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—Me encanta que nunca me hayas preguntado si te quiero —dijo él. —Me encanta que nunca hayas necesitado que te lo diga —contestó ella.
—Las cadenas de la vida —dijo— tienen que ser lo bastante débiles para romperse. —Lo besó—. Pero, ante todo, lo bastante fuertes para ayudarte a sobrellevarla. —Se giró hacia las estrellas—. Por cierto… Feliz cumpleaños.