Silvana Queija

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Algo esencial cambió cuando fui capaz de comprender que esa mujer no era sólo mi madre, sino que primero era mujer. Una suave y áspera, enamoradiza y deseante, furiosa y arrepentida, bellísima, sexual, cansada, recelosa. Esa mujer era todo eso. Y
La cabeza de mi padre
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