«Era cariñoso pero no dejaba que su compasión lo paralizara; no tenía un ego envanecido, aunque a menudo estaba rodeado de multitudes que lo adoraban; mantenía el equilibrio a pesar de su estilo de vida que por momentos era exigente; siempre sabía qué era lo que estaba haciendo y adónde iba; se preocupaba profundamente por las personas, incluso por las mujeres y los niños, quienes en ese entonces no se consideraban importantes; fue capaz de aceptar a la gente pasar por alto su pecado; respondía a los individuos según