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"Y era ante aquel ser ante quien ella levantaría el velo de la tímida desnudez de su alma [...] y no ante él, sacerdote de la eterna imaginación, capaz de transmutar el pan cotidiano de la experiencia en materia radiante de vida imperecedera"

Fantástico retrato de lo adolescente: insoportable, para fuera y para sí mismo

Y cuando parecía que se había redimido y llegado a términos consigo mismo, la visión de poder alcanzar la cúspide de su limpieza espiritual vuelve a mostrarle el agujero del que vino. "Caería [...] El no caer era demasiado duro"

El tercer capítulo es, de veras, un adentrarse en el alma de Stephen Dedalus. Lo anterior también, pero el temor del castigo eterno, la apatía convertida en culpa, la liberación de pensarse limpio otra vez - se siente directamente según lo vas leyendo.

"¿De qué le servía rezar si sabía que su alma estaba anhelando la propia destrucción?"

Desde hacía algún tiempo sentía un ligero cambio en su casa, y estos cambios, de lo que consideraba incambiable, eran otras tantas conmociones de su concepción infantil del mundo. Una oscuridad como la del mundo externo nublaba su espíritu, mientras las herraduras de la yegua iban resonando a lo largo de la vía del tranvía y el gran cántaro oscaba y tintineaba a su espalda

"A doña Rosa le preocupa la suerte de las armas alemanas. Lee con toda atención, día a día, el parte del Cuartel General del Führer, y relaciona, por una serie de vagos presentimientos que no se atreve de intentar ver claros, el destino de la Wehrmacht con el destino de su café."