sus vidas proclamándolo sin ninguna recompensa desde el punto de vista humano. No es que los esperaba una mansión en el Mediterráneo. Enfrentaron una vida de privaciones. A menudo no tenían comida, dormían a la intemperie, eran ridiculizados, golpeados, encarcelados. Y finalmente, la mayoría de ellos fueron ejecutados y torturados. »¿Por qué? ¿Por buenas intenciones? No, porque estaban convencidos más allá de toda sombra de duda de que habían visto a Jesucristo salir vivo de entre los muertos. Lo que uno no puede explicar es cómo a este grupo particular de hombres se les ocurrió esa creencia
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