Daniel Acuña Jara's Blog, page 2
March 13, 2014
Bzzz
Nunca olvidaré el día en que mi madre me contó una terrible historia. Esos seres pequeños amarilos, que lucen divertidos y hermosos, son en realidad, un peligro para tu vida. Dani, si eres alérgico al polvo, polen, plátano oriental, ácaros, tierra, flores, árboles exóticos, zancudos, chanchitos de tierra y otros, de seguro eres alérgico al veneno de las ABEJAS.
El mundo no volvió a ser igual, yo solo tenía cuatro años. Cada vez que iba al patio, a la llave del agua, lo hacía corriendo porque obvio que ésta estaba llena de esas amarillas lindas pero perversas. No les tenía miedo porque fueran feas, de hecho, si fuera por eso, le tendría miedo a las moscas verdes; les tenía miedo porque estaba obligado médicamente a temerles.
A mí una vez me picó una abeja, contaba mi mamá, estaba caminando a pie pelado en la orilla de la piscina y sin fijarme, la pisé, y fue el dolor más grande de mi vida. Desde ese momento, tuve otro dato al terror, no andar a pie descalzo… NUNCA.
Fue así como crecí temiendo y respetando a las creadoras de miel, y aunque sus colores me eran demasiado llamativos (negro y amarillo es una combinación sicodélica considerable para un desquiciado como yo) no podía dejarme llevar por las apariencias.
Pasaron exactamente 21 años y once días desde mi nacimiento, cuando finalmente, me ha tocado enfrentar el panorama que Mamá juraba catastrófico: Te vas a inflar entero y no podrás respirar y luego morirás, y si te alcanzan a salvar, te llevarán a urgencias y con un lápiz bic, te harán un hoyo en la garganta para que puedas respirar; y después, estarás un mes en rehabilitación.
Bueno, la cosa no fue tan tan tan así. Iba yo caminando, con mis 21 años, orgulloso de ser inmune a los aguijones, cuando de pronto siento un aire viciado, era un aire espeso, era un aire suicida. La pobre abeja depresiva no pudo más con sus culpas, su terrible abeja reina le exigía el triple de miel y no la dejaba ver a sus críos, así que en un afán desesperado de acabar tanta agonía, se abalanzó sobre mi rosada y hermosa piel de antebrazo, e insertó toda su abejidad. AY CONCHETUXXX, dije (fino el hueón). No, mentira, dije: Rayos y Centellas. Y lancé sin mirar lo que había en mi brazo. Miro al suelo y la veo, agonizando. Sus ojos, con mis ojos, su sonrisa, con la mía.
Yo: No, no te vayas.Abeja: Es tiempo.Yo: ¿Pero por qué? Eras tan joven…Abeja: No eres tú, es la abeja reina, es la miel, son los hijos…Yo: Pide un último deseo.Abeja: Deseo haber afectado a alguien en esta vida.
La abeja de mierda, cumplió su deseo. Cuatro horas después de haber vivido su funeral, porque apropiadamente cavé un agujero y la enterré con las buenas del Señor; cuatro horas después, yacía yo ahogado en la camilla de reanimación del Hospital de San Javier.
Todo fue más o menos así.Llegué a casa. Todo bien. Comí, todo bien. Prendo la tele, y no sé si fue la angustia de la muerte de Ignacio Goycolea o qué, pero el corazón me comenzó a acelerar, la garganta se me apretó, el aire escaseaba en los alveolos, y un sarpullido apareció en mi pecho. Así que con mi sabiduría en drogas fuertes, fui y me tomé un ibuprofeno.
Todo estará bien. Todo estará bien. Pura sugestión. Pura sugestión. Es culpa de mi Mamá que me asustaba cuando niño, porque las abejas son buenas, hacen la miel, son amarillas como el sol que es bueno, son bonitas, son lindas, murió por uno que es humano y peverso, pequeña, Nada pasará. Na….
Caminé de mi casa hasta la Urgencia y venia más mareado que después del Samba. Toqué la puerta de ingreso porque el corazón ya se me salía de lo rápido que galopaba. Nadie aparecía, y la sala, llena de gente. Después de un rato, una auxiliar mascando chicle me ingresó al sistema y mando afuera a esperar.
Yo me concentraba en respirar mientras tanto al lado una señora contaba que Dios quisiera no hubieran borrachos, porque venían los pacos y los hacían pasar primero que a todos los moribundos con tal de constatar lesiones pa’ meterlos presos. De repente se oye la ambulancia, Mierda. Y así me ahogaba, esperando que atendieran a las cuatro guaguas llorando, a la señora que gemía de un dolor interior (porque no se le veía mal alguno desde afuera), y a la niña de trece años que llegó embarazá y con hemorragia.
Pero inevitablemente me tenían que hacer pasar, y así fue, en el momento preciso. Me vieron la cara de bañista sin salvavidas, y me metieron a la Sala de Reanimación. Yo respiraba cortito para guardar aire para más tarde, por si escaseaba (es que ahí en los hospitales escasea todo), pero como que eso más aceleraba mi corazón. Me pusieron una vía para colocarme un medicamento, y me conectaron a esa maquinita que sale en la tele y que marca tus pulsaciones. Pi, pi, pi, pi. Al comienzo dije, puta que entrete, a la hora, quería asesinar a la máquina de los pitidos enfermantes, a la hora y media, deseaba que el corazón se me parara para no escuchar MÁS ESA HUEAAAAAAAAAÁ.
Lo más terrible fue que para hacerme el simpático, e intentar ablandar los corazones duros de los funcionarios públicos de hospital, le dije al tipo que me pondría la vía: Mmm, no hay mucha pega hoy día, andan medios desocupados. PERO JURO QUE ERA UN CHISTE IRÓNICO. La cosa es que no lo entendió, un compañero de pega, super paleteado, que estaba más allá, lo empezó a hueviar. Y así fue como que la vía que me puso fue la más gruesa, y en toda la muñeca, cosa que al moverla, me doliera más que la chucha.
Después de inyectadas las dosis pertinentes por el aparato, esperé. Atendieron a toda la gente alharaca de urgencias y los paramédicos, auxiliares y el gran médico, se fueron a una sala detrás de la de Reanimación, a tomar tecito. Las carcajadas eran tan fuertes, que llegaban a hacer interferencia con mi máquina de monitoreo; parecía como que el médico contaba sus historias de Clínica Privada, sin duda mucho más divertidas y felices.
Y pasaron los segundos, los minutos, las horas. Y de pronto, se acerca el simpático doctor de turno nocturno, siendo las dos y media de la mañana; me mira una vez con cara de empleado público en paro, y se da la vuelta al PC. Se pone a murmurar medicamentos, que nunca escucho, y apreta imprimir. Eso es lo que tomará, dice mirando la salida de la sala, deja el papel impreso encima y se va.
Señorita, señorita. Creo que me tengo que ir pero tengo una vía metida en la vena y unos chupones pegados a la cuerpa. La señora sumisa y devota del doctor joven, sin decir nada, se acerca, me saca el scoch de la vía de un tirón regalándome el depilado de muñeca, y me saca los chuponcitos de pecho. Se va y yo asumo que me tengo que ir.
Había ido caminando a la Urgencias, porque Mamá (la del pronóstico catastrófico) ya estaba acostada cuando decido alergizarme. Y Papá me había texteado que me esperaría afuera del Hospital o que lo llamara. Salgo, no hay nadie. Voy a llamar. Teléfono sin carga.
Así me voy caminando a la casa, reflexionando, Dónde estará ahora, Pequeña Abeja Suicida, Habrá cielo de abejas, Dónde dejaste a tus críos, Dejaste Testamento, Cuánta miel hiciste en tu vida, Estabas secretamente enamorada de la abeja reina, Cuántos años tenías, Era mi piel rica, Valió la pena. Y el frío de a poco, me fue helando las neuronas, hasta que solo llegué pensando que Mamá tenía razón, esas abejas asesinas son unas enfermas bipolares que pueden matarte con sus abejudos desequilibrios emocionales. Cuando tenga un hijo, lo primero que le enseñe, será sobre Abejas, Suicidio y Dolor.
Published on March 13, 2014 23:53
February 14, 2014
Fábula de un error.
Por un terrible error del destino, mi pecho ha quedado prendado de la parte más alta de aquel árbol que usted ve por delante. Es un roble de tamaño inmensurable, y se preguntará como habrá, un ser pequeño como yo, llegado a las alturas de aquel ser vivo. Pues bien, le contaré mi historia, pero solo en afán de buscar ayuda, puesto que como le dije, es mi pecho el que está allá arriba.
Iba yo caminando de vuelta de la festividad, cuando por un quehacer mágico de los vientos, se ha desatado un torbellino en este camino enlodado. Fue mi equivocación desde un comienzo, sí, debí tomar el camino cotidiano, pero por el apuro de llegar luego a casa me he tomado el atajo y me he visto en tal circunstancia. Pues como le decía, entonces aquel torbellino ha arrasado con todo a su paso, incluido mi persona. Me ha agarrado como tormenta a la arena y me ha subido y bajado, golpeado y lastimado, herido y noqueado. Y luego de tanta maldición junta hacia mi persona he acabado entre las ramas de aquel majestuoso árbol, justo por encima de la copa.
Comprenderá que descender del mismo ha sido una desgracia. En primer lugar por el terror que he tenido a las alturas, por un tiempo creído superado, pero revivido en tal momento. La aversión llegó al extremo de que para descender totalmente me he soltado de todo agarre, de ese modo, llegaría a suelo, como fuera. Así ha sido, y luego de un par de horas agarrado como gato, he cerrado los ojos y abierto las extremidades. Solo mi pecho era sostenido por la copa del árbol. En ese momento es que me vengo abajo, rebotando de rama en rama, de hoja en hoja, hasta que de pronto, he chocado de súbito contra el estiércol de esta tierra. Con el olor impregnado en la nariz, he sentido el vacío profundo de mi pecho ausente, y apenas ese segundo sucediera, he mirado a lo alto sabiendo que mi paz ha quedado atrapada en aquella primera rama del gran roble.
Quisiera ahora, ante vuestra presencia, contar con su ayuda, sé que tan noble corazón no podrá resistir el llamado de mi auxilio, y es que llevo tantos años atrapado junto a este árbol, que cuando le he visto venir, he comprendido por la luz de su presencia, que esta noche, con mi pecho, me he de reencontrar.
Published on February 14, 2014 22:08
January 25, 2014
Cuentos para dormir
Partir diciendo que este castor era bastante, bastante, pero muy bastantemente (dándome la licencia de crear palabra) obstinado. Era tanto así, que por más que su corazón le dijera algo, su mente acababa por convencer que el raciocinio siempre le traería el alimento a casa. Maldita vida segura del Castor. Se quedó con lo seguro y nunca, nunca, pero muy nuncamente (dándome nuevamente la licencia) se arriesgó a llegar más lejos. Hasta que, bueno, hasta que inevitablemente debiera conocer a la señora Castora. Ese buen día, en que la cola erecta del buen castor diera un respingo ante la damisela en apuros, fue el propicio para explorar el mundo inseguro del más allá de la nariz. Lo que hizo fue, justamente, avanzar hacia el exterior de su territorio. Cosa nunca hecha desde de su nacimiento. Y en esos tres pasos más que dio para salvar a la dama en apuros, atrapada por un tronco caído de improviso, comprendió que nunca volvería a poner su vida en peligro. La señora Castora, aun no señora sino que señorita, le movió su cola en busca de amor, pero el Castor rápidamente volvió a su dique, y siguió y siguió con su afán. Se lo pierde. Repitió por años la Castora, la misma que construyó el dique a tres pasos más allá del territorio de su vecino enamorado, el buen y obstinado Castor. Tuvieron que pasar decenios de vida Castora, para que el viejo y obstinado señor Castor, tomara las agallas de avanzar otros tres pasos y conquistar un nuevo territorio, el de su señora. Y así ambos fueron felices. Claro que escasamente felices, ya que nunca, nunca, nuncamente, el bastante, bastante, bastantemente obstinado Castor, dio la posibilidad de alcanzar algo nuevo en sus vidas. Siendo el final de la historia muy crudo y pesimista. - - Abuelo- - ¿Qué?- - Esa historia no me da ganas de dormir- - ¿Por qué no? Es muy triste, a mi me dan ganas de dormir con la tristeza.- - A mi no, cuando algo me da pena, me quedo pensando en eso hasta que amanece y luego ando cansado todo el día por no dormir.- - Bueno, no seas idiota, cabro chico, y duérmete.- - Pero…- - Pero nada.- - Pero, y si algún día el Castor se atreviera a salir más allá ¿Me lo contarías?- - No lo creo.- - ¿Por favor?- - Bueno… pero en muchos años.- - Gracias abuelito.
El niño se dio vuelta, y en sus ojos brilló la esperanza. El anciano se levantó de la silla, apagó la luz, caminó hasta el pórtico de la casa, avanzó seis pasos hacia la casa vecina, y cuando iba a dar el séptimo se devolvió otros tres. Volvió al pórtico, se sentó en su silla de ruedas, y se durmió riendo.
Published on January 25, 2014 15:44
December 31, 2013
Supervivir
“Todos estamos en el fangopero algunos, miramos las estrellas”Oscar Wilde
Este año, sin duda, ha sido el año en que menos he escrito para este blog. No por ello he dejado de escribir. Al contrario, he escrito demasiado, pero en cuadernos que tal vez nunca vean el sol. Ha sido un tiempo maravilloso. En la soledad, el silencio y la paz, he logrado, finalmente, sanar mis heridas. Poco y nada recuerdo de las vidas pasadas, y mucho espero de la que construyen mis pies. Soy más que un sobreviviente, porque he aprendido que aunque la muerte te pise los talones, la vida es la que única que siempre le hará frente. Otro paso en mi carrera, un año menos para salir. Otro paso en mis letras, dramaturgia, literatura, desahogo y esperanza. Otro paso en el amor, hacia la vida, por sobre todo, que es mi Dios. Otro paso hacia el mañana, que es el hoy, que ha sido siempre el eterno momento de satisfacción, de haber y conocer el dominio de la paz. He aprendido que el dolor no nos hace más fuerte. El dolor nos destruye, nos encierra, nos cubre de mentiras y de falsas esperanzas, es el vacío que nos pesa en el pecho; ese que inmoviliza. Pues, he aprendido que el amor nos da vigor. Que el amor es el centro de la esperanza, de la fe y de la fuerza. He decidido amar. He decidido dejar atrás los remordimientos, las culpas, el daño, para ahora escoger el camino de la victoria. Soy un superviviente. No porque haya pasado grandes cosas o mi vida sea una tragedia. Soy un superviviente porque mientras los sobrevivientes se sujetan del dolor para alegar sus triunfos, yo me humillo ante el perfecto amor para delegar el honor de aprender a vivir un poquito más cada día. Soy un superviviente porque mi bandera no está en mí, está allá arriba, en la estrella que alumbra mi camino. Tal vez algún día pueda contar lo que significó este 2013 en términos concretos. Sí, nunca he sido concreto la verdad. Pero el día que muera, espero que en muchos años más, se abrirá una carta que contará esta historia. Por el momento, ha de ser suspendida en el tiempo, porque en su verdad, solo podrá develar paz cuando valga la pena. Gracias. Sin la gente que me rodea, sin mi familia, sin quienes me aman, no podría estar de pie flameando victoria. El barro me ha hecho moldeable, el fango me ha dado las ganas de mirar arriba, a la luz, a la verdad, al camino, a la gloria.
Que ni viento, ni barro, ni muerte en contra detengan tu espíritu.Que la luz de tu pecho, que es tu soplo, lo pueda contra todo.
Que el nuevo año sea el tiempo de tu victoria.
Felicidades.
Published on December 31, 2013 13:14


