testigos de modo que el testigo A pudiera atestiguar acerca de la veracidad del testigo B y viceversa —respondió Witherington—. Sin embargo, Jesús atestigua acerca de la veracidad de sus propias palabras. En lugar de basar sus enseñanzas en la autoridad de otros, habla con autoridad propia. »Por lo tanto, es alguien que se consideraba que tenía una autoridad superior a la de los profetas del Antiguo Testamento. Él creía que poseía no solo inspiración divina, al igual que el Rey David, sino también autoridad divina y el poder de expresión divi-na directa.» Además de