Gervasio Sánchez's Blog, page 2

October 12, 2015

Una mina camino del colegio

Sokheurm Man fue herido por una mina el 10 de enero de 1996 cuando se dirigía al colegio con Chai Chun, su mejor amigo, muerto en la explosión. Un principio de gangrena obligó a los cirujanos a amputarle la pierna derecha trece días después en una operación que duró cuarenta y cinco minutos.


Sokheurm Man apoyado en su padre antes de sufrir la amputación de su pierna en enero de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez

Sokheurm Man apoyado en su padre antes de sufrir la amputación de su pierna en enero de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez


Su padre le acompañó durante toda su estancia en el hospital. La familia tuvo que vender una parte fundamental de la cosecha de arroz de ese año para sufragar los gastos. Uno de sus hermanos mayores había muerto unos años antes víctima de otra mina.


Sokheurm Man después de perder su pierna. Fotografía de Gervasio Sánchez

Sokheurm Man después de perder su pierna. Fotografía de Gervasio Sánchez


El joven participó como activista en la campaña internacional para la erradicación de las minas durante sus años adolescentes y viajó a menudo al extranjero para asistir a seminarios con víctimas de otros países mientras estudiaba en la escuela secundaria.


También trabajó en el Servicio Jesuita para los Refugiados durante varios años y se encargó de documentar casos de nuevas víctimas de minas antipersona en la provincia donde vivía.


Sokheurm Man, cinco años después de perder la pierna por una mina. Fotografía de Gervasio Sánchez

Sokheurm Man, cinco años después de perder la pierna por una mina. Fotografía de Gervasio Sánchez


Visitaba las pequeñas aldeas en su motocicleta, se entrevistaba con las personas mutiladas y recogía sus historias en unos informes individuales que mandaba por Internet a sus jefes en la capital camboyana.


También asistía a clases nocturnas de Tecnología e Informática en la Universidad de Siem Reap, muy cerca de los míticos templos de Angkor.


Sokheurm Man con su esposa Nin Lin y su hijo Enero en 2007. Fotografía de Gervasio Sánchez

Sokheurm Man con su esposa Nin Lin y su hijo Enero en 2007. Fotografía de Gervasio Sánchez


Diez años después de su accidente, en enero de 2006, nació su primer hijo fruto de su relación con Nin Lin, una joven de 22 años a la que conocía desde la infancia y con la que se había casado un año antes. El bebé recibió un curioso nombre en español: Enero.


 

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Published on October 12, 2015 22:00

October 10, 2015

Las razones de un proyecto llamado Vidas Minadas

Mis primeros pasos con las víctimas civiles de las minas antipersonales coincidió con una nueva etapa de mi vida profesional hace ahora 20 años. En 1995 estaba cansado de fotografiar a moribundos anónimos a los que ni siquiera se les pregunta el nombre.


La muerte de un ciudadano occidental repercute más que la de miles de africanos, asiáticos o latinoamericanos. Ni siquiera hay una numeración ordenada y correlativa de esos muertos. Todos sabemos que las víctimas del Tercer Mundo siempre se suman de miles en miles.


Niño herido por una mina en Kabul (Afganistán) en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez

Niño herido por una mina en Kabul (Afganistán) en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez


Mi intención no era solo ilustrar y documentar sino provocar el remordimiento. Mi trabajo quería ser un alegato contra el cinismo y la desidia de la clase política, la deshumanización reinante y la superficialidad con que los medios de comunicación presentan los problemas que afectan al Tercer Mundo.


Pensaba que no se puede vivir en una cultura de la banalidad que diluye cualquier toma de conciencia. Quería creer a Albert Camus cuando dice: “Debemos comprender que no podemos escapar del dolor común, y que nuestra justificación, si hay alguna, es hablar mientras podamos, en nombre de los que no pueden.


En 1991, un grupo de seis organizaciones humanitarias no gubernamentales (ONGs) encabezadas por la Fundación de Veteranos de Vietnam, creó la Campaña Internacional contra las minas. En 1994, ocho ONGs españolas lanzaron la campaña conjunta “Eliminemos las minas”.


Mujeres angoleñas víctimas de minas antipersonas en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Huambo en abril de 1997. Fotografía de Gervasio Sánchez

Mujeres angoleñas víctimas de minas antipersonas en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Huambo en abril de 1997. Fotografía de Gervasio Sánchez


El Parlamento Europeo aprobó el 29 de julio de 1995 una resolución por la que se solicitó a los países miembros que prohibiesen la fabricación, el uso y la exportación de minas antipersonas. En febrero de 1997, el Congreso de los Diputados español aprobó una resolución parecida.


Entre el 1 y el 17 de septiembre de 1997, se celebró la Conferencia de Oslo encargada de redactar el texto definitivo que se firmó en Ottawa (Canadá) el 3 de diciembre de 1997 por 122 estados. Entre las principales ausencias destacó China, India y Rusia. Estados Unidos, liderado por el presidente Bill Clinton, se retiró de la Conferencia sin apoyar el texto.


El 10 de octubre de 1997, la Campaña Internacional contra las minas y su coordinadora, Jody Williams, recibieron el Premio Nobel de la Paz.


Cuando empecé el proyecto Vidas Minadas hace 20 años las víctimas más jóvenes tenían 13 años y varias historias que contar: la de sus propias vidas como mutilados, la de las guerras que habían sufrido, la de los sueños destruidos por la mala hora que habían vivido.


Mi trabajo tendría un enfoque documental y seguiría la senda del periodismo puro. Los protagonistas deberían convertirse en los símbolos de un drama universal. Pensaba que ya que no éramos capaces de acabar con los conflictos, al menos deberíamos respetar a los que sufren sus consecuencias.


Decenas de víctimas de minas camboyanas esperan el alta en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja en Batambang el último día del año 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez

Decenas de víctimas de minas camboyanas esperan el alta en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja en Batambang el último día del año 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez


La clave para que este proyecto funcionase debía residir en la paciencia. Habría que regresar una vez tras otra a los lugares originales para mostrar como crecen las víctimas infantiles o envejecen las adultas.


Debía convertir a los protagonistas en parte de mi familia. Sentirme como el padre de los más pequeños y el amigo íntimo de los mayores. Conseguir que mi presencia no condicionase su cotidianidad y alterase su forma de ser. No convertir la cámara en un simple ladrón de sufrimientos ajenos.


Todos los protagonistas de Vidas Minadas tienen nombre y apellido porque cualquier ser humano, independientemente de su situación, su color o su nacionalidad, tiene una gran historia personal que contar aunque la tendencia perniciosa de la mayoría de los medios de comunicación es amontonar a las víctimas en cifras anodinas. Se habla de morir en masa cuando el Hombre, como decía Ryszard Kapuscisnki, siempre sufre o “muere solo”.


Aquellos niños son hoy adultos que se han casado y han tenido hijos. Algunos de los protagonistas adultos tenían hijos recién nacidos cuando los conocí. Hoy algunos ya están en la universidad.


El número de víctimas y de países implicados en el comercio de minas ha descendido en las últimas dos décadas. Pero los países más avanzados no han cumplido con sus compromisos económicos y apenas han donado un 10% de lo prometido.


Una cantidad insuficiente para ayudar a personas mutiladas que necesitan atención completa durante el resto de su vida, que incluye intervención médica de urgencia, rehabilitación física y apoyo psicológico para reinsertase social y laboralmente.


Un especialista de la ONU da una clase sobre los peligros de las minas a niños de Kabul en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez

Un especialista de la ONU da una clase sobre los peligros de las minas a niños de Kabul en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez


España firmó el Tratado de Ottawa en diciembre de 1997 y lo ratificó en enero de 1999. En enero de 1998, el presidente José María Aznar destruyó la primera mina en un acto simbólico que tuvo lugar en el Hoyo del Manzanares. Unos 800.000 artefactos fueron catalogados y destruidos en tres años, uno menos de lo que exigía el acuerdo internacional.


Pero España apenas dedicó 700.000 euros anuales hasta 2005 a la ayuda a las víctimas y al desminado. A partir de 2006, el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero realizó aportaciones directas a distintos fondos internacionales y a proyectos de ayuda a supervivientes por valor de 7,2 millones de euros, diez veces más que durante el periodo político anterior.


Lamentablemente, esta actitud más generosa coincidió con el periodo más negro de la historia de España en el negocio de armas al duplicarse las ventas españolas entre 2005 y 2006 y sextuplicarse durante los ocho años de gobiernos socialistas liderados por Rodríguez Zapatero.


Cuando finalizó el gobierno de José María Aznar en 2004 vendíamos 400 millones de euros en armas y 2.400 millones de euros a finales de 2.011. Durante los años del gobierno del presidente Mariano Rajoy estas cifras se han disparado hasta los 3.900 millones de euros.


Mi trabajo me reconforta y recibo muchas compensaciones de los protagonistas de este tipo de historias. Ellos me enseñan los valores vinculados a la lucha por la supervivencia y la superación.


Frente a los desastres de las guerras es difícil ser optimista. La verdad queda oculta por el fragor de los combates y el comportamiento de los asesinos. El contacto con las víctimas permite tener esperanza e, incluso, confiar en una mejora del comportamiento humano en el futuro.


Creo con pasión en mi trabajo y considero que la obligación de un periodista es documentar los horribles hechos que se producen a lo largo y ancho de este mundo injusto, pero muchas veces he tenido serias dudas sobre si este trabajo sirve para algo. Aunque, como escribió el portugués Fernando Pessoa, “prefiero la angustia a una paz que me pudra”.


Víctimas angoleños de minas juegan al fútbol en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Huambo en abril de 1997. Fotografía de Gervasio Sánchez

Víctimas angoleños de minas juegan al fútbol en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Huambo en abril de 1997. Fotografía de Gervasio Sánchez


Los responsables de tanto sufrimiento se esconden detrás de una nebulosa de intereses o siglas. Multinacionales del petróleo, industrias armamentísticas, gobiernos indeseables. Los demonios de las crisis tienen muchas patas.


Un dato que lo explica casi todo: los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU son los mayores fabricantes de armamento del mundo.


En España se fabrican armas y se venden a países con conflictos internos, vecinales o guerras abiertas violando sistemáticamente nuestras propias leyes de control de armas. La rutina permite que armas vendidas a un país pacífico aparezcan en los campos de batalla de un conflicto olvidado.


El cinismo reglamenta cualquier decisión sobre el mercado de armas. No hay que criminalizar a las personas que trabajan en las fábricas armamentísticas, pero si a los gobiernos que permiten este inmoral negocio.


Todos los gobiernos españoles desde que se inicio la transición a mediados de la década de los setenta encabezados por Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez y Mariano Rajoy han permitido la vergonzosa venta de armas.


Si hubiese justicia universal quizá estos gobernantes podrían ser encausados en un tribunal internacional por su permisividad y complacencia con los negocios armamentísticos.


La tendencia de los políticos de nuestro país es gritar cuando están en la oposición y subordinarse al pragmatismo cuando alcanzan el salón del poder.


Los responsables socialistas eran muy sensibles a las peticiones que se hacían desde la sociedad civil para, al menos, ordenar el vergonzoso mercadeo de armas, en aquellos tiempos en que esperaban su turno para gobernar.


Ya en el poder lo trataron como un tema menor. Eran capaces de refugiarse en el secreto de Estado para ocultar datos a los ciudadanos mientras reivindicaban valores universales en los foros internacionales. ¿Se podía condenar la guerra y al mismo tiempo sextuplicar las ventas de armas que permitió escalar a nuestro país hasta el sexto lugar del ranking mundial? Sí se podía y así lo hicieron.


Un niño afgano víctima de una mina acompañado de su madre en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional de Kabul en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez

Un niño afgano víctima de una mina acompañado de su madre en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional de Kabul en agosto de 1996. Fotografía de Gervasio Sánchez


Vidas Minadas nació con el ánimo de superar las trabas mediáticas, las modas temáticas, el esquematismo y el sensacionalismo. Cuando finalicé la primera parte en 1997 sentí mi propio agotamiento y pensé que nunca podría implicarme en la continuación de estas historias. Después presenté dos nuevas partes del proyecto cuando se cumplían cinco y diez años de la firma del Tratado de Ottawa. Ahora ya trabajo para un Vidas Minadas, 25 años que presentaré en noviembre de 2022. No me extrañaría que hiciese un Vidas Minadas, 40 o 50 años porque las guerras sólo se acaban cuando sus consecuencias se superan.


Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952, dijo que “las tumbas de las guerras son las grandes predicadoras de la paz”. Me gustaría que las víctimas de las minas se convirtieran en las grandes predicadoras contra el martirio provocado por esos “soldados” metálicos o de plástico, escurridizos, insensibles y mortíferos que duermen escondidos y pueden mutilar o matar décadas después de haber sido creados.

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Published on October 10, 2015 11:56

October 8, 2015

Vidas Minadas, 20 años después

Hace 20 años empecé un proyecto en el que todavía estoy inmerso después de recibir una propuesta de una revista del corazón. Viajé a Angola, uno de los países más minados del mundo, y me zambullí en un mundo de horror y desolación.


Durante mi estancia en Kuito fue testigo del impacto de las mina antipersonas contra la población civil. En aquella ciudad de unos 100.000 habitantes, un 3% habían perdido una pierna o ambas al pisar una de las decenas de miles que había por todas partes.


Un técnico prueba la prótesis a un mutilado en el centro ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Kuito (Angola). Fotografía de Gervasio Sánchez

Un técnico prueba la prótesis a un mutilado en el centro ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Kuito (Angola). Fotografía de Gervasio Sánchez


Ejércitos de mutilados sobrevivían entre ruinas modernas después de sobrevivir a uno de los cercos más salvajes de la historia, peor que el de Sarajevo que había cubierto durante tres años.


Decidí contar la historia de un adolescente llamado Adelino Chimoco que había sufrido el accidente cuando era un niño. Su padre había muerto por culpa de otra mina. Él me ofreció una de las lecciones que los periodistas debemos recibir de cuando en cuando para no perder el sentido de nuestro trabajo.


Una mañana se paró en un sendero del que era peligroso salirse y me señaló unos huesos a unos metros que sobresalían entre hierbajos de un metro de altura. “Son de mi padre. Pisó la mina ahí, agonizó y murió. El día que limpié todas las minas que hay podré enterrar sus huesos”, me dijo con una naturalidad aplastante.


Minas antipersonas en Camboya. Fotografía de Gervasio Sánchez

Minas antipersonas en Camboya. Fotografía de Gervasio Sánchez


En los siguientes meses me centré en Camboya y Bosnia-Herzegovina en documentar el desastre de las minas antipersonas. Tres organizaciones humanitarias prestigiosas, Intermon-Oxfam, Manos Unidas y Médicos sin Fronteras, aceptaron el reto de preparar un armazón gráfico que sirviera para denunciar el desastre humanitario que afectaba a más de setenta países de todo el mundo


La lista de países se amplió con Afganistán, Mozambique, El Salvador y Nicaragua y años después con Colombia y el Kurdistán iraquí. El proyecto se presentó el 25 de noviembre de 1997 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid antes centenares de personas.


Prótesis en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Kabul (Afganistán). Fotografía de Gervasio Sánchez

Prótesis en el Centro Ortopédico de la Cruz Roja Internacional en Kabul (Afganistán). Fotografía de Gervasio Sánchez


Heraldo de Aragón publicó la exclusiva de aquel proyecto dos días antes, el 23 de noviembre de 1997. También publicó una segunda parte cinco años después en noviembre de 2002 y diez años después en noviembre de 2007. Estoy seguro de que Heraldo de Aragón publicará Vidas Minadas, 25 años en noviembre de 2022.

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Published on October 08, 2015 15:27

El periodismo es pasión y compromiso

CONFERENCIA INAUGURAL DEL CURSO ACADEMICO 2015-2016 EN LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN DE SEVILLA


Quería ser periodista desde que tenía 10 años. Empecé a coleccionar sellos antes de cumplir esa edad. Con la mente viajaba. Miraba un mapamundi y soñaba. En mi memoria dormían todas las capitales del mundo.


Soñaba con viajar a los países de mis sellos. Empecé a creerme que si estudiaba periodismo lo conseguiría. Me lo creí de verdad con 14 años. Era el único estudiante que iba al instituto con un diario debajo del brazo. Tengo que confesar que era deportivo, pero me lo leía de cabo a rabo. Lo pagaba de mi bolsillo y luego no tenía para chuches.


Hice lo imposible para llegar a la universidad y estudiar la carrera. Comencé a viajar como periodista cuando todavía era estudiante. Llevo más de 30 años ejerciendo el periodismo. Tengo algo muy claro: siento pasión por este oficio que tiene que ver con pocos y sé que un periodista lo es desde la cuna a la tumba.


Soy periodista las 24 horas al día de cada uno de los 365 días del año. Soy periodista cuando duermo. Incluso mis sueños son de periodista. No seré yo quien os quite la idea de ser periodistas de la cabeza.


Mi pasión es el periodismo. Muchos de los mejores días de mi vida están vinculados al periodismo. Y algunos de los peores. Mis principales quebraderos de cabeza también me los ha provocado el periodismo.


No sé quién sería si no hubiese sido periodista. Quizá sería más feliz, tendría más tiempo libre para dedicárselo a mi familia o para perderlo en situaciones insulsas. Pero no sería mejor persona. Creo que el periodismo me ha convertido en más solidario, más crítico, menos dogmático, menos cínico.


El periodismo ha sido como un caballo veloz que me ha llevado a los lugares más oscuros del mundo y me ha obligado a enfrentarme a situaciones inimaginables. El periodismo me ha forzado a empaquetar el dolor acumulado y llevarlo escondido en una mochila invisible cuyo peso sólo yo conozco.


Pero no me gustan los periodistas que hablan más de los que les pasa a ellos que de las situaciones que documentan. Cuanto más en contacto se trabaja con el sufrimiento, más debe huir el periodista del protagonismo. El periodista que habla de sí mismo traiciona a las víctimas y reduce el espacio de las historias que importan.


Me aburren esos periodistas, la mayoría demasiado jóvenes para entender lo que ocurre a sus alrededores, que escriben libros después de asistir a la guerra mediática de moda. A veces surgen experiencias literarias honestas, pero la mayoría de esos libros son prescindibles y están más vinculados al autobombo y la promoción personal. Es decir, los autores se benefician descaradamente del impacto que provoca el horror de la guerra en la lejanía cuando, en realidad, han actuado como turistas accidentales.


Si me preguntáis hoy si la gran aventura del periodismo ha valido la pena os diré que sí. Un sí rotundo. Estoy seguro que pensaréis que es lógico que hable de esta manera porque no me ha ido nada mal. Tengo un largo curriculum y acumulo premios.


Es verdad hoy, en octubre de 2015, pero no era así en agosto de 1989 cuando ya había cumplido 30 años ni en 1994 cuando con 35 años me peleaba para que me publicasen mi primer libro sobre el cerco de Sarajevo después de vivir en la delgada línea entre la vida y la muerte durante años. No era así cuando algunos de mis mejores amigos morían ejerciendo el periodismo con mayúsculas y yo me quedaba huérfano sabiendo que podría haber sido yo la última víctima.


Ha sido un camino muy largo, repletos de tiempos de silencio donde había que pelear para que los medios te tomasen en serio y no te valorasen a la baja las colaboraciones literarias o fotográficas realizadas en lugares poco agradables.


Os voy a dar varios consejos antes de empezar a despellejar esta profesión que vive sus horas más bajas con plantillas enteras desesperadas al ver cómo unos cuantos oportunistas, casi siempre los más mediocres y los más arribistas, están aplastando el periodismo a marchas forzadas.


Cuando yo tenía vuestra edad llegué a una serena conclusión: sólo sería independiente si me alejaba del puesto fijo de un medio de comunicación. Es posible que sea el único de mi promoción que quería trabajar como freelancer. En aquellos años el freelancer duraba un suspiro: el tiempo que tardaban en ofrecerte un trabajo en plantilla.


Os confieso que no sé lo que es cobrar una paga extra ni tampoco una paga de beneficios. La palabra beneficio ha desaparecido del vocabulario periodístico. Pero hubo un tiempo que la paga de beneficios era muy valorada.


Creo que esa paga ha hecho un daño tremendo en las redacciones: ha tenido el efecto sedante en todo lo que tiene que ver con la obligación de los periodistas de huir de las prebendas.


Pasar toda una vida sin pagas extras no es agradable. Os aseguro que es duro. En mis primeros años como periodista mi única paga extra fue trabajar cada verano como camarero en un chiringuito de playa.


Cuando algún joven como vosotras o vosotros me pregunta qué hay que hacer para llegar donde yo he llegado, soy muy claro: hay que trabajar 17 veranos de tu vida, entre los 15 y los 31 años y 364 días (dejé de trabajar el día antes de cumplir 32 años en 1991), como camarero primero para ayudar en casa de tus padres, segundo para poder estudiar en la universidad y tercero para viajar durante años a los lugares que quieres cuando es imposible equilibrar gastos e ingresos por culpa de los miserables que valoran tus colaboraciones.


En los años ochenta llegué a las guerras y crisis latinoamericanas con mis ahorros y tuve que trabajar muy duro para empezar a publicar mis primeros reportajes. Dormía en hoteles de pocos dólares. Comía una vez al día. Me movía en transportes públicos. Escribía de madrugada y así aprovechaba la luz del día para hacer fotografías. Rogaba a pasajeros a punto de embarcar en sus vuelos que me llevasen una bolsa llena de rollos fotográficos a España. Me arriesgaba a que la tirasen al cubo de la vacía por miedo a los controles policiales.


Mis compañeros de los medios importantes se sorprendían ante mi constancia y pundonor. “¿Otra vez por aquí”, me preguntaban cuando me veían en El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Chile, Perú, Colombia. Algunos me invitaban a comer de vez en cuando. Con el coste de aquella comida yo podía vivir varios días. Algunos convencían a sus medios de que yo era el fotógrafo ideal para realizar las fotos de una entrevista o un reportaje. Algunos valoraban decentemente mi trabajo y luego se peleaban para que me lo pagasen. Algunos actuaban suciamente: se aprovechaban de la situación para ahorrarles dinero a sus empresas. A veces para ahorrarles una comida.


En los años noventa llegué a Sarajevo durante la guerra balcánica. Había muy pocos periodistas, escasos españoles. Era muy peligroso. El peligro de una cobertura siempre provoca el éxodo de la prensa. Pero se hizo una gran cobertura.


Nadie puede decir que no sabía lo que pasaba en los Balcanes. A veces ha ocurrido que un político o diplomático cínico ha dicho delante de mí: “Se intervino tarde en los Balcanes porque no sabíamos lo que estaba pasando”. Es mentira. MENTIRA con mayúsculas.


En Sarajevo trabajaba para Heraldo de Aragón (The Herald of Aragon decía cuando me presentaba). A mucha gente le extrañaba que un diario regional pudiera tener un enviado especial en una zona tan conflictiva.


Os diré algo importante: no os creías que una gran carrera profesional sólo se puede hacer de la mano de un diario importante. No es necesario. Nunca quise trabajar o pertenecer a la plantilla de un diario importante.


Estoy rodeado de compañeros, algunos muy buenos amigos, insatisfechos por lo que hacen y sobre todo por lo que no pueden hacer. Sí están bien pagados. Reciben todas las pagas inimaginables, pero se tienen que callar ante situaciones vergonzosas que se repiten habitualmente en las redacciones. Algunos sólo hablan después de haber sido despedidos durante un ERE. Cuentan lo que nunca se atrevieron a contar cuando estaban en plantilla.


Os diré también que trabajar en la sección local o nacional de los diarios es más peligroso que trabajar en internacional. Si yo escribo que el presidente de tal país es un corrupto, nadie va a atentar contra mi titular.


Pero si tiene que ver con un personaje vinculado a mi empresa, cercano o lejano ideológicamente, que está ayudando a establecer estrategias para salvar económicamente la empresa después de que los responsables dilapidasen grandes cantidades en operaciones obscenas, asaltarán mi titular, decapitarán la información y, posiblemente, me cortarán el cuello laboralmente hablando a las primeras de cambio.


No os quede ni la menor duda de que está pasando continuamente. Los cirujanos que aplican los ERES en los medios conocen muy bien las listas negras y no tienen piedad con los pepitos grillo, esas personas honestas y críticas que quieren actuar como periodistas aunque sea contraproducente con los intereses empresariales y a riesgo de quedarse sin trabajo.


Claro que es peligroso trabajar en Siria o en países con conflictos abiertos, pero yo me pregunto: ¿Dónde estaban los periodistas económicos de nuestro país cuando se producía la debacle de bancos y cajas de ahorro?


Claro que lo sabían porque tienen la preparación suficiente para detectarlo, pero no podían publicarlo porque esas mismas entidades estaban inyectando cantidades importantes de dinero a través de la publicidad en los mismos medios.


Es habitual en nuestro país que haya presiones sobre los periodistas, y demasiadas veces, consiguen su objetivo: que dejen de informar y que traicionen la confianza de los ciudadanos.


La crisis de identidad del periodismo empezó en tiempos de esplendor económico cuando las empresas inyectaban mucho dinero en publicidad y cerraban la puerta a cualquier investigación seria sobre sus chanchullos. Por eso, salvo raras excepciones, no existe el periodismo de investigación en España ni existirá mientras los medios de comunicación estén vinculados a intereses políticos y económicos.


Por desgracia, el desembarco de poderes extraños al periodismo hace tiempo que empezó en el periodismo español. Los responsables de estas empresas, que odian la libertad de prensa, exigen directivos pusilánimes y cobardes dispuestos a decir hoy Sí a lo que ayer era No y convencer a sus subalternos de que es el mejor camino para sobrevivir.


Directivos que desprecian la falta de rigor y la independencia y privilegian sus propios intereses sobre la búsqueda de la verdad. Que impiden que se pueda informar sin tener en cuenta las estrategias cada vez menos escondidas y descaradas entre medios de comunicación y partenaires políticos y económicos.


Arturo Perez Reverte dijo hace dos semanas al recibir uno de los Premios Internacionales de Periodismo de El Mundo por sus columnas semanales: “Nunca en esta democracia se ha visto España sometida a un maltrato semejante del periodismo por parte del poder” y reafirmó que “el único freno, la única medida que conocen el político, el financiero o el notable, cuando alcanzan cotas perversas de poder, es el miedo a la prensa libre”.


Hace dos semanas el periodista Miguel Ángel Bastenier dijo en un tweet que “el periodismo empezó su larga agonía cuando nos creímos que tenemos que escribir sin molestar al poder.


El gran Ryszard Kapucisnki lo dijo con otras palabras: el periodista debe ser “indeseable, inoportuno y certero en su impertinencia”, cualidades, por cierto, odiadas por los detentadores del poder político, económico y mediático.


Añadiría que el periodismo está hoy tan licuado que por desgracia sólo rara vez actúa como un verdadero vigilante de los poderes fácticos de una sociedad.


Pero el periodismo es básico para fiscalizar la forma de hacer política de nuestros gobernantes y gestores económicos, pertenezcan al sector público o privado, y para comprender la realidad del mundo en que vivimos.


Y, además, hay que añadir el comportamiento de los directivos de algunos medios sólo interesados en mantener sus salarios estratosféricos aunque eso signifique el ahogamiento económico. No hay límite para tanta desvergüenza.


Os pongo un ejemplo de un medio del que acabo de conocer los salarios de sus directivos y cargos de responsabilidad. Me refiero a un medio que pierde mucho dinero desde 2009.


19 personas sumaban un coste salarial de 2,6 millones de euros hasta hace pocas semanas. El resto de la plantilla, jefes de sección para abajo (127 empleados), sumaban 5,63 millones de euros. Es decir, que esos 19 jefes (el 11,8% de la plantilla) suponían el 32% de la masa salarial total.


Las dos personas de Alta Dirección, un director editorial y un director ejecutivo, se embolsaban 567.400 euros anuales brutos.


Cuatro personas del llamado grupo 0, entre ellos la vicedirectora editorial, el director financiero o la directora de publicidad, sumaban 721.466 euros anuales brutos. Os puedo pasar los cuatro salarios individuales, pero no os quiero aburrir.


Ocho personas del llamado grupo 1, que incluían subdirectores y directores de departamentos más pequeños, cobraban 896.448 euros brutos. Os puedo pasar los ocho salarios individuales, pero no os quiero aburrir.


Cinco personas del llamado grupo 2, entre ellos los redactores jefes, costaban a la empresa 411.542 euros brutos . Os puedo pasar los cinco sueldos individuales, pero no os quiero aburrir.


Insisto: se trata de un medio que perdía dinero desde hace seis años y que, a pesar de ello, pagaba “sueldos desorbitados” y “por encima del mercado” a sus directivos mientras había redactores por debajo de los 1.000 euros netos mensuales y, la gran mayoría, por debajo de los 1.400 euros netos mensuales.


Ese diario se llama 20 minutos.


A pesar de la desvergüenza de estos datos no quiero que os sintáis frustrados. Es bueno que sepáis lo que está ocurriendo en el mercado laboral al que tendréis que acceder cuando finalicéis vuestros estudios universitarios.


Es bueno que sepáis el talante de algunos directivos que se dedican a dar pelotazos mediáticos, tan obscenos como los que han dado responsables de bancos y cajas de ahorro ahogadas en deudas, y que luego se presentan como paladines de la libertad de prensa y, además, se permiten el lujo de dar lecciones en festivales, congresos o seminarios.


Es bueno que conozcáis que en el periodismo español hay personajes cuyo comportamiento depredador competiría con el tiburón más fiero. Es bueno que conozcáis los intríngulis de este oficio.


Pero no os desaniméis y tened algo muy claro: el periodismo puro es tan importante para la sociedad como la medicina o la educación.


Después de este mal trago quiero seguir hablando del periodismo que amo y me gustaría daros algún consejo más. No os creáis que el buen periodismo se hace en países alejados del nuestro como la India o la Conchinchina. Si pensáis así os equivocáis. Os lo dice alguien que pensaba justamente lo mismo cuando tenía 20 años, vuestra edad.


Las buenas fotografías, como el buen periodismo literario en papel o internet, televisivo o radiofónico, surgen cuando conoces bien el contexto donde estás trabajando y tienes el tiempo suficiente para profundizar.


Si no era capaz de olisquear lo que ocurre al cruzar la calle que da al portal de tu casa en tu ciudad o pueblo, dudo mucho de que te enteres de algo en un país como India donde se hablan casi 20 lenguas oficiales y varios centenares de dialectos.


Es verdad que trabajar como periodistas es cada día más difícil. Con condiciones decentes, casi imposible. Te maltratan, te mal pagan, se aprovechan de tus buenas actitudes, te explotan sin matices.


Pero aprovechad que cualquiera de vosotras o vosotros estáis mejor preparados que los que teníamos vuestra edad hace 35 años o, al menos, debería ser así por las oportunidades que habéis tenido. Tenéis conocimientos de idiomas y controláis la tecnología que os permite transmitir gratuitamente.


Hace escasamente 20 años lo más difícil era transmitir. En múltiples ocasiones no he podido enviar una crónica. Otras veces, por ejemplo durante el cerco de Sarajevo, tenía que atravesar toda la ciudad para enviar mi trabajo y arriesgarme a ser alcanzado por un francotirador o la carga de un proyectil en cualquier momento. Pero si no transmitía no cobraba y tampoco constaba que estuviera en el lugar de los hechos.


En Kigali (Ruanda) mandé una crónica desde un teléfono satélite en agosto de 1994. No pude confirmar la recepción en la redacción. Un mes después saltaba de alegría en mi casa cuando recortaba la crónica publicada. La daba por perdida.


Ahora voy a Bagdad, Kabul o el pueblo más perdido del Magdalena Medio en Colombia y puedo transmitir siempre. A veces me parece un sueño.


Insisto en que estáis mejor preparados, pero cometéis muchas faltas ortográficas. Es un problema gravísimo y más generalizado de lo que suponéis. Os recomiendo que os lo toméis en serio. He visto entrevistas editadas que me han hecho estudiantes de periodismo o becarios y dan vergüenza ajena.


Este verano una joven estudiante de 19 años me mandó una entrevista bastante larga que me había hecho unas semanas antes y me quedé impresionado del rigor tanto en el uso de lenguaje como en la edición. Me gustó tanto que la publiqué en mi página de Facebook. Pero no suele ser lo habitual.


Yo escribía mis trabajos universitarios en una máquina de escribir acompañado siempre de un diccionario de gran tamaño y de unas papelinas de tipex. Antes de que os riais os contaré que el tipex era el corrector instantáneo. Colocaba la papelina sobre la errata y golpeando las teclas de nuevo borraba las letras equivocadas.


Suelo enseñar uno de esos trabajos en mis talleres cuando hablo de mi proyecto sobre los Desaparecidos que tardé 13 años en concluirlo. En realidad, es un proyecto que ha atravesado toda mi vida profesional. Empecé a pensar en el drama de los desaparecidos cuando tenía vuestra edad y en 2011, 30 años después, presenté el resultado fotográfico y documental de muchos viajes a una decena de países de todo el mundo.


El profesor de Redacción Periodística que tenía en Cuarto curso se leyó con mucho interés aquel trabajo y me lo puntuó con un 9. Me llamo al despacho y me dijo que se merecía un 10, pero me había bajado un punto por olvidar dos acentos y poner un sino junto cuando iba separado


Si aplicásemos este baremo hoy algunos tendrían dificultades para conseguir un cinco. Y no lo entiendo porque lo tenéis mucho más fácil con los correctores de vuestros ordenadores.


Leed más desde el primer día de la universidad, copiar las palabras que no entendáis y buscarlas en el diccionario. Es importante que os toméis en serio la calidad literaria porque os facilitará el acceso laboral.


El año pasado fui jurado de las becas que otorga La Caixa para estudiar masters en universidades de toda Europa, incluidas las londinenses que son las más caras. Entre los cinco primeros seleccionados de mi bloque había tres periodistas.


Me llenó de orgullo que los tres compitieran con economistas, sociólogos, abogados, historiadores y que demostraran que estaban mejor preparados. Mejor preparados porque se habían tomado muy en serio sus años universitarios y habían aprovechado cada minuto para fortalecer su nivel.


Quiero acabar con algunas reflexiones sobre mi especialidad emparentada con la cobertura de guerras, desastres, calamidades, dolor, desesperación pero también dignidad y lucha por la supervivencia.


Odio la guerra y sus consecuencias cada día con más intensidad.             No me interesan las exclusivas embarradas de sangre. En los momentos más absurdos de la condición humana lo que hay que reivindicar y mostrar es la dignidad.


La guerra te amarra al dolor, te golpea por dentro y algo de ti muere para siempre en cada cobertura. Es difícil encontrar a personas dispuestas a morir por no matar y, casi siempre, te topas con partidarios de matar antes que morir.


La guerra, por suerte, también sirve para aprender a amar al Hombre con mayúsculas, a esa persona, sea mujer, varón, niño o anciano, que se defiende con valentía de todas las atrocidades que le rodean.


Cada día estoy más interesado en las posguerras y las consecuencias a largo plazo de los conflictos armados. Cubrir esa fase es más complicado porque la falta de interés informativo te obliga a trabajar en las tinieblas y debes pelear por un espacio imprescindible que entra en contradicción con los intereses de la mayoría de los medios de comunicación y las promociones de los grandes inversionistas en publicidad.


Vivir entre las víctimas te da otra perspectiva del conflicto. Muchas veces te encuentras con combatientes y, sobre todo con civiles, que son incapaces de explicar las causas de las guerras, que mueren o son lisiados por razones incomprensibles.


Si no sufres el dolor, si no sientes el grito de las víctimas, su digno silencio, cómo puedes transmitir con decencia. Hay que ir a la guerra dispuesto a sufrir, a ser herido en el interior. A ser capaz de intermediar entre el dolor y el olvido, el sufrimiento y la banalidad.


Tened cuidado porque muchas veces la televisión “elige quién muere y quién vive”, como ha dicho Mike Duffield, experto británico en resolución de conflictos y convierte a los espectadores en “prisioneros de un lenguaje reducido, pobre y limitado”, como ha dicho Kapuscinski.


Acordaros de lo ocurrido con Aylan, el niño sirio de tres años ahogado a principios de septiembre. Centenares de tertulianos de televisión y radio, decenas de columnistas, llenaron horas y páginas con sus impresiones.


Una orgía declarativa, un concurso de ingenio literario, prosa sensiblera y compadreo sobre el dolor ajeno, un obsceno mercadeo de postales cínicas e hipócritas. Hubiese sido más valiente mantener el silencio cuando se desconoce lo que es la guerra y sus dramas cotidianos.


¿Pero nadie había imaginado cómo se ahoga un niño? Había decenas de imágenes de niños ahogados de diferentes nacionalidades. Antes de que Aylan se ahogara y también después de que la criatura siria se convirtiera en la víctima más mediática.


Todo el mundo buscando la frase más llamativa sobre Aylan y sin tiempo para hablar del escandaloso mercado de armas que lidera los países de la Comunidad Europea junto a Estados Unidos, Rusia y China y que financian los mismos bancos (en España encabezados por el Santander) que invierten en la deuda de los medios de comunicación, cada vez más dependientes del dinero de grandes corporaciones o fondos buitres.


Diarios que dan lecciones de moral y ética para decirnos por qué han publicado en portada tal o cual encuadre del niño ahogado o lo contrario. Diarios que dan noticias vergonzosas (como llamar proetarra a Eduardo Madina, un diputado al que ETA casi mata en un atentado en 2002) y ahora dicen que no publican la foto en portada de Aylan para no herir sensibilidades.


Me hubiera gustado decirle a Abdula Kurdi, el padre del niño ahogado: “Sé que has dicho que sólo te queda morir después de enterrar a Aylan, tu otro hijo Galib, de 5 años y tu esposa Rihan, pero intenta pensar en positivo: la muerte de tu hijo pequeño ha permitido que 160.000 en vez de 40.000 refugiados sean aceptados en este continente de mierda llamado Europa”.


Tened cuidado cuando os convirtáis en periodistas porque la tecnología juega en contra de la reflexión aunque creíais lo contrario. Las imágenes, las crónicas escritas, radiofónicas, televisivas llegan al público a gran velocidad, muchas veces en tiempo real, en un directo tantas veces obsceno porque se desvía de la honestidad con la que hay que tratar a los seres humanos que circulan por los campos de batalla, reduciendo a las víctimas a una simple ecuación numérica que se pierde en el habitual desglose de cifras que hacemos de forma cínica durante los aniversarios anuales.


Tened cuidado porque en resumidas cuentas, “comprendemos la historia cuando ya es tarde”, como dice un personaje de la película “El hombre de las estrellas”, de Giuseppe Tornatore.

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Published on October 08, 2015 00:40

September 11, 2015

Misión imposible en el Sahara Occidental

La orden de expulsión contra Luis Mangrané, esgrimida por el gobierno marroquí a pie del avión que nos iba a trasladar a El Aaiún, me ha impedido visitar los territorios saharauis ocupados por Marruecos desde hace 40 años.


Aunque estuvimos más de cuatro horas de tránsito en el aeropuerto de Casablanca, las autoridades policiales obligaron a Luis Mangrané a descender del avión cuando estaba a punto de despegar con hora y media de retraso hacia El Aaiún, capital del Sahara.


Luis Mangrané iba a ser mi guía durante 12 días en los territorios ocupados ya que tenía todos los contactos en la zona después de siete años de trabajar como observador para diferentes organismos en la supervisión de los juicios contra los activistas saharauis.


Decidí bajar del avión a pesar de que la policía me aseguró que no había orden de expulsión contra mí porque consideré que mi estancia iba a resultar inútil e, incluso, me arriesgaba a que me impidiesen la entrada en El Aaiún nada más desembarcar.


La obsesión por impedir el trabajo de los periodistas es permanente, una flagrante violación del derecho a la información más lógico en un país dictatorial que en un país como Marruecos con quien España y la Comunidad Europea mantiene privilegiadas relaciones diplomáticas, políticas y económicas.


El gobierno marroquí sabe que es más sencillo expulsar a un abogado comprometido con su trabajo que a un periodista, pero es evidente que no quieren periodistas o abogados independientes que puedan monitorizar la situación que sufren los saharauis en las zonas ocupadas.


En los últimos cinco años decenas de periodistas, abogados, políticos y observadores han sido expulsados de Marruecos cuando se encontraban en el Sahara o cubriendo juicios contra saharauis en ciudades como Casablanca o Rabat.


Se han producido serios incidentes como los de noviembre de 2010 cuando varios periodistas españoles fueron insultados y golpeados, entre ellos enviados especiales de TVE, Cadena Ser y ABC durante un juicio contra siete inculpados saharauis.


La agresión se produjo 48 horas después de que el ministro de Exteriores de Marruecos, Taieb Fassi-Fihri, acusará a la prensa de “desinformar” sobre los temas relacionados con el conflicto saharaui.


El silencio de los gobiernos del PP y PSOE incrementa el aislamiento del Sahara ocupado y la represión contra sus ciudadanos tal como se recoge en los informes de organizaciones humanitarias internacionales que recogen las continuas y graves violaciones de los derechos humanos contra la población civil.


Al mismo tiempo, las autoridades marroquíes son agasajadas y condecoradas en España como ocurrió la semana pasada con Mohamed Hassad, el ministro del Interior responsable de expulsiones como la del abogado Luis Mangrané.


Informar en el Sáhara ocupado se está convirtiendo en una misión imposible. Algunos periodistas lo han conseguido trabajando en la clandestinidad, asumiendo riesgos de ser detenidos en cualquier momento o poniendo en peligro a sus fuentes de información.


LOS INVISIBLES Y LOS TESTIGOS INCÓMODOS


Luis-Alejandro Mangrané Cuevas


Abogado y miembro del Observatorio Aragonés para el Sahara Occidental


“¿Qué tal te encuentras? La gente estaba esperando a conocer a ese periodista” La frustración de un activista saharaui se transmite al otro lado del teléfono cuando le confirmo que me expulsan de Marruecos y no me dejan volar desde el aeropuerto de Casablanca hasta El Aaiún, capital del Sahara Occidental. He sido objeto de una restricción ilegítima a mi derecho a circular libremente (artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos). Antes de que me comunicaran la decisión verbal no había pasado ningún control fronterizo porque para Marruecos el Sahara es parte de su territorio y el acceso oficial ante las autoridades marroquíes iba a tener lugar en El Aaiún. Una jurisdicción que ningún estado del mundo le reconoce después de casi 40 años de ocupación. Sin embargo, las verdaderas víctimas han sido los saharauis quienes han visto como al frustrarse el viaje que realizaba con el foto-periodista Gervasio Sánchez no podrán contarle lo que sucede a diario en el territorio. Se les ha privado de su derecho de reunión y libertad de expresión. Marruecos vende el cuento de los avances en derechos humanos y España se lo compra. Son muchos los españoles que han sido expulsados. Este verano unos jóvenes vascos y en febrero unos canarios. La respuesta del nuestro gobierno sobre la expulsión de los canarios fue que “España ve con satisfacción los avances realizados por Marruecos en materia de respeto de los derechos humanos en el Sahara Occidental, …, las situaciones que afectan a los españoles que visitan el territorio del Sahara Occidental son seguidas por nuestras representaciones consulares y diplomáticas, al objeto de prestar la debida atención.” Con tanta satisfacción que acaba de conceder la Gran la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil a Mohamed Hassad, Ministro de Interior marroquí a propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, así que hay pocas esperanzas de que se formule ninguna queja diplomática. Una tradición española la de condecorar a los victimarios: Zapatero impuso la Gran Cruz de Isabel la Católica al general Hosni Benslimane, jefe de la Gendarmería marroquí y reclamado por Francia por el secuestro y asesinato en París de Ben Barka, opositor al rey Hassan II, y este año el Ministerio del Interior ha condecorado al jefe de la Policía antiterrorista, Abdelatif Hamouchi, acusado de torturas. La principal perjudicada de la expulsión es la hospitalidad saharaui: los saharauis son agredidos en la calle por expresar pacíficamente sus opiniones a favor de la libre autodeterminación y ni tan siquiera se les permite recibir invitados en sus casas para trasladar al exterior la situación real que se vive como consecuencia de la ocupación. Marruecos es culpable del más alto crimen en materia de derecho internacional: la agresión. La Resolución 34/37 (1979) de Naciones Unidas condenó y calificó de deplorable la invasión total del territorio que desarrollaba Marruecos en ese momento, acusándole de agravar la situación y, por lo tanto, de ser culpable del conflicto. La Resolución 3314 (XXIX) dedicada a la definición de la agresión la conceptualiza como “…la invasión o el ataque por las fuerzas armadas de un Estado del territorio de otro Estado o toda ocupación militar, aun temporal, que resulte de dicha invasión o ataque…”. Para el majzen el tema del Sahara Occidental es una línea roja de su política y la Comunidad internacional tolera y fomenta su accionar al respecto. Por un lado, con indiferencia, casi nadie recuerda estos días a los 150.000 saharauis refugiados que permanecen en los campamentos de Tinduf (Argelia) y que si pudiesen llegar a España podrían acceder a ese estatuto que reclaman los sirios. Una línea roja trazada gracias a la financiación de la Unión Europea que promueve acuerdos comerciales que permiten el despojo de los recursos naturales del pueblo saharaui y dota de fondos al Reino de Marruecos con el que comprar unas armas, entre otros, a España y que luego serán utilizadas contra ciudadanos saharauis para que este orden  de cosas no se altere. Todos los Gobiernos españoles desde la dictadura hasta hoy han fomentado esta situación y los partidos que los sostienen han pasado de rasgarse las vestiduras por el pueblo saharaui, cuando están en la oposición, a convertirse en defensores de Marruecos e incumplidores de las responsabilidades jurídicas de España como potencia administradora del territorio, cuando acceden a las instituciones. Este verano el conflicto de los refugiados de Siria nos ha recordado que el poder de una imagen puede cambiar algo una situación injusta. Esta es la razón de que se impidiera el viaje a las zonas ocupadas: dificultar el trabajo de un foto-periodista independiente y los intentos de romper el bloqueo informativo de un conflicto, a pesar del interés que despierta el conflicto en miles de españoles que se resisten a romper los lazos y vínculos que nos unen con el pueblo saharaui.


 


 

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Published on September 11, 2015 07:33

August 30, 2015

La naturaleza destruye menos que el hombre

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (y 20)


Pompeya (Italia)/Zaragoza (España)


Grecia queda atrás. El ferry acaba de abandonar el puerto de Patras en Peloponeso y se dirige a Bari en Italia con escala en otro puerto griego, el de Igoumenitsa.


Serán 15 horas de navegación en un ferry muy rápido para hacer 318 millas náuticas, unos 589 kilómetros. Llevo 8.500 kilómetros terrestres desde que salí de Zaragoza.


Muy pocos pasajeros subimos en Patras. La bodega de coches y camiones va casi vacía. “Estírese y aproveche el espacio porque en Igoumenitsa nos esperan 500 pasajeros”, me dice la jefa de la cabina principal cuando le pregunto la causa de tan pocos viajeros en fechas claves de agosto.


Llegada del ferry al puerto de Bari. Fotografía de Gervasio Sánchez

Llegada del ferry al puerto de Bari. Fotografía de Gervasio Sánchez


El asalto es a media noche. Centenares de turcos, serbios, macedonios, kosovares ocupan los asientos libres para realizar lo más cómodo posible las nueve horas que todavía quedan de trayecto. Son inmigrantes, muchos de ellos ya ciudadanos comunitarios, que regresan a sus lugares de trabajo después de acabar sus vacaciones en sus lugares de origen.


Me da pena abandonar un país por el que he viajado más tres semanas cuando inicia una fase crítica de su historia. He hablado con muchos griegos y no he encontrado ninguno optimista.


La inmensa mayoría cree que la situación se va a agravar a partir de septiembre. Muchos, los más jóvenes, creen que la única solución es buscar trabajo en los países del norte. Huir de la pobreza para vivir en la marginación.


Una familia se fotografía en Matera (Italia). Fotografía de Gervasio Sánchez

Una familia se fotografía en Matera (Italia). Fotografía de Gervasio Sánchez


No he podido dormir más que un par de horas en el ferry. Decido acercarme a Matera al desembarcar en Bari, a apenas 65 kilómetros. Quiero recorrer los “sassi”, las casas construidas en el interior de las rocas que carecían de los servicios mínimos y que fueron habitadas hasta los años sesenta por 20.000 personas.


La primera vez que oí hablar de Matera fue en uno de los libros que más me influyó en mi juventud: Cristo se paró en Ebolí, de Carlos Levi. Después pude ver la película del mismo nombre dirigida por el gran Francesco Rossi cuando se estrenó en España en marzo de 1980. El trabajo del actor Gian María Volonté me pareció magistral y no respiré durante las dos horas y media que duró la película.


Conseguí que mis compañeros de piso, estudiantes de ingenierías de caminos y canales y de químicas, fueran a verla conmigo. La segunda vez me gustó aún más que la primera.


Es una de mis películas preferidas por su honestidad para explicar la lucha contra el fascismo en la Italia de Mussolini y por mostrar con dignidad la decrepitud del sur pobre y olvidado.


Matera ha sido escenario cinematográfico de otras películas como El Evangelio según Mateo, de Pier Paolo Pasolini, La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, Rey David, de Bruce Beresford, Mary, de Abel Ferrara, Viva Italia, de Roberto Rossellini o El árbol de Guernica de Fernando Arrabal.


Giuseppe Tornatore, el conocido director de Cinema Paradiso, rodó parte de El hombre de las estrellas en sus calles. “Comprendemos la historia cuando es tarde”, dice el protagonista en una escena de esta notable película.


El foto de Pompeya con el Vesubio despejado. Fotografía de Gervasio Sánchez

El foto de Pompeya con el Vesubio despejado. Fotografía de Gervasio Sánchez


Después de visitar sus calles y admirar esta joya que La Unesco ha nombrado Patrimonio de la Humanidad continuó el viaje hasta Pompeya.


Aunque estoy cansado me apetece llegar el día anterior, dormir tranquilamente y recuperarme para visitar uno de los lugares con los que sueño desde que era un niño a primera hora de la mañana antes de que sea invadido por decenas de miles de turistas.


Pero agosto no es el mejor mes para visitar “la atracción turística más popular” de Italia, tal como dice la guía. Soy uno de los primeros en conseguir el ticket en una puerta secundaria.


Turistas en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez

Turistas en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez


Pero media hora después hay miles de personas por todas partes. Recojo un par de botellas olvidadas encima de algunas ruinas y me enfurezco cuando veo a algunos turistas subirse encima de las piedras para conseguir una mejor visión fotográfica.


Hay pocos lugares en el mundo que te deje un poso de sensaciones tan variadas y extrañas. Ves una ciudad arrasada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., es decir hace 1.936 años. Pero también paseas por una ciudad menos destruida que si hubiera sido asaltada por un ejército rival. Y llegas a una triste conclusión: la naturaleza es menos destructora que la mano del Hombre.


Llevo 45 días viendo lugares históricos, las capitales de las grandes civilizaciones, arrasadas por los ejércitos rivales. He paseado por las ruinas de Pella, la ciudad natal de Alejandro Magno, de Tebas, Argos o Esparta. Los asaltantes no dejaron piedra sobre piedra.


Frescos en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez

Frescos en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez


Pompeya, en cambio, se mantiene en pie con sus magníficos frescos recuperados, sus dos teatros, su anfiteatro o su palestra muy bien conservados, sus calzadas como si no hubieran pasado casi dos mil años de su destrucción.


El escritor y dramaturgo Alex Butterworth y el investigador Ray Laurence escribieron hace una década Pompeya, la ciudad viva, un relato evocador de la vida de la ciudad antes de que fuera primero destruida por un terremoto en 62 d.C y, cuando ya se había reconstruido, por la erupción de un volcán 17 años después.


El libro te transporta a las calles de aquella ciudad y sientes que vives la cotidianidad con sus luces y sombras, sus sonidos y olores, sus tensiones políticas y sus extrañas costumbres.


Víctimas de la erupción del Vesubio en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez

Víctimas de la erupción del Vesubio en Pompeya. Fotografía de Gervasio Sánchez


Y parece que ves con vida a las mismas personas cuyos restos contemplas como si fueran moldes humanos en posiciones retorcidas y forzadas en una carpa que hay en el centro del anfiteatro.


Hasta el 2010 se creía que las víctimas murieron asfixiadas después de una larga agonía. Pero un nuevo estudio presentado en National Geographic demostró que sucumbieron abrasadas al instante al estar expuestas a temperaturas de entre 300 y 600º centígrados.


Lo que queda del viaje es llegar a Zaragoza en un par de días con cortas visitas a Siena y San Gimignano, dos ciudades que tenía muchas ganas de volver a visitar, y una noche de descanso en Génova después de no encontrar una sola habitación libre entre Viareggio y los pueblos costeros vecinos al gran puerto italiano.


Torres de San Gimigniano. Fotografía de Gervasio Sánchez

Torres de San Gimigniano. Fotografía de Gervasio Sánchez


Conocí Génova hace 35 años. Era una Génova vetusta, sucia, acomplejada por su incapacidad para atraer a los turistas que se peleaban por visitar Milán, Verona o Venecia.


Hace dos años paré en Génova camino de Bosnia en casa de una amiga. Crucé una ciudad más alegre y limpia y me comprometí a regresar y visitarla durante varios días. Cené, dormí y temprano continué el viaje.


Esta tercera visita la recordaré por la noche hotelera más cara de todo el viaje, la peor situación para encariñarse con un lugar. A ver si vuelvo y me recupero de tantos disgustos y, por fin, empiezo a conocer una ciudad que seguro que me tiene que gustar.


He llegado poco antes de anochecer a Zaragoza. Detengo el coche delante del portal de mi casa 45 días después de haber empezado el viaje en el mismo punto. 10.741 kilómetros y 318 millas náuticas después. Sin ningún incidente.


Un viaje bordado por la magia de lugares increíbles, algunos mediáticos, otros desconocidos para la mayoría. Antes de bajar los bultos pienso: ¿Hay algo tan bello como viajar? Lo dudo, me respondo muy cansado.


FIN

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Published on August 30, 2015 22:00

August 28, 2015

Olimpia eterna y mágica

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (19)


Olimpia (Grecia)


Abandono Esparta camino de Olimpia en un largo y trepidante viaje por una ruta montañosa que llega hasta la muy turística Kalamata y continúa por una serie de aldeas costeras muy interesantes del sur de Peloponeso.


Estatua de Leónidas en Esparta. Fotografía de Gervasio Sánchez

Estatua de Leónidas en Esparta. Fotografía de Gervasio Sánchez


A nueve kilómetros de la capital de Leónidas y sus legendarios espartanos paro en el desfiladero del río Langada. Subo por unas escaleras y llego hasta una cueva, el lugar donde antiguamente los espartanos tiraban a los bebés más débiles o con alguna deformación que consideraban inútiles para convertirse en buenos combatientes.


Es la historia de la violencia asesina total, difícil de admitir. El estado espartano consideraba a todo ciudadano un soldado desde la cuna. Un comité de ciudadanos decidían qué recién nacidos no eran aptos para el combate y se les eliminaban en los montes Taigeto.


¿Cuál era la opinión de las madres y los padres? ¿Lo aceptaban sin más? ¿No intentaban salvar a sus hijos? ¿Una sociedad puede ser tan obtusa para cargarse a sus seres más débiles? Me pregunto todo esto mientras miro hacia el fondo de la cueva. Pero encuentro respuestas.


Pueblo costero del sur de Peloponeso. Fotografía de Gervasio Sánchez

Pueblo costero del sur de Peloponeso. Fotografía de Gervasio Sánchez


Después de una hora de viaje encontrando en cada curva de la carretera una vista inquietante de barrancos y desfiladeros llego a Kalamata. Por primera vez veo masas de turistas cubriendo la arena de las playas y hoteles completamente llenos. A esta ciudad llegan vuelos directos desde diferentes capitales europeas.


Leo un reportaje sobre el turismo masivo publicado en El País hace unas tres semanas. “En 1950 había 25 millones de turistas en el mundo. Hoy suman 1.100 millones. Se prevé llegar a 1.800 en 2030”, se dice en la entradilla del texto escrito por Francesc Muñoz.


Se dice en otro artículo del mismo diario, escrito por Julia Amaya Heyer, que los chinos “son los que más viajan llegando a las 109 millones de salidas en 2014 y son capaces de visitar cinco países y ocho ciudades en nueve días gastando más que nadie”.


Pienso en ello mientras voy parando en cada uno de los hoteles que hay en la kilométrica playa de Kalamata para recibir la misma respuesta: “Está lleno”. Me alegro por los griegos ya que necesitan una buena temporada turística, sector con gran impacto en su producto interior bruto, pero me frustro ante mi mala suerte.


Cuando estoy a punto de arrojar la toalla y seguir conduciendo hacia el sur encuentro la última habitación libre en el hotel ideal en un recoveco de la costa, aislado, con acceso a una playa pedregosa, una buena piscina, un buen desayuno, una terraza con vistas para cenar viendo la puesta de sol y sobre todo, con precio moderado.


Gimnasio y Palestra de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez

Gimnasio y Palestra de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Después de descansar un par de días continúo el viaje hasta Olimpia, otro de los emplazamientos arqueológicos más interesantes de Peloponeso, Grecia y el mundo clásico, cuna de los juegos olímpicos.


Hace 2.790 años se celebraron los primeros juegos olímpicos y hasta el 393 d.C continuaron cada cuatro años. Casi 1.200 años en la vida de una ciudad y en honor del dios Zeus, el más poderoso del panteón helénico durante sus primeros siglos.


Tuvieron que pasar 1.500 años hasta que en 1.896 se instituyeran los juegos olímpicos modernos que sólo han dejado de celebrarse cada cuatro años durante las dos guerras mundiales.


Olimpia no es solo un estadio de 120 metros al que se entra atravesando un arco como hacían los atletas y las autoridades en la antigüedad y donde gusta hacerse una foto mientras se corre hacia una meta ficticia o un impresionante templo de Zeus con las ciclópeas columnas derribadas y donde los atletas y los jueces juraban respeto a las normas olímpicas sobre los testículos de un jabalí.


Estadio de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez

Estadio de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Olimpia son decenas de edificios históricos pertenecientes a diferentes etapas de la historia en una evolución que empieza en el neolítico, en “la noche de los tiempos”, entre 4.300 y 1.100 a.C., continúa en la época micénica, arcaica, clásica y helenística y finaliza en la época romana y bizantina. Fue el emperador bizantino Teodosio I quien suprimió los juegos y Teodosio II quien ordenó quemar todos los monumentos al principio del cristianismo.


Olimpia fue tan importante en la antigüedad que reyes como el macedonio Filipo II construyó un hermoso templo jónico circular para honrar a Zeus tras su victoria en la batalla decisiva de Queronea contra atenienses y tebanos. Su hijo Alejandro Magno acabó el espectacular edificio formado por 18 columnas de las que hoy sólo quedan tres en pie.


Y Olimpia es también la sede dos de los más hermosos museos de toda Grecia: el Museo Arqueológico con la colección de bronces más completa del mundo y el Hermes de Praxiteles y el Museo de la Historias de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad con piezas únicas de hace casi tres milenios relacionadas con el deporte.


Museo Arqueológico de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez

Museo Arqueológico de Olimpia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Vale la pena quedarse un par de días en este pueblo muy turístico que se relaja cuando los autobuses de los grupos organizados abandonan sus calles. El paisaje que rodea Olimpia recuerda la región italiana de Toscana y, además, es excedente de sensacionales vinos.


Campiña de Olimpia que recuerda el paisaje de la región italiana de Toscana. Fotografía de Gervasio Sánchez

Campiña de Olimpia que recuerda el paisaje de la región italiana de Toscana. Fotografía de Gervasio Sánchez

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Published on August 28, 2015 08:06

August 27, 2015

“¿Es peligroso viajar a Grecia?”

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (18)


Esparta (Grecia)


El teatro de Epidauro es espectacular desde el asiento más elevado hasta el centro del escenario. He visto algunas fotografías aéreas que potencia aún más su majestuosidad. Su acústica es perfecta. El más mínimo ruido desde la orquesta, incluido el del papel o el de una moneda golpeando contra el suelo, se escucha con claridad desde cada una de las 12.300 localidades. Hoy se utiliza para las representaciones de un festival anual.


Teatro de Epidauro. Fotografía de Gervasio Sánchez

Teatro de Epidauro. Fotografía de Gervasio Sánchez


Me acerco a la bellísima costa de esta zona del Peloponeso. Playa Epidauro está enclavada en un paisaje de ensueño. Hay hoteles en primera línea de mar. Bajas las escaleras, caminas tres metros y te metes en el agua. Pero están vacíos.


El dueño del hotel que he elegido me cuenta que sólo cuatro de sus treinta habitaciones están ocupadas. “No sabemos qué va a pasar mañana aunque me temo que tendremos que cerrar en septiembre”, dice con lágrimas en los ojos. “Hace cinco años este hotel estaba valorado en cinco millones de euros. Llenábamos todos los días desde abril a octubre. Hoy dudo que su precio llegue a un millón. Es el desastre total”, continúa.


Playa Epidauro estaba llena de alemanes, franceses y de otras nacionalidades europeas. No cabía un alfiler en verano. Los coches se amontonaban en sus estrechas calles y las pequeñas playas estaban abarrotadas.


Playa Epidauro. Fotografía de Gervasio Sánchez

Playa Epidauro. Fotografía de Gervasio Sánchez


Después de un baño me acerco a cenar a un chiringuito a pocos metros de la playa. Un lugar ideal para ver la puesta de sol mientras comes pescaditos, calamares o pulpo. La cerveza está bien fría y, además, ofrecen un magnífico vino de la casa. ¿Qué más se puede pedir?


Unos clientes cogen una mesa y la llevan hasta la línea del mar. No ha habido objeción por parte del dueño. ¿Habrá ley de costas en Grecia? Hace 40 años, cuando empecé a trabajar en un chiringuito de Tarragona, ocurrían cosas como éstas. Cuando te descuidabas los clientes habían trasladado el velador, las sillas y las consumiciones lo más cerca posible del agua. Tenías que saltar a la arena, recorrer las decenas de metros de separación y explicarles que tenían que regresar a la terraza del chiringuito porque estaba prohibido utilizar la playa.


A la mañana siguiente elijo una pastelería para el desayuno. Le pregunto al dueño qué está pasando para que apenas haya turistas. “Me han llamado amigos alemanes que llevaban 30 años viniendo aquí para preguntarme si es peligroso venir a Grecia. Es desolador. Está habiendo campañas en algunos países como Alemania e Inglaterra para que los turistas eviten Grecia”, me cuenta.


No tiene sentido lo que está pasando. Grecia es un país cómodo para viajar y no he tenido ningún problema durante mi largo viaje. Me han atendido correctamente en todas partes. Incluso en algunos lugares han sido extremadamente simpáticos.


En algunos sitios han intentado evitar que pagase con la tarjeta de crédito. “No hay línea esta mañana o se nos ha estropeado la máquina”, han sido las excusas. Pero siempre con mucha educación. Saben que muchos turistas llevan efectivo en los bolsillos. Me voy triste de este pequeño paraíso.


Ruinas de Esparta. Fotografía de Gervasio Sánchez

Ruinas de Esparta. Fotografía de Gervasio Sánchez


La Esparta actual es un insulso pueblo de unos 20.000 habitantes. Todo ocurre en un par de plazas y calles céntricas. Hay una tienda generalista que vende camisetas de mala calidad o estatuas de Leónidas con los precios muy inflados.


Si no fuera por la gran estatua de Leónidas levantada frente al estadio de fútbol, sería difícil de creer que esta ciudad fue la capital de uno de los estados más beligerantes del mundo clásico con un gran poder político y militar que compitió con Atenas y Tebas y cuyo ejército lideró la coalición contra los persas durante las guerras Médicas.


Llegar al santuario de Artemisa obliga a pasar por un descampado lleno de basuras y, además, está cerrado por una valla. El llamado santuario de Leónidas, vendido como su tumba aunque nadie sabe su función, está en el cruce de un par de calles anodinas. El Museo Arqueológico tiene más vigilantes aburridos que visitantes.


Lo único interesante es la Acrópolis no tanto por lo que se ve (muchas de las ruinas de la antigua Esparta siguen bajo tierra) sino por lo que se siente ante columnas y capiteles que están desparramadas de forma desordenada entre olivares, naranjos y limoneros.


Ruinas de Mistra. Fotografía de Gervasio Sánchez

Ruinas de Mistra. Fotografía de Gervasio Sánchez


 


Sería importante que las autoridades de esta localidad empezaran a darle importancia a la historia de Esparta para atraer a viajeros que suelen pasar de largo camino de Mistra, a siete kilómetros, para visitar las ruinas de una fortaleza que incluye iglesias, palacios y bibliotecas del siglo XIII y cuya historia está vinculada al declive final del imperio bizantino ante el empuje otomano.

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Published on August 27, 2015 04:39

August 26, 2015

Mito o verdad en cada piedra

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (17)


Micenas (Grecia)


Creo que Peloponeso es la extensión territorial compacta con la historia milenaria más fascinante de todo el mundo. Quizá podría competir con Egipto e Irán con territorios más vastos.


En apenas 21.549 kilómetros cuadrados, una extensión similar a la de El Salvador, algo más pequeña que la de Ruanda o la mitad que Suiza, se ha desarrollado varias de las civilizaciones más impresionantes de la historia como la micénica o la espartana o ciudades como Olimpia cuyos orígenes se remontan a hace 3.000 años o Argos, la más antigua de Grecia. El propio Hércules pasó por la ciudad para librarla de la hidra de las mil cabezas o para estrangular al león de Nemea no muy lejos de Argos.


Puente del Río-Antírio de más de dos kilómetros de longitud. Fotografía de Gervasio Sánchez

Puente del Río-Antírio de más de dos kilómetros de longitud. Fotografía de Gervasio Sánchez


Peloponeso ha sido poblada desde hace 4.500 años por egeos, anatolios, jonios y aqueos. Los espartanos ya era una fuerza de combate espectacular hace 2.600 años. También fue colonizada por macedonios, romanos, eslavos, bizantinos, otomanos, venecianos y cruzados.


Ni en un mes se podría ver todas las ruinas de Peloponeso, las más mediáticas y las ya olvidadas como las de Elis, capital del reino de Élide, o el palacio de Néstor, el mítico héroe que participó en el viaje de los argonautas y luchó en la guerra de Troya, que será reabierto el año que viene.


Entro en Peloponeso por su espectacular puente del Río-Antírio. Desde el 7 agosto de 2004 este puente evita tener que coger un transbordador. La única alternativa terrestre hasta entonces era Corinto, en su orilla noreste.


Hay que pagar 13,20 euros para atravesar sus 2.252 metros de distancia, pero vale la pena admirar las interioridades de esta proeza arquitectónica mientras se circula a 40 kilómetros por hora.


No me parece, en cambio, justo pagar 2,50 euros al inicio de una autovía inexistente que supuestamente (lo dice el mapa) une la localidad de Patras con Corinto. Me sorprende que primero se marquen las autovías en los mapas y después se empiecen las obras.


Obras paralizadas o donde se trabaja a un ritmo tan cansino y con tan escasa obra de mano que es posible que la construcción de la autovía dure más que las guerras médicas contra los persas.


Canal de Corintio. Fotografía de Gervasio Sánchez

Canal de Corintio. Fotografía de Gervasio Sánchez


La mayoría de los turistas no visitan Corintio para recordar su tumultuosa historia sino para hacerse la foto a la japonesa (llegar, disparar la foto o esa cosa llamada selfi y marcharse en apenas un minuto) en el espectacular Canal que comunica los mares Jónico y Egeo.


Aunque la idea fluyó en la cabeza de un tirano local hace 2.700 años, no se construyó hasta finales del siglo XIX. Abierto en la roca tiene una anchura de 23 metros de ancho y seis kilómetros de largo.


Las ruinas de Corintio son interesantes. Destaca un templo de Apolo de estilo dórico, un ágora y un teatro. El Acrocorinto es un peñasco coronado por una fortaleza que empezaron a construir los romanos y que albergaron a soldados de todas las invasiones que sufrió la ciudad. Las vistas son espectaculares cuando se alcanza la cima más alta donde existió un templo de Afrodita.


Decepciona mucho Argos. Me recuerda Zaragoza, una ciudad con la historia milenaria enterrada debajo de los edificios insustanciales (salvo excepciones) actuales. Estamos ante una de las ciudades más antiguas del mundo habitada hace 6.000 años que tuvo un gran poder durante el imperio micénico. Y una parte de su historia ha sido borrada por la falta de sensibilidad urbanística.


Puerta de los Leones de Micenas. Fotografía de Gervasio Sánchez

Puerta de los Leones de Micenas. Fotografía de Gervasio Sánchez


En pocos kilómetros hay dos grandes ciudadelas micénicas, la poca visitada Tirinto a pesar de su gran interés cuyos muros de trece metros de altura y siete metros de espesor fueron construidos por los cíclopes, según la mitología griega, y Micenas, donde cada día recibe a miles de turistas llegados desde Atenas en viajes organizados.


Visité Micenas hace 35 años, en octubre de 1980. Fue uno de los platos fuertes de aquel viaje iniciático, el primero de mi vida. La entrada en la fortaleza por la puerta de los Leones me dejó un recuerdo inolvidable.


Hoy me sigue emocionando. La ascensión al palacio de Agamenón es dura bajo el sol del mediodía, pero vale la pena recorrer los mismos lugares en los que vivieron los héroes de Homero que lucharon en guerras como la de Troya hace 3.300 años.


Muy cerca de la fortaleza está el llamado Tesoro de Atreo, también conocida como Tumba de Atreo y Tumba de Agamenón, la más grande que existe en Grecia y que se cree que perteneció a uno de los dos reyes micénicos, que eran padre e hijo.


Tumba de Atreo o de Agamenón. Fotografía de Gervasio Sánchez

Tumba de Atreo o de Agamenón. Fotografía de Gervasio Sánchez


En su interior hay dos cámaras, algo inaudito en las tumbas de Grecia. Se cree que la tumba principal no estaba acabada cuando el rey murió repentinamente y tuvo que ser enterrado en un aposento funerario temporal hasta que se finalizó su mastodóntico mausoleo.


 

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Published on August 26, 2015 03:45

August 24, 2015

“Conócete a ti mismo”

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (16)


Delfos (Grecia)


Me sorprende la soledad de Maratón a pesar de que está sólo a 42 kilómetros de Atenas y es el escenario de una de las batallas más famosas de la historia entre griegos y persas ocurrida hace 2.500 años.


Una batalla estratégica que resultó un fiasco para los persas que perdieron 6.000 soldados, una cuarta parte de su ejército, en un solo día mientras los griegos sólo tuvieron 192 bajas.


Tumba de Maratón donde fueron enterrados los 192 soldados griegos muertos en la batalla. Fotografía de Gervasio Sánchez

Tumba de Maratón donde fueron enterrados los 192 soldados griegos muertos en la batalla. Fotografía de Gervasio Sánchez


La historia cuenta que un mensajero fue enviado a Atenas para anunciar la vitoria y murió después de recorrer los 42 kilómetros. Su memoria se recuerda en la carrera más dura que existe hoy en el atletismo junto a los 50 kilómetros marcha.


Los 192 soldados griegos muertos fueron incinerados y enterrados en una tumba colectiva, un montículo de 10 metros de altura y 180 metros de circunferencia. Cerca hay un museo muy interesante donde se pueden ver restos de cerámica y utensilios encontrados en la tumba ateniense y algunas estatuas de un antiguo templo egipcio.


Creo que vale la pena visitar este lugar aunque no parece formar parte del parque temático del turismo de masas. Pocas veces he entendido los criterios que se utilizan en la selección de los lugares que un turista debe visitar cuando va empotrado en un viaje organizado.


Estoy seguro que muchos protestarían si supieran lo que se pierden. Es verdad que la Grecia clásica es tan inmensa que se necesitaría meses, quizás años, o toda la vida para tener una visión completa, pero Maratón es un lugar fundamental y no está alejado de las rutas del comercio turístico.


Decido viajar en ferry a Eubea, la segunda isla más grande de Grecia después de Creta, y la sexta de todo el Mediterráneo. Es más visitada por griegos que por extranjeros y, por ello, es más evidente la crisis griega.


Muchos hoteles están vacíos en pleno agosto y apenas hay tráfico por sus sinuosas carreteras. Puedes bañarte en playas poco concurridas o visitar pueblos de montaña en la misma jornada.


Encuentro entre las aguas termales y el mar en Loutra Edipsos. Fotografía de Gervasio Sánchez

Encuentro entre las aguas termales y el mar en Loutra Edipsos. Fotografía de Gervasio Sánchez


Al norte de la isla hay una localidad llamada Loutra Edipsos que tiene fuentes sulfurosas medicinales muy famosas en la antigüedad porque eran utilizadas por políticos e intelectuales.


Las aguas termales desembocan en la playa principal. Te puedes bañar en agua muy caliente, templada o fría en menos de 30 metros de distancia. Una delicia griega. Los únicos extranjeros que hay son serbios y búlgaros.


La isla está unida al continente por un puente en la ciudad de Calcis, una ciudad-estado que ya aparece en los textos homéricos. El viaje continúa a Delfos, la ciudad-santuario construida en las laderas del Monte Parnaso, el ombligo del mundo para los griegos antiguos a 700 metros sobre el nivel del mar, donde se encontraba el oráculo, el lugar de consulta de los dioses en el templo dedicado principalmente a Apolo. Griegos de todas las condiciones acudían a este lugar y consultaban a sus dioses las cuestiones que les inquietaban.


Ruinas de Delfos. Fotografía de Gervasio Sánchez

Ruinas de Delfos. Fotografía de Gervasio Sánchez


En el dintel y columnas del templo de Apolo estaban escritos los principales preceptos morales que regían los distintos estados-ciudades y que eran atribuidos a siete sabios de la antigüedad. En el frontón del templo destacan los más importantes para que pudieran verse fácilmente: “Conócete a ti mismo” y “Nada en exceso”.


Es uno de los lugares inolvidables de Grecia. Sus riquezas acumuladas durante siglos de influencia no solo entre griegos sino también entre egipcios, romanos y bárbaros se pueden ver en un fabuloso museo cuya pieza principal es el Auriga de Delfos, una de las obras maestras del arte antiguo.


Auriga de Delfos en el museo. Fotografía de Gervasio Sánchez

Auriga de Delfos en el museo. Fotografía de Gervasio Sánchez

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Published on August 24, 2015 03:01

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Gervasio Sánchez
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