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Ejercicios de escritura > Ejercicio de escritura #01 El calcetín rojo

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message 201: by Belén (new)

Belén (belencasado) | 21 comments El zapato llevaba una vida bastante solitaria desde que quedó desparejado. Él nunca entendió cómo era posible que, tras la amarga pérdida de su gemelo, su pareja, su media naranja, su igual, no le desecharan, como suele pasar en el mundo de los zapatos. Como era una situación bastante extraña, tampoco el resto de zapatos se juntaba con él, siempre se quedaban con sus iguales, y miraban a este zapato con una mezcla de recelo y de lástima.
Un día todo esto cambió. Fue el día en que el zapato observó un precioso calcetín rojo abandonado en el suelo. Si bien era habitual ver calcetines sueltos en el suelo, lo más normal es que pronto recuperasen a su igual y desapareciesen. Ese calcetín era diferente a todos los calcetines que había visto en su vida. Era tan llamativo, tan deslumbrante... Así que decidió vencer su vergüenza y los usos y costumbres de no hablar a los calcetines a menos que estuviesen dentro de uno, y le habló.
El calcetín también se había fijado en el zapato solitario, también le había llamado la atención, y se sintió muy reconfortado cuando le habló, porque venía sintiéndose abandonado y desparejado, desde que hacía bien poco a su compañero le había salido un tomate, y lo habían retirado.
Tenemos que aclarar que intelectualmente, la relación entre un zapato y un calcetín se asemeja mucho a la relación entre una persona y su perro. Normalmente, el calcetín le parece una mascota al zapato. Así que nuestros protagonistas comenzaron una relación dueño-mascota y pronto el calcetín se trasladó a vivir dentro del zapato, que dejó de sentirse vacío.
Un día, el frío despertó al zapato, que encontró que el calcetín rojo no estaba dentro de él. Angustiado, se pasó una hora buscando el calcetín rojo por aquí y por allá, y durante esa hora vivió una ansiedad horrible, un gran temor a volver a quedarse solo y a que algo irremediable le hubiese pasado a su querido calcetín.
Lo que había ocurrido era que el calcetín había vuelto al cajón con el resto, ya que otro como él se había quedado desparejado recientemente. Ahora el calcetín rojo volvía a llevar una vida activa, volvía a ser lavado con su compañero y volvía a sentirse lleno de un pie humano, y dentro de un zapato amable. Guardó un buen recuerdo del zapato solitario en su vida activa, hasta que se vio arrojado a la basura junto con su par cuando a ambos, insospechadamente, les salieron grandes tomates.


message 202: by Stefamiau (new)

Stefamiau | 1 comments Ya era 25 de diciembre, apenas eran las 7 de la mañana y la abuela como cada navidad, ya estaba despierta, preparando los regalos para cuando los pequeños se levantaran. Pero le faltaba guardar los chocolates en el calcetín. Ese calcetín rojo que llevaba años colgando de la chimenea. Ese mismo que por última vez lo había visto en manos de su nieta la noche anterior.
- Tiene que estar por aqui, por alguna parte.
Había mirado por todo el salón, por todas las habitaciones, en el baño, en la cocina.. Pero nada.
La pobre abuela no encontraba el calcentín. Los minutos pasaban, sabía que tenía que encontrarlo antes de las 10 o sino los niños no podrían recibir sus golosinas metidas en este, como cada año.
Abrió todos los cajones, rebuscó por todas partes pero nada.
Se pasó una hora buscando el calcetin rojo, pero este no aparecia por ninguna parte.
-Y si...
Se apresuró hacia la habitación de su pequeña nieta, y ahí estaba, en su mesita de noche, colocado el calcetin, doblado.
-Estos niños..
La abuela cogió el calcetin, justo cuando su nieta abrió despacio los ojos, y ella lo escondió tras de si.
-..¿Abuela..?
-Duermete pequeña, solo he venido a darte un beso
La pequeña volvió a dormirse, siendo acurrucada por la abuela y ésta colocó el calcetín en la chimenea.
Puso los correspondientes chocolates en éste, justo cuando acabó se fueron levantando los pequeños.
Había logrado encontrar el calcetin rojo a tiempo, y ésto le hizo pensar que debería comprar otro de recambio, por si algún día éste se perdiera. Pero eso ya sería para otra navidad.


message 203: by Blanca (last edited Dec 24, 2015 04:20PM) (new)

Blanca Orlandis | 3 comments El calcetín rojo

Recorría la casa de un lado a otro sin parar dejando volar a su larga melena y su barba de una semana. Apenas quedaban unos minutos para que llegara ella.
No había salido de casa en días, había estado centrado por completo en su nuevo libro, más bien en el título de su nuevo libro. Y en todo ese tiempo no se separó de su preciado calcetín rojo, era un simple harapo de lana con pelusas y agujeros por todas partes pero le resultaba esencial para pensar e inspirarse; sin él, no podía escribir.
La gente que le conocía pensaba que estaba loco, de hecho él pensaba lo mismo, los estereotipos del Síndrome de Asperger también se le habían metido en la cabeza y sus excentricidades le convencían aún más de ello, aunque en realidad no le importaba, él era feliz en su mundo de letras y soledad. Y no nos olvidemos de su calcetín por supuesto, su posesión más preciada.
-¿Por qué tuve que haber enviado aquel formulario? ¿Por qué?- exclamó dando vueltas en medio de su pequeño salón. Empezó a frotarse el cuello con la palma de la mano, como hacía cada vez que estaba nervioso.
Resulta que nuestro Bernardo mientras ojeaba páginas por internet encontró una web que se dedicaba a encontrar la pareja perfecta. Verdaderamente era feliz viviendo solo con sus docenas de libros y montañas de discos de Bach, pero en aquel momento se planteó por primera vez conocer a una persona, y del sexo opuesto.
Entonces nuestro protagonista cometió uno de los gestos más valientes de su vida (o al menos eso pensó él): rellenó el formulario de inscripción y envió la solicitud de la página.
En realidad el formulario le pareció una tontería, unas simples preguntas sobre su género (le pareció una pregunta bastante tonta pero aun así se miró por dentro de los pantalones y marco la casilla de “hombre”), también le preguntaron sobre su sexualidad y al inocente Bernardo le pareció otra necedad “Si soy un chico es evidente que busco a una chica”, y marcó la casilla de pareja femenina; fecha de nacimiento (26 de julio del 1995) , edad (otra tontería porque ya había puesto su día de nacimiento antes), estudios, no había sitio para todas las carreras que estaba haciendo así que se decantó por su preferida: lengua Española y sus literaturas; después rellenó el recuadro de aficiones, intereses, gustos, comida preferida y decenas de ectéteras; hasta que llegó al recuadro de libro favorito. Bernardo se pasó el dedo pulgar por los labios, como hacía cada vez que estaba pensando, y finalmente decidió dejar la casilla en blanco. Vaya pregunta más absurda ¿Cómo iba a elegir un libro entre los cientos que había leído? No entendía ni por que podía estar ahí esa pregunta ¿Quién en su sano juicio podría tener un solo libro favorito? ¡Uno sólo!
Dejó aquella pregunta atrás y continuó con el test.
Bernardo acabó bastante harto del largo formulario, pero al terminarlo se quedó bastante satisfecho, había contestado a todas y cada una de las preguntas, menos la que hacía referencia a su libro preferido. Pensó en enviar una queja a la compañía para que descartasen aquella casilla, pero lo reflexionó y apartó aquella idea de su cabeza, tenía cosas mejores que hacer, prepararse una tortilla para la cena, por ejemplo.
Unos días mas tarde una usuario llamado “MaríaLovesChocolate” se puso en contacto con Bernardo y concertó una cita con él .
Bernardo aceptó encantado. Estaba que no cabía en su gozo ¡Una chica! Ni si quiera recordaba la última vez que habló con una, exceptuando a su madre, su hermana Alicia y su tía Noreta.
Y por fin, después de un largo tiempo esperando llegó el día de la cita. La cena iba a ser en su casa, todo estaba preparado, sólo faltaba una cosa... ¡El calcetín rojo!
Si no podía escribir sin su calcetín, ¿Cómo iba a hablar con una chica? Por eso, ya bien vestido con una camisa blanca y su pajarita de flores tropicales, regalo del tío Manolo, corría por todo su piso en busca del dichoso calcetín.
-¿Dónde lo habré dejado? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?
Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, pero no había manera de encontrarlo. Llamó a su hermana Alicia muy atolondrado, ella le aconsejó que pensara dónde lo vio por última vez. Con el corazón casi saliendosele del pecho y frotándose el cuello dio vueltas y vueltas sobre si mismo, analizando cada recoveco de la cocina con su mirada hasta enredarse con el cable del teléfono fijo.
-¡No está! ¡No lo encuentro!
Colgó, entró en el baño por enésima vez y se miró lacónicamente en el espejo. Después, se quedó mirando a un punto fijo. Tenía que mentalizarse y calmarse, como decía su psiquiatra. Se sentó sobre la tapa del váter y se tapó la cara con las manos. Después se levantó y se volvió a mirar al espejo.
Tenía que admitir que no estaba mal, además la pajarita le daba un toque alegre que le encantaba. Cogió su peine y con extrema meticulosidad se lo pasó por sus cabellos hacia atrás y después se afeitó la barba con la “maquinilla ruidosa”, como él la llamaba, y se dejó un poquitín de barba, como a él le gustaba.
Apoyó las manos sobre el lavabo y miró a los ojos al Bernardo que había al otro lado del espejo.
-No puedes depender de un calcetín Berni.
Cerro los ojos y se dijo a si mismo que no necesitaba el calcetín. Se lo repetía una y otra vez, una y otra vez...
Abrió los ojos y algo le paró el corazón.
Sonó el timbre del piso.
MaríaLovesChocolate había llegado.
Como un rayo se fue al salón y se abalanzó sobre el mando de el reproductor de música, apretó unos cuantos botones y consiguió que sonara uno de los preludios de Bach. Después, casi tiritando, se acercó a la puerta principal y poco a poco fue aproximando su mano al pomo de la puerta.
Suspiró.
“No necesito el calcetín”. Se repitió.
Y abrió la puerta.


message 204: by Alejandra (new)

Alejandra | 1 comments Se encontraba totalmente desesperado, había hecho la mayor metedura de pata de toda su vida. Su pandilla lo iba a matar como no encontrase aquel dichoso calcetín rojo. Y no era para menos ¿A quién se le habría ocurrido meter un diamante dentro? Se golpeó mentalmente por su estupidez, ahora tendría que volver a la escena del crimen, buscarlo y salir airoso sin que las medidas de seguridad lo delatasen. Él solo.

Suspiró mientras acomodaba sus ropas y ponía un gorro negro sobre su cabeza.

Sin perder demasiado el tiempo y habiendo evitado con éxito las alarmas exteriores de la casa se dispuso a abrir la ventana por la que la noche anterior entraron. Sinceramente hasta él estaba sorprendido de haber pasado sin problemas.

Ya dentro de la casa respiró hondo, tranquilizándose. Miró alrededor intentando acordarse del lugar donde había dejado aquel calcetín que con la prisa de la huida se les había caído.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, buscó en la mayoría de las estancias pero no había encontrado nada. La única habitación que no había revisado era, por descarte, el dormitorio y no entraría ahí en su sano juicio. Y como si un cambio de postura pudiera ayudarle de alguna manera se sentó. Estuvo mirando al infinito por unos minutos, en ningún momento tuvo miedo de que saliese el dueño de la casa y lo descubriese, ya que según sus compañeros se trataba de un hombre mayor así que no tendría ningún problema a la hora de escapar.

Con la mente lo suficiente aclarada miró a su alrededor manteniéndose en la misma postura. Sus ojos se movían lentamente escaneando cada mueble de la sala, intentando recrear el momento en el que la noche anterior escaparon al escuchar la alarma. Estos se detuvieron en un punto del suelo, debajo del sofá. No tardó en acercarse sigilosamente.

Quería saltar de alegría, ¡había encontrado aquel dichoso calcetín! Y aunque no tenía tiempo que perder una sonrisa se formó en su rostro.


message 205: by Henar (new)

Henar Tejero | 3 comments l cielo estaba plagado de estrellas y la luna producía un mágico resplandor en el callejón. Era una gélida noche de enero que invitaba al calor de una llameante chimenea y al humeante y aromático caldo a la hora de cenar para calmar el estómago.
Eso pensaba Arturo, un mendigo que estaba acurrucado bajo una vieja y sucia manta y sobre unos cartones que algún vecino que tras ordenar sus trastos de la mudanza, había tirado hacía unos dias. Este hombre, un cincuentón enjuto, con el rostro ya surcado por su triste vida, de mirada huidiza y voz apagada era ahora la antítesis de todo lo que había sido en el pasado: un corredor de bolsa que llegó a acumular grandes sumas de dinero .
Cuando conoció a Rita en la universidad, era un chico soñador y alegre que quería comerse el mundo y tras finalizar sus estudios de Banca y Administración se casó con ella. Poco tiempo despues llegó Nico, su primer y único hijo.
Mientras tanto, a Arturo le sonreía el mundo de las finanzas. Se había convertido en un inversor compulsivo, que, o bien por su costoso aprendizaje, o por su sexto sentido a la hora de invertir, las inversiones le habían sido fructíferas como quién gana un partido de póker. A la par que hacía ingresos en Bolsa iba comprando más y más bienes, dejando así materializadas sus ganancias, como un premio que expones en la estantería del salón de tu casa para que todo el que entra a visitarte lo vea.
Pero el azar es caprichoso y eso no podía durar siempre, o al menos tanto como hubieran esperado.
Una mañana mientras hojeaba el periódico cuando desayunaba, sus ojos visualizaron un espejismo, algo horrendo que anunciaban unas letras y unas cifras, que para otros no significaba nada, pero para el marcó el fin de sus logros. Su vida hecha añicos en unos segundos, como un ciclón que arrasa con el paisaje y desmorona lo que pilla a su paso. Como una marea que ha hundido un barco y ahora solo queda el ruido de las olas, ensordecedor y mudo a la vez.
Había perdido todas sus acciones , las de una minera brasileña, una constructora mexicana... y un largo etc que le sumió en la más irónica de las situaciones.
Su mujer, Rita, tras un periodo de caos y decaimiento de su matrimonio decidió separarse y llevarse a Nico, que ahora contaba cuatro años.
Cuando llegó una noche a casa, Arturo se encontró la casa vacía. Rita se había ido, dejando los armarios vacios, las estanterías que guardaban sus libros, sus cuadros y algunos enseres que ella había comprado. Se había llevado a Nico y eso le hundió en el pozo más profundo que existe para un padre. Le había dejado una carta en la mesilla. Esa carta le marcó otro rumbo, a la deriva, del que ya ni el mismo sabía si saldría alguna vez.
Arturo se sentó al borde de la cama y lloró, lloró como nunca antes . Ahora estaba solo .
Recorrió la casa, buscando a Rita, como si la fuera a encontrar, pero ya no estaba. Entró en la habitación de Nico y vió en el suelo un calcetín sobre la alfombra. Era un calcetín rojo que seguramente se le cayó a su madre.
Cinco años después Arturo recordaba esa noche a la luz de las estrellas, y buscó el calcetín rojo en su saco. Su mundo ahora se concentraba en un harapiento saco con unas fotos algo de ropa, y ... un calcetín. Quizá algún día encuentre el otro par, porque la vida es como un juego de póker: a veces se gana .... y otras se pierde.


message 206: by Angeles (new)

Angeles Conde | 2 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, Sofía pensaba que había sido una hora o mas, la verdad es que no fueron mas que unos simples minutos, pero se le hizo eterno ese tiempo. Se encontraba en la parte de atrás del coche de ese tío tremendamente gilipollas que la sacaba de quicio tanto como la volvía loca de pasión ; era capaz de hacerle perder el sentido con sólo posar los labios en su cuello y si hablamos del tacto de su mano podía perder hasta la vida.
Había algo en el que hacía que volviera una y otra vez, no era sólo su físico, era una mezcla de su carácter arrogante con la dulzura que le hacía el amor.
En su cabeza en ese momento sólo existía la pregunta: Por que calcetines rojos para una cita? ya era una situación en la que una vez mas le demostraba que la tenía atada al poder de su voluntad que por encima había bajado en calcetines rojos. "Muy bien Sofía esto sólo te pasa a ti. "
Quería bajar del coche sin que el dijera nada, sin que la provocara, sin anhelar quedarse entre sus brazos hasta mañana y mucho menos deseando que se fijara en sus dichosos calcetines. " Tengo que deshacerme de ellos , no pasa de hoy"
Sin mantener una conversación medianamente seria, se fue vistiendo , incluido el huidizo calcetín con la promesa de que esta sería la última vez que corría al encuentro de este joven aunque sabía que sería en falso ya que deseaba su compañia en el fondo de su corazón.
Ya retomando el camino de vuelta, cada uno bien sentado en su asiento , formalmente, como si nada hubiera ocurrido entre ellos
" Bonita cita Candy Candy," le dijo , Ella le ignoró mientras se recolocaba la coleta. " Aunque..., - prosiguió - son mas bonitos tus calcetines rojos" le dijo mientras le guiñaba un ojo.
No pudieron contener la risa, estalló una carcajada sonora que hizo vibrar el ambiente... "Tengo que dejar de engañarme a mi misma, me encanta este tío, pero los calcetines palabrita que me deshago de ellos" y como Sofía era espontanea hasta el punto de poder llamarla loca, se sacó los calcetines y los tiró por la ventanilla del coche para asombro de su acompañante y susto del coche de atrás ya que al ser de noche no sabía que habían tirado.


message 207: by Chus entre libros (new)

Chus entre libros (lapeceradechus) | 23 comments Marta wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Y aún no lo había encontrado.

—Si no sales a calentar ahora mismo, te quedas en el banquillo —escuchó tras unos golpes impacientes que habían aporreado ..."

Muy original buscar el calcetín para jugar un partido.


message 208: by Henar (new)

Henar Tejero | 3 comments Blanca wrote: "El calcetín rojo

Recorría la casa de un lado a otro sin parar dejando volar a su larga melena y su barba de una semana. Apenas quedaban unos minutos para que llegara ella.
No había salido de cas..."


Hola Blanca : He leido tu relato y me ha parecido muy interesante. Sabes dar un toque de misterio a la acción y la redacción me ha gustado. El final lo quedas es suspense y eso me parece una buena técnica. Enhorabuena!!!


message 209: by Juan (last edited Jan 26, 2016 09:16PM) (new)

Juan Torregrosa | 1 comments El calcetín rojo

Con una hora de retraso llegó la hermana menor a la cena familiar de navidad. Entró tomada del brazo de su marido y sosteniendo a su hijo en el otro. El pequeño llevaba un bello vestido. Llamó la atención de las tías que en seguida le preguntaron por la demora mirando de reojo a la madre. Notaron los ojos hinchados de su hermana que dejó pasar sus miradas inquisidoras y se aferró a su marido.

-Mi mamá se pasó una hora buscando mi calcetín rojo- contestó entre palabras el niño causando la sonrisa de los abuelos que felices los recibieron.




-¿Será que por lo menos puedes pararte y dejarme buscar el calcetín del niño en la cama? –Preguntó ella.

-Llevas una hora buscándolo - dijo él mientras se incorporaba –no entiendo por qué te preocupas tanto. Ponle otros y ya está.

-¡Lo notarán!- interrumpió y continuó con la búsqueda.


Él la miró terminar la búsqueda en la cama y volvió a acostarse. Ella se detuvo.

-En vez de estar acostado porque no te arreglas haber si salimos algún día.

-Amor yo ya estoy listo, sólo falta que le pongas los zapatos al niño y salimos.

-¡Entonces ayúdame a buscar el maldito calcetín!- Agachó la cabeza y encogió el cuerpo aún con unas sábanas en la mano. Él vio como su esposa se afligía y dejando de lado su desinterés se acercó para abrazarla.

-No se trata del calcetín.- Dijo entre sollozos –En casa han estado hablando de mí,- se detuvo un momento – dicen que mi matrimonio es un fracaso.- Agachó la cabeza y lloró.

Él la volvió a abrazar y acarició su espalda desconcertado. Entonces ella sintió que el niño la halaba desde abajo. Le entregó el calcetín rojo que tanto buscaba.


message 210: by Aline (new)

Aline (alineharjani) | 2 comments Como cada miércoles esa mañana había hablado con su hijo por teléfono. No detectó el timbre de preocupación en su voz. Se limitó a preguntarle qué tal su semana, recordarle que era el cumpleaños de su padre y que la familia se reuniría la noche siguiente. Sí, incluso su hermana que últimamente andaba peleada con el padre.
Al despedirse cumplieron su ritual habitual:
- ¿Qué calcetines llevas puestos?
- Pues en el derecho uno blanco liso, de esos de deporte que me compraste para las clases de tenis y en el izquierdo uno rojo con un Papá Noel de Coca Cola, de esos de promoción.
- Bonito estás tú para ser el arquitecto que lleva la obra del nuevo Auditorio Nacional. Espero que no ocurra nada por lo que tengas que enseñarlos calcetines a alguien hijo, ¡vaya cara se te pondría! Bueno, ¿sabes qué? Que sí que espero que ocurra algo. Que te dé una gastroenteritis y tengas que correr al médico y sea una chica mona que se ría de ti por tu selección de calcetines.
- Madre, lo primero que pillé esta mañana. Que tenía una reunión que había olvidado y tuve que salir por pies. Además, no sé yo cuánto va a durar esto del Auditorio. Yo creo que deberíamos replantearlo…
- ¿Pero qué dices hijo? Si llevas años hablando de ese proyecto.
- Nada madre nada, cosas mías.

Una vez, cuando su hijo era muy pequeño, se había perdido en el parque. Cuando lo encontraron tenía la cara tan llena de tierra y barro que apenas era reconocible su sonrisa pilla que denotaba que lo que habían sido minutos de agonía para la madre, para el hijo no había sido sino una aventura.
Tras el susto inicial y los achuchones de recibo le dijo a su hijo que con tanta suciedad en aquella cara cómo podía saber ella que realmente era su hijo. El pequeño le enseñó sus calcetines que, por algún motivo, estaban impolutos.
Esta pequeña acción se convirtió en una broma interna entre madre e hijo que continuaría durante años.
Ninguno de los dos se había planteado que un día esta pequeña pieza de información sería la que definiría una búsqueda incesante por el pabellón al que habían llevado los cadáveres aplastados en el accidente.
Se pasó una hora buscando calcetín rojo del que se había quejado y a la vez deseando que no se encontrase allí.
Cuando las lágrimas que anegaban sus ojos le impidieron seguir con la búsqueda se paró junto a la puerta. De pronto escuchó unos pasos rápidos que se dirigían hacia ella.
- Mamá, mamá, ¿estás bien?
- ¡Hijo, hijo! Por dios que creía que te había aplastado ese tejado.
- No Mamá, no. Fui a presentar mi dimisión. Llevaba meses escribiendo informes sobre un posible incidente y el Gobierno siempre los había desoído.


message 211: by Eduardo (new)

Eduardo | 2 comments El Calcetín Rojo

El inspector de homicidios Paul Lasart llevaba por lo menos una hora recorriendo la avenid Mitt siguiendo lo declarado por el viejo regordete de su informante el cual había señalado en su última correspondencia, que había sido más corta de lo normal que debía dirigirse a la Av Mitt e ir al calcetín rojo.

Quien mierda bautiza un local nocturno con ese nombre pensaba Lasart mientras aparcaba su coche en una de las pocas plazas libres que podría encontrar un dia viernes a las 21:00, donde la oferta del momento era dos mojitos al precio de uno.
La Av. Mitt es el centro de la vida nocturna en la ciudad, con 15 bares autorizados y unos tantos funcionando de manera ilegal, revisando en sus notas metales el inspector no recordaba algún sitio con el nombre de calcetín Rojo.

Dentro de su coche revisaba las notas en su libreta de campo, todo apunta a que el homicidio de colorín había sido por un ajuste de cuentas por drogas, pero lo revelado esta mañana por la autopsia había hecho replantear todo la investigación, en el cuerpo del colorín o como detalla el informe del forense Sr. Christofer Albes Montt, de 39 años. Se había detectado niveles de tetrodotoxina en su sangre. Según el forense el colorín debió haber ingerido esta toxina ya que se encontraron rastros en su boca y aparato digestivo unas 2 horas antes de su muerte. También el informe detallaba en un anexo las especificaciones de la tetrodotoxina indicando que esta tarda 6 horas en paralizar el sistema nervioso causando la muerte del individuo por un paro cardiorespiratorio.

Esta nueva evidencia indicaba que quien asesinó al colorín no podía esperar a un el veneno hiciera su efecto. Lasart encendió un cigarrillo y pensaba que carajo debió saber el colorín para que lo envenenaran letalmente y si esto fuera poco le propinaron 14 disiparon en el cuerpo.

Al acabar el cigarrillo callo en la cuenta de que llevaba una hora buscando el calcetín rojo y aún no tenía idea de dónde encontrarlo. Una opción era consultar a los que esperaban fuera del pub Disc 23 o alguno de los pelmazos drogadictos que se ofrecían a cuidar el coche a cambio de unas monedas o según la angustia a cambio de un cigarrillo.

Al bajar del coche casi por intervención divina una atractiva joven le entrega un volante donde se promocionaba una oferta irresistible de 3x1 en todos los tragos hasta las 23:00 horas, la condición era llevar un calcetín rojo para hacer valida la oferta, el nombre del local era “El Calcetin Rojo”. Menuda coincidencia pensó Lasart y se hecho a reír y pensó que si no encontraba algo relevante para el caso del colorín asesinado por lo menos disfrutaría de unos tragos a muy bajo precio.


message 212: by Silvia (new)

Silvia Del Mundo | 1 comments Encuentros
Lola era una mula felizmente desdichada. Nació en Zahara de los Atunes, Cádiz, y vivía en la granja de una mujer que amaba a todo ser vivo real o imaginario.
La granja de Sofía, siempre estaba abierta a todo el mundo, vecinos y visitantes del lugar. Una pequeña casa, envuelta de un fértil y acogedor terreno. Por un lado, un huerto de verduras y hortalizas, por otro lado, un corralito con 3 gallinas y un gallo enamorado de una de ellas. El gallo se llamaba Maradona, y la gallina víctima de su pasión se llamaba Argentina. Siempre estaban juntos, no lograban distanciarse más de un metro y medio el uno del otro. Sofía los adoptó ya enamorados. Las otras dos gallinas se llamaban Chicha y Chachi. Insectos, árboles, flores, unos cuantos gatos, una anciana perra llamaba Vida y Lola, vivían junto a Sofía en esta pequeña granja que Sofía había heredado de un tío suyo, que la admiraba y amaba sin límites.
Un día Lola conoció a Julio y Emilio, dos amigos surferos embriagados en recuerdos con sabor a olas de mar. A Lola, llamó su atención un calcetín rojo que colgaba de la mochila de Emilio. Se acercó tímidamente hacia ellos y… ¡vaya!, ¡qué aroma tan particular desprendía el calcetín! Entre risas y caricias, apareció Sofía cargada de sardinas, que Luis el pescadero le había regalado.
-¡Hola! Esta mula se llama Lola, vive conmigo a escasos metros de aquí. Lola es muy cariñosa y le encanta la gente, aquí en Zahara todo el mundo la conoce.
-Si… ya nos hemos dado cuenta. Dijo Julio.
- Es una mula muy simpática. Añadió Emilio.
Emilio y Julio, estaban encantados con ellas, y a pesar de que esa misma tarde tenían programado volver a Cádiz, este fortuito encuentro les hizo cambiar de planes.
Esa misma mañana habían llegado a Tarifa con el ferry que sale desde Tánger. Ambos, apasionados de las olas, habían pasado una semana en Essaouira surfeando y disfrutando del viento y del mar.
Sofía les invitó a su casa, ya que la conexión entre los tres fue muy fuerte y especial. Preparó una ensalada de tomates, cebolla, ajo, aceite de oliva, pimienta y sal, y las magníficas sardinas frescas que Luis le había regalado. Estuvieron conversando todo el día, entretenidos y sumergidos en el placer de descubrirse.
Mientras tanto… Lola decidió buscar ese calcetín que se le había metido entre ceja y ceja. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Y por fin, lo encontró, apoyado en la mochila de Emilio. Lola se acercó y volvió a olfatear ese aroma que desconocía y que había agitado su curiosidad. A Lola no le gustaba apropiarse de las propiedades ajenas, sin embargo, esta vez no pudo evitarlo… Cogió el calcetín rojo con la boca y se marchó disimuladamente a dar un paseo por la playa. En el camino se cruzó con muchos amigos/amigas y familia, por lo que decidió buscar un rinconcito de tranquilidad y paz para ella sola.
El calcetín estaba atado con un nudo, pero lo que contenía su interior desbordaba aroma. Con su hocico Lola hurgaba y sentía un montón de arena. ¡Arena con olores mágicos! Se decía maravillada. ¿De qué color será esta arena?, ¿de dónde procederá?... Con los dientes intentó varias veces romper el calcetín y deshacer el nudo, pero no lo logró. Sin embargo, sí logró saborear un poco de esa “arena” lo que la dejó aún más fascinada. Con su pata presionó el calcetín y rompió un plástico que había en su interior. Y por los poros del tejido del calcetín, se desprendió un poco del contenido que jamás había conocido antes. ¡No es arena! Es… es más fina que la arena y tiene un sabor intenso.
Tumbada en la arena, cerca de la orilla del mar, Lola vislumbraba el horizonte que le parecía tan inaccesible, lejano y emocionantemente apetecible. Pues Lola soñaba con viajar hacia el sur, desde donde le llegaban vientos cálidos. Le encantaba observar ese trozo de tierra al otro lado del mar. ¿Quién vivirá allí? Se preguntaba curiosa a diario. En la playa, recostada en la arena, Lola soñaba con otros mundos mientras veía el atardecer, que era su momento preferido del día.
Sofía conocía perfectamente a Lola, y sabía dónde encontrarla cuando la notaba especialmente distraída y melancólica. Por lo que propuso a Emilio y Julio caminar hacia la playa. Soñando despierta, Lola se había dormido entre el atardecer y la nostalgia de su imaginación. Cuando sintió una mano fina y suave en su lomo, ya era demasiado tarde para ocultar el calcetín.
-Vaya Lola, ¡mi calcetín rojo! te gustó desde que nos encontraste. Dijo Emilio recuperando su calcetín.
Lola miró a Sofía con aire indiferente y suspiró.
Los tres rompieron en carcajadas y Emilio, añadió.
- No te preocupes Lola, te lo regalo.
Sacó las 7 bolsitas de especias que había comprado en Marruecos y le puso el calcetín en la boca.
- Prométeme que lo conservarás, le dijo Emilio acariciándole la cabeza. Pero claro, Lola, que vio como sacaba las arenas de colores y olores, pensó. ¿Qué voy a hacer yo con un calcetín vacío? Y volvió a suspirar.


message 213: by Irlett (new)

Irlett Av | 1 comments El metafórico calcetín rojo.

Aquel pensamiento no le dejó de recorrer la cabeza en toda la tarde.

Nadie nunca lo había llamado aburrido (bueno no al menos como él lo hizo) no le dolió en realidad si no que le preocupó que pudiera ser verdad.

En cuanto llegó a casa y tiró sus cosas sobre el sofá se puso a meditar seriamente sobre aquello, haciendo el intento de convencerse que se había equivocado Jhon al decirle así. Claro que él no era un aburrido, su vida estaba llena de riesgos, aventuras y pasión que ni el mismo Jhon se hubiera atrevido a experimentar, por ejemplo... eh... el día que...

Oh No.

Tenía que haber algún suceso con el cual terminar la frase. De inmediato pensó en el otro día que se atrevió a ir a la casa de Don en plena noche, pero Don vivía a unas pocas calles de su casa así que no contaba.

Pensativo se tumbó en una silla, tan sumergido en sus pensamientos que no notó cuando una ventana se abrió debido a la brisa que se colaba por la puerta del patio.

Fue a buscar entre los archiveros imaginarios de sus memorias de la semana pasada, pero lo único con relevancia que hizo esa semana fue un trabajo para universidad. Nada más. No perdió la esperanza y fue todavía más atrás, el último mes.

¿Qué hizo el último mes en realidad?

Lo de siempre, lavó ropa, limpió la casa, habló con Don, adelantó unas cuantas páginas del libro sobre gramática que parecía interminable, pasó irremediables horas pegado al celular y fue a hacer las compras.

Bueno, eso tal vez no funcionó. Se fue al otro extremo y empezó a revisar en todo aquel suceso digno de sacarlo de la categoría de aburrido en la que estaba.

Sin previo aviso la imagen de aquel día en el que se rompió el brazo vinieron a su mente. ¡Claro! Recordaba que hizo algo que normalmente no hacía y luego hubo mucho dolor y más tarde un yeso en el brazo.

Pero sorprendentemente había olvidado lo que lo llevó a tales consecuencias. Se frotó la frente entrando en un estado de desesperación y algo de impotencia al no tener tan claras las cosas. Justo antes del que recuerdo saliera como un as de luz frunció los labios pensando en que Emilio estaba con él ese día. Emilio fue la pieza faltante.

Ese día hace algunos-muchos años había invitado a Emilio a su casa sin motivo aparente y comenzaron a jugar a las atrapadas como todos unos críos de 15 años. Cuando Nathan estaba correteado a Emilio este se refugió en el baño, cerrando la puerta de metal de golpe, pero Nathan coló la mano allí mismo y se fracturó. Algo con mucha adrenalina sin embargo a Nathan no le parecía tal cosa.

Descartó esa idea para continuar su búsqueda de lo que parecía un calcetín rojo en medio de toda una montaña de ropa gris que representaba su vida.

Llegó a hacerse con la posibilidad de que en realidad nunca haya hecho nada que valga la pena mencionar o poner en su biografía. Entonces se puso a pensar en cómo sería su biografía, tal vez diría algo así "Nació el 10 de diciembre, su madre fue Cinthia Chay y padre no estuvo muy presente desde su infancia, estudió arquitectura y su mejor amigo de la infancia fue Don" Y ya. Nunca podría negar que le asustaba pensar que le asustaba ser llamado "aburrido" porque el no se consideraba uno, tal vez muy tranquilo, algo tímido y callado, que le gustaba irse a lo seguro podría ser más acertado, pero nunca, NUNCA un aburrido.

Dejó escapar un largo y cansado suspiro al tiempo que nuevos pensamientos se galopaban en su cabeza como gente gente que deja todo para después intentando llevarse la última casa de muñecas del supermercado el 24 de diciembre.

Trató de ordenar los pensamientos antes de escuchar alguno pero uno que venía con una sobre carga de indignación y un poco de arrogancia le decía que John ni siquiera tendría por qué llamarle así, porque si él era un aburrido John lo sería mil y una veces más. Ese hombre no hacia más que pasársela frente a un monitor, si no fuera porque su hermano es Don y vive con él seguramente no tendría mucho contacto con la sociedad o cualquier forma de vida humana fuera de la pantalla.

Si tan sólo ese argumento se le hubiera ocurrido en el momento en el que fue llamado aburrido, Nathan hubiera tenido la conversación ganada automáticamente.

Convencido, fue a cerrar la ventana que se la había pasado helando la habitación.

Sorprendido al mirar el reloj se dio cuenta de que pasó una hora buscando el metafórico calcetín rojo que nunca apareció.

-Irletta Paletta.


message 214: by Perdescrit (new)

Perdescrit | 2 comments Se pasó durante toda una maldita hora buscando el dichoso calcetín, pero, desgraciadamente, no lo encontraba. Miró en todos sitios: en la encimera, en la mesa de su cocina, en el fregadero, debajo de la cama, pero ¡Nada!
-Maldición ¿Dónde puñetas puede estar? -masculló el joven.
Aún desesperado siguió buscándolo como si la vida le fuese en ello. Revolviéndolo todo a su paso sin importarle que estuviese desordenando su casa de tal forma que fuera dudable que volviese a encontrar otra cosa más.
-¡No puede ser no puedo haberlo perdido!
Con gran desesperación se frotó la cabeza. No podía creerlo ¿Cómo pudo haberlo perdido? ¡Era imposible! ¡Absolutamente imposible! Con gran nerviosismo empezó a morderse las uñas. ¿Qué diantres había hecho mal para perderlo?
-A ver, a ver...piensa con frialdad...¿Qué hiciste la última vez que lo tuviste en tu poder?...-Se dijo así mismo- Ayer salí por ahí...con mis amigos...¡Pero obviamente no me lo llevé conmigo! ¡Arg!-soltó con gran frustración.
Empezó a deambular por su casa con gran nerviosismo. Una y otra vez volvió a buscar en los mismos sitios como si esperase que, mágicamente, apareciese. "Esto no puede estar pasándome a mí..." pensó angustiado mientras seguía en su febril búsqueda por encontrar el dichoso calcetín rojo. Era consciente de que iba a llegar tarde al trabajo y que era muy posible que le despidiesen, pero, a él le daba igual. No estaba dispuesto a perderse la fiesta de disfraces que iban a concertar sus amigos. "Es obligatorio aparecer todo de rojo ¡O si no, no me dejaran entrar!" Buscando con gran desesperación en un cajón comenzó a oír ruidos de gruñidos.
-Dante...-refiriéndose obviamente a su perro- ¿Se puede saber que estás haciendo?...¡Suéltalo! -gritó su dueño.
El perro estaba mordisqueando su calcetín rojo tan deseado y, como si la vida le fuese en ello, empezó a forcejear contra el perro. La contienda llegó a tal punto que por fin exclamó victorioso para inmediatamente se le cayese el alma a los pies...¡El calcetín que tanto había anhelado encontrar, estaba destrozado!


message 215: by Jesus (new)

Jesus | 1 comments Como cada día después de tomar mi té mañanero, me voy al cuarto de la lavadora. Miro la cesta de ropa sucia y veo que hay mucha de color, hoy toca lavadora de color. Empiezo a coger la ropa y encuentro un calcetín rojo entre ella, lo aparto buscando la pareja pero sigo cargando el tambor con camisetas, pantalones, calcetines oscuros, está ya casi llena pero no encuentro el calcetín rojo.
Me paso buscando una hora ese calcetín rojo, saco una y otra vez la ropa del tambor, la repaso, no, no está.
¿Se habrá quedado entre la ropa blanca? miro la ropa que ha quedado dentro de la cesta. Me estoy poniendo nerviosa, más de una hora allí por culpa de un puñetero calcetín rojo, ¡ con las prisas que tengo hoy¡
Nada, tampoco dentro de la cesta está, me paro, respiro hondo e intento recordar donde me quité la ropa anoche. En el dormitorio¡ y los zapatos sentada a los pies de la cama. Subo las escaleras, tiene que haberse caído allí, seguro que sí.
Llego corriendo sin aliento, no por lo empinada de las escaleras, que también , sino por la angustia de a las prisas, miro la ropa en la butaca , la que dejé anoche, jersey, blusa, sujetador, pantalones, me voy hacia los zapatos , meto la mano dentro, vacíos, no hay ningún calcetín. Me agacho debajo de la cama, tienen que estar allí, segurísimo, nada, no están,
Desesperada me siento en el suelo, trato de ser racional, bueno, no pasa nada, pongo la lavadora y ya aparecerá este, lo lavo en la siguiente que ponga de color. respiro aliviada, ¡¡¡uffffff¡¡¡ , ¡¡¡no¡¡¡, ¡ si me los quería poner el jueves para la fiesta me costó mucho encontrarlos de ese color exacto que me cuadraba con la falda, y la tiemda queda tan lejos que no me da tiempo ir de nuevo.
Suena el teléfono, maldita sea, por un calcetín, llego tarde hoy, bajo las escaleras corriendo y allí enganchado entre un escalón y la barandilla está.
Paro en seco mi carrera, me agacho y con una sonrisa de triunfo lo atrapo y salgo rodando escaleras abajo.
Detras de unas gafas


message 216: by Eny (new)

Eny (ladyeny) | 5 comments El arma
Millicent farfulló un improperio. La sangre proveniente de su dedo se derramaba en la alfombra incontrolablemente.
― ¡Maldito calcetín! ―gritó.
El “maldito calcetín”, como ella lo llamó, era el culpable de todos sus problemas, aunque este último desquite fuera injustificado, pues el calcetín rojo no le había cortado.
Lanzó una caja de zapatos del otro lado de la habitación y se agachó para ver debajo de su cama por quinta vez. Deseaba poder irse de la habitación y respirar el aire del día. Pero hacia mucho que no podía hacerlo.
― ¿Buscabas esto?
Como en cámara lenta, Millicent se giró hacia la puerta de entrada del pequeño cuarto que compartía con su mejor amiga Amy, una puerta que normalmente estaba cerrada con llave.
Y ahí estaba Amy, que se encontraba en ese mismo instante mirándola furiosamente, con un calcetín rojo en la mano.
― ¡Amy! No te había visto… ¿dijiste algo? ― le dijo Millicent, mirando hacia todos lados menos hacia su amiga.
¡Push!
Amy se cruzó de brazos después de dejar caer al calcetín rojo, y miró hacia el suelo. En el piso se encontraba la famosa prenda con su contenido esparcido por todas partes.
―Dime, Milli, ¿qué hacían las joyas que me heredó mi madre dentro de un calcetín rojo bajo tu almohada?
Ah, así que ahí era donde lo había escondido, tonta de ella.
Amy torció la cara y la miró fijamente con sus hermosos ojos verdes. Después le dio a su amiga una cachetada que retumbó por toda la habitación y enrojeció la mejilla de Milli.
Presa del pánico, Millicent tomo al calcetín rojo del suelo y lo envolvió en el cuello de su amiga. Sufrió arañazos, mordidas y golpes de Amy, pero nada hizo que aflojara. Solo se alejó cuando sintió que el cuerpo de Amy perdía la vida.
***
― ¿Cuál es el reporte?
― La víctima, una tal Amy Evans, falleció a las 18:34 de hoy, en el piso de esta, su habitación, que compartía con su amiga Millicent Mosley, ambas asistían a la Universidad Cranford y tenían veintiún años. Según la reconstrucción de la escena, Millicent, pelirroja ojiazul, ahorcó a su amiga con una prenda que estipulamos era de algodón. Amy Evans, afroamericana ojiverde, fue encontrada por su hermana tirada justo aquí ―le respondió el agente Summers, señalando un área del suelo ―Millicent Mosley fue arrestada en casa de su novio, después de huir de la escena.
― ¿Y el arma homicida?
―Llevamos una hora buscándola, Sargento. Según la declaración, la víctima fue asesinada con un calcetín rojo, pero la agresora afirma que no se llevó el arma. Hemos sido incapaces de encontrar el calcetín ni aquí, en la escena, ni en casa del novio de la agresora.
― ¿Y la motivación de la agresora?
―Al parecer le había robado unas joyas a su amiga. Según la Srita. Mosley, ella ahorcó a Amy Evans debido a que temía que esta la matara una vez se enteró del robo. Afirma que Amy Evans la tenía secuestrada desde hace días, y que había robado las joyas para cuando huyera de esta habitación y de ella.


message 217: by Suyay (new)

Suyay Be | 1 comments Quería comenzar su día encontrando las medias. No era tanto pedir. Arrancar por metas pequeñas.. Había decidido que esa semana solo iba a hacer cosas que la entusiasmaran y que fueran disparatadas, sin sentido. Ergo, buscar la media durante cuarenta minutos no era una forma tan mala de empezar. Focalizada en seguir su deseo, determinada a ponerse medias rojas con una pollera violeta y una remera negra a lunares. Un éxito! Mejor no podría arrancar!

Claro que las cosas era más complicadas de lo que ella esperaba. Ya había revuelto medio departamento y la media no aparecía. Solo una tenía en la mano y lo chequeaba cada tanto por si se había equivocado y tenía las dos. Ni hablar las veces que revisó el cajón de las medias. Incontables las oportunidades que miro adentro del lavarropas, en el tacho de la ropa sucia y abajo del tender (uno nunca sabe). Pero la media revelada aún se negaba a aparecer.

A esta altura, ya era un desafío. Para ella y para la media. La media se escondía en algún lado, de eso estaba segura. Era imposible que no la hubiera visto. Pensó un plan de acción. Ir palmo a palmo. Metro a metro. Rastrillando el lugar como si se tratara de una escena del crimen. Se declara la instancia de “Carta robada” hasta el lugar más obvio será chequeado.

Comenzó desde la puerta. La miro con atención. La escudriñó. Nada. Vacía. Al lado de la puerta estaba el perchero. Sin novedades. Desde el hall de entrada se iba al living que tenía sólo una televisión, un sillón y una biblioteca. Por suerte era obsesiva. Los libros estaban acomodados hermosamente. Con una sola mirada podía saber si había algo de más allí. No, ni señales de la media. Al lado del living estaba el baño. Otro lugar desierto. Si miraba una vez más en el tacho de la ropa sucia era solo por costumbre. Ahora la habitación. La cama, nada. El colchón había quedado desnudo después de la primera tanda de búsqueda. Las sábanas dobladas. El acolchado también. En la mesita de luz no hay medias. En el piso tampoco. Debajo de la cama, nada. El placard ya casi se siente abusado de tanto manoseo. Vuelta sobre los pasos. Hacia la cocina. Lugar ridículo para una media.

Cajones, uno por uno. Cocina, hasta adentro del horno. Piso. Lavadero. Lavarropas otra vez. La desesperación lo tiñe todo. Sentada en una silla, agotada, terminó decidiendo palear su desazón con un rico yogurt. Al abrir la heladera. Sonriendo sobre un tupper con calabaza, la media roja. Fría. Fuera de lugar. Un muestrario de lo mucho que piensa y lo poco que presta atención cuando acciona.


message 218: by Sandra (new)

Sandra | 9 comments Me encanto como con una simpleza singular, tu relato es una buena manera de hacernos ver que a mano tenemos la posibilidad de cambiar grandes cosas desde una pequeña desicion.


message 219: by Malia (new)

Malia | 2 comments Cuentan que en el viejo faro vive un hombre huraño, envejecido por la sal y acostumbrado a la solitaria vida de quien se dedica a ser los ojos de los demás. Pocas veces se le ha visto en el pueblo y menos aún se sabe de él. Pero también cuentan que no siempre fue así. Tiempo atrás las risas y la alegría del amor colmaron hasta el último rincón del pequeño faro. Su rutina estaba marcada por la paz que únicamente la verdadera felicidad es capaz de otorgar. Dichoso era, sí, pero al igual que las mareas en el mar, nada es eterno y todo ha de cambiar…

Como en un cuento de marineros encontró a su sirena en el mar. Siempre le gustó salir a pescar, disfrutaba del suave mecer del barco, del canto de las gaviotas, del intenso olor a pez. Un día, de un bote salvavidas pescó una pieza poco habitual. Una hermosa muchacha debatiéndose entre la vida y la muerte le miró con los ojos más hermosos que jamás había visto. Tras el rescate, su nombre, Delia, y su cantar lo cautivaron hasta el punto de no poder jamás volver a amar a nadie más. Ella nunca le habló de su pasado, él tampoco preguntó… con su presente y su pequeño faro les bastó ¡y qué felices fueron! En el pueblo todos envidiaban su amor. Pero una sirena no puede vivir demasiado tiempo fuera del mar, y un amargo día de febrero el fuerte oleaje se la volvió a llevar.

En el pueblo todos lloraron su dolor y para la despedida una hermosa ceremonia en el acantilado se preparó. Todo estaba preparado y sin embargo faltaba él. Llegó tarde a la celebración. En aquel momento nadie lo entendió pero tiempo después, cuando alguien le preguntó él respondió: “El día más feliz de mi vida fue cuando ella apareció. Cuando la subí a mi barco me miró a los ojos y pareció atravesarme el alma… y a continuación miró mis pies y rió. Su sonrisa fue lo más bello que he visto jamás. Rió y rió. Aquel día llevaba los calcetines desparejados, uno verde y otro rojo”. Cuentan que aquel triste día llegó tarde porque se pasó una hora buscando el calcetín rojo.


The Unknown Dreamer (Tylerwood) | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Nada por la cesta de ropa sucia, y peor aún por la ropa limpia.
— ¿Dónde está ese maldito calcetín? —pensó el alterado chico. Observó su reloj solo para darse cuenta que ya estaba retrasado cinco minutos.
—Muy bien, podré llegar al segundo tiempo—. Dio una decimotercera ojeada debajo de su colchón, solo para encontrarse de nuevo con el asqueroso sándwich que escondió hace tres días y que ha estado pudriéndose todo este tiempo.
— Ni siquiera recuerdo por qué lo escondí—susurró.

La paciencia comenzaba a agotarse, y cada segundo perdido buscando esa bendita prenda solo aportaba más desesperación al pobre chico.
—Muy bien Tyler, solo piensa dónde dejaste por última vez ese calcetín—. Cerró los ojos y comenzó a rebobinar en su mente la última fecha en la que se lavó toda la ropa sucia, solo para fracasar en recordar donde se escondía ese pedazo de tela.
Sin darse por vencido se dirigió a la cocina. Buscó dentro de la estufa, en el bote de basura, la maquina lava platos, el triturador de comida… Pero ninguna señal. Lo único que pensaba ya no era en lo atrasado que estaba, sino más bien en qué podía ponerse para sustituir la calceta perdida.

Una idea pasó por su mente: No era necesario vestir un calcetín rojo, solo debía parecer que lo vestía. Tomó un marcador rojo y una media blanca. Cogió un baso con agua y combinó la tinta del marcador al agua, solo para sumergir la calceta blanca a la mezcla. Luego de tener éxito en conseguir un calcetín rosado y sin tiempo de siquiera secarlo, se lo puso y salió apurado hacia el partido de soccer con la esperanza de llegar al menos al segundo tiempo...


message 221: by Gloria (new)

Gloria Garre | 3 comments El presidente tenía una reunión importantísima esa mañana. Esperaba poder firmar con los rusos ese proyecto. El proyecto "Alternativa" El proyecto en el que había trabajado durísimo durante los últimos tres años.
Necesitaba sus calcetines rojos. Los necesitaba. No podía ni pensar en acudir a la reunión con los rusos sin sus calcetines rojos de la suerte. Esos queridos calcetines que le habían acompañado desde el principio. Desde hacía años. Desde siempre. Desde que tenía memoria,
Los compró en China. Fue hasta allí para cerrar un acuerdo comercial y a la hora de vestirse descubrió que había olvidado todos sus calcetines en Murcia. Llamó a recepción para que, por favor, le subieran unos. era urgente. Llegaba tarde. No esperaba que fueran rojos, pero en China el rojo es el color de la suerte. Trae buen chi. Se los puso y todo salió a pedir de boca. A las mil maravillas.
Y ahora no los encontraba. Dónde diablos se habrían metido. ¡Maldita Leonor! La había contratado como asistenta hacía dos meses cuando Marga se marchó. Se marchó a Pontevedra. Con su novio. Su novio que era de allí. De Pontevedra. ¡Maldito internet! ¡Cuánto daño había hecho! ¡Dónde había puesto Leonor los calcetines! Y además hoy era su día libre.
Y los calcetines rojos sin aparecer. Había buscado en la mesita de noche. Había buscado en la cómoda. Había buscado en el armario, en los cajones de las camisetas, de invierno y de verano, entre los pantalones, donde las camisas. Había rebuscado entre los jerséis de nvierno, en el cajón de las bufandas, en el de los cinturones. Había otro con trastos varios, tampoco estaban ahí. Incluso había mirado en los cajones del baño y en el armarito. En el mueble de la entrada, del salón y por la cocina. También dentro del frigorífico. Sus amados calcetines rojos no aparecían. Y se hacía tarde.
Estaba llamando a Leonor y Leonor no cogía el teléfono. ¡Para qué llevaba la gente el móvil! ¡Para qué!
Al borde de un ataque de nervios, el presidente se puso otros. Otros que no eran los de la suerte. Pero era ya tardísimo. Llegaba tarde. No tenía alternativa


Ejercicio de escritura 1: el caltecín rojo>


message 222: by Nadia (new)

Nadia Fernandez | 1 comments Ricardo, mejor dicho, Richard (el nombre artístico siempre venía acompañado de suerte) tendría, esa misma noche, el estreno de su obra “Cazando Fortunas”, A la cual asistiría: su madre, amigos y Lucy- la chica a la que quería impresionar. Era maestra y un encanto de persona ya que siempre lo escuchaba y alentaba en sus presentaciones; como también, le daba buenos consejos para sus personajes.
Por todo esto, la obra debía ser MAGNÍFICA, BRILLANTE, OCURRENTE y él, por supuesto, debía relucir. Si bien era una persona de confianza siempre creyó que esta debía estar acompañada por algo; por eso es que contaba con sus fabulosos calcetines rojos. Lo habían acompañado en toda su adolescencia y con lo difícil que es esta etapa; salir airoso o al menos no tan desastroso, significaba mucho. Pero la desgracia del protagonista sucedió al revisar el cajón de la ropa interior de su armario y descubrir sólo -¡UN CALCETÍN!- . Ahí comenzó el desastre (para él, claro) ya que faltaban solamente dos horas para el gran estreno.
Richard, sacó toda la ropa del armario, vació el canasto de la ropa sucia, se fijó dentro del lavarropa; preguntó a la vecina del balcón debajo al suyo y hasta al encargado del edificio. Nadie sabía del paradero de su hermoso calcetín. Miró la hora y se quedó petrificado… ¡Se pasó una hora buscando el calcetín rojo! .Entonces se bañó, se perfumó y a la hora de vestirse, decidido a no perder toda su suerte, se calzó el calcetín rojo en un pie y en el otro, uno bordo similar a este. Y así, partió hacia el teatro.
La función empezó y él se sentía inseguro, hasta llegó a decir calcetín en medio de su discurso. Sin embargo y gracias a sus compañeros pudo revertir el fallido como un chiste parte de la obra. La cual terminó y todos, incluida Lucy, aplaudían de pie. Cuando tocó saludarla, le dijo al oído: -¿Viste? ¡La suerte está en ti! Y lo besó. Richard empezó a creer que Lucy tenía toda la razón.
Por eso, llegó a su casa y para sorpresa de todos, “Pupi”, su perrito callejero (el que había estado escondido todo este tiempo) traía en su boca ¡UN CALCETÍN ROJO! El faltante, por supuesto. Y en vez de retarlo por su atrevimiento, le revolvió el pelo y acarició tras las orejas diciéndole- ¡Gracias Pupi! Sin ti, no lo habría logrado, eres mi perro de la suerte. El perro, sin entender nada, se dejó mimar- Puedes quedártelo, ya no lo necesito más. – Dijo Ricardo, muy contento- Y así terminó la historia de este actor tan prometedor.


message 223: by Gloria (new)

Gloria Garre | 3 comments Nadia wrote: "Ricardo, mejor dicho, Richard (el nombre artístico siempre venía acompañado de suerte) tendría, esa misma noche, el estreno de su obra “Cazando Fortunas”, A la cual asistiría: su madre, amigos y Lu..."

Bonito


message 224: by Anna (new)

Anna Pujol | 2 comments El calcetí rojo


Se pasó una hora buscando el calcetín rojo y en aquella noche especial sabía que cada segundo era oro. Al salir el sol recordaría el incidente con tranquila emoción pero durante el incidente solo quería que se acabara. Hacia siglo y medio que Nick el duendecillo ayudaba cada Navidad a Papa Noel a repartir regalos pero ningún año había sido como aquel. Recordaba saltar del trino con una suave voltereta ensayada durante meses y caer silenciosamente sobre una alfombra esponjosa al tacto de sus ligeros pies. Tarareó un villancico mientras dejaba regalos debajo del árbol de la familia Martínez. Uno bien grande para Pol y dos pequeñitos para su hermanita Clara, el cuadrado como lo había pedido papá y a mamá, por ser tan buena, le traían uno extra además del vestido de aquel escaparate de la tienda de la plaza Mayor. Fue al terminar con el árbol cuando se sacó las chocolatinas de los bolsillos y se dirigió a la chimenea para rellenar los calcetines que había colgados. La leña estaba medio negra y aún se sentía el calor que el fuego había proporcionado horas antes. El viejo reloj de la pared dio las tres y el cuco salió de la puertecilla para cantar mientras Nick se permitía perder unos segundo de su colapsada noche para mirarse la habitación. En medio de la densa oscuridad y el débil silencio se respiraba un aire Navideño como en ninguna otra casa; se notaba en la mesa decorada con un mantel de renos y copos de nieve, rellenaba las esquinas gracias al Belén y otras decoraciones y hasta en las escaleras la madera parecía estar llena de la magia de la Navidad. Ai.... La Navidad.
El duendecillo volvió a su tarea y fue entonces, mientras se llevaba a la boca un bombón que en teoría no era para él, que faltaba un calcetín. Pero... segundos antes estaba allí. Estaba seguro, lo había visto... lo había... Desesperado Nick empezó a buscar el calcetín. Sacó todos los regalos de debajo del árbol, volvió a meterlos, deshizo sus pasos, buscó en sus sacos de bombones, debajo la alfombra, entre las postales, por la chimenea... No estaba, no podía encontrarlo y cada segundo que perdía allí significaba otras casas sin regalos, toda su agenda atrasada....
“Si Noel se entera me va a matar... ¡Dios, todo el año preparándome para esta noche y ahora me ocurre esto!”El duendecillo se tiró de las orejas y recorrió de nuevo la estancia pero ni rastro del calcetín allí solo habían regalos y dulces y polvo de hadas. ¿Polvo de hadas? Frenó de golpe para asegurase de que realmente era lo que creía. “Efectivamente. Con su pizca de alegría, dosis de sueños y base de fantasía.” ¿Qué hacía allí ese polvo de hadas?
- No voy a dejar que lo estropees.- La voz que sonó era aguda como el repicar de unas campanillas. Detrás de él estaba una criaturita de no más de medio palmo con su vestido de inocencia y las alas revoloteando.- Ya tiene dos caries, no me gusta recolectar dientes con caries. Este año nada de dulces.
El hada de los dientes sostenía el calcetín en la mano y parecía que el peso del objeto era excesivo para sus alas que se movían a una velocidad vertiginosa.
- Pero es Navidad y tiene ocho años.
- Y tres caries. Mi pobre niñito... No, no le convienen.
Si el hada hubiera sabido que Nick el duendecilo era el más astuto de todos los ayudantes de Papá Noel seguramente hubiera desaparecido en aquel momento pero sin embargo cuando Jack sacó el regalo que le había preparad al hada esta se olvido del calcetín, los dulces y las caries. Porque hasta para el hada de los dientes la Navidad es la Navidad y no todos los días a una le regalan un diente gigante con su “kit” de hilo dental.


message 225: by Gloria (new)

Gloria Garre | 3 comments Final sorprendente. Muy adecuado para un relato corto


message 226: by Carlie (new)

Carlie Ramos | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo que le faltaba para completar el par, ese par que haría lucir sus hermosos zapatos negros.
Annie se levantó muy temprano ese día, con una emoción incontrolable por la tan esperada visita de la abuela Lucinda, que desde hace tiempo que no veía. Ya se acercaba la hora de la llegada de la abuela, así que fue a alistarse como siempre solía hacerlo y tal cual como le gustaba a la abuela, con un vestido azul marino y un lazo blanco sobre la cabeza.
Desde hace mucho tiempo que sus padres no le compraban un par de zapatos, así que tenía que resignarse a los viejos y rotos zapatos blancos.
Ansiosa por la llegada de la abuela, sentada a la mesa, impaciente, con la mirada fija en el reloj de pared antiguo que estaba en frente de ella, que miraba solo cuando quería que el tiempo pasará rápido.
Repentinamente se oye el sonido "knock knock", era la abuela. Una señora de cabello plateado, regordeta, risueña y con ese olor tan peculiar de rosas y canela, además nunca llegaba con las manos vacías cuando visitaba a su nieta menor.
La pasada visita le regaló a Annie una cajita de música, que enciende todas las noches antes de ir a dormir. Esta vez Annie se preguntaba qué le habrá traído la abuela de París. Y para su sorpresa le trajo unos zapatos negros tan brillantes como las estrellas que brillan en el cielo.
Con gran emoción y agradecimiento abrazó a la abuela, por tal semejante regalo, se quitó sus viejos zapatos y se colocó los nuevos.
Annie tenía muy buen gusto y sentido para la moda, sabía que los calcetines negros no hacían juego con su calzado.
A su mente viene la imagen de sus calcetines rojos, que eran perfectos, fue a su habitación y buscó en sus gavetas y solo encontró un calcetín. Desordenó toda la habitación buscando en cada rincón, pero solo se pasó una hora buscando un calcetín rojo que le faltaba para completar el par, ese par que haría lucir sus hermosos zapatos...

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¡Un cordial saludo a todos!
Soy nueva en esto así que estoy abierta a las críticas constructivas. Mi objetivo principal con estos ejercicios es poder desarrollar mi imaginación y mejorar mi redacción, que considero que son mis debilidades.
Se que este texto estuvo muy breve a comparación de los otros que ustedes han ido publicando y tampoco incluí diálogos y es porque no quise hacerlo.
Mi deseo es que me ayuden con consejos para mejorar, sobre todo en la redacción, porque seré una futura periodista. Como sabrán los periodistas tienen que ser muy espontáneos a la hora de redactar una noticia.
Este texto tal cual está, así lo escribí, no le modifiqué nada y es porque quiero desarrollar esa habilidad de espontaneidad.
Una vez más, estaría muy agradecida con todos sus comentarios.


message 227: by Anna (new)

Anna Pujol | 2 comments (Se que ya escribí uno pero justo despues me vino esta idea a la cabeza y necesitaba compartirla).

Un calcetín rojo

Había estado una hora buscando el calcetín rojo y seguía buscando. Solo el ruido de timbre de la puerta la hizo levantar la cabeza y dejar a un lado su tarea.
- John, abre la puerta.- Chilló mientras se levantaba a duras penas y bajaba peldaño a peldaño las escaleras. Parecía que no fuera a terminarse nunca ña condenada escalera. ¿Donde se habría metido John?- Cariño abre la puerta.
Pero una vez más no respondió. “Seguro que se ha quedado dormido viendo la televisión...”, se quejó mentalmente la señora Johnson. Por fin llegó al final de las escaleras y abrió la puerta justo paa recibir a una encantadora muchacha de no más de veinte años, con un bonito sombrero azul a juego con sus veraniego vestido.
- Hola,- antes de que la chica pudiera decir nada la abrazó y la hizo pasar como debería hacer cualquier mujer.
- Iba a la oficina de mamá cuando decidí desviarme un poco y pasar a verte. ¿Como estás?
La chica era de lo más risueña con una voz melodiosa y un par de pecas saltarinas en la puntiaguda nariz. La señora Johnson frunció el ceño intentando recordar a oficina de su madre pues le parecía recordar que su madre trabajaba en la plaza del pueblo no en un despacho.
- Estoy bien Mary, un poco dolorida pero debe ser por el baile de ayer. Además llevo horas buscando el calcetín rojo.
Mary, la hermana, le tomó la mano mientras dibujaba una sonrisa en su cara pero en sus ojos la señora Johnson pudo ver como asomaba una pincelada de tristeza.
- ¿Qué calcetín rojo?
- Mary, no me digas que te olvidaste. Tu misma le regalaste el conjunto a mi niña. Un vestidito corto con volantes y los calcetines a juego. Pero ya sabes como son los niños y a estas edades... juegan con todo, una no puede mantenerlos quietos. Esta mañana al levantarme solo he encontrado uno de los calcetines rojos en el suelo. ¡Y no hay manera de encontrar el otro! Seguro que John sabe donde esta...
La señora Johnson no podía saber que con cada palabra que de su boca salía el corazón de la chica a quien llamaba Mary se encogía más y más hasta que al final aquella brecha de trsiteza acabó por abrirse y de los ojos de la joven brotaron lagrimas como finas gotas de lluvia manchando el bonito vestido. Y es que como decirle a su abuela que tenía ochenta años, que había confundido a su nieta con su hermana, que el marido a quien llamaba había muerto hacía casi un año y que el calcetín que buscaba probablemente no existía y si así era no le cabría a su niña pues esta era una abogada hecha y derecha con dos hijos. No. La realidad distaba mucho de lo que la señora Johnson creía así que su nieta se enjuagó las lagrimas y suspirando consiguió regalarle a la mujer una amplia sonrisa:
- ¡Venga, seguro que si te ayudo encontramos el calcetín!


message 228: by Noelia (new)

Noelia | 1 comments Emma se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Tenía un examen muy importante en la universidad y, obviamente, no podía asistir sin su calcetín de la suerte. Nunca había hecho un examen sin el por lo cual se negaba a asistir a este si no lograba encontrarlo.
Emma intentó varias veces, sin éxito, recordar donde lo había puesto por lo cual decidió "volver sobre sus pasos" del día que los había visto por ultima vez. Recordaba haber entrado a su habitación al llegar de la universidad, ese día había tenido un examen muy difícil por lo cual estaba segura de que traía sus calcetines. Recordó haberse sentado en su cama mientras se sacaba las zapatillas, así que, poniéndose de rodillas miro bajo de esta. Nada. Luego de eso recordó que había ido al baño a tomar una ducha. Poniéndose de pie, Emma corrió hasta el cesto de la ropa sucia. Vacio. No recordaba haber puesto la ropa a lavar, así que, supuso que su madre lo hizo. Volvió a su habitación y se fijo en el cajón de los calcetines. No estaban allí. Emma comenzaba a desesperarse. El examen comenzaba en una hora y aun no había rastro de su calcetín de la suerte. Muy nerviosa comenzó a revolver todos los cajones, a fijarse bajo del escritorio y en cada esquina de la pieza. Cuarenta y cinco minutos para el examen y aun no aparecían. Emma ya iba a darse por vencida cuando, de pronto, recordó la mala costumbre de su madre de confundir su ropa con la de su hermana. Sin pensarlo, corrió hacia la habitación de esta. Tal y como lo había supuesto, en la pila de ropa limpia, estaba su calcetín rojo. Soltando un suspiro de alivio, sonrió. Estaba lista para hacer ese examen.


message 229: by Marta (new)

Marta Peiro | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, pero éste no aparecía por ninguna parte. ¿Qué iba a hacer? Era una cuestión de vida o muerte, no podía salir de casa sin su calcetín rojo de la suerte. Se había preparado mucho para este examen, pero, aun así, era consciente de que sin su amuleto no conseguiría pasar las oposiciones y tendría que pasar un año más de su vida estudiando para conseguir su sueño de convertirse en médico. Así pues, sabiendo que el tiempo apremiaba cada vez más, volvió otra vez a rebuscar por toda su habitación, el calcetín tenía que estar en alguna parte.
- ¡Santi! ¡Vas a llegar tarde!
- ¡Mierda! – murmuró para sus adentros. Su madre tenía razón, ya iba siendo hora de salir de casa. Tendría que arriesgarse a hacer el examen sin el calcetín rojo. - ¡Bajo enseguida! - Se apresuró a acabarse de vestir y bajó a la entrada, donde su madre le esperaba.
- Mucha suerte, cariño, seguro que te irá muy bien.
- ¡Gracias, mamá! – Le dio un beso en la mejilla y salió corriendo hacia el examen, nervioso porque, ahora sí, aprobar o no dependería totalmente de él. Esta vez no tendría la suerte del calcetín ayudándole.

- ¡Santiago Rodríguez!
Al oír su nombre, Santi entró a la sala donde iba a realizar el examen. Había llegado el momento por el que tanto se había preparado y allí estaba, sintiéndose totalmente desprotegido sin su calcetín rojo. Tomó asiento y respiró hondo. Tenía que conseguirlo, pasar estas oposiciones había sido su sueño desde que acabó el curso en la universidad, y no podía echarlo a perder por culpa del calcetín.
Cuando dieron la orden, giró la hoja de examen que tenía en el pupitre y leyó la primera pregunta. Bien, esta se la sabía. Contestó y pasó a la siguiente, que también creía saberla. Así, poco a poco, fue contestando todas las preguntas hasta llegar a la última. Como le sobraban aún unos minutos, aprovechó para repasar el examen. Había algunas preguntas en las que había dudado y otras que directamente no sabía la respuesta, pero en general tenía una buena sensación, a lo mejor conseguiría plaza a pesar de no haber tenido su amuleto.
Respiró hondo una vez más, se levantó del sitio y entregó el examen. Ahora sí, la suerte estaba echada, ya solo quedaba esperar los resultados.

Unos días más tarde por fin se publicaban los resultados de las oposiciones. Santi encendió nervioso el ordenador. ¿Habría conseguido plaza o, por el contrario, tendría que pasar otro año más entre apuntes?
Cuando, después de una espera que le pareció interminable, por fin pudo acceder a los resultados, no pudo evitar soltar un grito de alegría. ¡Lo había conseguido!
- ¡Mamá! ¡Papá! ¡Tengo plaza!
A pesar de que creía que con el calcetín rojo el examen le habría ido mucho mejor, había conseguido plaza y lo había hecho por sí mismo. Había llegado el momento de aprender a confiar en sí mismo y dejar de depender tanto de la suerte que le podía dar su querido calcetín rojo.


message 230: by Cesar (new)

Cesar Henen | 7 comments SI ESTUVIERAS AQUI

Había pasado ya un año desde el nacimiento del pequeño Julian, hoy es su primer cumpleaños, su abuela le había regalado un pequeño overol azul que traía de regalo un par de pequeños calcetines rojos. Elizabeth, una joven de 20 años, la madre de julian lo vistió con dicho overol para irse a la fiesta, solo había un detalle, uno de los calcetines no aparecía por ningún lado, se paso mas de una hora buscándolo por toda la habitación.

—¿ Que voy hacer ahora? Mi madre me reprimirá si no lo llevo con el overol completo —Observo la hora en su celular— !Aun tengo tiempo¡

Siguió buscando por todos los cajones, sacando toda la ropa que había en ellos. Tomo a su bebé pues no lo quería dejar solo en la cama, salio de la habitación con el pequeño en brazos dejando todo por ningún lado, bajo las escaleras; busco en el cuarto de baño, en el cuarto de lavado, por ningún lado aparecía dichoso calcetín.

—Tendré que ponerte otra cosa, aunque tu abuela me regañara por no llevarte con la ropa que te regaló.

Subio nuevamente las escaleras, llego la habitación hizo aun lado la ropa que había sacado anteriormente y coloco allí a julian. Entre las ropas busco otra cosa para ponerle a su bebé, y poder cambiarlo, en la búsqueda de la nueva muda de ropa fue encontrando el calcetín.

—¿Con que aquí estabas?

Llamados a la puerta y gritos desde la calle se empezaron a escuchar.

—Elizabeth, Elizabeth, abre hija, abre, se te va hacer tarde.

Elizabeth se despierta un poco confundida con un calcetín rojo de bebé en la mano, lo observa detenidamente, toca su vientre, brotan unas lagrimas de sus ojos, exclama.

— !Si estuvieras aquí¡


message 231: by EBea (new)

EBea | 6 comments La cita.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Y es que Sonia era así, despistada, acelerada , caótica… hasta tal punto que podría perder la cabeza en múltiples sentidos si no la llevase unida al cuerpo. Podría perder incluso un buey en su minúsculo apartamento. Entrar en pánico durante la búsqueda, para luego encontrar algo que creía perdido y olvidarse de todo lo demás.

Llevaba toda la tarde preparándose para aquella cita, pero… en vez de encontrar el dichoso calcetín, había encontrado un pendiente que llevaba meses sin pareja, un libro de la biblioteca (le cobrarían recargo otra vez) y el cargador de su antiguo móvil (sí aquél que había tenido que bajar a la tienda a comprarse otro porque no lo encontraba).

El teléfono volvió a sonar ahogado.

— ¿Dónde demonios he puesto el móvil ahora?- Estalló al escucharlo tan lejano

Olvidó el calcetín y comenzó a la pata coja la búsqueda del teléfono agonizante.


Diez minutos después de infructuosa búsqueda, alguien llamó a su puerta. Lo primero que hizo fue mirar el reloj y comprobar que no podía ser su cita, ya que faltaba más de media hora, además, aún no sabía en qué puerta vivía ella. Decidió no abrir pero, al cabo de unos minutos, su móvil volvió a sonar, seguido por una nueva insistencia en la puerta.

Al borde del llanto, sin peinar, a medio vestir y exasperada por no encontrar el teléfono móvil que no dejaba de sonar, abrió la puerta irritada y sin mirar siquiera. Se quedó petrificada al verle allí, móvil en mano. Perfectamente peinado, trajeado y con zapatos relucientes.

—¿Qué haces aquí?- Fue lo único que acertó a balbucear.
—Te estaba llamando- sonrió inocentemente señalando su móvil, que todavía daba tono.
—No lo encuentro…

Él sonrió y entró en la casa como si hubiese sido invitado. Se detuvo en la entrada en silencio y luego, descubrió el móvil de Sonia en la mesa cercana, bajo el bolso.

—Esto… no… ¿íbamos sólo a cenar?- preguntó intimidada por la formalidad de las ropas de él.
—Sí, claro.- sonrió él observando el caótico y minúsculo apartamento- Así que ésta es tu cueva…
—Tendré que cambiarme.
—¿Por qué? Así estás bien.- Afirmó ojeando los libros de una estantería cercana.

Sonia se miró a sí misma, pantalones vaqueros cortos desgastados, camiseta floja y sin planchar, sólo un calcetín puesto bajo su respectiva zapatilla de deporte. Se sintió muy poco a la altura de aquel imponente y trajeado hombre.

—¿Para qué hora has reservado?
—¿Reservado?, me invitabas a cenar en tu casa

Alejando la siguió al dormitorio mientras ella se iba quitando las prendas por el camino. Al llegar, se quedó estupefacta al ver que él había recogido y doblado cuidadosamente la ropa que había tirado de cualquier manera y procedía a hacerlo mismo con el montón de la silla sin ningún reparo.

—¿Cuándo te invité a cenar?
—Dijiste que hacías la mejor pizza de la ciudad, estaba implícito.
—Sé dónde se hacía la mejor pizza de la ciudad, ¡Yo no cocino!
—¡Bien! Entonces iremos allí ¿reservo mientras terminas?
—No puedes ir así vestido.
—¿por qué? ¿qué tiene de malo mi ropa?
—¡Aquello es un antro! ¡no se va a los antros con traje de marca!
—No será tan malo si tiene normas de etiqueta.

Sonia suspiró mientras volvía a ponerse rápidamente la misma ropa que se había quitado. Él parecía sumamente divertido con toda aquella situación mientras que ella rumiaba los miles y diferentes motivos por los que aquella relación terminaría mal.

Sólo les unía un enorme apetito sexual y una gran conexión en la cama. Más allá, ellos pertenecían a mundos diferentes, tenían personalidades diferentes… ¡Por dios! Él era un hombre de negocios de éxito que ganaba miles por mes, ella una simple traductora con un sueldo precario y dificultades para pagar sus tarjetas. Él era un hombre educado en los mejores colegios privados, que practicaba deportes y acudía a grandes fiestas benéficas y ella había estudiado en la pública, con un trabajo de media jornada para pagarse los estudios, su deporte preferido era el sofá y lo más parecido a una fiesta benéfica que había presenciado había sido una recaudación de fondos para una vecina con cáncer.

Él tenía cada segundo de su organizada vida planificado, Ella apenas podía recordar cuándo tomarse la anticonceptiva…

¿Anticonceptiva? ¿cuándo fue su último..? Pensó y calculó.


—¿Estás lista?- preguntó él entregándole el calcetín rojo que le faltaba.
—Sí… esto… Alejando… ¿podemos parar en una farmacia antes?
—¿Te encuentras mal?


message 232: by EBea (new)

EBea | 6 comments F. Rosal wrote: "EL CALCETÍN ROJO (F. Rosal)


Simón fue sacando lentamente el brazo de la sopa de marisco. Apenas notaba el calor del líquido (no después de casi media hora de intensa búsqueda en un sinnúmero de ..."


Me encanta el relato y su final. ¡Muchas felicidades!


message 233: by EBea (new)

EBea | 6 comments Marko wrote: "El calcetin rojo


Se pasó una hora buscando el calcetín rojo; el inspector Lestrad y su fiel escudero el agente Markus Bell habían llegado tarde. El cadáver del joven empresario Dylan Burne yacía ..."


Ha sido interesante, No quisiera que sirva la mía como una mala crítica, porque me ha gustado bastante a pesar de no ser un género que me atraiga, quizás por ello... los nombres me distraen un poco de la historia porque me evocan otros personajes de ficción, sé que la intención era ambientarlo en la típica novela de Sir Arthur Conan Doyle pero... personalmente a mí me resulta un poco confuso. Insisto, es muy posible que sea porque no estoy habituada a leer novela policíaca ni tampoco a Sir Arthur.

Sirva este comentario para que sea una crítica constructiva, no es que desmerezca el texto, más bien desmerece a su lectora.


message 234: by EBea (new)

EBea | 6 comments Marta wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Y aún no lo había encontrado.

—Si no sales a calentar ahora mismo, te quedas en el banquillo —escuchó tras unos golpes impacientes que habían aporreado ..."


¡Muy interesante tu texto! Me ha gustado mucho lo bien estructurado y lo sencillo de leer que me resultó.

A pesar de que no me gusta el fútbol ni apenas he visto nunca un partido, he podido imaginarme perfectamente al jugador, sus movimientos ... hasta su quiebro al percatarse de que no llevaba puesto el calcetín .

Muchas felicidades.


message 235: by Amber8118 (new)

Amber8118 | 1 comments Habla sido una mañana muy ajetreada y la detective Young ya se encontraba exhausta. "Aún me queda toda la tarde“, pensó
desanimada. Cuando se dispuso a permitirse un donut para el almuerzo, su compañera entró corriendo a su oficina y enganchó una foto de una niña asesinada en medio de la carretera en el tablero hasta entonces vacío de casos para resolver.
-¿Qué haces?-dijo Young, sin creerse la mala suerte que ese día le estaba brindando.
Inna, su compañera, la miró de reojo e inmediatamente buscó en su amplio repertorio mental para explicarle el curioso caso que
mostraba la imagen delante de sus ojos.
-Esta niña llamada Joanna Prior fue encontrada ayer en una de las carreteras más conocidas de San Francisco y me preguntas que qué hago. Mi trabajo hago, al igual que tú vas a hacerlo ahora. Asi que siéntate y empieza a buscar el teléfono de sus padres. Tienes toda la información aquí colgada.

Young se quedó mirándola sin creer lo eficiente que se estaba volviendo y lo cansada que estaba ella. No le quedó más remedio que intentar centrarse y dejar de vaguear.
-¿Algo más?-dijo irónicamente.
El silencio anduvo cerca de unos treinta segundos hasta que su compañera respondió:
-Si tienes cualquier duda estoy al final del pasillo. ¡Suerte!-dicho esto salió disparada hacia su zona de trabajo y dejó sola a la detective.
Ésta se levantó de su cómoda butaca y mientras notaba como todo su mundo daba vueltas se quedó mirando la fotografía. Una niña de no más de 15 años se encontraba inerte encima del asfalto con sangre repartida por piernas, brazos y espalda. Se encontraba boca abajo y su cabello estaba graso y pegado a sus marcados omóplatos.
Lo que le llamó la atención a Young fue que estaba descalza y que en un pie llevaba un calcetín rojo y el otro se encontraba
completamente desnudo. Desesperadamente agarró una hoja de su libreta y empezó a apuntar lo que su cabeza estaba procesando: "Falta un calcetín, ¿puede el asesino habérselo quedado? ¿puede estar esparcido por el área del asesinato? ¿tendrá el ADN del asesino? ¿era una prueba vital y el culpable lo ha quemado?" Muchas incógnitas se representaron en su mente en cuestión de segundos. Lo que si sabia es que debía de ir a San Francisco y buscar ese calcetín misterioso. Con lo cual, preparada con su gabardina y gorra salió del edificio, arrancó su coche e intentó despejar su mente para llegar a la escena del crimen todo lo eficiente posible.
Llamó a lnna para preguntarle exactamente la localización y se dispuso a ir lo antes posible. Al llegar a la escena i ver al cadáver de la pobre niña se prometió irse de allí con pruebas sólidas. Por desgracia se pasó una hora buscando el calcetín rojo y no hubo suerte. Su turno acababa pronto y no quería irse hasta haber hecho algo productivo, algún avance notable. Consecuentemente volvió a su oficina decepcionada y sin ganas de hablar con nadie. Cerró la puerta de su despacho y dejó escapar a su mente de ese lugar. Iba distrayéndose con cualquier cosa que encontraba para evitar mirar al tablero de casos. Observó un cuadro detrás de su sillón, revisó documentos antiguos y se sentó en las sillas que daban a su escritorio. Al sentarse allí percibió que uno de esos asientos no estaba completamente vacío. Una bolso negro de cuero ocupaba el espacio y Young recordó ir con su compañera a comprarlo a una tienda después de que el que lnna tenia fuera mordido por su perro. Feliz de encontrar tareas alternativas se levanto y agarró el bolso para llevárselo a lnna. Lo sorprendente que pasó no fue que lo cogiera aI revés y todo lo que había en su interior se cayera al suelo, lo impactante fue que entre esas cosas había un calcetín rojo.


message 236: by Jochu (new)

Jochu Carrasco | 2 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo y, por más que lo intentara, no era capaz de encontrarlo.

— ¿¡Dónde lo metí!? —decía varias veces, soltando suspiros de molestia y rascándose la nuca cada cinco minutos.

Parecía que su búsqueda sería eterna. Incluso apiló todos sus calcetines sobre la cama y aun así era inútil cualquier esfuerzo por hallar el calcetín rojo.

Media hora después, su hermana se detuvo en la entrada de su habitación.

—Déjame adivinar: ¿Otra vez se te perdió un calcetín?

El joven suspiró con rabia y asintió con la cabeza.

— ¡Te ayudaré! —sonrió su pequeña hermana, de no más de cinco años.

La niña ingresó y se escabulló entre la selva de ropa, tirada por doquier. Finalmente, llegó hasta la cama y comenzó la búsqueda del dichoso calcetín.

—Mary, he estado más de hora y media buscando. Dudo mucho que tú…

— ¡Lo encontré! —gritó emocionada.

La pequeña se acercó a su hermano y, con un gesto victorioso, le entregó el calcetín rojo.

Pedro no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Sólo tuvo tiempo de agachar la cabeza antes de que las lágrimas inundaran su rostro.

— ¿Estás triste porque tus ojos ahora son blancos? —mencionó Mary—. ¡No te preocupes! Cuando sea grande, te daré los míos. Así ya no llorarás...

La pequeña prosiguió a abrazarlo con fuerza. Estaba claro que tenía las mejores intenciones, pero aquél accidente que sufrió el joven fue demasiado para su cuerpo. Y la esperanza de recuperar su visión se volvió algo muy lejano.

Pero lo que más lo entristecía no era el haber quedado ciego, sino el sentirse tan inútil, que ni siquiera pudo encontrar el calcetín rojo.

Todo había sido un intento de engañarse a sí mismo… Hace tiempo que ni siquiera sabía si de verdad tenía calcetines rojos.


message 237: by Alonso (new)

Alonso Taddei | 2 comments Robinson se durmió queriendo que amaneciera. Las ansias por obtener el objeto que había visualizado colgando arriba del librero lo estaban matando. Su mente no podía descansar, pasó todo el día y todo el fin de semana ideando un plan para poder llegar a él sin que Luisa lo regañara. El sólo sabia que su misión tenia que realizarse en las horas de trabajo de Luisa y tenia que ser muy cuidadoso durante su cometido, no podía dejar indicios de haber estado sobre el sillón ni mucho menos encima del librero. Pasadas las horas después de ya estar recostado en la cabecera de la cama pudo conciliar el sueño.
Cuando el primer rayo de luz le dio en la cara, Robinson no pudo evitar levantarse, a pesar de que en otras ocasiones optaba por seguir postrado en la cama unos minutos más hasta que la casa estuviera en silencio para poder hacer sus actividades diarias. Esa mañana Robinson se levanto con decisión, con un objetivo muy claro, lograr lo que se propuso.
La rutina fue la misma de todos los días; levantarse, estirarse, demandar atención de Luisa unos minutos, desayunar, encontrar con que jugar y dormir por 18 horas a lo largo del día.
Por fin llegó el momento de estar a solas en la casa, Robinson con decisión entra al cuarto de Luisa, se sube al sofá y brinca al librero para tomar lo que estuvo todo el fin de semana añorando. La realidad fue muy distinta a lo que Robinson pensó, el calcetín rojo que tanto quería disfrutar no estaba.
“Ahora recuerdo porque Luisa estaba tan estresada esta mañana que ni caricias me hizo, era porque se paso una hora buscando el calcetín rojo hasta que lo encontró para poderse ir a trabajar”, pensó Robinson
“Ni modo, mañana será otro día”.
Robinson brincó hacia abajo, se lamio las patas y buscó un lugar para dormir todo el día hasta que le diera hambre de nuevo.

Luis


message 238: by Alonso (new)

Alonso Taddei | 2 comments Robinson se durmió queriendo que amaneciera. Las ansias por obtener el objeto que había visualizado colgando arriba del librero lo estaban matando. Su mente no podía descansar, pasó todo el día y todo el fin de semana ideando un plan para poder llegar a él sin que Luisa lo regañara. El sólo sabia que su misión tenia que realizarse en las horas de trabajo de Luisa y tenia que ser muy cuidadoso durante su cometido, no podía dejar indicios de haber estado sobre el sillón ni mucho menos encima del librero. Pasadas las horas después de ya estar recostado en la cabecera de la cama pudo conciliar el sueño.
Cuando el primer rayo de luz le dio en la cara, Robinson no pudo evitar levantarse, a pesar de que en otras ocasiones optaba por seguir postrado en la cama unos minutos más hasta que la casa estuviera en silencio para poder hacer sus actividades diarias. Esa mañana Robinson se levanto con decisión, con un objetivo muy claro, lograr lo que se propuso.
La rutina fue la misma de todos los días; levantarse, estirarse, demandar atención de Luisa unos minutos, desayunar, encontrar con que jugar y dormir por 18 horas a lo largo del día.
Por fin llegó el momento de estar a solas en la casa, Robinson con decisión entra al cuarto de Luisa, se sube al sofá y brinca al librero para tomar lo que estuvo todo el fin de semana añorando. La realidad fue muy distinta a lo que Robinson pensó, el calcetín rojo que tanto quería disfrutar no estaba.
“Ahora recuerdo porque Luisa estaba tan estresada esta mañana que ni caricias me hizo, era porque se paso una hora buscando el calcetín rojo hasta que lo encontró para poderse ir a trabajar”, pensó Robinson
“Ni modo, mañana será otro día”.
Robinson brincó hacia abajo, se lamio las patas y buscó un lugar para dormir todo el día hasta que le diera hambre de nuevo.


message 239: by Nahír (new)

Nahír Azul | 1 comments Hola a todos los que estén leyendo, dejaré aquí lo que he podido elaborar a partir del ejercicio.

“El calcetín rojo”

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Buscó en las alacenas, los cajones y hasta dentro del horno. Creyó que por descuido lo habría dejado junto con la ropa sucia, o que tal vez ya lo habría lavado, pero cuando se fijó entre toda la ropa limpia y húmeda del tendedero —mientras su vecina, Nilda, miraba como hablaba consigo misma y caía en la desesperación— no encontró más que camisas de su marido y vestidos propios o de su hija.
Había transcurrido una hora del inicio de su búsqueda por aquél calcetín, que poco decía a simple viste, pero ni rastros hallaba de la prenda. Todos la creerían una desquiciada por buscar como maniática un calcetín que con suerte valdría unos centavos en el mercado más bajo, pero Liliana sí que tenía buenas razones para perder su sano juicio por un pedazo de tela rojo.
Y no, no era ni por su textura, ni su suavidad, tampoco por su color rojo sangre, ni mucho menos por el hecho de que, con seguridad, debía tener un gemelo idéntico a él esperándolo para poder completar el par y adquirir utilidad alguna.
No se trataba de nada de eso, el hecho es que su suegra, amante sin remedio de los juegos de azar, hacía varios días había probado suerte en la lotería, abandonando los juegos de naipes que siempre habían resultado sus preferidos, y con la reciente fecha de cumpleaños de su nieto menor de su lado, logró ganar el poso acumulado de “Dios sabe cuántos miles”, pues no quiso darle números exactos. Entonces, en su extrema vivacidad, la llamó al teléfono para contarle aquél hecho y pedirle que de inmediato fuera a su casa.
Una vez en lo de su suegra, ella aún sin terminar de saludarla apropiadamente, sacó un fajo de billetes y se entregó, explicándole que su deseo era que lo gastara en algo que pudiera compartir con su marido, ya que dentro de poco serían sus bodas de plata.
Liliana, sin terminar de creer la cantidad de dinero que llevaba en su bolso, guardó el dinero donde su marido no pudiera encontrarlo y arruinar la sorpresa, o donde ningún ladrón que quisiera entrar a su humilde hogar pudiera encontrarlo y robarlo, o donde nadie se enterara de que poseía aquél dinero y pudiera gastarlo gradualmente hasta que llegara la fecha de su aniversario y se las arreglara con lo que quedara de él…
Bueno, quizá esa no era realmente una razón por la que echó los dos fajos de billetes dentro de una media roja, pero fue una posibilidad en su momento.
Finalmente, cuando se reprochó por enésima vez consecutiva su poco sentido común a la hora de resguardar objetos de valor y estaba a punto de correr los muebles y buscar debajo de la alfombra el condenado calcetín, al tiempo que se echaba a llorar, escuchó los golpes suaves de su hija volviendo del colegio.
Abandonó sus intentos fallidos por correr el pesado sofá de lugar y fue a abrirle a su hija, sin notar que la misma hora en la que ella buscó la dichosa prenda, era exactamente el mismo tiempo en que la niña se atrasó de su horario de llegada normal a casa.
Cuando abrió la puerta y vio a la pequeña con el calcetín rojo a modo de títere en una mano y un cachorro golden retriever en la otra, todas sus dudas fueron aclaradas.

—Hola, mami —saludó mientras luchaba contra el peso del animal para no dejar de alzarlo en brazos—. ¿No te gusta el perrito que compré? Es que hay una veterinaria cerca del cole… —explicó, aunque su madre ya no la oía.

Mientras recordaba que el día anterior su hija le había pedido permiso para sacar una media de su cajonera porque en la escuela le habían pedido eso, entre otros materiales, para armar títeres, Liliana tuvo la sensación de querer echarse a llorar, reír y desmayarse a la vez.


message 240: by Pao (last edited Jan 29, 2017 05:45PM) (new)

Pao | 2 comments Hola a todos. Un poquito tarde ya que recién empiezo estos ejercicios, pero bueno, aquí va. Mientras, leeré los demás :)

El Calcetín Rojo

Dobby, el ex elfo doméstico de la casa de los Malfoy, despertó por la mañana en su pequeño hogar. Como cada día, debía ir a trabajar a la cocina del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Había conseguido su empleo allí a principio del año escolar anterior, cuando había arreglado con el director de la escuela, Albus Dumbledore, que se le pagara una libra la hora.

Una de sus principales tareas era cocinar los grandes banquetes que devoraban ávidamente los estudiantes. Pollo relleno al horno, pavo, papas en todas sus formas, variedades de ensaladas, estofados, pastas y el clásico pescado con papas fritas eran algunos de los platos salados que tenía a su cargo. Otros elfos elaboraban los platos dulces.

Debía estar en el colegio a las siete de la mañana, o si podía, antes. Los estudiantes bajarían pronto a desayunar y todo debería estar listo. Estaba ya vestido. Sólo le faltaban las medias y tenía tiempo de sobra para llegar a trabajar. Quería usar sus medias favoritas; eran coloradas, con dibujos de un arbolito bordado que le había regalado su amigo Harry Potter para Navidad, las mismas que había usado por la noche para mantener sus pies calientes.

Encontró una debajo del acolchado. Al parecer, se le habían salido mientras dormía, pero no podía hallar la otra mitad por ningún lado. Buscó y buscó, pero sin resultado.

En total, se pasó una hora buscando el calcetín rojo, hasta que finalmente se rindió y cambió los escarpines por unos negros, color que reflejaba en aquel momento su estado de ánimo. Realmente amaba esas medias y no podía creer que ya no las tenía. ¿Cómo había permitido que se perdiera? Harry Potter no lo perdonaría nunca. Atinó entonces a tomar la lámpara para comenzar a golpearse, pero recordó que ya era un elfo libre, que no había necesidad de hacerlo.

Al dejar la lámpara nuevamente sobre la mesa de luz, se iluminó el rincón de la habitación y entonces sonrió, lleno de asombro. Allí estaba el calcetín rojo que tanto había buscado.

Fue rápidamente hacia él, se puso las medias rojas de Harry Potter y fue rápidamente a trabajar, contento, feliz, agradeciendo por otro día de libertad.


message 241: by Andrea (last edited Feb 06, 2017 01:40PM) (new)

Andrea Díaz | 1 comments Quedaban pocas semanas para navidad, y la abuela quería que todo estuviese perfecto, como cada año. Fue al trastero y sacó las 3 cajas con la palabra “Navidad” escrita en un lateral. Las llevó al salón una a una con cuidado, no se fuesen a romper alguna de las figuras y adornos que contenían. Una vez tuvo todo en la mesa, se acercó al viejo aparato de música que le habían regalado sus hijos hace ya bastantes años, y que aunque ellos insistiesen en cambiar ella se negaba en rotundo. Buscó en la pila de CD que había al lado de este hasta encontrar el álbum de canciones navideñas y villancicos. Puso el disco en el reproductor y subió el volumen. De buen humor y cantando empezó a abrir las cajas y colocar los adornos. Unas guirnaldas en la ventana, un manojo de muérdago bajo el marco de la puerta, un alegre y rechoncho santa Claus en el centro de la mesa del comedor, y entonces llegó a lo más laborioso: el belén. Este año lo colocaría en la mesita de café, moviendo esta bajo la ventana para evitar que cualquiera tropezase con ella. Puso a los pastores repartidos encima del mantel verde que imitaba un prado, el portal con el niño, la virgen y san José, sin olvidarse de la mula y el buey, un rio de papel platina y a los tres reyes magos montados en sus camellos por un caminito que hizo con un pañuelo. Montó el árbol después, llenándolo de luces y bolas de diferentes tamaños y colores. Por último, buscó en las cajas los calcetines rojos con los nombres de sus hijos y nietos para colocarlos en la chimenea, cual fue su sorpresa al no encontrar el de su único nieto varón. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo por todo el trastero y la casa. Por fin lo encontró en una esquina polvorienta del trastero. Tras lavarlo y colgarlo junto con los demás, finalmente estaba la casa perfectamente decorada para navidad.


message 242: by Juliana (new)

Juliana | 8 comments El calcetín rojo

El joven aprendiz de brujo estaba desesperado. Revolvía su habitación de la imponente torre blanca con una angustia que le impedía pensar. Buscaba por todos los rincones, entre cada canasto, en todos lados, pero no podía encontrarlo. Estaba a horas de su examen final y él lo había echado todo a perder…
La noche anterior había practicado con el calcetín rojo hasta quedar agotado, pero a pesar de sus esfuerzos no había podido realizar con éxito los hechizos que serían parte del examen… simplemente las palabras adecuadas no acudían a su boca… lo único que había logrado, y con mucho esfuerzo, era que la punta del calcetín cambiara mínimamente, que se destiñera del rojo a un rosa tenue. Y en un rapto de locura, enojo y desesperación lo había arrojado a algún lugar de su habitación, decepcionado…
Y se había ido a dormir, pensando que todo era culpa del cansancio que al día siguiente vería las cosas con mayor claridad, y con la esperanza de que al día siguiente la magia retornaría a él y recordaría los hechizos con mayor precisión.
El sueño le había resultado reparador, y se había levantado pensando que esa mañana sería muy productiva para la práctica de los conjuros antes del examen…
Pero resultó que el calcetín rojo no estaba allí… Debía encontrarlo o no podría presentarse al examen… ¿cómo iba a poder realizarlo si el bendito calcetín había desaparecido? “se pasó una hora buscando el calcetín rojo”… y más… pensando en que perdería la oportunidad de graduarse, y en la cara de desilusión de su maestro cuando viera que no sólo no podía realizar los hechizos solicitados, sino que tampoco había sido capaz de conservar el calcetín sano y salvo.
Intentó pensar alguna excusa, algún motivo creíble por el cual el calcetín pudiera haber desaparecido, pero aunque lo intentó no se le ocurrió nada.
Las horas pasaban y aunque la habitación de la torre blanca parecía haber sido embestida por un huracán, no pudo encontrarlo.
Resignado, se sentó en la cama, pensando en qué le diría a su maestro cuando debiera enfrentarse a él, cuando de pronto sonó la campana que indicaba la hora señalada. La hora del examen.
El brujo se sintió mareado de repente, pero aún así, se levantó. Caminó despacio hacia la puerta, intentando retrasar el momento en que se enfrentara a su maestro. Estiró su temblorosa mano y la apoyó en el picaporte. Y cuando estuvo a punto de abrirla una imagen vino a su mente… y entonces lo recordó… Antes de acostarse se había arrepentido de su acción y había decidido recoger el calcetín, pensando supersticiosamente que durmiendo con él bajo su almohada, éste podría ayudarlo a clarificar su mente.
Corrió a la cama y con la respiración entrecortada se sentó. Se detuvo un instante y cerró los ojos, como no queriendo ver lo que había allí, debajo de la almohada. La levantó. Tardó unos instantes en abrir los ojos, y cuando lo hizo… una sonrisa se dibujó en su rostro, tal como si fuera un niño que recibe un regalo muy esperado. Allí estaba el calcetín, con la punta desteñida, que parecía mirarlo como diciéndole “¡aquí estuve esperándote desde anoche!”.
Con la esperanza renovada tomó el calcetín entre sus manos. En ese momento sonaba la segunda campanada. Apretó el calcetín con fuerza contra su pecho, respiró hondo y se dispuso a dirigirse a su examen.
Un nuevo pensamiento acudió a su mente… Ese dia… ese día se convertiría en brujo.


message 243: by Pao (new)

Pao | 2 comments Muy bueno, Juliana! No sé cómo responder directamente jaja.


message 244: by Juliana (new)

Juliana | 8 comments Gracias Pao! saludos!


message 245: by Diego (last edited Feb 17, 2017 03:58PM) (new)

Diego Rosas (white-lion) | 2 comments El Calcetín Rojo

Antes de salir Diana dio media vuelta para asegurarse de no dejar rastros de su visita en la habitación, todo parecía tal y como estaba antes que ella llegara, excepto por un calcetín rojo sin par que se asomaba por debajo de la cama. Ella pensó que debió haberse caído mientras revisaba en los cajones. Se apresuro en recogerlo dispuesta a dejarlo en su lugar con los demás. Pero tras buscar en el cajón no pudo encontrar la pareja de aquel calcetín. Así que busco en los demás cajones, en el armario, debajo de la alfombra y hasta debajo de las sabanas sin poder hallar el otro calcetín. Se paso una hora buscando el calcetín rojo en la habitación de su novio y aun así no pudo encontrarlo.

Ya se hacía tarde y Marcos llegaría dentro de poco, Diana sabia que no podía permitir que él supiera que había desconfiado de él, esta ves no se lo perdonaría.

Guardo el calcetín en su abrigo y salio de la casa cuanto antes, pensó que si ella no fue capaz de encontrar el calcetín que falta tampoco lo haría él, seguro que ni siquiera notaria que le falta ese par.

Se alejo de la casa de Marcos en dirección a lo de su mejor amiga, Cyndi, para contarle que las sospechas que tenía de él eran falsas.

Al llegar, Cyndi la recibió con entusiasmo por escuchar lo que Diana tenia para contarle. Subieron a la alcoba que estaba un tanto desordenada, por lo cual Cyndi se apresuro a disculparse diciendo que se debía a que estaba buscando la pareja de un calcetín rojo que no lograba encontrar.


message 246: by Juliana (new)

Juliana | 8 comments Diego wrote: "El Calcetín Rojo

Antes de salir Diana dio media vuelta para asegurarse de no dejar rastros de su visita en la habitación, todo parecía tal y como estaba antes que ella llegara, excepto por un calc..."


muy bueno Diego! Yo hubiera terminado la ultima frase con puntos supensivos... pero bueno... soy como medio fan de los puntos supensivos! no se si se nota! estoy tratando de corregirlo! pero en serio, en tu historia me parece que quedarían muy bien! Felicitaciones!


message 247: by Pablo (last edited Apr 14, 2017 12:11AM) (new)

Pablo Hernandez Ortega | 1 comments Cooper rebuscó en su armario, después en su closet, luego en la mesita de noche; y claro, en el cajón donde guardaba sus calcetines. Tenía una hora exacta en esta búsqueda, pero aún no se desesperaba. Sabía que lo hacía por un buen motivo.

Era el día en que él y su compañero Colt, presentarían ante la prensa y la televisión nacional su gran innovación (los drones anti-tornado). Un gran momento para ellos. Ese calcetín en particular, que se lo regaló su madre el día de acción de gracia, le daría la confianza para exponer y explicar ante el público, lo funcional del invento que exhibirían. Aunque para Colt esto resultara mera superstición, le dio tiempo para encontrarlos. sin embargo las horas del reloj no paraban. El prefería asegurarse de que nada saliera mal en ese gran día. Así que dejó de enviarle mensajes de texto tan seguido.

Cooper se sentó en el sofá, con la mirada perdida en un cuadro de aviones de combate colgado en su pared. Intentó hacer un recuento de todo lo que había hecho el día anterior: desde el cereal del desayuno, el pequeño instante de juego con su hija Rebeca, llevar el único traje que tenia a la tintorería, dejar a rebeca en la casa de su ex esposa Amanda, la pequeña discusión con ella por la manutención de la niña. Pensó en lo tierna que era Amanda antes de presentarse sus problemas económicos « ¡Maldición, la tintorería! ». Se colocó el único calcetín rojo que encontró, sus zapatos y fue directo a la tintorería. En efecto, el calcetín rojo estaba en una pequeña cesta de objetos olvidados.
Al presentarse en la convención nacional de innovadores, ya Colt lo estaba esperando, muy nervioso. Al verlo alzó los brazos para que Cooper lo ubicara.

— ¿Encontraste los benditos calcetines? —Pregunta Colt arqueando la ceja derecha.
—Sí, últimamente mi cabeza ha estado algo desordenada.
—Perfecto, ahora estoy más aliviado.
— ¿No me digas que ahora crees la magia del calcetín rojo?—. Comenta Cooper en un tono burlón.
—Bueno, de que vuelan, vuelan.

Se quedan mirándose unos cuantos segundos, hasta que al final sueltan una enorme carcajada que atrajo la mirada de otros innovadores. Cuando por los altavoces escuchan el nombre de su prototipo.

—Vamos es nuestro turno —dice Cooper poniéndose serio y frotándose las manos.


message 248: by Susana (new)

Susana | 1 comments Hola! Comparto mi primer escrito en muuucho tiempo. Espero retro :) Feliz escritura!

“Si ahí lo hubieras dejado, ahí estuviera.”
Estela y sus hermanos crecieron escuchando esta frase casi a diario saliendo de los labios de mamá.

Era la mayor, ahora vivía sola, era independiente y feliz. ¡Pero se la pasaba buscando cosas! ¡Cosas que claramente había dejado en un lugar, y de vuelta, ya no estaban! A veces creía escuchar la voz de su madre repitiendo esas 7 malditas palabras.

Hoy no podía buscar, ¡no había tiempo! Debía llegar a esa entrevista de trabajo a las 9:00, ir por un café para calmar los nervios a las 9:45, salir de ahí y doblar la esquina para admirar la casa de ladrillos que tanto le gusta. Todo para que 2 minutos después se cruzara con Luis, el amor de su vida. NI UN MINUTO MÁS, NI UNO MENOS. De no ser así, en lugar de Luis podría ser un gran camión morado de la ruta 14 con el que se cruzara.

No, no, no, no. “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo” no sería la frase que cerrara la historia de su vida y mucho menos la que quedara para siempre sobre su lápida.

A ella se le daba en especial buscar cosas que no estaban perdidas, al parecer porque estaba condicionada a ello.

-¿!Y mis lentes¡? - Sobre tu cabeza Estela.
- ¿Y mi celular!? - ¡En tu mano!

Las llaves, el dinero y la identificación. Como si viviera en un bosque encantado, rodeada por traviesos duendes.

Tanta era la aberración de Estela a perder el tiempo buscando cosas (que claramente había puesto en un lugar), que podía salir de casa con las manos vacías. PORQUE NI HACIENDO MEMORIA. Preferible pensar que desde pequeña vivía rodeada de duendes que se la pasaban gastando bromas y al parecer a toda su familia. Y qué delicia cuando mamá no encontraba algo, porque al unísono se escuchaba: SI AHÍ LO HUBIERAS DEJADO, AHÍ ESTUVIERA. El himno familiar.

Cerró los ojos, grito al carajo y tomó el primer par de calcetines. Uno de un verde menta y el otro naranja chillón.

Por fin se disponía a salir de casa y ahí estaba, en la entrada principal, sonriendo como nunca antes, con un calcetín de lunares amarillos y uno rojo: Alfredo.

El duende que había vivido con ella desde niña, siempre buscando la manera para que ella también pudiera verlo. Por fin la había encontrado.
Por fin había logrado que ella cumpliera el extraño ritual que rompía el velo.

Desde ese día, Estela es la chica rara que viste calcetines desiguales a pesar de no perder NI UNO.


message 249: by Cynthia (new)

Cynthia (ceffita) | 1 comments Diego wrote: "El Calcetín Rojo

Antes de salir Diana dio media vuelta para asegurarse de no dejar rastros de su visita en la habitación, todo parecía tal y como estaba antes que ella llegara, excepto por un calc..."


Buen texto, al inicio parece algo tan simple y cotidiano y al final las piezas se encajan con el otro par del calcetín perdido. Fue un buen final, inesperado :)


message 250: by Elba (new)

Elba | 2 comments Hola a todos!

Les paso mis textos con el Calcetín Rojo. Escribo microficciones, así que van aquí 3 jugando con el mismo tema. Pueden leer mis micro relatos en Instagram bajo el nombre FernandaEstavillo


EJERCICIO LITERARIO 1A

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, que cuando resignado se sentó a ponerse el zapato en el pie descalzo, descubrió llevaba puesto desde el principio.


EJERICIO LITERARIO 1B

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, lo único que le quedaba de su padre, ahora como su corazón, inservible e incompleto.


EJERCICIO LITERARIO 1C

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Cualquier cosa era mejor que sentarse a escribir el capítulo final de su primera novela.

Saludos!!
Fernanda


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