Si alguien nos dice que está enojado simplemente porque está enfermo y no tiene ganas de estar donde está, podemos intentar responderle que es comprensible y si así lo sentimos podríamos hasta decirle que tal vez nosotros también estaríamos enojados. El poder validar ese enojo y no tratar de cambiarlo no solo hace que se sienta aceptado, sino que además puede alentarlo a que hable más de su enojo, se desahogue, se relaje y pueda sentirse aliviado. Validar la emoción y ofrecer un espacio libre de juicio.