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Hay en mineralogía muchas denominaciones, semigriegas, semilatinas, difíciles de pronunciar; nombres rudos que lastimarían los labios de un poeta.
Permanecía inmóvil y con los brazos cruzados ante los múltiples gestos de mi tío; para negar, movía la cabeza de izquierda a derecha, y, para afirmar, la inclinaba; apenas se movía; era la economía del movimiento llevada hasta la avaricia.
se dedicaba a la caza del ganso llamado eidero, cuyo plumón constituye la principal riqueza de la isla. En efecto, para recoger esta pluma, que se llama edredón, no es preciso desplegar una actividad asombrosa. En los primeros días del verano, la hembra de este ganso, notable por su extraordinaria belleza, construye su nido entre las rocas de los fiordos que tanto abundan en las costas de la isla. Una vez construido su nido, lo forra con finísimas plumas que del vientre se arranca ella misma. En seguida llega el cazador, o, por mejor decir, el cosechero, se apodera del nido y se ve precisada
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En aquel país no hay caminos, ni tan siquiera senderos, y la vegetación, a pesar de ser tan lenta, no tarda en borrar las huellas de los escasos viajeros.
¡maldito animal! -¡exclamó encolerizado el jinete transformado inopinadamente en peatón,
La llegada de la sopa hizo reinar el silencio entre la gente menuda, y la taciturnidad característica de los islandeses, incluso entre los muchachos, recobró de nuevo su imperio. Nuestro huésped nos sirvió una sopa de liquen que no era desagradable, y después, una enorme porción de pescado seco, nadando en mantequilla agria, que tenía lo menos veinte años. y muy preferible, por consiguiente, a la fresca, según las ideas gastronómicas de Islandia.
Al anochecer, después de haber vadeado dos ríos donde abundaban las truchas y los sollos, el Alfa y el Heta, nos vimos precisados a hacer noche en una casucha ruinosa y abandonada, digna de estar habitada por todos los duendes y espíritus de la mitología escandinava.
Por fin, a las once de la noche, en plena oscuridad, llegamos a la cumbre del Sneftels; y, antes de buscar abrigo en el interior del cráter, tuve tiempo de ver el sol de la media noche en la parte inferior de su carrera, proyectando sus pálidos rayos sobre la isla dormida a mis pies.
envidiando la perfecta indiferencia de Hans, que, sin meterse a buscar las causas de los efectos, marchaba ciegamente por donde le llevaba el destino.
pensé que si se encontraba algún día mi cuerpo en estado fósil, su aparición en las entrañas de la tierra, a treinta leguas de su superficie, suscitaría graves cuestiones científicas.
Mis miradas podían pasearse a lo lejos sobre aquel mar gracias a una claridad especial que iluminaba los menores detalles. No era la luz del sol con sus haces brillantes y la espléndida irradiación de sus rayos ni la claridad vaga y pálida del astro de la noche, que es sólo una reflexión sin calor. No. El poder iluminador de aquella luz, su difusión temblorosa, su blancura clara y seca, la escasa elevación de su temperatura, su brillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen puramente eléctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenómeno cósmico continuo que
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Yo contemplaba en silencio todas estas maravillas. Faltaban las palabras para manifestar mis sensaciones. Creía hallarme transportado a algún planeta remoto, a Neptuno o Urano, por ejemplo, y que en él presenciaba fenómenos de los que mi naturaleza terrenal no tenía noción alguna. Mis nuevas sensaciones requerían palabras nuevas, y mi imaginación no me las suministraba. Contemplábalo todo con muda admiración no exenta de cierto terror.
nos hallamos envueltos en una erupción volcánica, la fatalidad nos ha arrojado en el camino de las lavas incandescentes, de las rocas encendidas, de las aguas hirvientes, de todas las materias eruptivas; vamos a ser repelidos, expulsados, arrojados, vomitados, lanzados al espacio entre rocas enormes, en medio de una lluvia de cenizas y de escorias, envueltos en un torbellino de llamas,