«muchacho, no me ofendas, no soy ramera del conocimiento, el conocimiento, apréndelo de una buena vez, o se lo reserva uno para sí mismo o lo regala, pero no se vende, sólo hay una manera de pagarme, comparte tú con otros lo aquí aprendido, debes saberlo también, he determinado en mi testamento heredarte mi tienda, mi casa, mi laboratorio, a mis hijos, a quienes no veo desde hace años, poco les importó mi profesión y, sin juzgarlos, se alejaron de mí, ellos no necesitan de mis bienes, gozan de fortuna y aun cuando estoy consciente de cuán rico eres, no me importa, con certeza les darás a mis
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