David Sasaki

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Que no nos abandonó, que mi mamá lo corrió una noche atávica en la que regresó más ebrio que nunca y ella le impidió entrar, que él amenazó con llevarse a sus hijos, que mi madre nos alineó a los ocho críos en la entrada de la puerta y le dijo “ahí están, llévatelos”; que entonces él se echó dos pasos para atrás, luego tres, luego treinta años.
La cabeza de mi padre
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