La propia experiencia de Rose era que la bondad, el estado de ser buena, sólo se alcanzaba con dificultad y dolor. Llevaba mucho tiempo llegar a él; en realidad, una nunca llegaba a él, o si se llegaba durante un instante fulgurante, era sólo durante un instante fulgurante. Se necesitaba una desesperada perseverancia para recorrer penosamente ese camino plagado de dudas.