La echaba tanto en falta que deseaba erigir con mis propias manos un monumento en su memoria de treinta metros de altura. Deseaba verla descansando en un amplio asiento de piedra, disfrutando de las vistas de Hyde Park. Todo aquel que pasara por allí comprendería de inmediato la intensidad con que la echaba de menos, cuán física era mi añoranza. La echo tanto en falta que su ausencia es un príncipe dorado de tamaño colosal, una sala de conciertos, un millar de árboles, un lago, nueve mil autobuses, un millón de coches, veinte millones de aves y más. La ciudad al completo es mi añoranza de
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