Desde entonces la «muerte» no me ha inspirado ningún temor. Sin embargo, la experiencia me ha legado cierta tendencia a «implicarme» menos en la vida, como si tan solo estuviera «dejando pasar el tiempo». No es algo triste, pero me siento desapegada, feliz por ser solitaria y resistirme a los intentos por mantenerme en situaciones «permanentes» que puedan «anclarme» a la tierra, emocional y prácticamente (como la maternidad o relaciones a largo plazo).