por mi novela. Pues bien, es bastante probable que la realidad fuera otra, y que lo primero que hiciera esa persona que se quedó con mi reproductor fuera borrar el montón de archivos de Word que le estorbaban para poder meter más canciones de DJ Tiësto.
En efecto, todo ese miedo al plagio que parecemos tener los autores novatos está bastante infundado. Sirva mi pequeña fábula del mp3 para entender que, en realidad, la mayoría de profesionales que reciban un manuscrito actuarán de dos maneras:
Si se trata de un editor, agente o secretaria de una editorial de las que no tienen cabida para nuevos autores, obviarán el envío con la misma indiferencia con la que mi compañero de gimnasio sobreescribió El aviso con música techno.
Si es un editor, agente o secretaria de una editorial abierta a encontrar nuevo talento, lo primero que querrán será contactar con el autor del envío. Hacer un contrato. Asegurarse de tener entre sus filas al autor que ha redactado esas palabras. Porque probablemente pueda redactar muchas más, e igual de buenas. Nadie que sea serio en el mundo editorial va a robar un manuscrito para publicarlo de mala manera a espaldas de su autor.
Por lo tanto, tranquilidad. Por mucho que sintamos que nuestras ideas son las mejores y que el mundo entero será capaz de conspirar contra nosotros para hacerse con el santo grial de nuestra prosa sin que nosotros lo sepamos, la realidad es otra. De hecho, si atendemos a lo que cuentan las hemerotecas, es bastante más probable que nos plagien cuando ya tengamos un mínimo de reconocimiento que ahora que no somos nadie.
¿Quiere esto decir que no hace falta registrar los textos que escribimos? Hombre, pues no me atrevería a decir tanto, pero sí recomendaría un poco de relajación al respecto. No olvidemos que las obras, y los derechos sobre ellas que corresponden al autor, están protegidas por el mero hecho de su creación. Es verdad que una vez que uno termina una novela, tiene hasta su punto pasarse por el registro. Sobre todo porque el hecho de que exista un papel oficial con el título de la obra parece que le da cierto empaque. Es como su certificado de nacimiento. Éste es el papel del registro de El aviso (cuando todavía se titulaba Radar):
Pero si estás en la fase de escribir relatos para enviar a premios y tienes miedo a poner en circulación tus maravillosas ideas y que todo el mundo te las plagie, de verdad que puedes ahorrarte unos cuantos viajes al registro. Ve enviando los que tengas con tranquilidad y, ya cuando reúnas un buen número, regístralos todos de una vez, que es más sencillo. A quien le gusten tus cuentos, los publicará, y los derechos de autor te pertenecerán de igual manera porque son tuyos nada más. A quien no le gusten, los desechará como desechó mi compañero de gimnasio aquellos documentos de Word que narraban la vida de Leo Cruz, aún sin el desenlace.
Recuerda que la sección de comentarios está más que abierta para dudas, consultas y opiniones. Y si le das al botón ‘Me Gusta’ que encabeza la entrada pasarán cosas mágicas a tu alrededor.
October 3, 2013
Escribe de lo que sabes. Bueno, mejor no.
Regreso al blog tras el largo parón estival con la sensación de haber vivido uno de los mejores veranos de mi vida recorriendo Estados Unidos en coche. Algo que va a hacer mucho bien a mi tercera novela porque el verano y la carretera serán protagonistas fundamentales. Y es curioso que yo diga esto porque, desde siempre, he sido bastante reacio a aceptar una de las máximas más repetidas en cursos para escritores: “Escribe sobre lo que conoces”/ “Escribe de lo que sabes”.
En manuales de escritura y cursos para escritores incipientes nunca falta dicho consejo, que acaba siendo el responsable de que muchos intentos de primeras novelas acaben convertidos en aburridos diarios o en elaborados ejercicios de documentación carentes de cosas mucho más importantes como son la trama, los puntos de giro o las emociones de los personajes. Aunque todos somos individuos únicos y bellos en nuestra propia singularidad, nuestras vidas tienden a ser más anodinas de lo que pensamos y, desde luego, mucho más aburridas cuando se ven desde fuera.
Leí tantas veces ese consejo en libros de escritura y blogs de otros autores que, al principio, dudé mucho si realmente debía intentar escribir las historias que quería escribir. ¿Cómo iba a lanzarme a escribir toda una novela sobre una familia encerrada en un sótano si nunca he experimentado nada similar? Bueno, en una ocasión fingí haber ido al colegio y realmente me escondí de mis padres en el tejado, donde me quedé nueve horas hasta que pude bajar y entrar en casa como si tal cosa —curiosamente, en clase de Lengua estábamos leyendo El diario de Ana Frank, y fue esa historia sobre un encierro la que me acompañó durante la odisea—, pero siendo eso es lo más cerca que he estado de vivir algo parecido a lo que vive el protagonista de El brillo de las luciérnagas, ¿cómo iba a poder describir correctamente su encierro durante diez años? Atendiendo a la máxima “Escribe sobre lo que conoces”, muy difícilmente.
Y, sin embargo, a cualquiera se le ocurriría una alternativa sencilla: usando la imaginación. No parece muy acertado aconsejar ceñirse a lo conocido en una labor como la de escritor, que tiene en la imaginación su arma más poderosa. El as más fácil de jugar sería decir que si L. Frank Baum hubiera escrito únicamente sobre lo que conocía nunca hubiéramos visitado Oz, pero sería una carta mal jugada: fábulas ultraimaginativas como esa o Alicia en el país de las maravillas reflejan la realidad de nuestras vidas con mayor precisión que muchas películas costumbristas. Tanto Baum y Carroll realizaron un perfecto estudio de muchos de los sentimientos humanos aunque sus protagonistas fueran un sombrerero loco y un hombre de hojalata.
Por eso aceptaría “Escribe sobre lo que conoces” referido a las emociones o sentimientos, que imagino que es lo que pretendía transmitir originalmente el consejo (pero seguro que había una forma menos ambigua de enunciar esta pieza de sabiduría para que no acabara malinterpretada tan fácilmente). Al final en una historia las circunstancias concretas de los personajes, el país en el que viven o el número de patas del monstruo extraterrestre contra el que luchan no son más que accesorios para tratar temas que acaban siendo universales. Yo elegí un sótano y un niño encerrado con un tarro de luciérnagas, pero en realidad estaba hablando del miedo a estar condenados por nuestras propias circunstancias. Ya sea a vivir en un sótano, a pasar nueve horas diarias de nuestra vida activa en una oficina , o a que toda nuestra existencia acabe desarrollándose en un mismo país e incluso una misma ciudad.
Si impartiera un curso de escritura creativa intentaría no adoctrinar a futuros escritores con máximas de ese tipo que llaman a la contención. A ponerse límites. Si la historia que quieres escribir transcurre en China, Topeka o bajo el mar, adelante. Escribe sobre lo que no conoces porque quizá sea en una luna de Júpiter donde haya que localizar el próximo mejor drama de la literatura, ese que hable de la soledad de una criatura azul con antenas cuya existencia nadie conoce y que, por eso mismo, conecte con los millones de adolescentes que se sienten invisibles en el instituto. Por muy disparatado que sea el entorno, al final una buena novela acaba hablando de emociones y sentimientos universales con los que acabarán identificados los lectores.
Hace poco leí Memorias de un amigo imaginario, de Matthew Dicks, una novela que tiene al protagonistas más inverosímil que recuerdo: el amigo imaginario de un niño que podría ser autista. Es el propio ser inexistente, invisible, quien narra el libro en primera persona. Toma ya. Pues bien, las últimas páginas de ese libro, un discurso enunciado por el ser imaginario, constituye uno de los textos más bonitos que he leído sobre el amor paterno filial [SPOILER]:
“Nunca más volveré a ver a Max. Lo echaré de menos todos y cada uno de los miles de días que le queden por vivir, cuando crezca y se haga un hombre y tenga a un pequeño Max a su vez. Creo que si pudiera quedarme sentado en algún sitio, quieto y sin hacer ruido, y ver crecer a este niño que tanto quiero a lo largo de su vida, sería feliz. Ya no necesito seguir existiendo por mi propio bien. Lo único que deseo es seguir existiendo por él. Para saber lo que pasa en su vida”.
¡Y lo escribe un ente inmaterial! Por suerte, el autor se atrevió a escribir sobre lo que no conocía para acabar reflejando de la mejor manera posible la belleza del sentimiento paterno que, intuyo, sí debe conocer.
A todo esto, ¿aún no has leído El brillo de las luciérnagas? Pues este vídeo te da unas cuantas razones para hacerlo:




