Ralph Barby's Blog, page 5
April 10, 2021
Hojas de papel Din A4

El terror de los Escritores sin imaginación
Creo que los amables lectores no llegan a imaginar cuál era el consumo de papel para escribir que utilizaba un Escritor del PULP.
Las hojas que utilizábamos eran las de Din-A4. Personalizaré en mí, en el total de hojas que utilicé para manuscritos-borradores fueron aproxi.. unas 70.000 hojas, y para los originales ya limpios y corregidos a entregar al editor, otras 70.000 hojas, de gramaje 80, aunque en algunas ocasiones se entregaron de 90 gr. para impresionar un poco más a los correctores de las editoriales. Tampoco hay que olvidar las dos copias de papel cebolla de las mismas dimensiones que iban para la censura en Madrid. Como en algún tiempo solo nos pidieron una copia en papel cebolla, la cantidad consumida podría quedar en 100.000 hojas. Es fácil hacer sumas para darse cuenta del consumo de papel D-A4 que llevábamos a cabo.
Como he dicho, el original se lo quedaba el Editor y las copias iban a Madrid, pero AAAAH! ¿Y los originales-borradores previos? Los aborrecía, llenos de tachones, rayados, abultaban y abultaban, había que deshacerse de ellos sin que nadie se los pudiera llevar a su casa, todo un drama. En paquetes bien atados, trataba de hundirlos en la amada mar Mediterránea, y aunque se empapaban, terminaban por flotar. Eran paquetes de celulosa de leña o ya no sé de qué, enterré algunos en las arenas de las playas, otros los quemé en una chimenea de barbacoa en casa de un amigo, su mujer se ponía nerviosa al ver tanto humo. El papel empaquetado quema mal, a menos que tengas una chimenea hogar como la que ahora tengo en mi chalé, es otra cosa porque adquiere más temperatura. Los cabrones de la Inquisición, habrían enloquecidos de alegría ante tantas hojas escritas ardiendo, humo y llamas convirtiendo el pensamiento en cenizas que se llevaría el viento, hojas y más hojas que habían brotado de diabólicas máquinas de escribir inventadas por seres del averno.
Pues sí, amables lectores, conseguí deshacerme de decenas y decenas de miles de hojas machacadas por los tipos de las diabólicas máquinas, hojas tachonadas por decenas de bolígrafos utilizados por la mano experta de Àngels. No olvidemos las cajas de hojas de papel carbón para las copias, ni las resmas de cartulinas para encuadernar esos originales y sus copias. Por cierto, Ralph Barby encuadernaba sus manuscritos y copias en rojo.
©Ralph Barby
March 29, 2021
Universidad Complutense Madrid
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE MADRID
FACULTAD DE FILOLOGÍA
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA Departamento de Filología Española IV HISTORIA EXTERNA DE LA NOVELA CRIMINAL EN ESPAÑA (1939-1975) MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Vicente de Santiago Mulas Bajo la dirección de la doctora Gloria Rokiski Lázaro Madrid, 2002 ISBN: 978-84-8466-385-0 ©Vicente de Santiago Mulas, 1996
Extracto sobre Ralph Barby como Autor en los temas policíacos.
- BARBERAN DOMíNGUEZ, Rafael seud.: Ralph Barby Cultivó todos los géneros populares. con el seudónimo Ralph Barbv : 242. El loco ratón, Barcelona, Bruguera, 1967, (col. Archivo secreto n0 156), 127 Pp. 243. Embrión del F.B.I., Barcelona, Bruguera, 1967, (col. Punto rojo n0 280), 128 Pp. 244. Buda rojo, Barcelona, Bruguera, 1967, (col. Servicio secreto n0 866), 127 PP. o 84 245. Luna vieja llama a Calícula, Barcelona, Bruguera, 1967, (col. Servicio secreto n 0 883), 127 pp. 246. Sudando entre cocotems, Barcelona, Bruguera, 1968, (col. Servicio secreto n0 917), 127 Pp. 247. La cripta del tesoro, Barcelona, Bruguera, 1968, (col. Punto rojo), 128 PP~ 248. Detective más caro de Miami, Barcelona, Bruguera, 1968, (col. Punto rojo), 128 PP. 249. El crimen no es rentable, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Punto rojo), 128 Pp. 250. Diamantes indigestos, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Punto rojo), 128 PP. 251. Lavado de cerebro, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Punto rojo), 128 Pp. 252. Pelotari, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Punto rojo), 128 PP. 253. La subasta del miedo, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Punto rojo), 128 PP. 254. Cazador de hampones, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Servicio secreto), 128 Pp. 255. Doble trampa, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Servicio secreto), 128 PP. 256. Noches de insomnio en Hollywood, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Servicio secreto), 128 Pp. 85 257. El rey de los narcóticos, Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Servicio secreto), 128 Pp. 258. 5.0.5., Barcelona, Bruguera, 1969, (col. Servicio secreto), 128 Pp. 259. Buscando al espía Charlie, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Punto rojo n 0434), 127 pp. 260. Interpol llama a Lisboa, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Servicio secreto n0 1029), 127 Pp. 261. En el fondo de una bañera, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Servicio secreto n0 1033), 127 Pp. 262. Tumbas olvidadas, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Servicio secreto n0 1035), 127 pp. 263. El detective del millón, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Servicio secreto n0 1037), 127 Pp. 264. El peor delito, Barcelona, Bruguera, 1970, (col. Servicio secreto n0 1078), 127 Pp. 265. Divide y vencerás, Barcelona, Bruguera, 1971, (col. Punto rojo n0 445), 127 Pp. 266. Para morir traje de seda, Barcelona, Bruguera, 1971, (col. Punto rojo n0 484), 127 PP. 267. El dragón amarillo, Barcelona, Bruguera, 1971, (col. Servicio secreto n0 1105), 127 pp. 268. Muñecos sacrificados, Barcelona, Bruguera, 1972, (col. Punto rojo n0 505), 126 PP. e 86 269. El secreto del doble sótano, Barcelona, Bruguera, 1972, (col. Punto rojo n 0 512), 126 Pp. 270. El colmillo del leopardo, Barcelona, Bruguera, 1972,
secreto n 0 1287), 96 Pp. 281. ¡Esto va en serio, nene!, Barcelona, Bruguera, 1975, (col. Servicio secreto n0 1295>, 96 Pp. 282. Cadáveres a gogó, Barcelona, Bruguera, 1975, (col. Servicio secreto n0 1308), 96 Pp. -

March 20, 2021
Revista Bungaku 4 - Entrevista a Ralph Barby
https://www.dropbox.com/preview/Bunga...
Entrevista a Ralph Barby,
De las páginas 25 a la 50 más el artículo …
“La cuadratura del círculo.”
Nacido en Barcelona con el nombre de Rafael Barberán Domínguez, se dio a conocer en el mundillo literario bajo el seudónimo de Ralph Barby —en la década de los sesenta era casi la única manera de publicar en este país—.
Cuenta en su haber con más de mil libros publicados y unas ventas que rozan los dieciocho millones de ejemplares, bagaje más que suficiente para ser considerado como uno de los grandes escritores de fantasía y terror de nuestra literatura.
En Bungaku somos unos auténticos apasionados de los bolsilibros (como llamábamos en España a la literatura pulp), y es por ello un auténtico placer tenerte aquí.
Bungaku: Vamos con una batería de preguntas sencillas para calentar motores. En tres palabras: ¿cómo te definirías?
Ralph Barby: Como un escritor ácrata, libertario y escéptico que ha envuelto su pensamiento en un formato «creativo-pulp». De todos modos, como dijo el gran Neruda, «confieso que he vivido» y, en consecuencia, debo haber cometido muchos errores. I am sorry.
B.: Esa definición que has hecho de ti mismo, ¿se podría aplicar también a tu estilo? ¿O, por el contrario, se halla en el polo opuesto?
R.B.: No lo sé, el estilo «creativo-pulp» es muy dinámico, atrapa al lector de inmediato. Dentro de este estilo están los escritores que no dicen nada y los escritores que, conscientes de ello o no, expresan su propia filosofía social. Hay lectores de todas las sensibilidades, no se puede pedir que todos los que te lean lleguen a entender lo que tratas de contar.
B.: ¿Te enmarcas más como lector o como escritor? ¿Concibes lo una sin lo otro?
R.B.: Unido lo uno a lo otro, sí, pero no siempre. Añadiría que tampoco puede darse de forma tajante esa dualidad; dejémoslo en que también hay fases intermedias que pueden decantarse hacia ser más lector que escritor o a la inversa.
B.: ¿Puedes decirnos cuál es tu última lectura, la actual y la próxima que tienes preparada?
R.B.: En mi caso, imposible dar respuestas concretas. Leo capítulos, retazos, nada extenso de nadie. En el pasado leí mucho y no busco referentes. Fragmentos de distintos libros, diferentes autores que han reforzado mi propio pensamiento. Donde había dudas, inseguridades y nieblas espesas, se abren luces que te tranquilizan. Mika Waltari, Miguel Delibes, William Saroyan, Ernest Hemingway, Eduardo Somoza, Charles Dickens, Vicente Blasco Ibáñez, Enric Pinyol, Benito Pérez Galdós, etc., etc. Me gustan todos aquellos que se han aproximado al realismo social, no importa la época. En la mesita de noche tengo mi inseparable aparato de radio. Me apasiona oír lo que me quieran contar y, de cuanto escucho, extraigo mis propias conclusiones.
B.: Centrémonos ahora un poco en esos primeros años literarios. Escribir y, por ende, vivir de la escritura, ¿era tan difícil como se encargan de recordarnos una y otra vez en diversos medios? ¿O piensas que cada época tiene sus dificultades?
R.B.: O.K., cada época tiene sus dificultades y cada persona tiene su problemática. Escribir y conseguir que te lean siempre ha sido muy difícil. Es sabido que en el mundo de los escritores ha habido muchos suicidios. No se puede incluir en un mismo paquete a todos los escritores/as. Los hay con capacidad para escribir muchas historias y, por el contrario, los hay que tienen una sola obra in mente a la que dan vueltas y más vueltas. Incluso algunos de estos últimos pueden llegar a creer que han escrito tres o cuatro libros cuando, en realidad, solo han escrito una historia a la que han dado diversos giros. Muchos son cronistas de la literatura que escriben sobre lo que ven en su entorno, historias y anécdotas que les han contado. Están también ahí y pueden ser tan buenos o tan malos como los creativos de la Fantasía.
B.: Sueles agradecer, siempre que tienes ocasión, el papel fundamental que siempre ha jugado en tu trabajo la también escritora Àngels Gimeno, con la que llevas felizmente casado desde hace muchos años. ¿Qué parte de Ralph Barby le corresponde por mérito propio?
R.B.: Suelo decir: «ante Àngels, de rodillas y con las orejas gachas». Soy escritor porque me cogió por el cuello y casi me sentenció diciendo: «tú serás escritor». Claro que, si ella no hubiera llevado el veneno de la literatura circulando por sus venas, no se habría producido esa simbiosis. El pensamiento y la narrativa son totalmente míos, pero el cuidado de la escritura y el inmenso trabajo que ello significa son mérito de Àngels. Nada más conocerme me calificó
como «rollista», y me aseguró que me puliría. Fue una excelente maestra y yo me apliqué como alumno. Siempre fui buen estudiante, incluso durante mi Diplomatura de Química. Me he esforzado en cumplir con todo aquello que se me propone. Por supuesto, al ser ella una mujer, su capacidad de entrega es superior a la mía, y te das cuenta de ello en todas las vertientes a lo largo del día. Como escritora podéis comprobar que ya tiene publicadas siete novelas, todas suyas en su totalidad y en las que yo no tengo arte ni parte. Eso sí, siempre soy el primero en leerlas (nunca me ha pedido consejos profesionales. Es muy suya, y así ha de ser).
B.: Durante años trabajaste para la editorial Bruguera y viviste aquel boom. En diferentes artículos se habla del denominado «estilo Bruguera». ¿Podría contarnos en qué consistía ese estilo, si es que existía en realidad?
R.B.: En mi opinión (otros pensarán lo contrario), no existía el estilo Bruguera. Esta editorial en sí misma era un «Imperio», lo mismo que lo era Planeta, y cada imperio tenía sus adictos. Antes que en Bruguera yo había publicado en las editoriales Torroba, Ferma, Toray y Rollan. Todas eran lo mismo, pero el poder de introducción en el mercado era diferente. Los kiosqueros y las pequeñas librerías-papelerías también preferían los «paquetes de la Gran Bruguera» porque además de bolsilibros, ponía a la venta un buen número de comics con tiradas impresionantes. Se impuso en el mercado; lo digo porque personalmente tengo experiencia propia en el tema de llegar al mercado. Bruguera seleccionaba a los escritores y los mantenía solo si el mercado los aceptaba, así de simple. Por otra parte, éramos pocos los autores capaces de sostener el ritmo de originales que nos pedían. Un escritor que entregara un original al mes no podía vivir de ello, pero unos pocos, muy pocos, teníamos la capacidad de escribir varios manuscritos cada mes. Por otra parte, tampoco había paralelismo en cómo podía escribir Estefanía u otros cinco o seis autores, sobre un total de setenta escritores que andábamos por la editorial. Si teníamos un estilo, sería el de Cecil B. de Mille, el director cineasta. Empiezas la historia como un volcán en erupción y luego sigues, y el lector hace lo mismo. Los lectores sabían muy bien qué colecciones y autores escoger, y las tiradas eran buenas.
B.: ¿Eran buenos, malos tiempos, o tan solo otros tiempos?
R.B.: Tan sólo eran otros tiempos y los tiempos, para los escritores, siempre han sido difíciles. Haciendo una comparación con lo que pasa en la actualidad, éramos muy pocos, trabajábamos mucho y no pasábamos de ser unos confinados. Se propagó la voz de que ganábamos dinero, y algunos escritores de esos que se creían superiores en el mundo de la
Literatura quisieron entrar en el mundo de los bolsilibros, pero guardando su anonimato. El resultado fue que iban fracasando poco a poco. Se movían más en el mundo de la literatura de crónica que en la del creativo de fantasía. Para decirlo más claro, carecían de la suficiente imaginación, y los bolsilibros siempre se han caracterizado por rebosar imaginación.
B.: Novelas populares, novelas «de a duro», bolsilibros, llibres de butxaca, novelas pulp… Estas son algunas de las diversas maneras de referirse a esas maravillosas novelas cortas que nos deleitaron, y que aún siguen deleitándonos a muchos de nosotros. ¿Qué término prefieres?
R.B.: Personalmente, prefiero el de novelas pulp, y diré que algunos de los bolsilibros, transformados a otros formatos, funcionan perfectamente y ya no se les llama así. Son novelas cortas de entretenimiento en las que algunos de nosotros hemos tratado de expresar ideas en forma de metáforas. Hemos escrito novelas de doscientas páginas, como cualquier otra novela que se pueda vender hoy día en una librería, pero el problema es el prejuicio con que insisten en valorarlas los santones que rigen en la cultura. Cuando escribíamos confinados en el mundo de las sombras no éramos nadie pero, al llegar las Redes Sociales, todo cambió. Ahora somos tan buenos o tan malos como esos que creen hallarse en un estrato superior. A estos últimos, les regalas un paquete de quinientas hojas DIN-A4, no de cien hojitas, y se cagan.
B.: En un país en el que tendemos a menospreciar lo propio y a poner en un pedestal a todo cuanto viene de fuera. ¿No crees que tu literatura de terror podría compararse con la de cualquier autor extranjero? ¿O, por el contrario, debemos resignarnos a cargar con ese estigma de minusvalía con el que algunos parecen sentirse más cómodos?
R.B.: Los autores son igual de buenos tanto en un país como en otro. Las diferencias pueden derivar de la propia cultura. Los terrores del límbico cerebral son semejantes en un lugar u otro, solo nos diferencian las culturas y los lugares donde se críen los escritores. No es lo mismo escribir desde países con nieblas permanentes que en países donde se imponen el sol, el desierto o las junglas. El problema no son los Escritores, el problema radica en las culturas. Siendo más concisos, el mundo de habla castellana, comparado con el anglosajón, muestra muy poco interés por la lectura. Los que leen o compran libros en castellano, proporcionalmente, son pocos. Son maravillosos porque, además, transmiten la idea de que somos muchos, pero lo cierto es que no es así. La cultura castellana limita la lectura y es fundamentalista. Todo está dicho. Se ciñe a lo que reseña el catecismo y no tanto a lo que dice la Biblia. Lee los titulares y no el texto de fondo, que es lo exigible. Fui maestro de analfabetos y, ¿sabes cuál fue el problema que tuve? Que el analfabeto total resultó irrecuperable, pero el
analfabeto técnico sí mejoró. Les enseñé a interpretar aquello que sí sabían leer, pero no a introducirlo en su cerebro para interpretarlo según su propio pensamiento. Para terminar, el problema en la cultura castellana es que siempre se habla y se ensalza el Quijote, pero lo cierto es que en este país pocos han leído íntegro el libro de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Una pena. Por eso, los escritores pulp podemos sentirnos orgullosos de haber conseguido muchos aficionados a la lectura con nuestros textos directos y asequibles. Quiero añadir que el lector español en general, si conoce al escritor de cerca, tiende a minusvalorarlo y, si no tiene razones suficientes para ello, se las inventa.
B.: ¿Cómo ves el género fantástico en nuestro país? ¿Piensas que está tan mal como dicen?
R.B.: El género fantástico se ha de dar con cuentagotas. Un exceso de producción, que es lo que está ocurriendo, lo denigra.
B.: Retomemos el interés por aspectos más técnicos. En tú caso, ¿cómo era el proceso de creación de tus novelas?
R.B.: Confieso que mi proceso biológico, vital y educacional me convirtieron en alguien imaginativo pero, al mismo tiempo, algo introvertido. Quizás alguna razón de ello quede más clara en una autobiografía. Perdí gran parte de la vista en la Fortaleza del Hacho (Ceuta). Estuve allí confinado como artillero de leva. Durante un par de años anduve como trastornado hasta que, en el mejor día de mi vida, me crucé con Àngels Gimeno. En realidad, habíamos nacido y vivido muy cerca el uno del otro, pero sin conocernos, la diferencia de edad tuvo mucho que ver en ello. Había perdido mi puesto de trabajo en el laboratorio de una multinacional norteamericana, y mi Diplomatura de Química por la E.I.D.B. ya no me servía de nada. Àngels me aseguró que saldría adelante, que me ayudaría; ella era casi una niña, pero ya hermosa como mujer. Le creí y nos pusimos en marcha. Forcé mi mente y disocié mis posibilidades mentales. Durante años ha sido muy duro para ambos, pero hemos trabajado incansablemente tratando de evolucionar y mejorar. No entiendo cómo ella ha aguantado tanto; posiblemente sea gracias al respeto y al amor mutuo que nos une.
Mi capacidad creativa, imaginativa y disociativa es muy grande, aunque en ocasiones puede que mis expresiones no se entiendan del todo. Mis pensamientos se separan en varios planos y circulan por mi mente a gran velocidad, y por ello escribo de tirón, sin apuntes, sin estructuras literarias. Mis historias surgen de entre los dedos, picando teclas, de una forma que mi expresión oral sería incapaz de verbalizar. Definir lo que mi mente puede forjar o no es
muy difícil de determinar. Àngels siempre ha corregido mis fallos orto-tipográficos y ha editado mis textos respetando mi estilo personal. Es una excelente escritora y lo ha demostrado con las novelas que ha publicado y los premios literarios que ha obtenido, pero piensa distinto a mí. Su sensibilidad es muy diferente. Ella es incapaz de narrar como lo hago yo, y yo tampoco como lo hace ella. Incluso al visionar películas somos de gustos muy diferentes, aunque ello no provoca enfrentamientos. El respeto es mutuo.
B.: De todo cuanto has escrito, que es mucho, ¿con qué obras te quedarías? ¿A cuáles les tienes un cariño especial y por qué motivo?
R.B.: Todas son mis hijas. Admito que, al ir avanzando en mi profesión, mi pensamiento propio ha mejorado, y no me refiero a la forma de expresión. ¿Satisfecho? Pues, lo estoy especialmente de Viaje al Horror, la saga completa de La baronesa y mi última novela, no entregada aún a ningún editor; no quiero ni desvelar el título, solo diré que es una novela Sci-Fi que puede quedar como la última obra escrita por mí. Pero repito, todas son mis hijas.
B.: Hay una pregunta que siempre nos hemos planteado: con tantas y tantas historias, ¿nunca has tenido miedo de repetir argumentos?
R.B.: Sí ha sido difícil, a mí no me ha ocurrido nunca, aunque sé de otros escritores a los que sí les ha ocurrido e incluso, por falta de ideas, lo han realizado expresamente. Entendí que los argumentos podían ser similares en un tipo de género u otro y lo demostré con tres novelas, manteniendo el argumento y cambiando solo el género. Los asesores de Bruguera, siempre vigilantes, no entendían bien mis inquietudes imaginativas y deseaban pillarme. De hecho, lo hicieron y lo denunciaron. Les dije la verdad, que todo era una prueba, y al final no pasó nada. No volví a repetir el experimento, pero al menos lo que yo deseaba probar quedó demostrado.
B.: Algo por lo que siempre hemos tenido curiosidad en Bungaku son las portadas. Esas magníficas ilustraciones, ¿eran creadas exprofeso para cada una de vuestras novelas o, por el contrario, había como un amplio banco de portadas y se escogía la que más se ajustaba a la trama?
R.B.: Entregábamos al editor unas sugerencias de portada y los dibujantes la hacían expresamente para nuestra novela. Solo en los últimos tiempos se compraron portadas a una agencia, y la calidad ya no fue la misma.
B.: La frecuencia con la que os tocaba entregar un nuevo proyecto, ¿te favoreció? ¿O crees que podrías haber conseguido historias mucho más elaboradas de haber ampliado la editorial los plazos de entrega?
R.B.: No, ya escribía del tirón, sí me pedían 96 páginas, esas salían; si me pedían 200 en las ediciones «extra», lo mismo. Supongo que mi mente, un enigma para mí mismo, lo tenía todo controlado. Nunca nos quedábamos cortos de paginado ni nos pasábamos un solo pueblo. ¿No lo entiendes? Yo tampoco.
B.: Hoy en día las redes sociales se han convertido en un elemento esencial para poder publicitarse. ¿Piensas que l@s autor@s han tenido que mutar a ser sus propios CEO, publicista, asesor de imagen, influencer…?
R.B.: Para mí, el mundo de Internet, la electrónica, los ordenadores, etc., han sido una maravilla para obtener información, y como un nuevo medio de expresión. Para el mundo literario no ha sido tan beneficioso. Ya hay más escritores que lectores. Como nos encontramos en las Redes Sociales da la sensación de que seamos muchos, pero en realidad somos muy pocos. Ray Bradbury alertó que los libros iban a quemarse para impedir que se leyeran, pero no acertó en su previsión futurista. Los libros desaparecen de las casas residenciales, los tiran al contenedor para ser reciclados como papel. Se puede seguir leyendo, pero son ya tiradas ridículas, aunque ahora tenemos también los e-books y los audiolibros. En este último sistema, he leído y adquirido cultura durante más de medio siglo, así que creo que sirvo como ejemplo. La vista y el oído son solo sensores. La interpretación de lo que adquieres la hace tu mente, no los ojos ni los oídos, lo mismo que en la expresión, la voz humana o los dedos. Siempre es la mente la que se acomoda al sentido que se emplea, «el telar mágico del cerebro» que decía el gran Carl Sagan. Seguimos adelante en el mundo de los algoritmos, pero sigue siendo la mente, el cerebro quien interpreta y toma decisiones que no son impulsivas, sino fruto de la reflexión.
B.: Sabemos que eres un autor muy activo en las redes sociales, y que aún guardas alguna que otra sorpresa en el cajón. ¿Podremos disfrutar en breve de alguna historia nueva que aún no conozcamos?
R.B.: En mi anterior respuesta ya he dicho que tengo una novela completa en un cajón, pero no me importa que se llegue a editar después de que me haya marchado. He dejado de tener prisa para nada. Vivo tranquilo junto a la mujer que me ha ayudado a vivir, y paso de muchas cosas. Àngels sigue siendo mi vida, sin ella no hay nada. Tenemos una hija que en sus
estudios y profesión ha llegado muy lejos, y eso nos ha hecho muy felices. Sí, noto a faltar mis perros lobos, pero hay que aceptar las mermas de la vida, y no me haría ningún bien que uno de ellos me arrastrara por el suelo con su fuerza tras descubrir a otro perro en la lejanía.
B.: Para un autor como tú, conocido tanto en nuestro país como fuera de él, ¿qué te han aportado las redes sociales, a todos los niveles?
R.B.: Me han aportado mucho, especialmente poder contactar con los lectores de mis obras. Durante años habíamos vivido como confinados, y ni siquiera nos dábamos cuenta de ello. Escribir era una forma de conseguir la economía del hogar para que el trío familiar viviera con decencia. No aspiraba a más.
B.: Una vez aclarado este punto, para que pueda seguirte todo aquel que te descubra gracias a esta entrevista (que deben de ser ya pocos). ¿En qué redes sociales pueden seguirte para estar informados de tus futuros proyectos?
R.B.: En Google, en mi blog personal, en Facebook y algo en Twitter.
B.: Para terminar, ¿podrías recomendarnos dos libros que leer (a ser posible, uno de fantasía y otro de otro género)?
R.B.: No voy a opinar sobre fantasía, pero sí puedo aludir a los libros que más me han impresionado: Sinuhé, el Egipcio, El viejo y el mar, El hereje, La casa de los espíritus, La ciudad de los prodigios, La barraca, La muerte escarlata…
B.: Muchas gracias por dedicarnos parte de tu tiempo. Desde Bungaku te agradecemos de todo corazón la aportación que has hecho al género fantástico y de terror, y esperamos poder disfrutarte durante muchos años más.

February 8, 2021
Pr��logo de Fantas��a Olfateo el aire, aromas, efluv...
Pr��logo de Fantas��a[image error]
Olfateo el aire, aromas, efluvios que me hacen perder el sentido de la gravedad. Huelo a romero, a tomillo, la fragancia de la mandarina abriendo miles de pieles, reventando miles de gajos. Aspiro los perfumes de las rosas y me envuelven oleadas que aturden mis sentidos. Floto entre nubes, no soy un cuerpo, soy sentidos en estado puro y ��stos no atienden a cuanto me rodea. He olvidado el entorno, nada quiero saber de ese mundo que nos rodea y que puede mediatizar, romper, anular la embriaguez de estos momentos, minutos, quiz��s una hora, no s�� cu��nto tiempo, no quiero saberlo, mis sentidos se excitan cada vez m��s y m��s.
Deslizo mi rostro sobre la piel de Alexia. Cada beso suave y h��medo es como un diente de cremallera, quiero abrirla para gozar de su esp��ritu, de toda ella. Mi olfato rastrea, pasa por encima de los mugrones de sus pechos para llegar a las axilas y embriagarme a��n m��s, mientras las yemas t��ctiles de mis dedos acarician m��s que atrapan las firmes caderas de Alexia. Mordisqueo el l��bulo de su oreja izquierda, no tengo prisa, no quiero tener prisa, el tiempo es enemigo del placer. Aspiro, succiono su h��lito mientras beso sus labios. Cierra los ojos, beso con la m��xima delicadeza sus p��rpados, noto su receptividad, toda ella se abre al mundo de los sentidos, lo noto, no hay fingimientos, es ella en estado puro, hembra receptiva que no opone resistencia, tambi��n se ha embriagado con el placer que la envuelve, que la acaricia.
Al despertarme en la pasada amanecida, lo primero que he notado ha sido mi sexo que no mi sexualidad. ��He so��ado alguna escena er��tica? No lo s��. Mis dedos se deslizan entre las s��banas y encuentro mi pene, est�� erecto, lo cojo entre mis dedos, noto su grosor, su dureza, su suavidad.
Jo, qu�� polla tengo. Me siento satisfecho, casi orgulloso. Alexia duerme a mi lado, respira suave. La luz de la amanecida todav��a no se filtra entre las rendijas de la persiana. A veces, muchas veces, la mente es anacr��nica, no tiene tiempo, lo mismo eres un ni��o que un adolescente o un hombre maduro en plenas facultades y te olvidas de que has cumplido sesenta ���tacos���. Soy consciente de que aunque seas una hermosura de polla, que a��n gozando de una gran erecci��n de pene, no es el mejor momento para practicar el sexo ni con amor ni sin ��l. Las ocasiones que he follado en estas circunstancias he podido constatar que la eyaculaci��n orgi��stica no ha sido muy placentera, ni mucho menos negativa, pero entre cero y diez se queda por debajo de cinco y yo no deseo follar por follar como si fuera un conejo incontinente, quiero placer para el ego��sta sexual que soy y mucho m��s para conseguir satisfacciones en el cuerpo y en la mente de Alexia. Casi con sigilo me he acercado al cuarto de aseo. Levanto la tapa de la cisterna, no cojo el pene con los dedos sino que lo cojo con toda la palma de la mano satisfecho por su grosor. Meo, orino, micciono, qu�� placer. Mientras el chorro de or��n escapa por la peque��a boquita de mi glande, oigo con satisfacci��n el sonido del chorro golpeando el agua que llena siempre el sif��n del inodoro, es una gozada poder mear y defecar en situaci��n de plenitud, alejados de la enfermedad y la decrepitud, claro que, matizo, en el placer no incluyo el orgasmo aunque algunas personas puedan conseguirlo. Por lo menos a ello aspiraba James Joyce. Cuando orinar o cagar se convierta en una tortura, me acordar�� de esta amanecida y de tantas amanecidas satisfactorias que he disfrutado.
Paso mi mano por debajo de los cabellos casta��os de Alexia para poder acariciarle la nuca, ronronea, me mira, busco sus ojos y con los m��os le pregunto. Su sonrisa sensual es la respuesta. No estamos en la amanecida, es ��sta una buena hora, por la tarde, ninguna pesada ni larga digesti��n va a entorpecer nuestra relaci��n amorosa. Nadie m��s hay en la casa, el mundo es nuestro, la cama es amplia, la habitaci��n acogedora, el aire acondicionado mantiene la temperatura adecuada. Alexia se contonea, busca posturas de sensual provocaci��n mientras se desnuda. Me atrae, deseo acariciarla y no tardo en conseguirlo. Yace a mi lado, se da la vuelta coqueta, ansiosa ella tambi��n de que la acaricie con mis dedos, con mis labios, con mis besos. Si somos qu��mica o mejor dicho bioqu��mica, ��qu�� hormonas nos empujan a juntarnos con placer y deseo haci��ndonos olvidar que existe un mundo en derredor? Es evidente la receptividad placentera de Alexia, ambos buscamos nuestra propia satisfacci��n al tiempo que deseamos conseguir el orgasmo de nuestra pareja. No voy a relatar un encuentro sexual totalmente expl��cito, no es esa mi intenci��n, s��lo pretendo que quede evidente cu��l es el placer que se consigue y el que se puede perder. La uni��n es perfecta. ��Qu�� importa ahora la postura conseguida? Por cierto, que no es la del misionero. Me siento satisfecho de mi pene, de mi talante y muy complacido de las actitudes de Alexia.
Llego al momento culminante de mi eyaculaci��n, de mi orgasmo.
Sujeto a Alexia con fuerza por las caderas como para que no escape, cuando ella no pretende escapar, mientras mi semen fluye con fuerza para adentrarse en el cuerpo femenino. Un rugido sale del interior de mi t��rax, es tan fuerte, tan animal, tan salvaje, que Alexia se asusta temiendo que traspase las paredes, las ventanas y el rugido se pasee por la calle llamando la atenci��n. Caigo exhausto junto a mi amor, la garganta me duele, no puedo hablar, mis cuerdas vocales han estado a punto de estallar, no he querido coartarme al gritar o rugir; cuanto m��s fuerte es el grito que exhalas, m��s fuerte es la sensaci��n del orgasmo. Cuanta sabidur��a en el decir del ��rabe ���placer postergado, placer perdido. Y se puede a��adir, ���lo que no hiciste, no te molestes en tratar de recordarlo���.

��Ralph Barby
Prólogo de Fantasía Olfateo el aire, aromas, efluvio...
Prólogo de Fantasía[image error]
Olfateo el aire, aromas, efluvios que me hacen perder el sentido de la gravedad. Huelo a romero, a tomillo, la fragancia de la mandarina abriendo miles de pieles, reventando miles de gajos. Aspiro los perfumes de las rosas y me envuelven oleadas que aturden mis sentidos. Floto entre nubes, no soy un cuerpo, soy sentidos en estado puro y éstos no atienden a cuanto me rodea. He olvidado el entorno, nada quiero saber de ese mundo que nos rodea y que puede mediatizar, romper, anular la embriaguez de estos momentos, minutos, quizás una hora, no sé cuánto tiempo, no quiero saberlo, mis sentidos se excitan cada vez más y más.
Deslizo mi rostro sobre la piel de Alexia. Cada beso suave y húmedo es como un diente de cremallera, quiero abrirla para gozar de su espíritu, de toda ella. Mi olfato rastrea, pasa por encima de los mugrones de sus pechos para llegar a las axilas y embriagarme aún más, mientras las yemas táctiles de mis dedos acarician más que atrapan las firmes caderas de Alexia. Mordisqueo el lóbulo de su oreja izquierda, no tengo prisa, no quiero tener prisa, el tiempo es enemigo del placer. Aspiro, succiono su hálito mientras beso sus labios. Cierra los ojos, beso con la máxima delicadeza sus párpados, noto su receptividad, toda ella se abre al mundo de los sentidos, lo noto, no hay fingimientos, es ella en estado puro, hembra receptiva que no opone resistencia, también se ha embriagado con el placer que la envuelve, que la acaricia.
Al despertarme en la pasada amanecida, lo primero que he notado ha sido mi sexo que no mi sexualidad. ¿He soñado alguna escena erótica? No lo sé. Mis dedos se deslizan entre las sábanas y encuentro mi pene, está erecto, lo cojo entre mis dedos, noto su grosor, su dureza, su suavidad.
Jo, qué polla tengo. Me siento satisfecho, casi orgulloso. Alexia duerme a mi lado, respira suave. La luz de la amanecida todavía no se filtra entre las rendijas de la persiana. A veces, muchas veces, la mente es anacrónica, no tiene tiempo, lo mismo eres un niño que un adolescente o un hombre maduro en plenas facultades y te olvidas de que has cumplido sesenta “tacos”. Soy consciente de que aunque seas una hermosura de polla, que aún gozando de una gran erección de pene, no es el mejor momento para practicar el sexo ni con amor ni sin él. Las ocasiones que he follado en estas circunstancias he podido constatar que la eyaculación orgiástica no ha sido muy placentera, ni mucho menos negativa, pero entre cero y diez se queda por debajo de cinco y yo no deseo follar por follar como si fuera un conejo incontinente, quiero placer para el egoísta sexual que soy y mucho más para conseguir satisfacciones en el cuerpo y en la mente de Alexia. Casi con sigilo me he acercado al cuarto de aseo. Levanto la tapa de la cisterna, no cojo el pene con los dedos sino que lo cojo con toda la palma de la mano satisfecho por su grosor. Meo, orino, micciono, qué placer. Mientras el chorro de orín escapa por la pequeña boquita de mi glande, oigo con satisfacción el sonido del chorro golpeando el agua que llena siempre el sifón del inodoro, es una gozada poder mear y defecar en situación de plenitud, alejados de la enfermedad y la decrepitud, claro que, matizo, en el placer no incluyo el orgasmo aunque algunas personas puedan conseguirlo. Por lo menos a ello aspiraba James Joyce. Cuando orinar o cagar se convierta en una tortura, me acordaré de esta amanecida y de tantas amanecidas satisfactorias que he disfrutado.
Paso mi mano por debajo de los cabellos castaños de Alexia para poder acariciarle la nuca, ronronea, me mira, busco sus ojos y con los míos le pregunto. Su sonrisa sensual es la respuesta. No estamos en la amanecida, es ésta una buena hora, por la tarde, ninguna pesada ni larga digestión va a entorpecer nuestra relación amorosa. Nadie más hay en la casa, el mundo es nuestro, la cama es amplia, la habitación acogedora, el aire acondicionado mantiene la temperatura adecuada. Alexia se contonea, busca posturas de sensual provocación mientras se desnuda. Me atrae, deseo acariciarla y no tardo en conseguirlo. Yace a mi lado, se da la vuelta coqueta, ansiosa ella también de que la acaricie con mis dedos, con mis labios, con mis besos. Si somos química o mejor dicho bioquímica, ¿qué hormonas nos empujan a juntarnos con placer y deseo haciéndonos olvidar que existe un mundo en derredor? Es evidente la receptividad placentera de Alexia, ambos buscamos nuestra propia satisfacción al tiempo que deseamos conseguir el orgasmo de nuestra pareja. No voy a relatar un encuentro sexual totalmente explícito, no es esa mi intención, sólo pretendo que quede evidente cuál es el placer que se consigue y el que se puede perder. La unión es perfecta. ¿Qué importa ahora la postura conseguida? Por cierto, que no es la del misionero. Me siento satisfecho de mi pene, de mi talante y muy complacido de las actitudes de Alexia.
Llego al momento culminante de mi eyaculación, de mi orgasmo.
Sujeto a Alexia con fuerza por las caderas como para que no escape, cuando ella no pretende escapar, mientras mi semen fluye con fuerza para adentrarse en el cuerpo femenino. Un rugido sale del interior de mi tórax, es tan fuerte, tan animal, tan salvaje, que Alexia se asusta temiendo que traspase las paredes, las ventanas y el rugido se pasee por la calle llamando la atención. Caigo exhausto junto a mi amor, la garganta me duele, no puedo hablar, mis cuerdas vocales han estado a punto de estallar, no he querido coartarme al gritar o rugir; cuanto más fuerte es el grito que exhalas, más fuerte es la sensación del orgasmo. Cuanta sabiduría en el decir del árabe “placer postergado, placer perdido. Y se puede añadir, “lo que no hiciste, no te molestes en tratar de recordarlo”.

©Ralph Barby
December 19, 2020
Los olores del matadero
LOS OLORES del MATADERO
El niño se aparta, un rebaño de terneros avanza por la calle. Los animales suben a la acera; hábilmente, los pastores les hacen entrar en el recinto del enorme matadero municipal de la gran metrópoli mediterránea, esa ciudad que en vez de mirar al mar que la ha amamantado, lo ensucia. El acceso a la mar salada, a la mar-cultura, se obstaculiza con vías de trenes oscuros, sucios de carbonilla y dejadez, todo está obstaculizado por ojos de halcones, rostros malcarados, fusiles de vigilancia portuaria. El niño camina evitando pisar las boñigas que ensucian la calle aquí y allá, boñigas malolientes que esperan el acoso de las moscas negras, verdes, azules, millares de moscas que entre sí copulan y se multiplican creando más moscas y que se disputan el botín con los moscardones. El niño lleva un paquete en su mano, un paquete envuelto con papel de periódico pringado de aceite que emborrona las tintas, un paquete que no tiene secretos: Una barra de pan rellena de tortilla de patatas. El niño tiene el encargo de encontrar a su padre, debe buscar en el amplio recinto donde varias naves se abren con muchas puertas. Se oyen voces, los matarifes, los desolladores, hablan casi a gritos mientras en una nave los cerdos chillan aterrorizados. Los de su especie que les han precedido camino de la nave de la que escapan vapores malolientes, les han advertido con sus chillidos que los van a degollar, que su vida terminará allí con sangrante violencia, y el fuego que hace hervir agua desprenderá las cerdas de sus cuerpos. Un funcionario matarife, así los llaman a todos, lleva un gancho que impresiona al niño. Hábil, certero lo clava en la pezuña de un cerdo ya desangrado. La uña salta, el niño se estremece, el matarife sonríe.
—Ya verás que buenos están luego los pies de cerdo con judías —y se echa a reír.
El suelo adoquinado resbala, sangre, grasa, terror, agonía. Alguien está esperando en la mesa de un restaurante casero unas “manitas de cerdo con judías”. El niño se aleja rápidamente, tiene ocho años, quizás ya nueve. Las moreras despliegan generosas sus grandes hojas, son como grandes brochazos formando pomos verdes que transpiran vida dentro del recinto que huele a muerte. El niño trata de coger algunas hojas. En casa, un piso pequeño de funcionario con salario escaso, guardados dentro de una caja de cartón para zapatos, tiene algunos gusanos de seda, unos son blanco-grisáceos, otros son moteados, a éstos últimos les llaman los “chinos”. Con sólo una hoja de morera doblada y guardada en el bolsillo del pantalón, su estatura no le ha permitido arrancar más, se dirige hacia otra nave. Mugen algunas reses, los terneros no se comunican entre ellos como sí lo hacen los cerdos que chillan su terror a coro conscientes de su destino a tan temprana edad. Dos matarifes sujetan la res, un tercero levanta una maza, es un corto pero pesado mallo que empuja y blande con fuerza por encima de su cabeza. Se oye un chasquido, la res dobla sus patas, no se sostiene, cae pesadamente sobre el suelo resbaladizo. Los matarifes casi patinan calzados con zuecos que otrora, de nuevos, fueron amarillos. A otra res la descabellan, la corta hoja de punta muy afilada se ha hundido por detrás de su cerviz, otro animal que se desploma pesadamente, sus cuernos cortos apenas golpean los adoquines, no han temido tiempo de crecer. El niño da un paso atrás, lo que llevan los matarifes entre sus manos son armas de muerte, pero ellos gritan, bromean, es su habitual forma de comportarse.
—Eh, chaval, cuando crezcas ¿vendrás a relevarnos?
Suelta una carcajada mientras degüella a la res caída. Una especie de gran plato metálico recoge la sangre espesa, los ojos de la bestia han quedado abiertos, nadie se los cierra. Unas cadenas con ganchos le amarran las patas traseras, el ternal chirría y hasta parece que tintinea. El ternero que ha visto entrar por su propio pie en el recinto municipal, ahora gotea sangre colgado cabeza abajo, lo van a desollar.
—¡Niño, vete, puedes hacerte daño! —le grita alguien que al pequeño le parece muy grande, muy alto, un gigante que se cubre la cabeza con un gorro hecho con hojas de periódico que al concluir la jornada tirará a la basura. Lleva un delantal manchado de sangre, los brazos desnudos, la camisola arremangada.
Una hachuela de filo muy cortante abre la res desde los genitales al cuello. Las vísceras escapan incontenibles, las tripas, el voluminoso estómago, todo abajo, qué mal huele... El niño se aleja aprisa. Fuera ya de la nave donde son sacrificados los vacunos, le roban la mirada dos asnos y un caballo a cual más escuálido, más decrépito. Nada oculta tumoraciones visibles, su vida de trabajo ha terminado, posiblemente ni piensen que van a ser llevados a un prado donde plácidamente hallarán su fin, no, ellos son conducidos a una puerta escogida por la que entrarán y luego saldrán despedazados. ¿Quién se alimentará con sus carnes? Son tiempos muy difíciles, tiempos de hambruna. Los balidos de las ovejas le guían acercándole a otra nave. Unos corralitos rodeados de rejas encierran grupos de corderos, una oveja lleva casi pegado a sus patas un pequeño borrego que busca ávido sus ubres ansiando sobrevivir. Los demás corderos se aprietan entre sí como si buscaran calor o quizás, ahuyentar su miedo. Un hombre con ropas oscuras entra en el corralito, lleva muchos cordeles. Va cogiendo a los corderos uno a uno y les ata las cuatro patas juntas, luego los lanza formando un confuso montón, los animales quedan como fardos. El hombre que ha atado patas y más patas a gran velocidad, ignora al niño que mira con los ojos muy abiertos desde el otro lado del enrejado. El pequeño observa que la oveja que llevaba consigo el pequeño lechal, es atada también, y tiene el deseo de pedir que la suelte. El borreguito, en el montón de reses, sigue buscando ávidamente las mamas, ignora que no tendrá tiempo de digerir esa leche que su madre balando, tumbada de costado, ya no puede ofrecerle. Terminada la faena de atar patas, el hombre se deja caer sentado sobre las reses cautivas como si ese montón de animales en la antesala del degüello fueran un sofá. De alguna parte extrae una barra de pan rellena de embutidos, comienza a comer. El niño señala al pequeño borrego como indicándole que no puede mamar, que el “cordelero” se ha sentado encima de la madre.
—No te preocupes, chico, ese es un lechal y se va a vender en seguida. Los ricos pagan muy bien por su carne blanca y lechosa. Si puedo sacarlo de aquí sin que me vea el guardia de la puerta, me lo llevo. —Se carcajea, quizás piensa en las pesetas que le van a dar por él en una carnicería "al detall", seguro que el borreguito no está contabilizado, puede haber nacido en el vagón de tren donde ha podido parir la oveja que, transportada desde lejanos pastizales, ha llegado hasta una hostil estación de ferrocarril para mercancías muy cercana.
El niño entra en la gran nave. Sobre una especie de largas mesas de piedra, ¿aras de sacrificio?, las cabezas de los corderos penden inertes mientras se desangran. Dos cortes precisos en el cuello, uno para las cuerdas vocales, para que no balen en su agonía y el otro para el degüello que les dejará exangües. Los desolladores cogen luego las reses por las patas atadas, las colocan sobre unos bancos de madera, un corte breve en el muslo y les introducen la lanza de una manguera de aire a presión. El cordero degollado se hincha, se hincha como un globo, la piel se desprende de su carne y al desollador le es más fácil arrancársela. Después lo abre en canal, todo aprisa, muy aprisa, cuanto antes desuellen y limpien las reses y alguien baldee el adoquinado para que las ratas no engorden demasiado, antes se irán a sus casas a descansar, es un trabajo muy duro, muy pesado.
—Hola —saluda el padre, y guarda los afilados cuchillos en la aljaba corta de madera que pende de su cinturón.
Afuera de la nave, un afilador no cesa de darle vueltas a la rueda roja y pesada que muerde el acero tornándolo más brillante. El desollador toma el bocadillo, hace un paro temporal en su trabajo. Ha puesto sus manos bajo el agua que escapa por un grifo, después se seca en el delantal sucio.
—Dile a la mamá que hoy llegaré más tarde, han llegado muchos borregos.
El niño asiente con la cabeza y se aleja aprisa tras entregarle la barra de pan con tortilla. Al salir de la nave donde las voces hallan ecos en medio de los balidos, regresa junto a las moreras, tiene las manos libres y trata de subir por el tronco de uno de los árboles, debe coger algunas hojas más para sus gusanos de seda que tendrán hambre;

en la herboristería, las hojas de morera cuestan unos céntimos que él no tiene.
Han pasado años, el que fuera niño, ahora tiene veinte años. Ha regresado de la “mili” con un permiso, entra en el matadero, lleva un recado de su padre que guarda cama, tiene que visitar a un jefe funcionario municipal del matadero. Luce un sol triste, le asaltan los recuerdos. Se acerca a la nave de los terneros, un rabino con su kipá y su ropaje blanco degüella con la ortodoxia de sus ritos judaicos una res que luego ha de marcar como kosher. Colgado de unas cadenas, otro ternero es abierto en canal y las vísceras brotan pesadas, casi con violencia escapando del cuerpo que las contenía y encerraba. El feroz olor, amalgama de heces y tantos otros fluidos, marea al joven que se aleja rápido, tiene deseos de vomitar, espera no encontrar carne en la comida.
© Ralph Barby

September 6, 2020
Lanzamiento novela Ciencia Ficción en Chile. La Esfinge Cometa.


August 29, 2020
Según "La razón", las cinco mejores historias de Terror en audiolibros
Carrie - Stephen King
Amigo imaginario - Stephen Chbosky
La caída de la casa Usher - Edgar Allan Poe
Ada dice - Kin Cole
Cabecitas para guardar con amor - Ralph Barby
June 18, 2020
Pregunta: ¿Alguien pintó un fake en la capilla Sixtina?

EL GÉNESIS QUE OFRECIÓ LUZBEL
https://letralia.com/letras/narrativaletralia/2020/06/16/el-genesis-que-ofrecio-luzbel/
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