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Y ya sé que es raro, pero cuando estoy así, en casa, sin hacer nada, me da la sensación de que estoy luchando con algo.
—Y nosotros, si seguimos tal como ahora, sin decir nada a nadie, nos hagan lo que nos hagan, si continuamos así todo el tiempo, sin hablar, ¿crees que algún día podremos de verdad convertirnos en una cosa?
—A esos novios les ha pasado algo horrible, ¿sabes? Algo muy triste, tristísimo —dijo Kojima con una voz muy profunda que le venía del fondo de la garganta—. Pero los dos han podido superarlo. Y, por eso, ahora pueden vivir lo que para ellos es la máxima felicidad, que es eso. Aquella habitación que parece tan normal, adonde han llegado después de vencer todas las dificultades, en realidad es Heaven.
llevaba una existencia tan plácida como la de un mueble. Vivir sin que nadie se diera cuenta de que existía me daba una enorme seguridad.
—Pero, ¿sabes?, todo esto tiene un sentido concreto. Estoy segura de que, al final, después de aguantarlo, nos esperarán unos lugares o unas situaciones a las que jamás habríamos llegado sin pasar por todo esto. ¿No te parece?
Seguro que en este mundo hay un montón de cosas que no entiendo, pero a ti quería comprenderte, ¿sabes? De verdad. Quería hacerlo. Porque yo, cuando te encontré, enseguida me di cuenta. De que éramos iguales.
Llegará un momento, algún día, en que lo comprenderemos todo. Seguro que llegará un momento en que incluso los chicos de la clase nos comprenderán. Llegará un día en que todo se arreglará, seguro.
Creo que es necesario que algún día lo aprendan por sí mismos de sus propios actos igual que yo lo he aprendido a través de su trato hacia mí. Este tipo de cosas no se pueden entender de otra manera. Tienen que conocerse a sí mismos a través de todo lo que me están haciendo.
No es que estemos en sus manos y nos limitemos a obedecer. Al principio, puede que fuera así, pero ahora ya no. Nosotros permitimos que pase. Somos muy conscientes de lo que está sucediendo ante nuestros ojos y lo asumimos. Y si hablamos de débiles o fuertes, eso es algo que no podríamos hacer si nos faltara fuerza.
Piensa en todos los de clase. Ellos, como no quieren ser como nosotros, fingen no ver nada, intentan caer bien a los que nos maltratan, se ríen, puede incluso que estén convencidos de que tienen las manos limpias, pero ellos tampoco entienden nada de nada. Son iguales que los otros, que los que nos maltratan.
Uno solo de ellos, por separado, no es capaz de nada. Tienen que juntarse, formar un grupo. Un grupo que ni siquiera es de verdad porque no comparten nada. Y en cuanto ven algo que es diferente de ellos, se asustan y tienen que machacarlo.
—Ellos también lo entenderán algún día.
Desde hace un rato no paras de repetir que tus ojos son así o asá, o que tu estrabismo tiene la culpa de eso, de aquello y de lo de más allá. Pues la verdad es que tampoco tiene tanto que ver. Al oír aquellas palabras me quedé paralizado. ¿Que el estrabismo no tenía que ver?
algunas veces pensaba que todo lo que me había dicho aquella noche era un completo disparate y, otras, que Momose, lo miraras como lo mirases, tenía razón. Oscilaba entre las dos conclusiones diferentes y acababa por no saber qué debía pensar ni cómo. En ocasiones incluso me preguntaba con terror si, en mi manera de pensar, no habría un defecto fatal de base que me conducía siempre a respuestas equivocadas.
Tus ojos son la parte más importante de ti. Son lo más importante, lo más valioso que posees, algo que no tiene nadie más que tú. Lo que hace que seas como eres. Yo no tengo nada. Y como no tengo nada, he tenido que hacer lo de los signos, pero tú tienes un signo propio, de nacimiento, y gracias a este signo nos hemos podido encontrar los dos.
Los débiles siempre sufren a manos de los fuertes. No hay modo de evitarlo. Esa gentuza nunca desaparece. ¿Y tú quieres imitarlos, ponerte de su lado y, de esta forma, dejar de ser débil? ¿Es eso lo que crees que hay que hacer? Pues no es verdad. Esto es una prueba. Y lo importante es superarla. ¿No es eso lo que hemos estado hablando siempre, siempre, nosotros dos?
Pensé que necesitaría horas para contárselo todo, pero en realidad no me llevó mucho tiempo. Aquello, y lo otro, y aquel sentimiento, y aquella sensación: fui traduciéndolo en palabras y, cuando terminé de hablar, me dio la impresión de que todos aquellos hechos habían durado unos pocos minutos.