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Asintió el indio, que fumaba sin mover un músculo de la cara.
Respiraba lento y pausado, como había aprendido a hacerlo para mantener el pulso firme y la cabeza fría. La tensión le secaba la boca y hormigueaba en los muslos y las manos, y los cinco sentidos se reducían a dos: vista y oído.
guerra era una evidencia útil para quien aprendía a mirar en ella: ayudaba a observar con ecuanimidad la perversa geometría cósmica.
Cuando te toca, ni aunque te quites; y cuando no te toca, ni aunque te pongas.