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Los límites definen la persona. Definen lo que soy y lo que no soy. Un límite me muestra dónde termina mi persona y comienza otra persona, me da un sentido de propiedad.
Confesar nuestras penas y nuestros pecados nos ayuda a «echarlos afuera» para que dejen de envenenar nuestro interior (1 Juan 1:9; Santiago 5:16; Marcos 7:21-23).
La palabra más demarcadora de un límite es no. Permite que otros entiendan que usted es una persona independiente y que tiene control sobre su ser. Ser claros sobre nuestro no, y nuestro sí, es un tema recurrente en la Biblia (Mateo 5:37; Santiago 5:12).
Las personas con límites débiles tienen mucha dificultad para rechazar el control, la presión, las exigencias y a veces las verdaderas necesidades de otros. Sienten que si dicen que no a alguien pondrán en peligro la relación con esa persona; por lo que sumisamente acceden a sus peticiones, aunque en su
Tomar decisiones basadas en la aprobación de los demás o en sentimientos de culpa origina resentimiento producto de nuestra naturaleza pecaminosa.
Lo que sí podemos hacer es limitar nuestra exposición a quienes no se comportan correctamente; no podemos cambiar a los demás ni hacer que se comporten bien.

