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The essence of a story is the struggle of one thing against another: a living thing against the impersonal universe; a living thing against another living thing; one aspect of a living thing against another aspect of himself.

there are the falsities of memory, which cast a delicious haze over the past, eliminating the annoyances and frustrations and magnifying the joys. Add to that the falsities of history which inevitably produce a greater emphasis on heroism, on dogged determination, on civic virtue, while overlooking squalor, corruption, and injustice.

“Dentro de un par de siglos, o dentro de un milenio, la gente vivirá de una manera nueva, mejor. No estaremos aquí para verlo, pero para eso vivimos, para eso trabajamos. Nosotros lo estamos creando. Es el objetivo de nuestra existencia. La única felicidad que podemos conocer es trabajar con un objetivo”
Anton Chejov

Einstein escribió una vez que él creía en el «Dios de Spinoza, que se revela a sí mismo en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos». El Dios de Spinoza y Einstein es el dios de la armonía, el dios de la razón y la lógica.

La teoría de cuerdas nos permite ver las partículas subatómicas como notas en una cuerda vibrante; las leyes de la química corresponden a las melodías que pueden tocarse en estas cuerdas; las leyes de la física corresponden a las leyes de “a armonía que gobiernan estas cuerdas; el universo es una sinfonía de cuerdas; y la mente de Dios puede verse como música cósmica vibrante a través del hiperespacio.

“Con o sin religión, las buenas personas pueden comportarse bien y las malas personas pueden hacer maldades; pero para que las buenas personas hagan maldades… se necesita la religión”
Steven Weinberg

El principio copernicano y el principio antrópico son en cierto sentido perspectivas opuestas que marcan los extremos de nuestra existencia y nos ayudan a entender nuestro verdadero papel en el universo. Mientras el principio copernicano nos obliga a enfrentarnos a la pura enormidad del universo, y quizá del multiverso, el principio antrópico nos obliga a darnos cuenta de la rareza extrema de la vida y la conciencia.

La brizna de hierba que tiembla a unos centímetros de nuestros ojos, cuando estamos acostados en la montaña, puede ocultarnos la vertiginosa aguja de una cumbre si dista de nosotros varias leguas.

“Cualquier tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia.”
Arthur C. Clarke

Deseamos ser comprendidos porque deseamos ser amados, y deseamos ser amados porque amamos.

no es amigo, desde luego, el que es aprovechado, el que comercia con los beneficios y con la gratitud, pero tampoco el que para nada necesita a nadie.

Somos solamente por lo que poseemos, no poseemos más que lo que nos es realmente presente, ¡y nosotros los recuerdos, los humores, las ideas que se nos van a lejanos viajes, en los que todo eso lo perdemos de vista! Y ya no podemos ponerlos en la cuenta total que es nuestro ser.

Gran debilidad, sin duda, para un ser, consistir en una simple colección de momentos; gran fuerza también; depende de la memoria, y la memoria de un momento no sabe todo lo que pasó después; ese momento que la memoria registró dura todavía, vive aún, y con él el ser que en él se perfilaba. Y ese desmenuzamiento no sólo hace que la muerte viva: la multiplica.

La situación que esperábamos cambiar porque nos resultaba insoportable llega a sernos indiferente. No hemos podido superar el obstáculo como queríamos a todo trance, pero la vida nos ha hecho darle un rodeo, rebasarlo, y, cuando esto ocurre, apenas si, mirando a la lejanía del pasado, podemos vislumbrarlo: tan imperceptible nos es ya.

Creemos que podemos cambiar a medida de nuestro deseo las cosas que nos rodean; lo creemos porque, fuera de esto, no vemos ninguna solución favorable. No pensamos en lo que se produce casi siempre y que también es favorable: no llegamos a cambiar las cosas a la medida de nuestro deseo, pero nuestro deseo cambia poco a poco.

Los vínculos entre un ser y nosotros no existen más que en nuestro pensamiento. La memoria, los afloja, y, a pesar de la ilusión con que quisiéramos engañarnos, y con la que, por amor, por amistad, por finura, por respeto humano, por deber, engañamos a los demás, existimos solos. El hombre es el ser que no puede salir de sí mismo, que sólo en sí mismo conoce a los demás, y, al decir lo contrario, miente.

Everything is possible, and that is almost the same as nothing, almost the same as being born into a world that has never existed before.

Words do not allow for such things. The closer you come to the end, the more there is to say. The end is only imaginary, a destination you invent to keep yourself going, but a point comes when you realize you will never get there. You may have to stop, but that is only because you have run out of time. You stop, but that does not mean you have come to the end.

he did not treat his inventions as lies. They were part of an almost conscious plan to concoct a more pleasant world for himself—a world that could shift according to his whims, that was not subject to the same laws and bleak necessities that dragged down all the rest of us. If this did not make him a realist in the strict sense of the word, he was not one to delude himself either.

A man must live from moment to moment, and who cares what you were last month if you know who you are today?

It was a different story every time, and yet each story was finally the same. The strings of bad luck, the miscalculations, the growing weight of circumstances. Our lives are no more than the sum of manifold contingencies, and no matter how diverse they might be in their details, they all share an essential randomness in their design: this then that, and because of that, this.

The problem did not lie in the method so much as in the nature of the problem itself. There were too many people to be helped and not enough people to them. The arithmetic was overpowering, inexorable in the havoc it produced. No matter how hard you worked, there was no chance you were not going to fail. (...) Unless you were willing to accept the utter futility of the job, there was no point in going on with it.

The quandary was immense, however. The moment you accept the idea that there might be some good in a place (…), you sink into a swamp of contradictions. (…) What is better—to help large numbers of people a little bit or small numbers of people a lot? I don’t really think there is an answer to this question.

there were times when I seriously questioned whether any of it was worth it, whether it would not in fact have been better to do nothing than to hold out gifts to people and then snatch them out of their hands a moment later. There was a fundamental cruelty to the process, and more often than not I found it intolerable.

We all take things for granted (…). It is only when we lose them that we ever notice the things we had. As soon as we get them back, we stop noticing them again.

There are some decisions that no one should ever be forced to make, I believe, choices that simply put too great a burden on the mind. Whatever it is you finally do, you are going to regret it, and you will go on regretting it for as long as you live.

Everything disappears, people just as surely as objects, the living along with the dead.

the problem is not so much that people forget, but that they do not always forget the same thing. What still exists as a memory for one person can be irretrievably lost for another, and this creates difficulties, insuperable barriers against understanding. (...) It is a slow but ineluctable process of erasure.

Chance had flung us together in an almost impersonal way, and that seemed to give the encounter a logic of its own, a force that did not depend on either one of us. I had made an outlandish suggestion, a wild leap into intimacy, and Sam had not said a word.

the frozen idiot glee of the truly insane