Mimmi Kass's Blog, page 10
May 30, 2016
El hombre fetichista IX
EL hombre fetichista IX – Cruzar los límites
Las miradas de los cuatro hombres, junto con la sonrisa alentadora de Silvia, hicieron que Carolina se planteara seriamente desnudarse ante ellos. Se volvió hacia Miguel. De algún modo, necesitaba su aprobación. Él la miraba con admiración y sus labios llenos se curvaron en ese gesto que provocaba en Carolina un deseo irracional de morderle la boca.
—Tú decides, Carolina. Tengo un conjunto nuevo guardado para ti, si quieres hacerlo.
El amplio loft en penumbra, la música suave y la inmovilidad de los hombres, que parecían esperar también una respuesta, la hicieron decidirse. Quería hacerlo. Un vacío se apoderó de su estómago, pero la excitación y el morbo superaban el miedo.
Asintió con vacilación, y después con firmeza.
—De acuerdo, pero no quiero cambiarme aquí.
Ignoró las miradas de desilusión de los hombres. No le importaba mostrarse en lencería, pero deshacerse de las prendas que la unían a lo normal y lo prosaico de su día a día era otra cosa. Iba a atravesar un límite y quería dejarlo bien definido. Desnudarse frente a ellos sería difuminar la línea, dejar un terreno fronterizo entre ambos momentos, ofrecerles ser testigos de una transición para la que no sabía si, en realidad, estaba preparada.
Miguel la sostuvo del codo para conducirla con suavidad a una habitación. Por un momento, Carolina se despojó de la aprensión para mirar la cama, invitadora, apetecible. Su tamaño hacía de ella un campo de batalla espléndido, el cobertor de algodón de color crema, liso y suave, tan solo un poco satinado, se unía al tacto exquisito y ostentoso de una manta de terciopelo de color chocolate que no pudo evitar acariciar. El cabecero, con pequeñas tablillas paralelas, ofrecía un sinfín de posibilidades, y sobre él, una maravillosa pintura japonesa de una mujer en una suspensión de shibari, desató su curiosidad al límite. ¿Miguel sabría atar, o tenía ese grabado solo por sentido estético?
Él salió del vestidor donde había entrado unos momentos antes con un precioso conjunto negro colgado de una percha. Carolina lamentó no haber aprovechado la oportunidad de echar un vistazo a lo que había en su armario, pero Miguel cerró la puerta corredera y no pudo ver nada.
—Estarás preciosa. Como siempre —la tranquilizó.
Carolina esbozó una sonrisa tenue y tomó entre sus dedos las dos piezas. La suavidad del encaje, frío y casi líquido entre sus dedos, la hizo ralentizar los movimientos. Miguel puso unas medias de blonda sobre la cama y una caja de zapatos, pero no le prestó atención. Contemplaba con fascinación la tela, repujada con unas delicadas cuentas de cristal que hacían las prendas pesadas, el tul no dejaría demasiado a la imaginación.
—¿Prefieres que salga de la habitación?
Se volvió hacia él y lo observó. El solo hecho de verla con la lencería entre las manos lo había excitado. Podía verlo en el brillo de sus ojos, en la respiración rápida de sus labios entreabiertos.
—No. Quédate.
Se dio la vuelta y le dio la espalda, llevando una mano hasta su cuello para hacer un gesto del todo innecesario para apartarse la corta melena y que él le bajara la cremallera del vestido. No necesitó decírselo, la carnada que le presentó funcionó a la perfección. Miguel se acercó a ella y pudo sentir su aliento cálido justo sobre su nuca. Abrió el vestido con lentitud estudiada y el escaso aire e
ntre ellos pareció vibrar, cubierto de una energía extraña.
—Sabes que no puedo controlar lo que hagan los demás… —dijo Miguel, que apoyó los dedos sobre los tirantes de su vestido, y los deslizó sobre los hombros hasta hacerlos caer sobre sus brazos—. Sé que no quieres que te toque, no te tocaré, pero el resto…—sostuvo entre sus dedos los tirantes, y los bajó aún más. El vestido cayó al suelo y Carolina se envaró—. Sé que Marcos te desea. ¿Quieres que él te toque? ¿Silvia, tal vez?
Carolina negó con la cabeza, sin hablar. Los lugares donde Miguel la había rozado por casualidad, le ardían con un fuego que rayaba el dolor.
Él le desabrochó el sujetador, sin tirantes, y dejó la prenda sobre la cama. Carolina suprimió las ganas de masajearse los pechos. Quería que Miguel lo hiciera. Lo deseaba. Quería esas manos grandes y cuidadas sobre sus pezones, quería que abandonara esa frialdad y que la follara hasta hacerla gritar. Sentía la humedad empapar poco a poco sus bragas.
—Quiero que me toque tú.
La frase quedó suspendida en el silencio de la habitación. Carolina sintió la ansiedad y el deseo atenazar todas las fibras de su cuerpo cuando Miguel deslizó la yema de sus dedo índice desde el nacimiento de su pelo y recorrió la línea de su columna vertebral en una caricia firme y lenta hasta el encuentro de sus nalgas. Dejó escapar un gemido y sus pezones se erizaron.
—¿Estás segura, Carolina? Si abres esa puerta, no habrá vuelta atrás.
La voz de Miguel encerraba amenazas ominosas que hicieron que su corazón se desbocara, y se giró bruscamente para enfrentarlo. Alzó las manos hacia su pecho en un gesto inconsciente, pero él la aferró de las muñecas.
—No, Carolina. Quiero que lo pienses bien.
Su fuerte agarre activó una corriente que viajó por sus brazos hasta sus pechos y de ahí, al centro más caliente de su cuerpo. Su clítoris reverberó y comenzó a sentir ese dolor intenso en su interior que delataba la necesidad de sentirse penetrada, pero de nuevo, su frialdad la desconcertaba. Lo miró a los ojos. Necesitaba saberlo.
El alzó la vista hacia el techo en un gesto de desesperación y después enfrentó sus ojos verdes.
—Carolina, te deseo tanto que ahora mismo, si me dieras tan solo un milímetro de espacio, te tiraría sobre esta cama y te follaría hasta que acabases gritando.
—¿A qué esperas? —lo retó ella. Le había leído el pensamiento.
Miguel soltó una carcajada y cerró los ojos con fuerza durante un instante. Carolina se desasió de su cepo y se quitó las bragas. Un aroma dulzón penetró su nariz y Miguel aspiró despacio, pero no se movió.
Se exhibió desnuda ante él, casi retadora, belicosa. Todo su cuerpo ardía.
—Carolina —la voz de Miguel fue un susurro ronco—, te lo voy a preguntar una última vez. Ahí fuera hay cinco personas esperando. Quiero tenerte para mí solo. Quiero que, cuando me hunda en ti, no haya prisas, ni compromisos, ni plazos. Quiero… —rió de nuevo con esa cadencia que resonaba directamente entre sus piernas —quiero tantas cosas que no sé por dónde empezar, pero creo que ahora no es el momento. Si me das luz verde, te follaré aquí y ahora, aunque prefiero esperar.
Carolina recordó al grupo que ya debía estar impaciente en el salón. Se había olvidado por completo. Ahora, estar frente a ellos no le parecía un plato tan apetecible. Quería comerse a Miguel. Quería su polla en su boca, envolverlo entre sus piernas, que la penetrara por todos los orificios disponibles. El deseo era irracional y con una fuerza absurda. Pero tenía razón. El hecho de que hubieran personas esperando sí hacía en cierto modo una diferencia.
Asintió con calma, tragándose las ganas. Estaba tan excitada que sentía ganas de llorar. Podía ver el bulto de la erección de Miguel, podía oler su perfume mezclado con el almizcle de su cuerpo sudando. Bajó los hombros, rendida y se volvió hacia la lencería, aunque la situación ya no le parecía tan atractiva.
—Un momento —la interrumpió el, cuando ya comenzaba a quitar las etiquetas del conjunto—. Dame tus bragas.
Carolina lo miró, interrogante, y le tendió la prenda nueva.
—No. Las otras. Las que te acabas de quitar.
Carolina las recogió del suelo y las depositó en su mano extendida. ¿Qué querría hacer con ellas?
Miguel se las llevó a la nariz, y aspiró con fuerza. Después, expuso la entrepierna, y con los ojos oscuros clavados en los verdes, lamió lentamente la tela. Carolina gimió. Su respiración se aceleró más y más cuando él siguió lamiendo y chupando sin quitarle los ojos de encima. Casi podía sentir esa lengua en su sexo, percibía con claridad la humedad descender por el interior de sus muslos. Sentía que la cabeza empezaba a darle vueltas.
—Vete. Vete de aquí, Miguel —le rogó.
Miguel se detuvo, se metió las bragas en el bolsillo, y salió de la habitación sin decir ni una sola palabra.
Si te ha gustado este relato, tal vez te puede gustar mi novela: Radiografía del deseo, ya disponible en Amazon.
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May 27, 2016
7 Razones para celebrar el mes de la masturbación.
Hay un mes para todo, y resulta que mayo no es el mes de las flores, no. Mayo es el mes de la masturbación, y hay que celebrar como es debido. Navegando en la red, he encontrado post muy buenos, como este de Gwen, donde nos cuenta la curiosa historia de por qué es mayo el mes más onanista.
La semana pasada yo misma os mostraba un pequeño extracto de mi novela, Radiografía del Deseo, donde la protagonista tiene un primer encuentro muy especial, pero me había quedado en el tintero este post más…divulgativo, y sobre todo, más reivindicativo de esta práctica ancestral.
Las razones para masturbarse son miles, millones, infinitas, pero yo he reunido aquí las siete que me parecen más importantes y de las que hay más evidencia en la literatura científica. Ya sabéis que soy médico, pero también, y esto creo que no os lo he contado, tengo un minor en psicología y un diplomado en sexualidad…entre otras cosas que constelan mi yo académico. Una vez un amigo me dijo, con mucho cinismo y amor, que yo era como los patos: nadan, vuelan, caminan y cazan…pero que en ninguna de las cosas alcanzan la perfección. Y puede que tenga razón.
Bueno, y después de este momento ególatra donde os cuento un poquito más de mí, vamos a poner manos a la obra.
1. Te ayuda a conocer tu cuerpo.
¡Pero, Mimmi! Yo conozco mi cuerpo perfectamente. ¿Sí? ¿Seguro? ¿Sabes qué sensaciones te genera el tocarte y experimentar? Siento ser tan cruda, pero la realidad es que la cantidad de mujeres que piensan que el orificio para orinar y para parir es el mismo no es despreciable, y eso es bastante triste. El desconocimiento que se tiene del propio cuerpo y su fisiología es apabullante, en especial en el grupo de los adolescentes (esto lo veo con frecuencia en la consulta). Al margen de la lección de anatomía, es importante conocer las sensaciones para saber lo que te gusta, y lo que no, lo que te hace vibrar y lo que te deja fría. Si tú eres quien mejor te conoce…¿por qué va a ser diferente en lo que refiere al sexo? ¡Explórate, descúbrete! Estoy segura de que será un placer haberte conocido.
2. Puedes usar juguetes.
Oh, sí. Sabéis que siempre abogo por activar el aspecto lúdico del sexo, sobre todo en pareja, pero esta vez, voy a defenderlo en solitario: celebrar yo, mí, me, conmigo… ¡y un juguete! Las combinaciones son infinitas, ¿qué tal ponerte la balita mientras utilizas la vibración del mando para recorrer tu cuello, o tus pezones, o ir hacia el sur y masajear tu clítoris? O, tal vez, un plug anal o unas bolas tailandesas…imagino que ahora mismo ya tendréis vuestras propias ideas en la cabeza. Tenéis mis impresiones con alguno aquí en el blog, y tengo pendiente otro maravilloso amigo a batería: el Ina Wave. Debo decir que me sorprendió mucho, y celebré su llegada con muchos momentos de felicidad. A gritos. Múltiples. Pero de eso hablamos otro día.
3. Puedes usar…¡novela erótica!
A ver si nos entendemos. Mi idea no es que te frotes con el canto de un libro, que si quieres, allá tú, pero hay novelas que, si las lees a una mano, te reportarán maravillosos viajes de placer. Ojo, para esto yo recomiendo que uses mejor un Kindle o cualquier eReader para mayor comodidad (100% Mimmi Kass© certified) por motivos obvios, que los libros impresos pesan y no quiero accidentes. ¿Qué mejor manera para alimentar el imaginario erótico que leer una buena y ardiente escena? Replicar los movimientos de los protagonistas a la lectura, añadiendo el tacto a las sensaciones generadas por la lectura, puede llegar a ser sublime. Recordemos que el mayor órgano sexual es el cerebro.
4. Es bueno para tu salud corporal
Seguro que ya conocéis de primera mano la mayoría de estos beneficios: ¿quién no ha recurrido a un buen auto orgasmo para combatir el insomnio? ¿Y qué me dices del excelente ejercicio cardiovascular por la liberación de noradrenalina? Otros no son tan evidentes, pero la medicina basada en la evidencia ha demostrado, por ejemplo, que masturbarse de manera regular disminuye la incidencia del cáncer de próstata en los hombres, y de cuello de útero en mujeres, así como de Diabetes tipo 2 en ambos sexos. ¡Incluso que genera sustancias que fortalecen el sistema inmune!Por otro lado, un buen orgasmo libera todas las hormonas contrarreguladoras del dolor, como son las endorfinas, por lo que lo hace ideal como calmante para, por ejemplo, los dolores de la regla. Además, en este caso concreto, disminuye la hinchazón y combate la irritabilidad, de manera que masturbarse es una buena manera de empezar los días de rojo.No me quiero poner técnica, pero está claro que pasar un buen rato a solas es bueno desde cualquier ángulo que lo mires. Lo dice la ciencia.
5. ¡Y para tu salud mental!
Masturbarse también libera oxitocina, que es la llamada hormona de la felicidad. Su influencia en nuestro organ
ismo nos hace ser más conscientes de nuestra propia sexualidad y eso incide de manera directa en la autoestima. Y eso no es todo, esta hormona es responsable de reforzar los vínculos afectivos, no solo en pareja, sino también entre todos los miembros de la familia: os hace felices a todos. Es decir, si mamá puede disfrutar de vivir su tiempo de placer a solas, estará más feliz y relajada. Y si mamá va bien, todo en el universo va bien. Esa es la verdad. Doy la versión femenina porque es la que me pilla más de cerca por razones obvias, pero reto a algún hombre a que escriba una réplica masculina de estos efectos. ;)Y no me quiero meter en los efectos sobre el estrés, y más que con evidencia científica, me quedo con la frase del personaje de Mathew McConaughey en que comenta que, en un ambiente de tanta presión como es Wall Street, el número mágico para permanecer cuerdos es hacerlo dos veces al día. ¡Será!
6. Fortalece la intimidad de la pareja
Y no solo por los efectos que os comentaba de la oxitocina, sino porque, si conoces tu cuerpo y sabes lo que te gusta, sabrás trasmitir con mayor claridad lo que necesitas. Por no hablar de lo divertido que es hacerlo con ellos, ¿qué tal dejar a tu pareja inmovilizada y que mire cómo te das placer? ¿O dejarla inmovilizada y darle placer tú, sin que haya penetración? De nuevo, las posibilidades son infinitas, y unas de las maneras de trabajar muchos de los problemas de falta de deseo, es, justamente, el acariciarse hasta el delirio sin que haya penetración. Suena bien, ¿verdad?
7. ¡Porque me da la real gana!
Y esta es la razón más importante para celebrar. Porque te apetece. Por puro afán hedonista. Porque, en realidad, no necesitas ningún motivo o excusa. La masturbación sigue siendo un tema tabú en pleno siglo XXI, y aquí en Europa, no en civilizaciones represivas y poco desarrolladas: por ejemplo, en 2009, la junta de Extremadura lanzó una campaña de orientación sexual El placer está en tus manos, dirigida a adolescentes entre 14 y 17 años, donde se trataban abiertamente temas como la masturbación o el uso de juguetes eróticos. Pues los sectores más conservadores pusieron el grito en el cielo. A estas alturas del partido. Ese mismo año salió el Inventario de Actitudes Negativas hacia la Masturbación, donde se vio que los hombres manifestaban haberse masturbado en el último mes en un 46,9%, que poco me parece, pero es que en el caso de las mujeres, ¡no llegaba al 4%! ¿Te lo crees? YO NO.
¿Por qué?
Siguen pesando las razones sociales y culturales. El fantasma odioso de la religión, y el hecho de que si eres mujer, y hablas con naturalida
d de tu sexualidad, para algunas personas (quiero pensar que cada vez menos) tienes automáticamente la etiqueta de “salida”.
En el Tratado de Sexología de Espasa Calpe del año ´74, se encuentran perlas como esta, en las que el placer de la mujer sigue estando supeditado al del hombre. Como lo leéis. Desde aquí hago una reivindicación al respecto: ¡que viva fomentar en placer en la mujer!, desde todas las perspectivas, claro, pero empezando por una misma. Que se hable abiertamente, que se describan en las novelas eróticas, que se disfrute sin culpas y se comparta con la pareja sin prejuicios.
Con esto termino, si has llegado hasta aquí, ¡gracias por leerme! y si te ha gustado, ¡comparte!, tal vez alguien más disfrute leyendo este post.
Con cariño,
©Mimmi Kass.
Si te ha gustado este post, tal vez te puede gustar mi novela: Radiografía del deseo, ya disponible en Amazon.
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May 16, 2016
Mayo: mes de la masturbación
¡Buenas noches! Lo prometido es deuda, y aquí tenéis un pequeño homenaje al mes de la masturbación: un extracto de mi novela erótica, Radiografía del Deseo, que está próxima a publicarse. Tengo que confesar que no era el post que tenía preparado, ¡cosas del blog!, pero eso quiere decir que esta semana habrá doble post, y el jueves (WordPress mediante), podréis leer el original.
No podía ser de otra manera, se trata del relato de un primer encuentro, que no parece necesario, pero que después se revela como algo…indispensable.
Os dejo con Inés, la protagonista de la novela, y un nuevo amigo. Espero que lo disfrutéis. Me encantará conocer vuestras sensaciones al respecto, y os invito a compartir si os ha gustado.
Inés y el Iris
Al llegar a casa, se dio una ducha y vio un rato la televisión, pero las palabras de Nacha se cruzaban en sus pensamientos una y otra vez, y al final, se levantó y abrió el cajón de la lencería para buscar su regalo de cumpleaños.
Las dos cajas negras y elegantes estaban primorosamente guardadas, rodeadas de su ropa interior.
Sacó el vibrador y lo sostuvo en su mano. Era pesado. Sólido. El tacto, suave y sedoso. «Seguro que está sin batería», pensó sin esperanza, y accionó el comando de encendido.
Dio un respingo, dejando escapar una risita, cuando la vibración hizo saltar el aparato entre sus dedos. Nada mal. Experimentó con la potencia, poniéndolo al máximo. Vaya. Era un cacharrito muy potente. Pulsó los botones para probar otros modos de vibración. Con curiosidad, apretando el aparato en su mano con fuerza para sentirlo.
Lo apagó y lo sostuvo, indecisa. ¿Realmente le hacía falta? Nunca había tenido problemas para llegar al orgasmo, y menos masturbándose. Se encogió de hombros y se tendió en la cama, boca arriba. Dejó el Iris a un lado y, con languidez, deslizó sus bragas blancas de encaje hasta medio muslo, separando un poco las rodillas para exponer su sexo. Apoyó el vibrador sobre su entrada femenina, sintiéndose totalmente idiota. Bueno… la sensación era fresca y agradable. Lo deslizó hacia arriba y hacia abajo con suavidad, como hubiera hecho con sus propios dedos. Nada mal. Podría llegar a acostumbrarse.
Bien, hora de pasar a la acción.
—¡OH! —se le escapó, sorprendida, cuando el dildo empezó a vibrar. Sus pezones se erizaron en una centésima de segundo y los músculos en torno a su vagina y su ano se tensaron con fuerza. No se movió durante unos segundos, dejando que la desconocida sensación calara en ella.
—Uhmmm… —murmuró, con los ojos cerrados, abandonándose al delicioso ronroneo. Poco a poco, se atrevió a mover el Iris arriba y abajo entre sus labios, tan solo insinuando la penetración, ganando confianza. Su propia humedad natural facilitaba el movimiento, enviando oleadas de placer a cada terminación nerviosa. Percibió su aroma dulzón hacerse más intenso, y gimió. La tensión comenzaba a acumularse en cada rincón de su cuerpo: la respiración agitada, el corazón bombeando cada vez más rápido. Llevó la otra mano entre sus muslos y deslizó los dedos sobre sus labios, sensibles e hinchados Pero faltaba algo. Desplazó la punta del vibrador hacia su clítoris y presionó.
—Oh…sí… —murmuró, extasiada.
Era exactamente lo que necesitaba. Modificó la posición, estimularse con la punta era demasiado, así que lo aplicó de lado y volvió a presionar.
Contracciones rítmicas fuera de su control se apoderaron de su sexo. Se mordió el labio inferior mientras seguía moviendo el vibrador entre los labios ya hinchados, sabiendo que el orgasmo estaba muy próximo. Y entonces, aumentó la fuerza de la vibración. Al máximo. 
—¡JODER! —exclamó, jadeando con los ojos abiertos como platos. El clímax la golpeó con un latigazo de placer, sin tener que concentrarse, sin tener que tocarse los pezones, sin siquiera intentar la penetración.
El aparato continuó vibrando entre sus dedos inertes, mientras recuperaba el ritmo de su respiración. Despues de unos instantes, lo apagó, y lo miró fijamente.
—Jo-der…
Tras unos minutos de deliciosa languidez sobre su cama, se acomodó las bragas y caminó, pensativa, hasta el cuarto de baño. Limpió y secó con cuidado el Iris y lo depositó en su preciosa bolsita de satén negro forrada en blanco. «Me parece que tú y yo vamos a ser muy amigos», reflexionó mientras cerraba el cajón de lencería con reverencia.
Esa noche durmió como un bebé. Como médico, se auto recetaría un orgasmo diario por el beneficio innegable de un sueño reparador.
©Mimmi Kass
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May 5, 2016
Radiografía del Deseo
Han pasado cuatro años desde que comencé a garabatear en uno de mis cuadernos de notas el inicio de esta historia: Radiografía del Deseo. Una novela de crecimiento emocional y de experimentación erótica. Un camino de madurez, deseo, de expectativas y realidad.
Ahora os presento la portada; si leéis la novela, entenderéis el significado que hay detrás de la imagen. Seréis vosotros los que finalmente decidáis si la historia de Erik e Inés merece ser contada.
Empecé a escribirla como todas las historias que tengo en mil libretas rodando por casa, una idea imprecisa, que no sabe bien a dónde va, pero que poco a poco, a medida que las letras llenan las páginas en blanco, va tomando forma.
Me enamoré tanto de los personajes y lo que me contaban, que me encontré con más de mil páginas escritas, y sin saber muy bien qué hacer con ellas. Esta historia supone la materialización de mi escritura consciente, y un sueño hecho realidad.
Probablemente es una historia difícil.
Ha sido duro. Mil veces me he planteado durante este año meterla en un cajón y olvidarme de ella. He tenido que descuartizar el manuscrito original, dotarlo de una estructura, separar las escenas que aportan de las que no (una vez comenté que, para mí, hasta cómo se movían los pelos de la alfombra que pisaban los protagonistas era importante), con una corrección que me ha hecho darme cuenta de que soy más ingenua de lo que creía, y que me ha sacado sangre, sudor y lágrimas. Pero Erik e Inés se te van a meter bajo la piel.
“No permitas que tu corazón se transforme en piedra”.
Estoy deseando que la tengáis ya en vuestras manos. Queda poco.
Mientras, si seguís el Hashtag #RxDelDeseo y #EnCuerpoyAlma, podréis conocerlos un poco más. Aquí os dejo la sinopsis de la serie, En Cuerpo y Alma. Radiografía del Deseo es la primera novela, pero detrás de ella vienen al menos dos novelas más.
Los protagonistas de la serie “En cuerpo y alma” son polos opuestos. Él es un cirujano volcado en su trabajo y basa todas sus relaciones en el sexo. Ella equilibra con cuidado todas las facetas de su vida y está segura de que cumplirá su proyecto de futuro al lado de un hombre que la ame. Pero todos sabemos que los polos opuestos se atraen, y ambos se verán envueltos en una espiral de deseo irresistible, a la vez que sus ideas sobre los grande temas de la vida y el amor chocan entre sí una y otra vez. El enfrentamiento conducirá a que sus convicciones se tambaleen y caigan como un castillo de naipes. Ella desarrollará su sexualidad hasta ahora muy poco explorada, y descubrirá que hay más formas de amar que el estereotipo que asume como correcto. Él se dará cuenta de que la cirugía puede que no lo sea todo en la vida, y que el amor existe, aunque quizá le cueste un poco averiguarlo.
Me encantaría saber qué os parece la portada, ¿os dice algo?, ¿os deja indiferentes?, ¿trasmite alguna sensación? SI te ha gustado y piensas que alguien más pueda estar interesado en leer una novela erótica muy distinta a lo habitual, puedes compartirla también.
Gracias a Carolina Bensler por saber trasmitir con su trabajo exactamente lo que quería. Es una profesional magnífica, y sin duda, trabajaré de nuevo con ella.
Con amor,
© Mimmi Kass
Radiografía del deseo ya está disponible en Amazon.
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April 25, 2016
Sorteo 3k seguidores en Twitter
Hace un par de semanas que somos 3000 en Twitter, ¡qué locura!, y prometí que haría un sorteo. ¡Y aquí está!
Abrí cuenta en esta red social porque, bueno, había que hacerlo, ¿no?. Al parecer tiene mucho tirón y si no tienes Twitter, no eres nadie. O algo así. En julio del año pasado comencé la aventura, un poco mareada por la velocidad a la que funciona y más perdida que un pulpo en un garaje.
Pero poco a poco fui encontrando una manera de expresarme, donde el erotismo no es censurado (tres veces me han cerrado la página de autora en FaceBook), donde puedo compartir el contenido de este blog, y, sobre todo, donde me encontré con vosotros.
Porque, ¿que hizo que me enamorase de Twitter? VOSOTROS.
Los que me acompañáis cada día con vuestras locuras, con comentarios divertidos, que a veces me hacen sonrojar, o que me hacen pensar.
Las sonrisas que me arrancais con una foto o un gif, o el contenido que compartís de algo interesante o que no conocía. Blogs maravillosos, para leer con calma, aprender y reflexionar. Usuarios que parece que me leen la mente, [image error]y otros…que me hacen vivir situaciones surrealistas, como ofrecerme ser artista de webcam porno. Verídico.
Así que, como agradecimiento y para celebrarlo, he montado este sorteo que consta de dos novelas eróticas que valen la pena, y dos productos eróticos que pueden hacer que su lectura sea todavía más interesante…
El maravilloso aceite comestible de masaje de Bijoux Indiscret (sabor Toffee)
El primer título es El amo del placer, de Cherise Sinclair.
Os dejo la sinopsis:
[image error]“Cuando el novio de Rebecca le confiesa que es miembro de un club de intercambio y le propone viajar con él y sus colegas a una casa rural perdida en las montañas, a ella no le queda más remedio que acceder para intentar salvar su relación.
Sin embargo, Rebecca no tarda demasiado tiempo en darse cuenta de que los intercambios no son lo suyo, por lo que se ve en la obligación de buscar un nuevo alojamiento y poner en práctica todos los trucos que conoce para esquivar a los amigos de su novio hasta que termine aquel infernal fin de semana.
Finalmente Logan, el propietario del negocio, accede a ayudarla y acaba dejando que duerma en su propia cama. Logan es un Amo con mucha experiencia y se da cuenta desde el principio de que es posible que Rebecca no sea una swinger pero, sin duda, es una sumisa. Una sumisa a la que no le importaría nada entrenar.
Durante unos días desenfrenados, Logan la enseñará a perder sus inhibiciones y superar sus complejos, pero lo que no le dice es que puede llegar a perder también su corazón…
¿Serán capaces Rebecca y Logan de enfrentarse a todos sus fantasmas y dar una oportunidad al amor que está surgiendo entre ellos?”
[image error]El segundo, Dominada por el Deseo, de Shayla Black.
Morgan O’Malley ha sido testigo de muchas cosas extravagantes como presentadora de un programa de televisión sobre sexo. Pero nunca había conocido a un hombre como Jack Cole, un reconocido maestro de las artes eróticas que desea proporcionarle todo aquello por lo que ella suspira en secreto.
Aunque Jack es guardaespaldas y pretende protegerla del acosador que la persigue, Morgan no se siente en absoluto segura en su presencia. Cuando comienza a participar en los juegos sexuales que él le propone, que la someten a su voluntad, intuye que sus motivos no son tan inocentes como parecen, pero no imagina lo personales que pueden llegar a ser. Y así, seduciéndola, dominándola, Jack hará realidad sus más profundas fantasías…
Y una sorpresa, de la que os daré una sola pista, que no podréis ver.
Pero, Mimmi… ¡has tardado muchísimo en hacerlo!, me diréis. Y sí, es cierto, y aquí tengo una confesión que hacer, aunque me lluevan los tomates virtuales: soy cuasi-analfabeta digital. Por mí, seguiría escribiendo con pilots y libretitas como llevo haciendo desde los ocho años, ¡porque el blog me hace sudar macarrones! Y no tenía ni idea de cómo hacer el dichoso sorteo.
Después de estudiar varias opciones, me he decidido por la más sencilla para mí y para vosotros, que no os quiero marear.
Al final del post encontraréis un formulario, donde os pregunto por el contenido que más os gusta del blog. Tenéis que hacer click en la opción desplegable y elegir la respuesta que más os convenza. Si hay alguna crítica, o sugerencia, o si os apetece contarme algo, utilizad el recuadro para comentarios. Así, me aseguro de que no se me escapa nadie que esté interesado en el sorteo y, de paso, conozco vuestra opinión sobre mi pequeño rincón.
Dejaré de plazo dos semanas, así que el día 8 de mayo cerraré el sorteo y, a través de una aplicación de easypromos, ¡tendremos al ganador!
El correo electrónico con el que contestéis el formulario será al que se os comunique si sois los afortunados, así que, ¡ojo con la bandeja de Spam!
¿Os apetece participar? ¡Tenéis dos semanas! Si esto resulta bien, haré más, eso seguro. Me encanta organizar estas cosas. ¡A parte de que me hace ilusión retribuiros vuestra compañía cibernética, claro!
Compartid y retwitear el post para que se mueva, y si hay algo que os gustaría ver en el contenido de la página, ¡acordaos de ponerlo en los comentarios!.
No os doy más la lata.
¡GRACIAS POR ESTAR AHÍ!
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April 22, 2016
Cena con esposas
Nos sentamos a la mesa ya puesta. Todo un detalle de Daniel, ofrecer su casa. Tranquilos, relajados, hace años que no compartíamos una velada así.
Nos ponemos al día con una charla distendida, en un ambiente extrañamente alhajado para una cena tan informal, solos los tres.
También nosotros estamos arreglados en exceso. Cuando he visto el vestido palabra de honor negro, la lencería de encaje, las medias de blonda y los stilettos negros que Nacho ha elegido para mí, pensé que iríamos a cenar fuera.
La petición de Nacho me saca de mis pensamientos.
—Levántate y sirve el vino, Claudia.
El tono de voz, la mirada, la expresión de su cara y la postura de su cuerpo me hacen despertar de una especie de letargo y me pongo alerta.
—Sí, Nacho.
Me sumerjo en el rol: mirada baja y gestos contenidos, mientras siento la corriente que me invade, de expectación y cierto… temor, por lo que pasa cuando cambiamos a la dinámica Ds. No hace falta que me lo indique, ambos lo sabemos. Yo lo sé.
Sirvo el vino en su copa con destreza, lo saborea con calma, asiente y señala a Daniel con un gesto de la cabeza.
A él sí puedo mirarlo a los ojos. Su mirada azul muestra curiosidad y sonríe, alentándome. Le sirvo también con una sonrisa, pero el silencio reverbera en el comedor.
—Ahí —señala Nacho, una posición cercana a la mesa, pero lo suficientemente lejos como para que me quede claro que no voy a participar más en ella.
Poco a poco, retoman la conversación y parece que se han olvidado de mí. Los observo, atenta, pero luego mi mirada se pasea por la estancia, contrastando recuerdos y descubriendo cosas nuevas.
La copa de Nacho está casi vacía y vuelvo a conectarme con lo que ocurre. Me acerco y le sirvo más vino. Un syrah Montes Alpha cuyo aroma estimula mi lengua y me hace sentir sed. No sé cómo lo hace, quizás he hecho ruido al tragar, o me he lamido los labios sin darme cuenta.
—¿Quieres un poco de vino?
—Sí, Nacho. Por favor.
—De rodillas.
No discuto, pese a que escucho como Daniel exhala con brusquedad, mostrando su sorpresa. Pese a haber tenido sexo con nosotros en alguna ocasión, desconoce esta faceta.
Me acerco y me arrodillo frente a él. Mi mente vuela sin poder remediarlo a la última vez que estuve así y se me escapa una sonrisa. Él me agarra el mentón con suavidad y me obliga a mirar hacia arriba, él también sonríe con complicidad. Seguro que estamos pensando en lo mismo: esta misma mañana, cuando tuve su pene en mi boca.
Nacho lleva la copa a sus labios, después se inclina sobre mí y, con dulzura infinita, deposita el vino cálido desde su boca a la mía. De nuevo. Hasta tres veces. Cuando se retira la última vez, me besa los labios y me indica mi sitio.
Vuelvo a mi posición de espera e identifico que empiezo a estar excitada y que el vino es magnífico: me he quedado con ganas de más. Con la sensación de estar a contrapelo, porque a la vez percibo un deje de irritación por la no satisfacción inmediata de mis deseos. Tengo que tener cuidado. La mezcla de excitación y enojo nunca es buena. Lidiando como estoy con toda la montaña rusa, su petición me vuelve a sorprender.
—Quítate las bragas, Claudia.
Tengo que estar más atenta, el tono me indica que no es la primera vez que me lo dice.
Muy bien.
Una oportunidad de precipitar un poco las cosas. Me subo el vestido por encima de las caderas, llevo ambos pulgares a las tiras del tanga, y los deslizo por mis muslos y después mis piernas, estiradas. Me apoyo en el suelo y levanto un pie, luego el otro. Sé que no están perdiendo detalle. Me incorporo y lanzo la prenda en medio de la mesa, justo entre los candelabros. Nacho reprime la sonrisa, yo mantengo la mirada baja sin mover ni un musculo, aunque me cuesta. Daniel se revuelve en la silla con los ojos clavados en mi sexo. Pobre.
Pero no he logrado mi objetivo. Mi carnada queda ahí, abandonada, sin que ni Nacho ni Daniel le hagan caso.
Ellos siguen conversando. Empiezo a sentirme ignorada. Y además, tengo hambre. Intento controlar la impaciencia, pero es inevitable empezar a desplazar el peso del cuerpo sobre una cadera, luego sobre otra. Nacho se da cuenta.
—De rodillas. Ven aquí.
Obediente, me agacho de nuevo y gateo hasta su regazo. No interrumpe su conversación con Daniel, pero de cada dos bocados, uno es para mí. Que me dé de comer en la boca me produce sentimientos encontrados, por un lado no se me escapa la ternura del gesto, sé que está cuidando de mí, pero por otro lado…ese puntito de humillación de saber que soy perfectamente capaz de alimentarme por mis propios medios y sin embargo, tengo que dejarme hacer, abriendo la boca como un animalito obediente, todavía me resulta difícil de manejar. Pero la humedad de mi sexo expuesto delata lo mucho que la situación me excita.
Seguimos así un buen rato, hablan sobre la situación del país. Me encuentro sentada sobre mis propias piernas, escuchando con atención. En cualquier otra ocasión hubiese intervenido, pero curiosamente, estoy cómoda y me gusta observarlos. Por una vez, no participo y me mantengo al margen, mientras los dedos de Nacho se entrelazan en mi pelo o se deslizan por mis hombros y mi cuello. Si fuera un gato, estaría ronroneando.
Llega el momento del postre. Daniel hace amago de levantarse, pero Nacho lo detiene con un gesto.
—Ve a buscarlo tú —me indica, y cuando me voy a dar la vuelta para obedecer, me detiene por una muñeca —. Un momento —murmura.
Y desliza el borde de sus dedos entre mis labios vaginales comprobando la humedad, volviendo a pillarme desprevenida. Pero no me muevo, pendiente de esos dedos ahora en mi interior hasta que los retira y me indica que continúe. Con un tono divertido. Qué cabrón. Daniel está procesando. Esto también lo tiene un poco descolocado, aunque claramente lo está disfrutando. Qué cabrón.
—Antes de ir por el postre, tráeme mi regalo.
Me concentro en lo que me dice, sé a lo que se refiere y no tardo demasiado en volver. Deposito las esposas de bisagra en sus manos y me las coloca. Reprimo un gesto de fastidio. Siempre me las ciñe demasiado y así me molestan, aunque al menos no tengo las manos a la espalda, sino delante de mí.
Me mira, calculador, y señala mi vestido negro.
—Estás demasiado vestida. Date la vuelta.
Obedezco, y Nacho desabrocha el botón y desliza la cremallera de mi vestido, que cae a mis pies.
—Ahora, ve —me indica, dándome una palmada en el trasero.
De acuerdo. Caminar esposada casi desnuda y coger las fresas y el chocolate es bastante más divertido qu[image error]e lo convencional. De una manera un poco…humillante, pero divertido. Tengo que reconocerlo.
Al volver, la charla está de lo más animada. Ríen a carcajadas. Espero que no sea a mi costa. Torpemente, pongo las fresas y el sirope en la mesa.
—En la boca. Devuélveme el favor y dámelas en la boca. ¡Ah!, y Daniel tiene una petición —dice señalándolo.
—¿Te quitas el sujetador, Claudia?
Vaya. Vaya, vaya, vaya. ¿Dos contra una?, me vuelvo hacia Nacho, suspicaz, esperando instrucciones.
—Haz lo que se te dice, Claudia.
Obviamente no puedo, tengo las manos esposadas. Me acerco a Daniel y le pido que me ayude. Es una maniobra arriesgada, no sé si debí pedírselo a Nacho, pero el sujetador cae y mis pezones se tornan erectos al tomar contacto con el aire. Siento esa necesidad imperiosa de masajearlos que siempre me produce el quitarme esa prenda, pero yo estoy esposada y ninguno de los otros dos pares de manos masculinas se da por enterado.
—Con esto, entiendo que aceptas que Daniel se incluya en la dinámica —Nacho no pregunta, afirma.
Yo me vuelvo y lo miro por primera vez algo preocupada desde que me ordenó servir el vino.
—Si te sientes incómoda en algún momento, házmelo saber—dice con seriedad.
Murmuro una negativa. Me cuesta reconocerlo, pero quiero saber qué va a pasar. Y quiero complacerlo. Quiero complacerlos a ambos.
Vuelve su mirada a las fresas y me las ingenio para rociar el sirope sobre ellas sin montar un desastre. Esas esposas son una puñetera complicación, al tener una bisagra en vez de una cadenilla, el juego de muñeca es casi inexistente y tengo que mantener los codos cerca para no hacerme daño, así que tropiezo continuamente con mis pechos.
Ellos permanecen ajenos a mis complicaciones, recibiendo con aire ausente Nacho, y agradecido Daniel, las fresas que llevo a sus bocas. No. De hecho Daniel, sí se ha dado cuenta del bailoteo de mis pechos contra mis brazos. Y Nacho…también.
—Tócala.
—¿Cómo? —Daniel sinceramente cree haber oído mal.
—Tócala —repite Nacho, reclinándose en la silla como quien va a asistir a un espectáculo.
Daniel extiende la mano, agarra las esposas, y me atrae hacia él. Yo camino unos pasos, un poco reacia, y el da un tirón. Esta vez quedo muy cerca, y todo mi cuerpo se envara cuando desliza su mano entre mis pechos en una caricia firme. Me mantiene sujeta de las esposas. Cuando abarca uno de mis pechos, cierro los ojos y exhalo lentamente. Se inclina y rodea un pezón con los labios, lo gira con su lengua, lo sostiene delicadamente uno segundos entre sus dientes y por fin, me suelta. QUE. CABRÓN.
—Más fresas, Claudia —pide Nacho, con voz ronca.
Me acerco, más pendiente del calor que desprende mi pezón humedecido, y hago lo que me dice, con torpeza. Mancho su barbilla de sirope y me obligo a concentrarme. Lo limpio con una servilleta, llamando mi cuerpo al orden, pero él vuelve a deslizar su mano fuerte entre mis piernas.
—Mucho mejor —dice, aprobador. Yo ya no sé dónde estoy parada.
—Hay un Late Harvest para acompañar las fresas —comenta Daniel, con el tono también atenazado.
Miro a Nacho, quien me señala la cocina y voy por el vino, agradecida por alejarme unos segundos de la intensidad de la situación. Mi corazón late a mil por hora y mi respiración es totalmente errática.
Traigo la estilizada botella y Daniel la descorcha con pericia. Torpemente, le sirvo a él primero. Mientras lo hago, vuelve a tocarme los pechos y ahora son sus dedos los que se deslizan en mi interior. Ya no puedo respirar por la nariz, de hecho, estoy jadeando. Al menos tengo la satisfacción de ver que ellos están tan excitados como yo. Pero las manos me tiemblan y me precipito al servirle el vino a Nacho. El cuello de la botella choca contra la finísima copa de cristal…y la quiebra. Nacho sonríe perverso. Le acabo de dar un motivo.
Me apresuro a recoger el desastre, pero Nacho se levanta y me retiene de las muñecas.
—No, deja eso, no quiero que te cortes. Quiero que traigas las cintas.
Ay, las cintas. Cuatro largas, suaves y sedosas cintas de raso que nos acompañan desde hace años. Fáciles de transportar, y muy, muy versátiles. ¿Para qué las querrá? Para atarme, sí, pero… ¿con qué fin?
Llego al comedor, y me detengo, desconcertada. Se han movido al salón, y conversan en voz baja, de pie ante el sofá. Ya sé lo que quiere Nacho. A Nacho le encanta atarme en esa postura por lo vulnerable y expuesta que me deja. Un momento. ¿Daniel también va a participar?
—Ven aquí, Claudia —interrumpe mi caldo de cabeza con voz firme.
—Un momento. ¿Qué…?
—Ven aquí. Vamos.
No hay espacio para réplica, y camino hacia ellos jugueteando con las cintas entre mis dedos y exhibiendo mi
desnudez. Solo llevo las medias y los tacones.
¿Quiero hacer esto? Claro que sí. Pero no se lo voy a poner fácil.
—Siéntate en el sofá y abre las piernas —ordena con un tono que da por hecho que voy a cumplir.
—No.
Ese «no» rebota en Nacho, que me devuelve una mirada cargada de energía, como una onda expansiva.
—Claudia, siéntate en el sofá —repite con tono contenido, sin mover un sólo músculo pero irradiando tensión.
No puedo evitar la risita irritante. Es un juego peligroso, sé que me arriesgo a que todo se acabe, porque si no le apetece, simplemente me ignorará, como seguramente me merezco. Pero, por otro lado, sé que le divierte doblegarme y tenemos años de experiencia.
Lo que nos puede gustar un buen pulso sexual.
Lo miro a los ojos y le ofrezco mi sonrisa más radiante.
—OBLÍGADME.
©Mimmi Kass
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