algunas veces pensaba que todo lo que me había dicho aquella noche era un completo disparate y, otras, que Momose, lo miraras como lo mirases, tenía razón. Oscilaba entre las dos conclusiones diferentes y acababa por no saber qué debía pensar ni cómo. En ocasiones incluso me preguntaba con terror si, en mi manera de pensar, no habría un defecto fatal de base que me conducía siempre a respuestas equivocadas.

