¿No es la ira tan mala como el adulterio? ¿O una mujer que desprecia al hombre del otro lado del pasillo por excesos alcohólicos, cuando ella habitualmente chismea acerca de él después de las reuniones. ¿No es el chisme tan malo como cualquier vicio? Lo que daña especialmente en los dos casos es que ni el individuo que alberga ira ni la mujer que chismea consideran seriamente lo malo de sus acciones. Sus pecados se mantienen ocultos. Este es el verdadero cáncer en la iglesia.