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Cuanta más dopamina haya en la vía de recompensa del cerebro, más adictiva será la experiencia.
La adicción, en sentido amplio, es el consumo continuo y compulsivo de una sustancia o un comportamiento compulsivo —juegos de azar, videojuegos, sexo—, que no cesa a pesar del daño que causa a la propia persona y/o a otros.
Uno de los mayores factores de riesgo para volverse adicto a cualquier droga es el fácil acceso a ella.
¿la enfermedad mental conduce al uso de drogas, el uso de drogas causa o desenmascara la enfermedad mental, o existe algún punto intermedio?
un mayor acceso a sustancias adictivas puede ser el factor de riesgo más importante al que se enfrentan las personas en la actualidad. La oferta ha creado demanda, ya que todos somos víctimas de la vorágine del consumo excesivo-compulsivo.
—Ya no disfruto como antes, lo que consigo es siempre menos de lo que espero.
—Al final, todo se redujo a la comodidad. Era más fácil tomar una pastilla que sufrir.
Desafortunadamente, la idea de Freud de que un trauma de la primera infancia puede influir en la psicopatología adulta se ha convertido en la convicción de que todas y cada una de las experiencias difíciles nos preparan para el diván de la psicoterapia.
Pero me preocupa que estemos protegiendo y patologizando en demasía la niñez, intentando criar a nuestros hijos en el equivalente a una celda acolchada en la que no pueden hacerse daño, pero tampoco prepararse para vivir en el mundo.
Más allá de los ejemplos extremos de huida del dolor, hemos perdido la capacidad de tolerar incluso formas menores de malestar. Buscamos constantemente entretenimientos para desviar nuestra atención del momento presente.
Evitarse a uno mismo todo el tiempo es bastante agotador.
el uso de medicamentos, recetados o no, para compensar lo que en realidad es una carencia básica de autocuidado,
Todos huimos del dolor. Algunos tomamos pastillas. Otros se instalan en el sofá para ver Netflix durante horas. Algunas leemos novelas románticas. Haremos casi cualquier cosa con tal de distraernos y desviar nuestra atención de nosotros mismos. Y, sin embargo, todo este intento de aislarnos del dolor solo parece empeorarlo.
cuando se dice de una sustancia que es «dopaminérgica» no significa que contenga, literalmente, dopamina. En realidad, se trata de una sustancia que desencadena la liberación de dopamina en el sistema de recompensa de nuestro cerebro.
Con la exposición repetida al mismo o similar estímulo de placer, la presión inicial sobre el lado del placer se vuelve más débil y más breve, y la respuesta posterior en el lado del dolor se vuelve más fuerte y más prolongada, un proceso que los científicos llaman neuroadaptación.
necesitamos más cantidad de nuestra droga preferida para obtener el mismo efecto.
Necesitar más cantidad de una sustancia para sentir placer, o experimentar menos placer con una dosis determinada, se llama tolerancia. La tolerancia es un factor importante en el desarrollo de la adicción.
Cuando me volví «tolerante» a Crepúsculo, me vi obligada a buscar formas nuevas y más potentes de la misma droga para tratar de recuperar esa primera sensación.
«Las disminuciones en los receptores D2 de dopamina en los consumidores de drogas, junto con las disminuciones en la liberación de dopamina, resultarían en una disminución de la sensibilidad de los circuitos de recompensa a la estimulación por recompensas naturales».54 Una vez que esto sucede, ya no hay nada que haga sentirse bien.
En los aproximadamente dos años en los que consumí novelas románticas de forma compulsiva, llegué a un punto en el que no podía encontrar un libro que me hiciera disfrutar. Era como si mi centro del placer de la lectura de novelas se hubiera quemado y ningún libro pudiera revivirlo.
Mis pacientes con adicción describen cómo llegan a un punto en el que su droga deja de funcionar para ellos. Ya no consiguen colocarse en absoluto. Sin embargo, si no toman su droga se sienten muy desgraciados. Los síntomas universales de abstinencia de cualquier sustancia adictiva son la ansiedad, la irritabilidad, el insomnio y la disforia.
Y aquí están las buenas noticias. Si esperamos lo suficiente, nuestro cerebro —por lo general— se readapta a la ausencia de la droga, y restablecemos nuestra homeostasis de base. Una vez que nuestro equilibrio está nivelado, nuevamente podemos disfrutar de recompensas sencillas y cotidianas. Salir a caminar. Ver salir el sol. Divertirnos en una comida con amigos.
«la medida de cuán adicto es un animal de laboratorio se reduce a cuán duro está dispuesto a trabajar para obtener su droga: presionando una palanca, navegando por un laberinto o trepando por un tobogán».
El aprendizaje también aumenta la descarga de dopamina en el cerebro.
La ciencia nos enseña que todo placer tiene un precio, y que el dolor que le sigue es más duradero y más intenso que el placer que lo originó.
Como cactus adaptados a un clima árido, nos estamos ahogando en dopamina. Como consecuencia de ello, ahora necesitamos más recompensas para sentir placer, y nos bastan menos lesiones para sentir dolor.
«Estoy enfermo y cansado de estar enfermo y cansado».
cambiar una droga por otra es lo mismo que cambiar una adicción por otra
Una minoría de pacientes (alrededor del 20 %) no se siente mejor después del ayuno de dopamina. Este dato también es importante, porque me dice que el fármaco que tomaban no fue el principal causante de los síntomas psiquiátricos, y que es probable que el paciente tenga un trastorno psiquiátrico concurrente, que requerirá su propio tratamiento.
—Quiero que estés preparada —le dije a Delilah— para sentirte peor antes de sentirte mejor.
tu ansiedad empeora.
El truco consiste en dejar de huir de las emociones dolorosas y, en cambio, permitirnos tolerarlas.
Pero al crear barreras tangibles entre nosotros y nuestra droga de elección presionamos el botón de pausa entre el deseo y la acción.
Nuestra tendencia a sobrevalorar las recompensas a corto plazo por encima de las de largo plazo puede verse influenciada por muchos factores. Dos de ellos son el consumo de drogas y las conductas adictivas.
Hay algo trágico y conmovedor en tener que prohibirte algo.
Lejos de sentirse limitado por su nueva forma de vida, se sintió liberado.
Por favor, no me malinterpreten. Estos medicamentos pueden salvar vidas y estoy agradecida por contar con ellos en la práctica clínica. Pero medicar todo tipo de sufrimiento humano tiene un coste y, como veremos, hay un camino alternativo que podría funcionar mejor: abrazar el dolor.
Cuando dejó de consumir se sintió inundado por todas las emociones negativas que había estado enmascarando con las drogas.
la presión sobre el lado del dolor de la balanza puede conducir a su opuesto: el placer.
los altos niveles de actividad física en la escuela primaria, secundaria y en la edad adulta temprana propician niveles más bajos de consumo de drogas. También se ha demostrado que el ejercicio ayuda a los que ya son adictos a dejar o reducir el consumo.
caminar por su barrio durante treinta minutos al día puede marcar la diferencia. La evidencia es indiscutible: el ejercicio tiene un efecto positivo más profundo y sostenido sobre el estado de ánimo, la ansiedad, la cognición, la energía y el sueño que cualquier píldora que yo les pueda recetar.
tenemos que recordar que sentiremos placer después del dolor,